Chereads / Saigo No Yami (Versión en Español) / Chapter 7 - El Origen Verdadero

Chapter 7 - El Origen Verdadero

"El inesperado reencuentro entre Mitsuki y Elisa cambia todo. Secretos del pasado salen a la luz mientras el destino de los prodigios se entrelaza."

En el sombrío mundo de Gloomoria, el cielo era un lienzo de violetas oscuros y profundos, y el suelo parecía un océano de sombras densas y vivas. Allí, en el corazón del reino, un grupo de figuras humanoides de cabello púrpura se arrodillaba en silencio mientras su Rey pasaba caminando con pasos solemnes.

El Rey de Gloomoria, envuelto en su túnica oscura y rota, avanzaba con un porte sereno. Sobre su cabeza brillaba un casco en forma de estrella de ocho puntas, emanando un tenue fulgor morado. En su mano, un bastón antiguo destellaba con la misma energía etérea que parecía alimentar todo a su alrededor.

Los súbditos apenas se atrevían a respirar cuando el Rey se detuvo frente a un campo de plantas cristalinas, cuyas hojas reflejaban destellos de luz que contrastaban con la penumbra del lugar. Sin decir palabra, alzó su bastón, y una onda de energía oscura, cálida y vibrante, descendió sobre las plantas. Estas comenzaron a brillar con un resplandor renovado, extendiendo su vida ante los ojos del monarca.

Un murmullo leve se propagó entre los presentes, pero fue inmediatamente silenciado por la voz grave y solemne del Rey:

—Silencio.

El aire se tornó aún más quieto. El Rey, con una suavidad inesperada, continuó regando las plantas con la energía de su bastón, apreciando la delicadeza de su florecimiento. Tras un momento de contemplación, habló, aunque parecía más un pensamiento en voz alta:

—En la vida que crece en las sombras, encuentro la esperanza de un equilibrio que aún puede mantenerse.

Se quedó allí, observando, hasta que finalmente giró su casco en dirección a uno de sus súbditos, un anciano de cabello púrpura cuya presencia irradiaba sabiduría.

—Traedme noticias de la Tierra —ordenó el Rey, con voz profunda pero calmada—. Ese lugar... su belleza es única. Incluso desde la distancia, percibo en sus vientos algo que este mundo ha olvidado. Tal vez allí, en lo cercano, esté la clave para entender lo que Gloomoria necesita.

Los súbditos intercambiaron miradas, sorprendidos por las palabras de su monarca. Para ellos, la Tierra era solo otro mundo en los confines del universo, uno más entre tantos. Pero para el Rey, aquel planeta azul poseía algo especial, algo que resonaba con él de maneras que no se podían explicar.

El anciano asintió con solemnidad.

—Partiré de inmediato, mi Rey. La Tierra tendrá las respuestas que busca.

El Rey asintió y dirigió una última mirada a las plantas ahora floreciendo plenamente.

—Quizá su belleza me recuerda que incluso en la oscuridad más profunda, la vida no deja de brillar.

Tras estas palabras, el Rey giró sobre sus talones y se perdió entre la penumbra, dejando atrás un campo de luz violeta que contrastaba con la oscuridad infinita de Gloomoria.

En el reino de Gloomoria, mientras las plantas cristalinas florecían gracias al poder del Rey, una conversación distinta comenzaba a gestarse. King Sorano, monarca de Gloomoria, había ordenado información sobre la Tierra, pero en su mente también resonaban otras inquietudes.

Mientras caminaba por los oscuros pasillos del castillo, el bartender personal del Rey, apareció junto a él con una copa de vino en la mano.

—Mi Señor, una copa de vino como siempre.

—Gracias, Frerick.

King Sorano tomó la copa con elegancia y dio un sorbo mientras continuaba avanzando. Con un movimiento tranquilo, se quitó el casco en forma de estrella que cubría su rostro, revelando su apariencia. Su cabello morado oscuro estaba recogido hacia atrás, su piel pálida parecía casi translúcida bajo la luz tenue del castillo, y sus ojos púrpuras brillaban con intensidad. Una barba larga y perfectamente cuidada completaba su majestuosa figura.

