Chereads / Saigo No Yami (Versión en Español) / Chapter 13 - Entre Panes y Sorpresas

Chapter 13 - Entre Panes y Sorpresas

- "Dos individuos se enfrentan una situación inesperada, siendo encarcelados por los guardias de un pueblo en Rusia. Mientras que Mitsuki y Elisa siguen en camino a su misión y pasan cosas extrañas." -

Allivy caminaba de un lado a otro en la sala de control de su palacio. El estrés había alcanzado niveles altos, y su mente, normalmente calculadora y relajada, estaba nublada por la presión. Cada intento de encontrar una pista sólida sobre el paradero de Mitsuki y los demás había sido inútil. El tiempo avanzaba, y ella sentía que algo importante se le escapaba.

—No puede ser... ¿dónde estarían? —murmuró para sí misma, mirando las pantallas que parpadeaban ante ella, llenas de información que no parecía conducir a nada.

En su búsqueda de respuestas, recordó la esfera que había encontrado tiempo atrás. La esfera que contenía los recuerdos de Mitsuki. Siempre había sido una herramienta útil, pero ahora parecía la única forma de obtener la información que necesitaba. Sin perder más tiempo, la activó y comenzó a examinar las imágenes que ya habían proyectado anteriormente. Los recuerdos se desplegaron ante ella, mostrándole fragmentos de momentos pasados, de conversaciones, de historias.

De repente, algo llamó su atención. En una de las imágenes, podía ver claramente los rostros de los dos chicos que Mitsuki había mencionado: su hermano menor Antho y su mejor amigo, Ronaldho.

—deben ser ellos... —pensó Allivy mientras analizaba la imagen, analizando las apariencias de ellos. Pero algo no cuadraba.

Había una figura más, una chica que no había sido mencionada por Mitsuki. Allivy frunció el ceño. No la conocía.

—¿Quién es ella? Se me hace muy familiar... —se preguntó en voz baja, mientras su dedo recorría la pantalla tocando la imagen. Pero dejó de darle demasiada importancia. Lo que la inquietaba más era el fondo de la foto.

En el horizonte, parcialmente oculta por el humo, podía distinguirse una gran masa oscura, que parecía estar explotando. Un volcán.

—Perfecto... ¿Dónde es eso? —susurró, sorprendida por la visión. No era la primera vez que veía un volcán tan grande, pero la magnitud de lo que mostraba la imagen la hizo sentir que algo no estaba bien.

Sin perder tiempo, activó su terminal para buscar información sobre la ubicación. Comenzó a analizar los detalles, haciendo zoom sobre la imagen y comparándola con información registrada . Las características del volcán, la forma, la cercanía con otras formaciones, todo encajaba con algo que ella había estudiado antes, pero no de manera tan urgente.

—Esto... no puede ser... ¿Siempre estuviste tan cerca, Mitsuki? —murmuró, con la mirada fija en la pantalla.

Finalmente, después de unos segundos de tensión, confirmó la coincidencia.

—Primorie, Rusia... —dijo en voz baja, dejando escapar un suspiro pesado. Estaba mucho más cerca de lo que había imaginado.

Su mente comenzó a procesar rápidamente la nueva información. La proximidad del lugar a una zona clave la hizo sentir un frío recorriéndole la espalda.

—¿Cómo no lo había notado antes? —dijo, casi en tono de incredulidad, antes de apretar los dientes. Sabía que no podía perder más tiempo.

Con una exhalación pesada, apagó la pantalla y se recostó en su silla, su rostro serio y decidido.

—Posiblemente... —Dijo con voz firme, casi como si estuviera hablando consigo misma. —Lograré encontrarlos más rápido de lo que creí.

Se levantó de golpe, dándose cuenta de que no podía seguir esperando. Todo encajaba de forma inesperada, pero la certeza de que Primorie era su próximo destino la impulsaba a moverse rápidamente.

En las afueras de un pequeño pueblo rodeado de colinas, los últimos rayos del sol teñían el cielo de un naranja apagado. A lo lejos, el polvo levantado por un grupo de hombres armados dibujaba siluetas en movimiento. Las voces de los perseguidores rompían el silencio del campo.

