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Chapter 7 - El despertar de las sombras

Dan despertó sobresaltado, con el corazón martillándole en el pecho. El campamento estaba en calma, pero su mente seguía atrapada en las imágenes de la masacre. Los gritos de Kara aún resonaban en sus oídos, tan vívidos como si estuviera allí de nuevo.

Se frotó los ojos, intentando espantar el cansancio, pero la piedra en su mano brillaba con una intensidad inquietante, como si lo llamara, como si lo exigiera.

—¿Qué diablos quieres de mí? —murmuró, apretándola hasta que sintió que la piel de su palma ardía.

Un leve murmullo respondió. No era una voz real, pero resonó en su mente, una mezcla de susurros y emociones. Dan tragó saliva.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —preguntó, sabiendo que probablemente estaba perdiendo la cordura.

Sin embargo, la piedra vibró, y en su mente aparecieron imágenes fugaces: un bosque oscuro, un río de sangre, y una figura oscura con ojos que ardían como brasas. Dan retrocedió, soltando la piedra, pero esta no cayó al suelo; flotó frente a él, brillando más fuerte.

—¡Dios mío! —exclamó, sintiendo que sus piernas temblaban.

La luz atrajo la atención de otros en el campamento. Algunos se acercaron, curiosos, mientras otros se mantuvieron a distancia, temerosos de lo que pudiera pasar.

—¿Qué está pasando? —preguntó la joven de cabello castaño que había hablado con él antes. Su nombre, ahora recordaba, era Lina.

—No lo sé… esta cosa… está viva —respondió Dan, tratando de no sonar tan aterrado como se sentía.

La piedra finalmente descendió, volviendo a su mano, pero esta vez, cuando la tocó, una ola de energía lo atravesó como un rayo. Dan gritó, cayendo de rodillas mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Lina corrió hacia él, agarrándolo por los hombros.

—¡Dan! ¿Qué ocurre? ¡Habla!

—Hay algo dentro… —logró decir, con la voz quebrada—. Algo… oscuro…

De repente, una sombra se proyectó desde el cuerpo de Dan, una figura incorpórea que parecía hecha de pura oscuridad. Los que estaban cerca gritaron y retrocedieron, mientras la sombra se alzaba, formando algo que parecía un lobo gigante, sus ojos brillando con un rojo feroz.

—¡¿Qué demonios es eso?! —gritó uno de los hombres, sacando un cuchillo, aunque sus manos temblaban tanto que apenas podía sostenerlo.

Dan levantó la mirada, apenas consciente de lo que estaba ocurriendo. La sombra giró hacia él, como si lo estuviera evaluando. Y luego, sin previo aviso, se abalanzó sobre él, fusionándose con su cuerpo.

El campamento quedó en silencio. Nadie se movió.

Dan jadeó, sintiendo que su pecho se llenaba de un calor abrasador. Cuando finalmente se levantó, su cuerpo parecía diferente. Sus ojos ahora brillaban con un leve resplandor rojo, y había marcas negras recorriendo sus brazos, como venas llenas de oscuridad.

—¿Qué me hiciste…? —susurró, mirando la piedra que ahora estaba incrustada en su mano derecha.

—Te dio poder —respondió una voz que parecía venir de todas partes y de ninguna. Era el ángel, que había descendido nuevamente—. Pero todo poder tiene un precio.

Dan levantó la vista, su rostro lleno de rabia.

—¿Por qué Kara tuvo que morir? ¿Por qué nos haces pasar por esto?

El ángel lo miró, sin emoción alguna.

—Porque solo los fuertes sobreviven. Los débiles son el alimento de este mundo.

Esas palabras hicieron que algo dentro de Dan se rompiera. Su rabia, su culpa, su dolor… todo explotó en un grito desgarrador.

—¡No soy tu maldito experimento! —gritó, y una onda de energía oscura salió de su cuerpo, derribando a los que estaban cerca y haciendo que la barrera del campamento parpadeara por un momento.

El ángel sonrió, aunque no era una sonrisa de alegría, sino de satisfacción.

—Entonces demuestra que eres más que un experimento, Dan. Demuestra que mereces vivir.

El silencio volvió a caer, pero esta vez estaba cargado de tensión. Dan apretó los puños, las marcas en su piel brillando con un resplandor oscuro.

Sabía que no había marcha atrás. Si quería sobrevivir, si quería honrar la memoria de Kara, tendría que usar ese poder, sin importar el costo.