Frerick lo observó por un momento antes de romper el silencio:

—Señor King, ¿cómo le ha ido hoy?

—Bien... todo perfecto... —respondió Sorano con voz calma, aunque su tono parecía distante—. Solo que no estoy tan convencido de todo esto... Servir a un rey de otro mundo y unir Gloomoria con el Inferno es un proceso difícil de aceptar.

El bartender asintió, comprendiendo la carga que debía pesar sobre los hombros de su rey.

—Pero, mi Señor, ¿no se lleva bien con Volkarn?

King Sorano se detuvo por un instante y miró hacia el horizonte, donde se veía la silueta de una isla flotante llamada Ectiviland, iluminada por luces místicas que contrastaban con la oscuridad del reino.

—Volkarn... —murmuró—. No nos llevamos, Frerick. Pero tengo que soportarlo por el bien de Gloomoria.

Frerick, aunque fiel, no pudo evitar expresar su temor:

—¿No le da miedo? Convivir con el Rey del Inframundo y compartir las tropas de este mundo con él... es algo que pocos podrían soportar.

King Sorano giró lentamente hacia él, su expresión fría pero firme.

—¿Miedo? Yo soy King Sorano. ¿Por qué habría de temerle a un... rey común?

Las palabras del Rey resonaron con una autoridad absoluta, pero el impacto fue suficiente para que Frerick diera un paso atrás, asustado. Él, como muchos otros, sí temía a Volkarn, el temible Rey del Inframundo.

—Pero, King... Volkarn va a usar a tus hijos como secuaces. Están muy pequeños, cada uno tiene menos de 10 años, ¿no le preocupa eso?

King Sorano apretó la copa en su mano, y aunque su semblante no cambió, una tensión evidente cruzó su mirada.

—En parte tienes razón. —Suspiró—. Pero prefiero que sufran y aprendan a buscar sus propios caminos con el tiempo... A que les pase algo más...

De repente, con un movimiento brusco, lanzó la copa de vino con fuerza, estrellándola contra un secuaz que estaba cerca. El sonido del cristal rompiéndose hizo eco en los oscuros pasillos.

—¡Señor! ¿Por qué hizo eso? —preguntó Frerick con nerviosismo.

Sorano lo miró por un momento antes de responder:

—Perdón, fue un impulso. —Hizo una pausa y bajó la mirada—. Te tengo confianza, Frerick, así que seré sincero contigo.

Frerick guardó silencio, notando el peso de lo que el Rey estaba a punto de confesar.

—Me golpea en el orgullo sentirme inferior a otro rey en el fondo... y no poder hacer nada en caso de que quiera usar a mis hijos.

King Sorano apretó los puños, y por primera vez, su voz parecía cargada de un dolor contenido.

—Mitsuki... Antho... Elisa... Hitana... Los cuatro están en peligro constante. Pero no creo que Volkarn sea tan desgraciado como para matarlos sin razón... Le conviene más tener secuaces con su potencial... aunque sean niños.

El silencio llenó el pasillo mientras Frerick intentaba procesar lo que acababa de escuchar. Para él, Volkarn era una figura imponente y aterradora, pero el hecho de que incluso King Sorano, con su inquebrantable porte, sintiera esta presión, hablaba de la magnitud del peligro al que se enfrentaban.

El Rey suspiró profundamente y miró un recuadro de Ectiviland, con una mezcla de nostalgia y preocupación.

—A veces me pregunto si un mundo tan hermoso como la Tierra podría ser el refugio que mis hijos necesitan... o si simplemente estoy condenándolos a un destino peor.

Mientras King Sorano continuaba caminando por los vastos pasillos de su castillo, cubiertos de sombras y un resplandor violeta, Frerick, su bartender, lo seguía en silencio. La conversación con su rey lo había dejado intranquilo, pero no podía evitar expresar sus pensamientos.