—¡Detente ahora, ladrón! —gritó uno de los hombres, apuntando con su arma rudimentaria.

Entre el polvo y los gritos, una figura con una capa blanca larga que cubría incluso los trapecios avanzaba sin prisa, dejando a los guardias jadeando detrás.

De repente, la figura se detuvo en seco, girando lentamente sobre sus talones. Bajo la capa, un hombre de cabello negro y ojos tan oscuros como la noche los observaba con una expresión despreocupada y una leve sonrisa. En su frente llevaba una venda que parecía haber sido colocada al azar, y sus antebrazos vendados se asomaban bajo las mangas de una camiseta azul oscura.

—¿Ladrón? —respondió el hombre, dejando escapar una carcajada sarcástica—. Vamos, solo me llevé un par de cosas. ¿Es neta? ¿Van a hacer drama por un par de manzanas y pan? Cada año se quedan con menos trabajo.

Los guardias se miraron entre sí, confundidos por el tono despreocupado del hombre, pero no aflojaron las armas.

—¡Entrégate ahora y no te partiremos los dientes! —vociferó uno de ellos, dando un paso al frente.

El hombre de la capa blanca suspiró profundamente, como si estuviera completamente aburrido de la situación.

—Ay, ay... Siempre el mismo discurso. ¿No se les ocurre algo más original? —dijo mientras hacía crujir los nudillos—. Bueno, al menos esto me servirá de calentamiento.

De repente, un par de guardias apareció corriendo hacia él desde el otro lado del pueblo, gritando con furia.

—¡Ronaldho Korutesu! ¡¿Quieres volver a tu celda maldito?!

Ronaldho, riéndose un poco, se quedó mirando a los guardias como si no fueran más que una pequeña molestia. Luego, con un rápido movimiento, levantó la canasta que tenía a su lado, lanzándola al cielo como si fuera un juguete. La canasta con los panes y las manzanas giró por los aires con una precisión impresionante.

—¡¿A donde están viendo?! —burló, viendo cómo la canasta se elevaba.

Los guardias, desconcertados por su acción, intentaron avanzar, pero Ronaldho no les dio tiempo. Aprovechó el momento, saltó de la rama con una increíble agilidad, aterrizando con gracia en el suelo.

Sin perder ni un segundo, comenzó a moverse con rapidez. Con una mezcla de movimientos fluidos de boxeo, judo y artes marciales, derribó a uno de los guardias de un golpe bien conectado. Con un giro, pasó por encima de su oponente y, con un rápido movimiento de pierna, lanzó una patada giratoria a otro guardia, dejándolo atónito y en el suelo.

—¿Qué pasa, muchachos? ¿No me iban a volar los dientes? —rió, burlándose mientras recogía la canasta que había lanzado al aire, atrapándola con una mano. Con la otra, agarró una de las manzanas, demostrando su destreza en el aire y en el suelo.

Los guardias, sorprendidos por su habilidad, se detuvieron por un momento, midiendo si podían enfrentarse a alguien tan escurridizo. Ronaldho, con la canasta bajo un brazo y una manzana en la otra mano, se acercó a uno de ellos, esquivando un intento de agarre y deslizándose como si fuera un experto en artes marciales.

—¿Y ahora qué? ¿Volvemos a las viejas costumbres? —preguntó con una sonrisa confiada, mientras mordía la manzana con satisfacción, disfrutando del caos que había creado.

Los guardias intercambiaron miradas, sin saber qué hacer ante alguien que no solo era un fugitivo, sino también un experto en el combate. Ronaldho, sin dejar de sonreír, les lanzó una última mirada de desafío.

—Si tienen alguna pregunta, mejor háganla después. Porque, sinceramente, me estoy comiendo mi "recompensa".

Y con eso, siguió disfrutando de su manzana, sin preocupaciones, mientras los guardias se quedaban allí, sin saber si debían reír, correr o simplemente rendirse ante su increíble habilidad.

Ronaldho, sin perder el ritmo, empezó a devorar el pan con desesperación, como si no hubiera comido en días. No apartó la mirada de los guardias mientras mordía el pan con avidez, una sonrisa traviesa dibujándose en su rostro.

