Chereads / Saigo No Yami (Versión en Español) / Chapter 14 - Maldición Del Abismo

Chapter 14 - Maldición Del Abismo

- "Elisa y Mitsuki luchan contra una peligrosa criatura, en una situación, donde el tiempo se agota. Mientras Mitsuki enfrenta una mortal infección, Elisa debe superar obstáculos aún más oscuros. Mientras tanto, Allivy se preocupa por sus alumnos, sin saber qué les sucedió."-

El eco metálico de los golpes de Mitsuki resonaba en la densa oscuridad, envolviéndolo como una manta que no dejaba escapar nada. El espacio dentro del ataúd era frío, impenetrable y pequeño; cada movimiento suyo hacía que el acero crujiera de una forma siniestra.

—¡Elisa! ¡¿Dónde estás?! —gritó con un tono cargado de frustración.

—¡Estoy aquí! —respondió ella desde arriba, su voz firme aunque ligeramente cargada de tensión, con un leve eco.

Mitsuki dejó de golpear el techo un momento y trató de enfocarse en la dirección de la voz. Había algo en el ambiente que lo inquietaba profundamente, como si el lugar estuviera vivo y observándolos. Respiró hondo para intentar calmarse, pero cada bocanada de aire era más pesada que la anterior.

Mientras tanto, Elisa inspeccionaba la superficie del ataúd con los ojos entrecerrados. Aunque no veía absolutamente nada más allá de la estructura metálica que tenía bajo sus pies, se obligó a mantener la compostura. Miró hacia arriba, hacia donde esperaba encontrar un cielo o algún indicio de salida, pero solo se encontró con un vacío infinito: un abismo oscuro que parecía absorber la poca luz imaginaria que sus ojos intentaban fabricar.

—Esto no es un túnel. Ni siquiera parece un espacio físico. Es como si... —Elisa tragó saliva y volvió a mirar el ataúd—. Como si hubiéramos caído en las profundidades del mundo.

—¡Me encantaría escucharte filosofar, pero estoy atrapado aquí! —interrumpió Mitsuki desde adentro, intentando mantener su usual actitud confiada, aunque la claustrofobia comenzaba a filtrarse en sus palabras.

Elisa apretó los puños. Era pragmática en situaciones de peligro; no se dejaba llevar fácilmente por el pánico. Pero incluso ella sentía cómo ese ambiente opresivo se infiltraba en su mente, susurrándole que no había salida, que era inútil.

—Voy a sacarte de ahí, Mitsuki. Sea lo que sea este lugar, no será desafío para mí. —Su tono era cortante y decidido, como una hoja afilada.

—Buena determinación, pero no tardes... se me acabará el oxígeno eventualmente —respondió Mitsuki, aunque esta vez no había burla en su voz. Había algo tranquilizador en escucharla hablar así.

Elisa tanteó el borde del ataúd, buscando algo, cualquier cosa que le permitiera abrirlo. Pero no había grietas, tornillos ni uniones visibles. Era como si el ataúd hubiera sido forjado en una sola pieza. Retiró una cinta que tenía el centro del ataúd, al darse cuenta esta decía "Maldición del Abismo"

Al mirar hacia arriba una vez más, algo llamó su atención. Durante un instante, le pareció que algo se movía en el abismo, como si el vacío mismo hubiera parpadeado.

—Mitsuki, ¿sientes algo extraño? —preguntó en voz baja, mientras sus ojos seguían fijos en el cielo sin fin.

—Si por "extraño" te refieres a la sensación de que algo nos está observando, Sí... muy extraño. —La confianza en su voz empezaba a desmoronarse.

Un ruido resonó desde las profundidades del abismo: un crujido grave, como si algo gigantesco estuviera deslizándose entre las sombras. Elisa dio un paso atrás instintivamente, mientras su mirada seguía fija en lo alto.

—Elisa, dime qué observas —dijo Mitsuki

—No veo nada —respondió ella en un susurro—. Pero siento que algo viene.

El crujido se hizo más fuerte, más cercano. Entonces, un goteo empezó a escucharse, un sonido similar al de agua cayendo en un charco, pero con una viscosidad que hacía que cada gota sonara pesada y desagradable.

Elisa miró hacia abajo y vio cómo un líquido negro comenzaba a escurrirse por las paredes del ataúd, extendiéndose hacia el suelo. El líquido parecía tener vida propia, moviéndose como una serpiente que buscaba a su presa.

—Mitsuki, esto no es agua. Esto... se está moviendo.

—¿Qué quieres decir con que se está moviendo? —preguntó él, golpeando el metal con más fuerza, ahora con un tono claramente alarmado.

