Chereads / Saigo No Yami (Versión en Español) / Chapter 6 - Princesa de Gloomoria

Chapter 6 - Princesa de Gloomoria

- "Elisa, ex princesa de Gloomoria, desata caos en Muclon. Un encuentro inesperado, destrucción y secretos por descubrir. ¡No te lo pierdas!" -

Muclon era un planeta desolado, cubierto por una interminable capa de polvo naranja. Las ruinas de hojalata y chatarra oxidada se apilaban de forma desordenada, creando una ciudad en ruinas, sin ley ni orden. El aire estaba impregnado de calor abrasante, y las criaturas que habitaban ese lugar se deslizaban con lentitud entre las sombras, como si el mismo entorno las hubiera moldeado para sobrevivir en el caos.

En medio de todo eso, una mujer caminaba con tranquilidad. Su atuendo de combate completamente negro contrastaba con el desolado paisaje, y en una mano sostenía un café, mientras que en la otra empuñaba su espada púrpura. No había ninguna prisa en sus movimientos. Parecía tan fuera de lugar en este planeta que el caos a su alrededor simplemente no la afectaba.

De repente, un grito resonó entre las ruinas.

— ¡Huyan! ¡Es la princesa de Gloomoria!

Al instante, las babosas del Clan Limosus, que se escondían entre la arena, se sobresaltaron. Las sombras comenzaron a moverse frenéticamente, pero no tenían adónde ir. Ella, sin que su calma se alterara, miró alrededor con una sonrisa calmada en su rostro.

— ¿De verdad? — dijo, con una risita despreciativa. — ¿Se esconden solo porque escucharon quién soy? Qué... adorables.

Con un movimiento suave, Ella sacó dos pistolas láser de su cinturón, apuntando hacia las babosas que intentaban escapar. Pero antes de que pudiera disparar, algo inesperado sucedió. Un grupo de babosas, en su desesperación por huir, comenzaron a disparar láseres desde sus bocas, pero por el pánico, sus disparos no fueron controlados. El resultado fue un caos absoluto. Las babosas se dispararon entre sí, los láseres cruzando el aire a gran velocidad, acabando con varios de sus propios compañeros. Los gritos de dolor y confusión llenaron el aire.

La mujer observó la escena sin inmutarse. Su café seguía en su mano, y no hizo ni un esfuerzo por moverse o protegerse de los disparos que volaban a su alrededor.

— ¿En serio? — dijo entre risas, como si estuviera presenciando una obra de teatro mal dirigida. — ¡Son tan inútiles que ni siquiera pueden disparar sin matarse entre ustedes!

Una de las babosas restantes, claramente confundida, gritó hacia Ella.

— ¡Princesa Elisa! ¡Vas a pagar por tus crímenes, no avances, sabemos también mucho de ti!

Elisa levantó la mirada lentamente, aún sin dejar su café. Con una calma inquebrantable, respondió con voz baja, pero firme.

— Ya no soy princesa — dijo, sus ojos fijándose en la babosa con una mezcla de aburrimiento y desdén. — Soy mucho más que eso.

La babosa, sin entender, siguió gritando, pero Elisa, sin apartar la vista ni dejar su café, apuntó con su dedo y disparó a la criatura, con energía que no se alcanza a ver. Un par de disparos certeros bastaron para eliminarla.

Elisa dejó caer la taza vacía al suelo y la aplastó con un pie. Sin prisa, dio un paso hacia el centro del pueblo, donde los últimos miembros del Clan de babosas estaban reuniendo el dinero que le habían robado a los ciudadanos. El polvo se levantaba a su alrededor mientras caminaba sin preocupación, como si nada de esto fuera más que una pequeña interrupción en su día.

— Ridículos — murmuró, mirando a los pocos sobrevivientes, que no se atrevían a moverse. — Pensaron que podían robar a la gente y quedarse con el botín, pero mira cómo terminó todo.

Con su espada púrpura lista, Elisa observó a los últimos del clan. Nadie se atrevió a moverse mientras ella avanzaba, como una sombra entre las ruinas. Ya no era la princesa. Ya no quedaba nada de esa Elisa. Solo quedaba una fuerza de la naturaleza, dispuesta a hacer pagar a aquellos que se atrevieran a desafiarla.

Elisa soltó la espada, que cayó al suelo con un sonido metálico, mientras el polvo se levantaba a su alrededor. La tensión en el aire se palpaba, las babosas del Clan desconocido, con su aspecto resbaladizo y viscoso, se quedaron mirando confundidas. Nadie se atrevió a moverse.

Una de las babosas, con su cuerpo burbujeante y lleno de líquido espeso, avanzó poco a poco hacia Elisa, su mirada llena de desconfianza. Sus ojos pequeños parpadearon nerviosos, observando cómo la mujer simplemente se mantenía inmóvil, sin la espada, con una calma desconcertante.