—¿Qué? ¿Acaso... quieren un poco? —bromeó mientras masticaba, y de repente, lanzó un par de panes hacia los guardias, como si fueran proyectiles.

Los guardias, sorprendidos por la acción y la velocidad con la que Ronaldho los había atacado antes, intentaron esquivar los panes voladores. Uno de ellos, más lento, recibió un pan directo en la cara. Ronaldho soltó una carcajada.

—¡Eso fue por el "pan caliente"! —gritó, mientras se alejaba, dando un paso atrás.

Sin embargo, al dar un paso atrás para continuar su huida, no calculó bien y resbaló. En un segundo, se deslizó por una pendiente y cayó rodando hasta el borde de un mini acantilado, empapándose completamente de barro y lodo. Unas ramas y piedras pequeñas lo acompañaron en su descenso. Al final, aterrizó de espaldas en el lodo, completamente cubierto, pero no se quejó ni un poco.

—Creo que me jodí —dijo entre risas, sacudiéndose un poco el barro de la cara.

Los guardias, ahora con una oportunidad de atraparlo, se acercaron rápidamente. Ronaldho, cubierto de lodo y con una sonrisa de oreja a oreja, se levantó de un salto, pero al intentar correr, el barro lo hizo resbalar nuevamente.

—¡Por suerte no son tan rápidos como yo! —exclamó mientras se intentaba recuperar, pero en ese momento, los guardias lo rodearon.

El más cercano, sin pensarlo, lo sujetó por el brazo, impidiendo que escapara. Ronaldho, con una sonrisa aún en su rostro, se rindió, al menos por ahora.

—Bueno, parece que me atraparon, muchachos —dijo, mirando a los guardias con una mezcla de diversión y resignación. —Pero no me pueden vaciar el estómago.

Los guardias rodearon a Ronaldho, llevándolo de regreso al pueblo mientras se burlaban de él. Uno de ellos, riendo, le decía:

—¡Vaya, Ronaldho! ¿Así que esa fue tu gran huida? ¿Tragando barro? —dijo entre risas, lanzándole una mirada sarcástica.

Ronaldho, con una sonrisa irónica en su rostro, se hizo el que no escuchaba. Su cara era una mezcla entre diversión y desdén. Ni siquiera se molestó en mirar al guardia, haciendo como si estuviera distraído mirando al frente.

Otro guardia, claramente exasperado por la actitud de Ronaldho, lo empujó ligeramente en la espalda.

—¡Ve más rápido, estúpido! —gritó, mientras caminaba apresurado.

—¡Oh, sí, claro! ¡Voy a toda velocidad, no se preocupen! —respondió Ronaldho, girando la cabeza hacia los lados de forma cómica, como si estuviera muy ocupado mirando algo en el horizonte.

Los guardias, burlándose de su actitud, lo empujaron hacia la entrada de un calabozo medieval, una estructura sombría y opresiva. Las paredes de piedra gris y el aire pesado daban la sensación de que el tiempo se detuviera ahí dentro. El sonido de los barrotes de hierro resonaba mientras lo empujaban hacia un estrecho pasillo.

—Parece que te tocó la celda de nuevo, ¿eh, Ronaldho? —dijo uno de los guardias, mientras le mostraba el camino hacia su prisión.

Ronaldho, todavía con la sensación del lodo en sus botas y su ropa desordenada, es empujado con brusquedad dentro de la celda. Los guardias lo dejan caer sin delicadeza, como si fuera un saco de papas. Mientras se sacude el barro, su mirada se fija en un rincón de la celda, donde una figura conocida está sentada en la oscuridad.

Ronaldho, con el barro todavía cubriendo sus botas y su ropa desordenada, es empujado dentro de la celda sin mucha delicadeza. Mientras se sacude el lodo, su mirada se fija en un rincón de la celda, donde una figura conocida está sentada en la oscuridad.

Un chico de cabello morado oscuro, casi negro, levanta la mirada, sus ojos morados fijos en Ronaldho. Su presencia viene siendo enigmática, con su ropa oscura y elegante, el arete con cuerda morada y las botas negras que completan su look desafiante.