—Quiero decir que no tenemos tiempo. —Elisa agarró una navaja de su bolsillo y comenzó a raspar el metal con todas sus fuerzas. Pero la superficie permanecía inalterable, como si estuviera hecha de algo más que acero.

El líquido negro comenzó a trepar por las paredes del ataúd, acercándose al borde donde estaba Elisa. Sin dudar, ella retrocedió unos pasos y escaneó el entorno con la mirada, buscando algo que pudiera usar como arma. Pero no había nada, solo el abismo y esa oscuridad asfixiante que parecía burlarse de ellos.

—¡Elisa! ¡Dime qué está pasando ahí afuera! —gritó Mitsuki, cada vez más alerta.

Ella apretó los dientes.

—No te preocupes por eso. Solo... mantén la calma

—¿"Mantener la calma"? Eso suena raro.

Antes de que cualquiera de los dos pudiera reaccionar, un crujido ensordecedor retumbó a través del ataúd. Mitsuki sintió un impacto repentino bajo su espalda. Algo atravesó el suelo metálico con una fuerza imparable, desgarrando la base como si fuera papel.

—Mierda... —Mitsuki apenas alcanzó a hablar cuando algo frío y húmedo se enredó alrededor de sus piernas, subiendo rápidamente por su cuerpo.

—¡¿Mitsuki?! —Elisa escuchó el ruido y golpeó hacia el ataúd, pero justo cuando intentaba abrirlo, un tentáculo negro y viscoso emergió del suelo del ataúd y bloqueó la tapa.

Dentro, Mitsuki luchaba por liberarse, pero los tentáculos eran demasiados. Uno de ellos se deslizó hasta su rostro y, con un movimiento rápido, le tapó la boca, ahogando cualquier grito que intentara emitir.

Su respiración se aceleró, el pánico se apoderaba de él. Intentó hablar, pero apenas pudo emitir un sonido amortiguado. Entonces lo oyó: un susurro bajo, gélido y casi humano que se deslizó en su oído.

—Shh...

El sonido le heló la sangre. Era calmado, casi como si intentara tranquilizarlo, pero la intención detrás de él era claramente siniestra. Los tentáculos se apretaron más fuerte alrededor de su cuerpo, inmovilizándolo por completo, mientras esa voz continuaba resonando en su mente, repitiendo el mismo susurro:

—Shh... No luches... Disfruta.

Afuera, Elisa escuchó el ruido amortiguado y los golpes cada vez más débiles desde el interior.

—¡Mitsuki! ¡Resiste! —gritó, mientras apuñalaba los tentáculos que cubrían la tapa del ataúd. Pero cada vez que su navaja los cortaba, estos se regeneraban al instante, como si estuvieran hechos de pura oscuridad líquida.

—Maldita sea, ¡ábrete ya! —gritó, frustrada, mientras sentía cómo el suelo bajo sus pies comenzaba a vibrar.

Dentro del ataúd, Mitsuki intentó calmarse. Sabía que perder la cabeza no le ayudaría, pero la presencia de los tentáculos y esa voz extraña eran demasiado perturbadoras. Su cuerpo temblaba mientras escuchaba cómo el susurro continuaba:

—No necesitas pelear... Solo Disfruta de la sensación

Mitsuki cerró los ojos con fuerza, intentando ignorar el terror. "No", pensó, "no voy a morir de esta manera". Sin embargo, la sensación de los tentáculos apretándose más fuerte alrededor de su cuerpo hacía que esa determinación flaqueara.

Desde afuera, Elisa notó que los tentáculos comenzaban a extenderse por el suelo, como si intentaran alcanzar algo más, algo fuera del ataúd.

—No. Ni lo pienses —dijo, levantando su navaja. Su mirada se endureció y, sin dudarlo, lanzó aquella directo al tentáculo más grande que rodeaba el ataúd, la navaja voló hacia la oscuridad.

Esta vez, algo fue diferente. El tentáculo emitió un chillido agudo, y la oscuridad pareció retroceder por un momento.

Elisa vio con horror cómo, en el momento en que cortó el tentáculo, su navaja fue devuelta hacia ella con una fuerza violenta. La hoja cortó su cuello de manera superficial, pero justo en una zona cercana a la yugular. El dolor fue instantáneo, y un flujo cálido comenzó a correr por su piel.

—¡Maldita sea! —exclamó, llevándose una mano al cuello mientras su visión se nublaba por un segundo.