—Mi Señor... ¿no ha considerado enviarlos a otro lugar? —preguntó Frerick con cuidado—. Quizás a la Tierra... cuando los infernales se descuiden. Podría ser una forma de protegerlos.

King Sorano se detuvo abruptamente. Giró su cabeza lentamente hacia Frerick, con una mirada que mezclaba calma y dureza.

—¿Por quién me tomas, Frerick? Claro que he considerado eso. —Hizo una pausa y continuó caminando, su voz resonando en el pasillo—. Sin embargo, también nos conviene, lamentablemente, que ellos le sirvan desde pequeños. Es un acuerdo mutuo.

El corazón de Frerick dio un vuelco. La idea de que el Rey de Gloomoria, a quien tanto admiraba, hubiese aceptado un trato así le resultaba devastadora.

—¿Pero cómo pudo acceder a algo como eso, Mi Señor? —preguntó, con la voz temblorosa—. ¿Sus propios hijos? ¿Servir a Volkarn?

King Sorano llegó al final del pasillo, donde su imponente trono lo esperaba. Se sentó con una postura relajada pero con una mirada que destilaba autoridad. Con un movimiento lento, apoyó el bastón en el suelo y entrelazó las manos sobre él, mirando fijamente a Frerick.

King Sorano se recargó en su trono, su mirada fija en el bartender, mientras su voz se volvía cortante y autoritaria:

—No me cuestiones, Frerick.

De repente, toda la sala se apagó. El resplandor violeta desapareció, y la oscuridad envolvió el escenario como si nunca hubiera existido.

La esfera de Allivy parpadeó brevemente antes de apagarse, sumiendo la sala en la oscuridad. Allivy, visiblemente molesta, apretó la esfera en su mano, frustrada por la interrupción.

—¡No otra vez! —exclamó con exasperación.

Mitsuki, que había estado observando en silencio lo que proyectaba, levantó la vista y se acercó a Allivy, su rostro reflejaba desconcierto.

—Es interesante ver algo de mi padre, pero... ¿qué tiene que ver todo esto con lo que íbamos a hablar? —dijo Mitsuki, visiblemente confundido por el cambio abrupto de tema.

Allivy, tras un suspiro, comenzó a hablar con calma, como si estuviera a punto de desvelar algo importante.

—Lo siento, no quería cambiar de tema, pero esto tiene que ver con algo más grande, algo que necesitas saber. Tú y tu hermana no solo están conectados por el mismo destino como parte de Los Prodigios, sino también por un lugar llamado Gloomoria.

Mitsuki frunció el ceño, un atisbo de confusión en su rostro. —¿Gloomoria?, te había dicho pensé que era un lugar en la Tierra.

Allivy sonrió suavemente, aliviada de que al menos Mitsuki tuviera alguna idea del nombre.

—Es comprensible. Pero bueno, Gloomoria no es de la Tierra. Es uno de los 5 mundos, y fue donde tu hermana Elisa estuvo antes que tú. Ella fue la primera prodigio, no tú., y Alaska te mencionó sobre esto el otro día.

Mitsuki se quedó en silencio, asimilando lentamente lo que Allivy acababa de decirle. —Mi hermana... ¿y qué tiene que ver Gloomoria con todo esto?

—Es importante que sepas de dónde vienes. Gloomoria tiene un papel crucial en todo lo que está sucediendo, y no solo con tu hermana, sino también contigo y tu destino. —dijo Allivy, con una mirada seria.

Mitsuki procesó las palabras, algo en él comenzaba a encajar. —Así que todo esto de los prodigios no es solo sobre mi presente, ¿verdad? ¿Tiene que ver con mi hermana y con algo aún más grande? No me dejas de sorprender Allivy.

—Si. —respondió Allivy, con una sonrisa misteriosa. —Y tú eres parte de ese destino. Es bueno que sepas todo eso.

Mitsuki, aún pensativo, miró hacia el horizonte, sintiendo el peso de las revelaciones.

Después de un breve silencio, Allivy cambió de tono, como si lo que acababa de decir no fuera tan importante.