— ¿Vas a rendirte o... simplemente te vas a ir a tu casa, princesa? — dijo una de ellas, riendo nerviosamente.

Elisa levantó lentamente la mirada, sus ojos morados resplandeciendo con un destello violento, como si su poder estuviera a punto de desbordarse. La atmósfera a su alrededor se tensó de inmediato.

— ¿Rendirme? — replicó Elisa, su voz apenas un susurro, pero cargada de una amenaza palpable. Sus palabras cortaron el aire con precisión. — ¿Rendirme ante quién?

Las babosas comenzaron a babear, su miedo evidente. Las primeras gotas de sudor comenzaron a caer de sus cuerpos viscosos mientras Elisa, con una sonrisa pequeña y una mirada que helaba, empuñaba su mano. Apuntó a la babosa más cercana, y el silencio fue absoluto. Nadie se atrevió a moverse.

Pero en el último segundo, Elisa no disparó. En lugar de eso, su puño retrocedió y la energía que rodeaba su brazo parecía acumularse. Las babosas no entendían lo que sucedía. Solo veían su figura quieta, casi como si no fuera más que una sombra.

Elisa golpeó el suelo con fuerza.

La onda expansiva que creó hizo que el suelo temblara y las babosas flotaran muy alto en el aire, completamente desconcertadas. La espada de Elisa, aún en el suelo, comenzó a levitar, flotando hacia arriba como si la gravedad hubiera dejado de existir. Y, antes de que pudieran reaccionar, un rayo de energía salió disparado desde su dedo, atravesando el aire a gran velocidad, y se dirigió directamente hacia la espada.

Un resplandor cegador iluminó el cielo, y la espada retumbó con fuerza, absorbiendo la energía concentrada. La espada brilló intensamente, y de repente, con un giro brutal, comenzó a cortar el aire a su alrededor.

Las babosas intentaron esquivar en el aire, pero fue inútil. La espada retumbó mientras flotaba y las cortó en mil pedazos. La lluvia de restos de las criaturas desintegradas cayó sobre el pueblo, esparciéndose por las calles como una tormenta de vísceras y restos viscosos.

Cuando la espada regresó a su lugar en la espalda de Elisa, ella la fijó con una mirada cansada, como si hubiera sido una tarea aburrida.

— Qué aburridos — murmuró, mirando a las pequeñas cantidades de dinero robado que las babosas habían reunido antes de su aparición. — ¿Robarles a personas que ni siquiera tienen lo suficiente para sobrevivir? Hay que estar realmente necesitado para hacer eso.

Sin otra palabra, Elisa giró sobre sus talones y comenzó a caminar de nuevo, dejando atrás la destrucción, sin prisa alguna.

Elisa miró a su alrededor, observando el desastre que acababa de causar. Los restos de las babosas desintegradas llovían por el pueblo, el aire estaba denso con el polvo levantado por la explosión de energía y la ciudad, antes ya deteriorada, se veía aún más caótica ahora.

Con una expresión cómica en su rostro de sorpresa, Elisa dejó escapar un suspiro y se llevó una mano a la cabeza, como si estuviera un poco arrepentida por la magnitud de la destrucción. Al final, siempre terminaba haciendo un desastre donde iba.

— Bueno, no pensé que pasaría esto... — murmuró para sí misma.

Luego, con una sonrisa traviesa, gritó con fuerza hacia el cielo.

— ¡Mongolito, estás por ahí?

Desde algún lugar cercano, una voz reconocible respondió con calma, como si estuviera esperando la llamada.

— ¡Sí, Elisa! ¿Ya terminaste?

— Sí, pero... ¿puedes traer tu nave y aspirar todo este desastre? No quiero dejar a los ciudadanos de Muclon con restos de porquería por toda la ciudad. — Elisa levantó una ceja, divertida, mientras veía cómo los últimos trozos de babosa caían del cielo.

Un momento después, la voz de Mongolito se escuchó nuevamente, esta vez un poco más alegre.

— ¡Claro! — dijo él, con tono sarcástico. — Ve a agarrar el dinero que robaron y repártelo con la autoridad local, mientras yo limpio todo este lío. ¡Tú y tu afán de destruir todo!

Elisa soltó una risa suave y miró el botín que las babosas habían estado recolectando. No le importaba mucho el dinero, pero de alguna manera, las cosas tenían que equilibrarse, aunque de forma un poco caótica.

— De acuerdo, Mongolito, pero no tardes, ¿eh? No quiero que los ciudadanos piensen que soy una criminal como aquellos.

— ¡Lo haré, estoy en eso! — respondió Mongolito, algo exasperado. — Deja de hacer desastres por una vez.