Elisa respiró profundo, ignorando el pánico que empezaba a instalarse. Con una mano temblorosa, acumuló la energía que podía reunir de su interior, concentrándola en la herida. Su palma brilló con una luz tenue, y aplicó presión directamente sobre el corte, utilizando una técnica para ralentizar el flujo de sangre.

A pesar del dolor, su mirada permaneció fija en el ataúd donde Mitsuki estaba atrapado.

Entonces, la voz volvió a resonar. Era profunda, escalofriante, como si proviniera del abismo mismo.

—Esto es sencillo... —dijo la voz, con un tono que mezclaba burla y desprecio—. Me dejas al chico, y te dejaré escapar.

Elisa apretó los dientes, ignorando el ardor en su cuello.

—¿Dejártelo? —gruñó, levantándose lentamente, mientras la energía que aplicaba en la herida seguía manteniéndola a raya.

La voz soltó un sonido parecido a una risa grave, como si disfrutara de la situación. En ese instante, el abismo de arriba comenzó a abrirse más, dejando ver una criatura monstruosa. Una masa viscosa y negra descendía lentamente desde el vacío, con tentáculos interminables que se retorcían en todas direcciones. El hedor que desprendía era asqueroso, y su forma estaba cubierta de ojos desiguales que parecían observar todo al mismo tiempo.

—O... —continuó la voz, alargando la palabra mientras los tentáculos de la criatura se acercaban lentamente al ataúd de Mitsuki— tendrás la oportunidad de salvarlo... a costa de tu vida.

Elisa lo entendió de inmediato. Aquello no estaba bromeando. La criatura, o lo que fuera, era capaz de cumplir su amenaza, y ella estaba completamente en desventaja.

Por un momento, el miedo quiso apoderarse de ella. Pero cuando pensó en Mitsuki, atrapado, incapaz de defenderse, una furia ardiente surgió desde lo más profundo de su ser.

Elisa levantó la cabeza, con los ojos llenos de determinación.

—Púdrete.

La voz se quedó en silencio por un instante, como si la respuesta de Elisa lo hubiera sorprendido.

—¿Qué dijiste? —preguntó, su tono ahora cargado de irritación.

—¿Estás sordo? —respondió Elisa, con una sonrisa desafiante, incluso mientras su mano seguía presionando la herida—. Dije que te pudras. Ni en mil vidas te dejaría a Mitsuki.

La criatura pareció rugir desde el abismo, y los tentáculos comenzaron a moverse con más violencia. El suelo bajo Elisa temblaba, mientras la energía oscura del lugar parecía concentrarse en un solo punto, como si el abismo estuviera a punto de devorarla.

Pero Elisa no retrocedió. Con su mano libre, canalizó lo que quedaba de su energía hacia el filo de su navaja, haciendo que brillara con una luz intensa y azulada.

—Atácame si quieres, pedazo de mierda. Pero no me iré sin él.

La criatura rugió con furia, y los tentáculos se lanzaron hacia ella, listos para acabar con todo.

Elisa cerró los ojos con determinación, mientras sus dedos se posicionaban de forma precisa, apuntando hacia arriba, como si estuviera marcando el punto exacto donde canalizaría toda su fuerza. El aire a su alrededor comenzó a vibrar y, casi de inmediato, la gravedad del lugar cambió radicalmente. Los tentáculos de la criatura, que antes se movían con confianza y agresividad, se ralentizaron, doblándose sobre sí mismos, como si una presión invisible los estuviera aplastando.

Elisa abrió los ojos de golpe, y un destello púrpura iluminó la oscuridad como si fuese un relámpago en la noche. Sus iris brillaban intensamente, emitiendo una luz tan poderosa que incluso los rincones más sombríos del abismo parecían retroceder ante su presencia.

La criatura soltó un rugido, no de furia, sino de auténtico miedo. Los tentáculos comenzaron a retorcerse de manera errática, como si la energía que Elisa liberaba estuviera quemándolos. Pero incluso así, la cosa no se detuvo. Desde su posición elevada, extendió más partes de su cuerpo grotesco, intentando alcanzar a Elisa y al ataúd donde Mitsuki seguía atrapado.

Elisa alzó una mano, y con un movimiento rápido, una línea de energía púrpura salió disparada hacia la criatura. Fue tan rápida que ni siquiera se alcanzó a ver completamente; solo quedó un rastro de luz brillante en el aire, como si fuera un disparo de otro mundo.

El impacto fue devastador. La criatura de arriba se apretó sobre sí misma, como si estuviera siendo comprimida por una fuerza titánica. Soltó un chillido desgarrador, su cuerpo contrayéndose con tal intensidad que parecía estar a punto de estallar. Los tentáculos comenzaron a romperse, cayendo al suelo como masas inútiles de sombra líquida.