—Bueno, cambiando un poquito el tema... ¡pronto te enviaré a tu primera misión! —exclamó Allivy, casi saltando de emoción—. ¡Y luego tendrás tu primera clase con Mister Allivy!

Mitsuki la miró, confundido por su entusiasmo. Pensó que tal vez estaba bromeando, considerando lo animada que parecía.

¿Mister Allivy? —pensó Mitsuki, en un tono incrédulo. ¿Qué es esto, una broma?

De todos modos, no pudo evitar sonreír un poco por la forma en la que Allivy lo había dicho. No estaba seguro de qué esperar, pero parecía que la situación tomaba un giro que no había anticipado.

—¿De verdad? ¿Mi primera misión? ¿Y una clase contigo? —dijo Mitsuki con un tono sarcástico, claramente dudando de la seriedad de lo que había dicho Allivy.

—¡Por supuesto! —respondió Allivy con una risa juguetona—. No te preocupes, lo tomarás en serio cuando veas de qué se trata. Pero, por ahora, prepárate. ¡Tu aventura comienza pronto!

Mitsuki no pudo evitar reírse por la manera en que Allivy parecía tan entusiasmada con algo que él aún no comprendía por completo.

—No sé si debo estar asustado o emocionado... —murmuró para sí mismo, aunque por dentro no podía evitar sentirse intrigado por lo que le esperaba.

Mientras Mitsuki aún procesaba lo que acababa de escuchar, una suave pero firme serie de golpes en la puerta lo interrumpió. Allivy, visiblemente entusiasmada, se levantó de inmediato.

—¡No tardó nada! —dijo con una sonrisa, como si supiera exactamente quién estaba del otro lado. ¡Ya vas a ver!

Mitsuki frunció el ceño, sintiéndose algo confundido y nervioso. ¿Quién llegó? —se preguntó, mientras intentaba calmar su creciente curiosidad.

—¿Oye, qué sucede? —preguntó Mitsuki, algo tenso, al ver la emoción de Allivy.

—No te pongas nervioso, es algo muy bueno, tú relájate... —Allivy le respondió, guiñándole un ojo y, como si le estuviera tomando el pelo, añadió—: ¡De todas maneras, no lo esperabas!

La puerta principal se abrió, revelando a Alaska en el umbral, acompañado de una figura que Mitsuki no pudo reconocer de inmediato. La figura entró, dando un paso con gracia.

El rostro de la persona le era completamente familiar, pero a la vez tan distante en su mente que le costó un momento identificarla.

Allivy miró a Mitsuki con una expresión juguetona, y luego giró hacia la figura que había entrado.

—Mitsuki... quiero que veas a alguien muy especial. Esta es... —dijo con una sonrisa amplia, su voz apenas conteniendo la emoción.

(Narrador) La figura se adelantó, revelándose completamente. Era una mujer con un porte elegante, con el cabello corto morado y oscuro como la noche, un brillo único en sus ojos púrpuras que destellaba a medida que su mirada se cruzaba con la de Mitsuki.

(Narrador) Ambos se quedaron en shock al verse, como si el tiempo se hubiera detenido. Mitsuki no podía creer lo que veía; la mujer frente a él era... Elisa. Su hermana, a quien no había visto en 10 años, que pensaba que era solo una sombra de su pasado.

Elisa, igualmente sorprendida, no pudo evitar quedarse quieta, mirando fijamente a Mitsuki. Su expresión pasó por un torrente de emociones, pero lo único que pudo hacer fue susurrar, con voz quebrada:

—¿¡Mitsuki...!?

Por un instante, ninguno de los dos pudo moverse, como si sus cuerpos no pudieran procesar lo que sucedía.

Allivy observó el momento en silencio, con una ligera sonrisa en los labios. Sabía que este encuentro cambiaría muchas cosas.

Elisa, sin previo aviso, se acercó a toda velocidad y lanzó un golpe brutal al pecho de Mitsuki con toda su fuerza, haciendo que la sangre brotara de su boca mientras él se mantenía inmóvil, completamente sorprendido.