El sol entraba entre las rendijas de la persiana anunciando la llegada del mediodía, podía sentirse en las sábanas que comenzaban a calentarse generando un ambiente incómodo para que Josué siguiera durmiendo. En ocasiones intentaba abrir los ojos pero le ardían como si estuvieran resecos, a eso, había que sumarle un intenso dolor de cabeza producto de los excesos de la noche anterior. Volvió a quedarse dormido.
Para su fortuna, era su día libre, y no tenía mayor preocupación que la de despertar cuando hayan pasado todos los síntomas de la resaca; al menos eso creía hasta su celular comenzó a caminar por su mesa de noche en una vibración constante, lo estaban bombardeando con docenas de mensajes. «Coño, coño, coño, coño», comenzó a murmurar mientras se levantaba de la cama para revisar su celular.
—Mierda, no puede ser… —dijo para sí mismo.
Había recordado todo lo que sucedió la noche anterior entre flashbacks, luego cogió el celular para escribirle a Sara cuanto antes. Su rostro palideció cuando abrió el chat, Sara le había enviado fotos donde salía bailando con Erika: cada una era más aterradora que la anterior porque habían sido tomadas a menos de tres metros de distancia. El corazón se le agitaba en embates violentos dentro de su pecho a medida que iba bajando… la última foto era él sentado en la parada de Villa Alegre esperando el bus. Y para cerrar con broche de oro, tenía un mensaje extenso: «Hola, Jota. Me enviaron estas fotos de ti anoche, una amiga mía que sabe que eres mi novio. Estoy decepcionado de haber confiado en ti, sin embargo, entiendo que hemos avanzado muy rápido como para que te des cuenta de mi valor. El error fue haberte brindado tanta confianza». Josué sentía un frío en su pecho como si su corazón se hubiese quedado en un congelador, era un dolor extraño de describir, como si tuviera un hueco en una de sus aortas por el que estuviera perdiendo algo más que sangre. ¿Pero por qué le dolía tanto? Era una relación prematura que no llevaba una semana, además, en ocasiones quiso salir corriendo con el avance tan brusco del compromiso; la respuesta es sencilla, Josué temía quedarse solo. Luego pensó en Clup, confiaba tanto en la inteligencia artificial que creyó que si se trataba de alguien compatible, ella estaría sintiendo lo mismo que él. Se sintió brillante por un momento, aunque no había descubierto nada que la aplicación no anunciara en su descripción de producto.
—A la mierda, le escribiré. —murmuró.
Salió de su mente para volver a conectarse con su cuerpo, prendió la pantalla de su celular —que seguía sujeto a sus dos manos; se había quedado inmóvil desde que leyó el último mensaje de Sara—, y comenzó a negociar.
Josué 3:24PM
Hola, no voy a excusarme en nada, seré honesto. Ayer te mentí de manera descarada y traicione tu confianza, no sé controlar el alcohol y a veces pierdo el control de mi mismo. Pero no quiero perderte y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para recuperarte.
Sara 3:25PM
¿Qué puedes hacer para recuperarme?
Sara 3:25PM
No voy a aceptar cualquier cosa.
Sara 3:26PM
Creo que hay algo que puedes hacer, aunque no creo que vayas a querer hacerlo, después de todo no me has tomado en serio nunca.
Josué 3:27PM
Haré lo que sea, no estoy dispuesto a perderte.
Sara 3:27PM
Quiero que te alejes de la gente con la que fuiste a la fiesta, todos ellos.
Esta última frase retumbó en su mente, Sara le estaba pidiendo que se alejara de su mejor amigo, la única persona que lo ha acompañado en sus momentos de soledad como inmigrante. Comenzó a cuestionarse por un momento si todo aquello valía la pena. Él había fallado, pero era consciente de que no podía solo renunciar a una amistad de dos años por una mujer que recién había conocido. Quiso salir corriendo, dejarlo todo, pero llegó un nuevo mensaje.
Sara 3:28PM
Una amistad que te hace beber hasta perder la conciencia, que no te hace respetar a tu pareja y que además estuvo más tiempo enrollándose con su novia que contigo no es una amistad. Dime algo, ¿al menos te escribió para saber cómo te sentías?
Sara era una artista de la manipulación, usaba las palabras con una destreza digna de una persona con un programa neurolingüístico muy bien desarrollado. Pero, ¿Cómo sabía que estaba haciendo Sebastián? Josué sintió un escalofrío recorriendo todo su cuerpo, luego, una sensación de debilidad prolongada por todo su cuerpo; como si se le hubiese encaramado un muerto. La mujer sabía todo como si hubiese estado presente en la fiesta, tenía fotos, ¿conocía a Sebastián? Había muchas cosas que lo hacían pensar que fue seguido esa noche a la fiesta, y si lo estaban siguiendo, tenía que ser alguien muy cercano a él: «Naori… Sebastián… o… ¿Piero?», pensó. Cualquiera le resultaría una pesadilla. Un nuevo mensaje llegó.