—¿Qué pasa? —murmuró Elisa con una sonrisa fría—. ¿Ya no eres tan aterrador?

Pero justo cuando parecía que la criatura estaba al borde de la destrucción, algo cambió. Su cuerpo, en lugar de explotar, comenzó a transformarse. Las sombras que la componían se reconfiguraron, adoptando una forma más definida.

La energía oscura se concentró en un solo punto, y el entorno que antes era un abismo infinito comenzó a cambiar. Las paredes de sombra líquida se solidificaron, formando una especie de área cerrada. Elisa miró a su alrededor con cautela. Ahora se encontraba dentro de un espacio gigante, con cuatro paredes que parecían una mezcla de roca negra y metal pulido, pero pulsaban como si estuvieran vivas.

Frente a ella, la criatura completaba su transformación. Su nueva forma era más compacta, pero igual de horrenda: un cuerpo humanoide, de proporciones deformes, con extremidades alargadas y una cabeza que parecía estar dividida en múltiples mandíbulas. Los ojos desiguales seguían fijos en Elisa, ahora con un brillo rojo que irradiaba odio puro.

—Interesante... —dijo la voz, ahora más clara, resonando directamente en la mente de Elisa—. Creí que eras solo una mortal más. Pero parece que hay algo más dentro de ti.

Elisa apretó los puños, manteniendo su posición firme.

—Y tú no eres más que un idiota que no sabe cuándo rendirse —respondió, su tono cargado de desprecio.

La criatura dio un paso hacia ella, y el suelo tembló bajo su peso.

—Veamos si sigues tan valiente... cuando me enfrentes de verdad.

Elisa no respondió. Sus ojos púrpuras brillaron con más intensidad, mientras preparaba ambas manos, preparándose para lo que estaba por venir.

Elisa se posicionó para el combate, sus ojos morados fulgurando con intensidad, pero justo antes de que atacara, la criatura levantó una de sus largas extremidades, como si estuviera a punto de dar un anuncio importante.

—Espera... ¿de verdad crees que esta será una simple pelea? —dijo, su voz distorsionada resonando por toda la habitación como un eco maligno.

Elisa frunció el ceño, sin bajar la guardia, pero lo que vino después la dejó desconcertada.

De repente, las paredes que los rodeaban comenzaron a cambiar. Una a una, se abrieron docenas de lo que parecían ser puertas extrañas, cada una diferente de la otra, pero todas igual de inquietantes. Algunas parecían hechas de hueso, otras de metal corroído, y otras estaban cubiertas de símbolos que parpadeaban con un brillo oscuro.

La criatura soltó una carcajada, su cabeza deforme inclinándose hacia un lado mientras observaba la confusión en el rostro de Elisa.

—Oh, querida... No creas que esto será un enfrentamiento típico. —Su voz adoptó un tono burlón y venenoso—. Al entrar en este lugar, activaron una maldición. Ese chico, atrapado allá abajo...

Elisa sintió un nudo en el estómago al escuchar sus palabras, pero no interrumpió, manteniéndose firme aunque la preocupación empezaba a formarse en su interior.

—Su sangre y órganos están siendo infectados lentamente —continuó la criatura, su tono goteando malicia—. Se pudren por dentro, poco a poco. No es maravilloso verlo desmoronarse desde dentro mientras tú miras impotente desde afuera?

Elisa sintió cómo su ira explotaba. En un instante, cargó contra la criatura con una velocidad y fuerza imposibles. Su puño, envuelto en energía púrpura, impactó directamente en su rostro monstruoso, partiéndolo por la mitad en un golpe devastador.

La criatura se tambaleó, su cabeza colgando grotescamente en dos secciones divididas, pero incluso así, soltó una risa escalofriante. La oscuridad en su voz ahora parecía más densa que nunca.

—¿Esa es tu fuerza? —dijo, burlándose mientras enderezaba lentamente su cuerpo. La herida en su cabeza comenzó a cerrarse, aunque de forma irregular—. Necesitarás mucho más que golpes para resolver esto.

Elisa apretó los puños, sintiendo cómo su rabia aumentaba al escuchar esas palabras.

—Estas puertas... —continuó la criatura, señalándolas con uno de sus tentáculos retorcidos—. Todas llevan al núcleo de la maldición que activaron, el lugar donde se genera. Es el corazón de este espacio y la clave para salvarlo.

Elisa lo observaba con furia, pero no podía ignorar lo que decía. La criatura seguía hablando, como si disfrutara del tormento que causaba.