Ronaldho, sin poder ocultar su sorpresa y una sonrisa burlona, se recuesta contra las paredes de la celda.

― ¡Vaya, qué gracioso! ¿Te atraparon también? ¡Vaya par de criminales seríamos!

Antho, que había estado observando en silencio, responde con un tono frío, pero sin perder la calma.

― ¿Ronaldho? ¿De verdad caímos los dos?

Ronaldho lo mira con una ligera mueca en el rostro, como si la situación no fuera tan seria.

― Pues aquí estoy, ¿quién lo diría? Escapando de unos guardias por un par de panes y manzanas. ¿Y tú? Pensé que eras más de escapar por pasadizos o algo así, ¿Cómo te atraparon?

Antho se encoge de hombros, su rostro se oscurece ligeramente mientras recuerda lo que ocurrió.

― Estaba tan desesperado por comer algo que no me importó mucho el cómo lo conseguí. El hambre puede hacer que tomes decisiones estúpidas.

Ronaldho asiente, entendiendo perfectamente.

― Te entiendo hermano. Yo estaba igual. Esos panes y manzanas eran lo único que podía conseguir y mira cómo acabamos. Pero bueno, al menos ya sabemos que el pan sabe mejor cuando te lo quitan por la fuerza.

Antho, con su mirada fija, asiente lentamente.

― Nunca pensé que acabaría robando algo tan simple. Pero lo necesitábamos, ¿O no?

Ronaldho se ríe de manera burlona, pero con cierta complicidad.

― ¡Claro! ¿Quién diría que...

Ronaldho se ríe de manera burlona, pero con cierta complicidad.

― ¡Claro! ¿Quién diría que dos...?

De repente, un grito de uno de los guardias interrumpe la conversación.

― ¡Cállense ya! ¡Pasarán un largo tiempo aquí! ¡Dejen de hablar!

Ronaldho y Antho se quedan callados por un momento, pero sus ojos se desvían hacia la zona de los vigilantes, donde un nuevo escenario llama su atención. Los guardias, que hasta ese momento parecían estar completamente enfocados en ellos, de repente se giran alarmados, apuntando con sus armas de acero hacia una figura que ha aparecido en el lugar.

Una mujer, que se encuentra completamente tranquila, está sentada leyendo un periódico como si estuviera en su propia casa. Tiene el cabello celeste, recogido en un estilo elegante, y lleva unos lentes de sol que ocultan sus ojos azules. Además, su sombrero mexicano la hace parecer aún más fuera de lugar en ese entorno sombrío. Con una sonrisa, sube lentamente los brazos en señal de calma, sin preocuparse por las armas apuntando hacia ella.

Los guardias, visiblemente desconcertados, la miran fijamente, algunos sin poder creer lo que están viendo.

― ¿Quién es esa? ― murmura uno de los guardias.

― No tengo ni idea... pero parece que tiene cero miedo.

Ronaldho y Antho, sorprendidos, observan cómo la mujer parece no inmutarse ante la amenaza de los guardias. La escena se vuelve aún más surrealista cuando, con una calma que desconcierta a todos, la mujer lentamente se quita las gafas de sol, revelando sus ojos azules con una mirada penetrante. La sonrisa en su rostro se vuelve más confiada, y entonces, los dos hombres se dan cuenta de quién es.

― No... ― susurran ambos casi al mismo tiempo. ― ¡Es Allivy Kuyomizu!

El silencio en el ambiente es casi palpable. Los guardias, al ver la figura tan conocida ante ellos, se quedan completamente en shock. En cuestión de segundos, como si obedecieran una orden no verbal, se arrodillan ante ella, dejando caer sus armas y demostrando respeto total.

― ¡Mi... mi señora! ― balbucea uno de los guardias, temblando levemente.

Allivy, sin perder su sonrisa confiada, observa la escena como si fuera algo completamente normal.

― Es un buen día para estar aquí, ¿no es cierto? ― dice con tono relajado, como si nada de esto fuera fuera de lugar.