Sara 3:29
Se lo que piensas, ¿quieres saber cómo sé todo lo que pasó? Fue tu propio círculo quién te vendió.
Los jugos gástricos comenzaban a agitarse dentro de su cuerpo dándole una sensación nauseabunda, sentía que había sido traicionado por alguien de su propio entorno. Al menos eso pensaba, no había otra teoría más coherente que creer la de Sara; la mujer estaba en Buenos Aires, tenía que haber sido alguien que la conocía, lo que le sorprendía es que había sido alguien de su propio grupo de amigos.
Josué 3:30
Dime quién fue.
Sara 3:30
Fue Naori, ella me conoce, estuvo enviándome todas las fotos. Sebastián también lo sabía y no te dijo nada porque su novia es su prioridad. Después de eso, ¿todavía quieres conservar su amistad?
Sara 3:31
No perderé más mi tiempo contigo, no vales nada igual, eres un infiel. Y yo que estaba dispuesta a quedarme contigo toda tu vida.
Josué 3:31
Ok, me dejaré de juntar con Naori y Sebastián.
La respuesta fue producto de la presión, en el fondo, Josué no creía nada de lo que decía Sara pero también tenía miedo, lo que comenzó como una cita, escaló a un relación y terminó desembocando en una especie de acoso. No tenía una idea clara de cómo escapar de aquella situación, pero lo primero que pensó fue en llamar a Sebastián para preguntarle qué sabía sobre la amistad de Sara y Naori. Tomó su celular y entró a su agenda para marcarle a Sebastián, también era su día libre ya que el restaurante no trabajaba los fines de semana. Al tercer pitido atendió.
—Josué, ¿Cómo va esa resaca?
No alcanzó a continuar la conversación, un nuevo mensaje de Sara había llegado para demostrar que la mujer no mentía.
Sara 3:34
Naori está con Sebastián, se que lo acabas de llamar. Espero que ahora si me creas lo que te digo.
Colgó dejando más preguntas que respuestas, luego de eso se dispuso a alejarse de Sebastián aunque eso significase tener que dañar su ambiente laboral. En menos de una semana, las imperfecciones psicológicas de ambos individuos los habían llevado a un abismo poco explorado en las relaciones, donde el miedo al abandono es más fuerte que la razón; una dependencia emocional estaba a punto de aflorar en medio de la manipulación y el control, Josué no era más que un roedor persiguiendo un queso en un laberinto enorme construido por Sara.
Conversaron toda la tarde, las aguas se calmaron. Sara le prometió todo lo que hubiera entre el cielo y la tierra, le dibujó un paisaje de fantasía donde ella era el centro de la felicidad engatusando con su prosa la mente cándida de Josué. Al poco tiempo ya había olvidado que llegó a cuestionar su relación o que había decidido terminar una amistad de dos años.
—¡Josué! —exclamó Piero— Vamos a salir, no aguanto un rato más en casa.
Como una bombona de oxígeno en el espacio, Piero había llegado cuando se asfixiaba entre una pantalla y sus pensamientos. No dudo en decirle que sí.
—Me cambio y nos vamos. —dijo antes de encerrarse en su cuarto.
Ambos hombres bajaron al sótano del edificio donde en un pequeño compartimiento lleno de polvo, Piero guardaba dos bicicletas. No era la primera que salían en bicicleta, lo habían hecho un par de veces antes, cuando no se conocían tanto y no existían tantas barreras entre ambos. Para Piero fue una sorpresa que le dijeran para salir, pero justo ese día sintió que debía invitarlo a salir como si algo no vibraba como de costumbre en la casa.
—Se nota que hace mucho que no salimos. —dijo Piero mientras sacaba un compresor de aire para inflar los cauchos— ¿Cómo te va con la chica? No me acuerdo su nombre.
—Sara.
Se apoyó sobre el caucho de la bicicleta y lo miró con el ceño fruncido.
—Algo no va bien o son ideas mías.
—No, todo está perfecto.
—Josué…
Piero seguía inmóvil apoyado en el caucho.
—Te contaré luego.
Término de inflar los cauchos y salieron pitados del garaje. Era una tarde gris de esas características en Lima dónde el sol parecía un panel de luz blanca sobre una pecera. El frío era incómodo y no tenían más que dos franelillas de algodón pima para cubrirse, calentaron sus cuerpos pedaleando con furia. Bajaron por la Avenida del Ejército hasta llegar al Óvalo Pardo. Un grupo de turistas caminaba ajenos a la realidad con dos mochilas estrambóticas, una imagen común en el corazón de Miraflores donde converge una parte de la oferta turística de la capital; «Fajällräven» alcanzó a leer Josué en las mochilas, «sabrá Dios de donde mierda son», pensó.