Elisa giró sobre sus talones, dejando atrás la escena de destrucción, y comenzó a caminar hacia la zona donde los pocos ciudadanos supervivientes se encontraban. Mientras tanto, una nave aparecía en el cielo, descendiendo lentamente para limpiar el desastre que ella misma había causado. Todo era parte de un día normal para Elisa Sorano.

Mongolito se asomó por una de las aberturas de su nave, su figura apenas visible detrás del cristal del casco. No parecía humano, su cuerpo era más alto y delgado que el de cualquier persona normal, con un traje espacial brillante que reflejaba la luz tenue del planeta. En el interior de su casco, proyectada en la superficie, estaba su cara: un rostro humanoide con una expresión de sorpresa, los ojos grandes y la boca ligeramente abierta, muy parecido a un holograma de color verde neón, Era la cara que proyectaba a través de su equipo, aunque a Elisa ya no le sorprendía.

— ¡Ahí voy! — dijo Mongolito con tono distorsionado, activando un dispositivo debajo de la nave. En un abrir y cerrar de ojos, comenzó a succionar toda la destrucción: restos de babosas desintegradas, escombros y polvo se elevaron y fueron absorbidos como si nunca hubieran existido.

Elisa observó cómo el desastre desaparecía ante sus ojos. Luego, agradecida, habló.

— Gracias, Mongolito — dijo, mientras sonreía con tranquilidad. — ¿A dónde irás ahora?

Mongolito ajustó los controles de la nave, listo para partir.

— ¡Voy cerca! — respondió con un toque de diversión. — Conocí una raza bastante interesante en este planeta y quiero pasar un rato con ellos. Estaré a las afueras del pueblo, si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme.

— ¡Qué sorpresa! — Elisa se rió suavemente, observando cómo la nave comenzaba a elevarse y dirigirse hacia las afueras. — Bueno, disfruta de tu exploración.

Elisa se quedó en el centro del pueblo, mirando hacia las casas de los ciudadanos. Se acercó a la primera puerta y tocó, esperando entregar el dinero robado, pero no hubo respuesta. Tocó nuevamente y nada.

Se quedó ahí unos segundos, mirando las casas y preguntándose por qué no contestaban.

Justo cuando se iba a mover hacia otra puerta, un guardia del pueblo se le acercó rápidamente.

— Señorita... ¿Qué está haciendo? — preguntó, claramente preocupado por sus acciones.

Elisa lo miró con curiosidad.

— Estoy tocando las puertas para entregar lo que robaron esos babosos — respondió tranquilamente. — Pero nadie contesta... ¿No van a recibir sus pertenencias?

El guardia miró hacia las casas, luego a Elisa.

— Los ciudadanos... — comenzó, con un tono nervioso — cuando son atracados, se encierran en sus casas y se ponen tapones en los oídos. Si se ponen demasiado nerviosos... podrían morir. Son muy débiles físicamente.

Elisa parpadeó sorprendida. Se quedó en silencio unos segundos, procesando lo que acababa de escuchar. Luego, con una sonrisa traviesa, soltó una risa inocente.

— ¡¿De verdad?! ¡Eso es bastante extraño! — dijo, un poco sorprendida. — Entonces, lo mejor es que los llames tú, así no los mato por accidente, no?

El guardia la miró confundido por un momento antes de responder.

— ¿Eh? ¿No sabes que no pueden oír ni un solo sonido fuerte sin entrar en shock?

Elisa sonrió relajada, como si fuera un detalle sin importancia.

— No pasa nada, sé cómo manejarlo. ¡Llámales, que me muero de hambre!

Mientras Elisa esperaba, con la mano aún apoyada en la puerta, su estómago rugió con fuerza. Su cara se tornó roja de vergüenza y, con un gesto cómico, se abrazó a sí misma, mirando a su alrededor para ver si alguien había escuchado.

— ¿En serio? — murmuró, con una sonrisa avergonzada. — Justo ahora...

Mientras se acomodaba, sintió una pequeña ráfaga de viento, señal de que los ciudadanos estaban acercándose. En un parpadeo, un grupo de ellos apareció de las casas, saliendo con cautela.

Los habitantes del planeta Mucaris eran pequeños y de aspecto adorable. Su piel era de un tono suave, similar a la arcilla, y tenían grandes ojos expresivos que brillaban con una mezcla de asombro y gratitud. Sus cuerpos eran redondeados, con extremidades cortas y gorditas, y llevaban ropajes sencillos pero coloridos, adornados con pequeños detalles como cintas y adornos brillantes. Algunos tenían orejas puntiagudas y otros, cuernos diminutos. Eran criaturas de aspecto inofensivo, y su manera de moverse era torpe, casi como si estuvieran danzando sin quererlo.