Los guardias permanecen arrodillados, sin saber qué decir, mientras Ronaldho y Antho intercambian miradas de asombro. Nadie en la celda había esperado que una figura apareciera de la nada y causara ese escándalo entre los guardias.

Allivy, con su mirada penetrante fija en los guardias, da un paso adelante, su voz llena de autoridad.

― Escúchenme bien, ― dice, y todos los ojos en la sala se fijan en ella. ― Tienen exactamente cinco segundos para liberar a mis compas. Si no lo hacen... despídanse de este pueblo.

Los guardias, que hasta ese momento parecían completamente en control, se quedan paralizados por un instante, sorprendidos por la frialdad en su voz. El miedo es evidente en sus ojos, pero no se atreven a desafiarla. El más cercano se inclina levemente, temblando, mientras los otros lo siguen. Abriendo la celda sin pensarlo.

― ¡Perdón, perdón! ― otro guardia añade, sudando, mientras se levanta apresuradamente y empieza a correr hacia la salida.

Con un gesto simple y una leve sonrisa, Allivy observa cómo los guardias, con la cabeza gacha, corren a toda velocidad, buscando escapar de la situación.

― Eso pensaba — dice, mientras observa su huida, sin inmutarse.

La atmósfera en la celda cambia por completo. Ronaldho y Antho, que hasta ahora no sabían quién era realmente Allivy, se quedan boquiabiertos. No sólo por la manera en que los guardias la temen, sino por la forma en que ella los ha dejado sin opciones, obligándolos a retroceder sin que haya necesidad de levantar una mano.

Mientras los guardias desaparecen, Allivy se gira hacia Ronaldho y Antho con una sonrisa de suficiencia.

― ¿Algún comentario sobre lo que acaba de pasar? ― pregunta, de manera burlona.

Los dos jóvenes se quedan en silencio por un momento, aún procesando la escena. Ronaldho, incapaz de evitarlo, se echa a reír, admirando la capacidad de la mujer para manejar a los guardias.

― La verdad no? ― dicen los dos, divertidos, sin poder dejar de reír ante lo surrealista de la situación.

Antho, aún cauteloso, observa a Allivy, sin poder quitarse la sensación de que algo mucho más grande está en juego aquí.

― ¿Quién eres, realmente? ― pregunta, sin dejar de mirarla con cierta desconfianza, pero también con un atisbo de respeto.

Allivy, sin perder su aire de misterio, Tira un suspiro como si tuviera que volver a repetir muchas cosas.

El viento soplaba suavemente mientras la colina ofrecía una vista panorámica del pueblo abajo. Ronaldho y Antho seguían en silencio, procesando lo que acababan de escuchar. Allivy los observaba con calma, como si todo fuera parte de un plan más grande.

Antho, aún tratando de entender la situación, sacó su teléfono y vio una notificación que lo dejó en shock.

― ¿Qué...? ― murmuró, mirando la pantalla con incredulidad. ― ¡Es verdad! ¡Mitsuki me llamó hace unas horas!

Ronaldho se acercó rápidamente, mirando también la pantalla.

― ¿Hace unas horas? ― replicó, sorprendido. ― ¿Y no contestaste?

Antho se pasó una mano por el cabello, claramente avergonzado.

― Estaba... distraído. Entre lo del robo de los panes y que me metieron hace horas al calabozo... se me pasó.

Allivy observó la situación con una leve sonrisa, pero su mirada era más seria que nunca.

― Como dije, Mitsuki está involucrado con los prodigios. No es algo fácil, y por eso no ha pensado involucrarlos...

Antho miró su teléfono y suspiró, aún confundido.

― Esto es mucho... No sé si debo confiar en ti o en lo que Mitsuki esté haciendo esta vez.

Ronaldho, que había estado en silencio hasta ese momento, puso una mano en el hombro de su amigo.

― No te preocupes, lo entenderemos. Si Mitsuki está metido en algo como esto, es porque hay una razón.

Allivy asintió, mirando hacia el horizonte.

― Hay mucho más en juego de lo que creen. Pero ahora, lo importante es que se preparen. Claro, Obviamente si quieren, Si. no, los dejo en su pueblo.