Bajaron por la Calle 7 de Junio y siguieron por todo el Malecón Cisneros al borde del enorme acantilado que delimita el circuito de playas de Lima. En el Parque António Raimondi, se detuvieron a disfrutar de la panorámica de la Costa Verde; un cielo lleno de parapentes revoloteando entre las nubes; un mar azul oscuro intimidante e imponente propio del Pacifico, únicamente dividido por el muelle privado de La Rosa Náutica; y un litoral costero adosado de piedras oscuras que hacía ver a los surfistas como temerarios aventureros. Lima es mucho más que esa panorámica de perfecta armonía, es una ciudad con muchos ángulos y contrastes marcados, pero cuando un citadino necesitaba enamorarse de su ciudad, siempre podía detenerse a mirar el Océano Pacifico desde el Parque Alberto Raimondi.
—Entonces… cuéntame de una vez. —inquirió Piero.
—Es que es difícil.
Piero sacó de su bolso una botella de plástico de «Punto D», una bebida barata que era muy popular entre los jóvenes limeños, la mejor opción para embriagarse a bajo precio. Le sirvió un vaso a Josué pero no quiso aceptarlo. Luego de la borrachera de la noche anterior le estaban ofreciendo una ofensa. Piero tiró los vasos a un costado de la calle y comenzó a beber de pico, ahí le continuó insistiendo a su amigo.
—Tiene que ser difícil, hace nada estabas muy feliz con la tal Sara. Cuéntame de una vez.
Josué se mojó los labios.
—Salí de fiesta ayer por la noche con Sebastián y su novia, ya sabes, Naori. Estuvimos bebiendo y terminé besándome con alguien…
—¡Noooooo! —Piero lo interrumpió con un grito de emoción mientras aplaudía. Luego se quedó callado y agregó— ¿Y lo malo?
—Lo malo es que Sara conoce a Naori y le mandó fotos a Sara.
La emoción se acabó de golpe.
—¿Fotos? Explícame.
—Si, fotos mías bailando con Erika.
Piero era un perro, la fidelidad no existía para él, si a algo le llamaba la atención de toda la historia era conocer el escenario para tener cuidado en su próxima aventura sexual.
—¿No crees que quizás sea mentira toda esa mierda de que se conocen? A ver, tú le habías hablado de tu relación a Sebastián, y conociendo a ese gil de mierda, seguro le contó todo a su flaca.
—Escúchame, cuando llamé a Sebastián para hablarle del tema, Sara me mandó un mensaje diciéndome que sabía que lo había llamado.
Toda la situación era turbia, cada cosa hacía ver a Sara como un ser sobrenatural con omnipresencia en la vida de Josué; para un fanático de la conspiración como Piero, las teorías no se hicieron esperar.
—¿No crees que esa mujer te está siguiendo?
—¿Te dije que se fue a Argentina?
—¿Creo?
—Mira, sería muy perturbador que Sara me estuviera siguiendo a donde voy y las fotos fueron tomadas a muy pocas distancia como para no haberla visto.
—Estabas ebrio, además, esa Sara desde hace rato que me da mala espina.
—No lo sé, es mi novia y no puedo salir de esto tan fácil.
—Oye, le dices 'fuera ya conchetumare' y se acaba todo. Eso es fácil, te complicas demasiado.
—Sabes que me cuesta decir que no, yo no soy como tú, ojalá lo fuera. Pero ya estoy montado en el barco, así que esperaré a que nos estrellemos. Al paso que vamos es posible que pronto.
—Bueno, si necesitas ayuda sabes que cuentas conmigo.
Luego de ese gesto, Josué le quitó la botella a Piero y bebió un trago por compromiso, más por no dejarlo beber solo, que por gusto. Volteó su mirada al pacífico y se dedicó a mirar las ondas de sus aguas; un cúmulo de pensamientos golpeaban su mente, ya no se sentía igual de seguro sobre lo que quería. Entre un pensamiento y otro, sintió la vibración de su teléfono, le había un mensaje que lo hizo salir con violencia de su mente.
Sara 6:52
Cambie mi boleto para mañana, quiero verte apenas llegue. Empezaremos a salir mucho más que antes.
El mensaje había llegado Justo cuando hablaban de ella y no experimentó felicidad alguna, la única emoción que se manifestó fue el miedo. Emprendieron su viaje a casa un par de horas después, sintió que alguien lo observaba todo el camino. De camino al apartamento, cuando subían por la Avenida Brasil, veía el carro de Sara en cada sitio, su rostro en cada transeúnte y su mirada en cada espacio penumbroso donde el alumbrado público no llegaba.