—Si yo llego antes que tú a ese núcleo —dijo con una sonrisa retorcida—, el chico muere directamente. Pero... si tú llegas antes y lo destruyes, yo muero, y él simplemente quedará... —hizo una pausa para reírse macabramente— enfermo. Es un juego interesante, ¿no crees?

La risa del monstruo resonó por todo el espacio, retorcida y burlona, mientras las puertas comenzaban a emitir un leve zumbido, como si se activaran.

Elisa lo miró con furia, pero también con determinación. No iba a dejar que esa criatura decidiera el destino de Mitsuki. Su mente trabajaba rápido, buscando una solución mientras el tiempo se deslizaba entre sus dedos.

—No te preocupes, querida —dijo la criatura mientras retrocedía hacia una de las puertas—. Yo juego limpio. Que gane el más rápido.

Elisa no respondió. Sus ojos brillaban con más intensidad, y en su mente ya había tomado una decisión: no iba a fallar, sin importar el precio.

La criatura atravesó la pared en un abrir y cerrar de ojos, dejando tras de sí un rastro de oscuridad que parecía devorar el espacio. Elisa, jadeando pero decidida, miró a su alrededor, sus ojos morados iluminando las puertas que la rodeaban. Pensaba a toda velocidad, intentando decidir cuál era la mejor forma de actuar. No podía perder tiempo, pero tampoco podía avanzar sin un plan.

De repente, la escena cambió.

Allivy caminaba con un porte relajado por el elegante lobby del Hotel de Ectiviland, un lugar lujoso y peculiar diseñado para huéspedes muy "particulares". A su lado, Antho y Ronaldho, los dos despistados y siempre en busca de comida, caminaban como si el lugar fuera suyo, mirando cada detalle con una mezcla de curiosidad y entusiasmo.

—Y bueno —dijo Allivy mientras les mostraba el lugar—, este es el Hotel de Ectiviland. Hay lujos, rarezas y una cafetería con platillos únicos. Disfruten.

Ambos chicos asintieron emocionados, pero no dijeron mucho, claramente más interesados en lo que pudieran encontrar para comer. Allivy, sacó su celular para revisar mensajes.

En su pantalla, un mensaje de Alaska captó su atención:

"Ya En camino a Italia! ✈️"

—Ojalá salga todo bien... —murmuró Allivy para sí misma, alzando una ceja. Después, recordó a Mitsuki y Elisa. Habían salido a aquella misión, pero no habían informado de su llegada. Una punzada de preocupación cruzó su mente. ¿Y si algo había salido mal? Sin embargo, decidió confiar en ellos. Eran fuertes, y si algo andaba mal, ya le habrían avisado... probablemente.

Suspirando, guardó su celular y giró para ver lo que hacían Ronaldho y Antho. La escena la dejó atónita. La mesera del hotel, Hitomi, estaba apoyada en la pared, claramente mareada y casi al borde de desplomarse. Su mirada cómica estaba fija en la mesa donde los dos chicos habían devorado una montaña de platos en tiempo récord.

—¿Cómo... cómo pudieron comer tanto...? —balbuceó Hitomi, todavía en estado de shock.

Allivy se cruzó de brazos, observando a Ronaldho y Antho con una mezcla de incredulidad y sarcasmo.

—Así que, ¿estuvo buena la comida? —les preguntó con una sonrisa burlona.

Ronaldho, con una expresión totalmente seria, se llevó una mano al estómago y respondió:

—La verdad no

Antho, fingiendo indignación, añadió:

—les falta sazón.

Allivy los miró fijamente durante un momento, antes de llevarse una mano a la cara, suspirando profundamente.

—Comen cómo si trabajaran...

Allivy se quedó quieta, mirando a Ronaldho y Antho mientras sus pensamientos vagaban hacia Mitsuki y Elisa. Los chicos seguían riendo y comiendo, sin preocupación alguna, pero algo dentro de ella no podía dejar de preocuparse. Pensó en ellos, en la misión, todo estaba en orden. Pero ahora, el silencio de su falta de comunicación la inquietaba.

—Espero que estén bien... —murmuró para sí misma, con una leve preocupación en su rostro. Pero en su corazón, confiaba en ellos. Sabía que, pase lo que pase, no les faltaría coraje para superar cualquier obstáculo.

Con una leve sonrisa, decidió dejar esos pensamientos atrás por un momento. Pero en su mente, las palabras seguían dando vueltas: "Espero que estén bien."

Y así, con un último vistazo al móvil y un suspiro, dejó que la realidad la envolviera de nuevo, mientras la escena se desvanecía en la quietud de sus pensamientos.

Fin del capitulo.