Antho, mirando el teléfono una vez más, levantó la vista hacia ella, aún confundido pero más decidido.

― ¿Y pagan o algo por esto?

Allivy soltó una risa tranquila y confiada ante el comentario de Antho, cruzando los brazos con una mirada que dejaba claro que no le sorprendía la pregunta.

La oscuridad del metro era casi total, salvo por las luces tenues que titilaban de vez en cuando, iluminando de forma intermitente los rostros de los pasajeros. Mitsuki estaba sentado en el asiento al lado de su hermana Elisa, observando el pequeño espacio que se movía a través de los túneles. La vibración del vagón y el sonido constante de las ruedas sobre las vías era lo único que llenaba el silencio, pero él no podía relajarse.

A su lado, Elisa dormía profundamente, los audífonos sobre sus orejas y la música inundando su mente. Ella no sentía la incomodidad ni la tensión en el aire, como sí lo hacía él. Mitsuki había intentado descansar durante el viaje, pero las horas que llevaban en el camino lo habían dejado agotado y frustrado.

Mitsuki dejó caer su cabeza hacia atrás, apoyándola contra el asiento del metro, mientras las sombras de los túneles pasaban rápidamente por la ventana. El sonido monótono de las ruedas sobre las vías lo arrullaba, pero su mente no podía encontrar descanso. Las palabras de Allivy, "Incluir a tu hermano y a tu amigo", se repetían una y otra vez, dándole vueltas en la cabeza. Recordó aquellos tiempos de su adolescencia, cuando todo parecía más sencillo, cuando pensaba que nada podría romper el lazo que tenía con Ronaldho y Antho.

"¿Qué dirían si supieran la verdad?" pensó, apretando los puños sin darse cuenta. Recordaba las promesas que había hecho, las risas compartidas, y esas noches en las que se sentía invencible junto a ellos, como si el mundo entero fuera un lugar seguro. Pero esa seguridad se desmoronó con el tiempo.

"Si logramos encontrarlos... ¿cómo les explico que ya no soy la misma persona?" La angustia comenzó a presionar su pecho. Había tantas cosas que mantenía ocultas, cosas que ni Ronaldho ni Antho sabían. No sólo el hecho de que estaba involucrado con los prodigios, sino también su conexión con la oscuridad que había estado acechando desde su distanciamiento con ellos y su vida como cazarrecompensas.

Y aún así, las palabras de Allivy seguían resonando en su mente. "Tu hermano y tu amigo..." Mitsuki cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la responsabilidad que caía sobre él. No podía simplemente ignorar lo que venía. Si Ronaldho y Antho se involucraban, si aceptaban y conseguían ser parte de todo esto, las cosas cambiarían para siempre. Todos tendrían un ritmo de vida peligroso de manera constante.

"Elisa, tú no sabes nada de lo que viví con ellos... y no sé si alguna vez puedas enterarte. Hay algo, que no quiero que te salpique si nos volvemos a reunir todos." Mitsuki miró por la ventana del vagón, viendo cómo las luces del túnel brillaban a lo lejos, como si el futuro de su vida estuviera justo frente a él, tan cercano y, al mismo tiempo, tan lejano. Su rostro se reflejaba en el vidrio, una máscara de calma, aunque por dentro, estaba lleno de caos.

"También centrándonos en el presente... Tengo el presentimiento que eres más fuerte que yo, Hermana... sin embargo, con lo que sea que nos enfrentemos en esta misión...." Se detuvo, mordiéndose el labio. "Prometo protegerte..."

La llamada de su hermano finalmente llegó. Mitsuki, con la mente aún a mil por hora, tomó el teléfono, dándole un respiro a su mente atormentada. No esperaba esa llamada ahora, no en medio de todo el caos que sentía.

― ¿Mitsuki? ― la voz de Antho resonó del otro lado, clara y directa, pero cargada de tensión. ― ¿Qué está pasando? Conocimos a una tal Allivy y dijo que Elisa está contigo, ¿Es cierto eso?

Mitsuki, aún en shock por el torbellino de pensamientos y las promesas no cumplidas, intentó calmarse. Pero antes de que pudiera responder, una sacudida violenta recorrió todo el vagón, haciendo que Elisa despertara de golpe, quitándose los audífonos con rapidez. El sonido de los rieles retumbando y la vibración imparable hicieron que el ambiente se volviera caótico.

― ¡¿Qué carajos?! ― Mitsuki dejó escapar una maldición, aferrándose al asiento mientras las luces del metro parpadeaban con desesperación. El vagón comenzó a temblar de manera peligrosa, casi como si estuviera descontrolado.

El teléfono seguía sonando en la mano de Mitsuki, pero cuando el vagón comenzó a temblar violentamente, algo dentro de él hizo que reaccionara de inmediato. Con el corazón acelerado y la adrenalina al máximo, no tuvo tiempo para despedirse. Sin pensarlo, colgó el teléfono con brusquedad, su rostro reflejando la urgencia del momento.

― ¡¿Qué mierda sucede?! ― Mitsuki maldijo entre dientes, aferrándose al asiento mientras las luces intermitentes del tren iluminaban la oscuridad del túnel. Elisa, todavía medio dormida, reaccionó con un grito cuando el vagón se sacudió de nuevo, y los dos se vieron lanzados hacia adelante.

El vagón, extraño en su diseño, solo tenía dos asientos y de repente se sintió mucho más estrecho y peligroso. Mitsuki miró por la ventana, y lo que vio lo hizo casi perder el aliento: el acantilado estaba ahí, justo frente a ellos. El tren avanzaba descontrolado hacia el borde. Elisa, todavía atónita, trató de aferrarse a la estructura del vagón, pero la situación era demasiado caótica.

― ¡Concentra tu energía! ― gritó Elisa, con la voz llena de urgencia. ― ¡Golpea las esquinas al mismo tiempo que yo, ahora!

Mitsuki, aún en shock por la situación, reaccionó al instante, sabiendo que no tenían tiempo para discutir. ― ¡De acuerdo! ― dijo rápidamente, su voz llena de determinación.

Los dos extendieron las manos hacia las esquinas del vagón, concentrando sus energías en esos puntos, buscando una manera de detener el avance hacia el acantilado. Pero en cuanto lo hicieron, algo extraño sucedió.

Las paredes del vagón comenzaron a comprimirse hacia ellos, acercándose con una fuerza imparable, como si el metro mismo intentara aplastarlos. El metal crujió mientras la estructura del vagón se cerraba agresivamente, apretándolos con más intensidad.

― ¡Es un material muy fuerte! ― Mitsuki gruñó, apretando los dientes mientras sentía cómo las paredes los rodeaban. El espacio parecía volverse más pequeño, más angosto. ― ¡Esto no es acero normal!

El vagón se sacudió con más fuerza y las paredes continuaron encogiéndose, forzándolos a luchar contra la presión. Elisa, ahora completamente alerta, sostuvo su postura y golpeó las paredes con su energía al mismo tiempo que Mitsuki. Las paredes titilaron, pero la presión seguía aumentando.

― ¡Concentra más tu fuerza! ― Elisa gritó, esforzándose por mantener su concentración.

Mitsuki no pudo más que asentir con el rostro tenso. ― ¡En eso ando!

El metro parecía estar tomando una dirección aún más peligrosa, y la desesperación de Mitsuki crecía. Si no lograban liberar el espacio, el futuro se vería cada vez más incierto.

Las paredes continuaban presionando mientras la oscuridad a su alrededor se hacía más densa. Mitsuki y Elisa necesitaban actuar rápido si querían evitar lo peor.

De repente, un estruendo ensordecedor sacudió todo el vagón. El sonido del tren chocando contra algo se escuchó como un rugido violento. Mitsuki y Elisa se vieron lanzados violentamente hacia adelante, la luz de las lámparas titiló y luego se apagó completamente. La vibración y el estruendo continuaron mientras el vagón se desplomaba. El aire se llenó de un caos absoluto, y todo lo que Mitsuki pudo hacer fue intentar proteger a su hermana mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor.

Un segundo después, el vacío se tragó el sonido, y todo se sumió en la oscuridad

Fin del capítulo.