Elisa les entregó las pertenencias con una sonrisa. A medida que las cosas cambiaban de manos, los ciudadanos comenzaron a aplaudir y vitorear. Una de las pequeñas criaturas, que parecía ser una especie de líder, se adelantó, sosteniendo una pequeña flor en las manos.

— ¡Gracias, chica misteriosa, eres la mejor! — dijo con una voz dulce y chirriante, sus ojos brillando con gratitud.

Elisa se quedó ahí, sorprendida por el aplauso, pero al ver lo genuino de su gratitud, no pudo evitar sonrojarse. Desvió la mirada hacia el suelo, sintiéndose algo incómoda, y se rió levemente.

— De nada... — murmuró, cruzando los brazos frente a su pecho, aún abrazándose un poco. — Aunque... ya saben, no es para tanto.

Los ciudadanos continuaron celebrando, saltando y danzando de felicidad, mientras Elisa se mantenía en su lugar, mirando con una leve sonrisa en su rostro. A pesar de su carácter algo distante, una parte de ella se sentía satisfecha por haberles ayudado.

El grupo de Mucaris comenzó a cantar una canción alegre, acompañados de risas y alegría, como si finalmente se hubieran liberado de una gran carga. Elisa no podía evitar sentirse un poco orgullosa de haber contribuido a su felicidad, aunque no lo demostrara completamente.

Mientras los ciudadanos continuaban celebrando y agradeciendo, una de las pequeñas criaturas se adelantó con una bandeja llena de lo que parecía una comida local. Los ingredientes eran extraños para los ojos de Elisa: una masa enrollada, con un color verde claro que parecía haber sido hervida. Dentro, se veía algo que se movía, como si fuera una mezcla de vegetales y algo más que no alcanzaba a identificar. Lo más extraño era el aroma, un tanto fuerte y dulce al mismo tiempo, algo completamente fuera de lo común para ella.

— ¡Toma, toma! — dijo el líder de los ciudadanos, sonriendo ampliamente mientras le ofrecía el extraño manjar. — Es lo menos que podemos hacer para agradecerte, ¡es nuestro platillo especial! ¡Te llamamos "Gurrito"!

Elisa miró el "gurrito" con curiosidad, luego hacia los pequeños ojos brillantes que la observaban con esperanza. En ese momento, su estómago volvió a rugir, esta vez mucho más fuerte que antes, resonando en todo el pueblo.

Elisa se quedó completamente rígida, con el rostro rojo como un tomate. Se abrazó a sí misma, mirando al suelo mientras trataba de disimular su vergüenza.

— ¡Lo siento! — dijo rápidamente, algo avergonzada. — Supongo que... sí, mi estómago lo necesita.

El grupo de Mucaris comenzó a reír con alegría, sin malicia, notando la reacción de Elisa. Al principio, ella no sabía si reír o sentirse aún más incómoda. Pero, al ver sus caras sonrientes, decidió agradecer a su manera.

— Gracias por esto... — dijo, aún sonrojada, tomando el "gurrito" de la bandeja, aunque dudando un poco sobre si podría comerlo. — Aunque no puedo prometer que sea mi plato favorito... pero... sí, lo tomaré.

Uno de los ciudadanos levantó sus manos con entusiasmo.

— ¡Es todo lo que tenemos! ¡Es un honor que lo aceptes! — exclamó, sonriendo por la emoción.

Aquí tienes la escena con ese toque cómico que pides, en el que Elisa prueba el "gurrito" y reacciona de manera graciosa:

Elisa miró el "gurrito" con algo de duda, pero sabiendo que no podía rechazar el ofrecimiento de los ciudadanos, lo tomó con una mano y le dio una mordida. Al instante, su rostro se transformó. El sabor era mucho más fuerte de lo que había imaginado, una mezcla rara de texturas y sabores completamente desconocidos para ella. Los ingredientes le sabían amargos y extraños, haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas mientras intentaba tragar.

— ¿¡Ugh! No... no... esto... no! — pensó mientras el sabor le invadía la boca, sus ojos comenzando a llorar. Era tan raro que no sabía si era comestible o si estaba a punto de morir por el sabor. Pero, al recordar la cara esperanzada de los Mucaris, forzó una sonrisa, frotándose los ojos mientras trataba de disimular.

Los ciudadanos la miraron con ojos expectantes, esperando saber qué le parecía la comida.

Elisa, con los ojos brillosos por las lágrimas, levantó el pulgar con la mayor convicción que pudo reunir.

— ¡¡Diez de diez!! — exclamó, su voz algo temblorosa pero forzando la actitud positiva. — ¡Excelente! ¡Muy sabroso!

Los Mucaris estallaron en aplausos y risas, felices por su respuesta, sin notar la pequeña mentira detrás de las palabras de Elisa. La chica, aunque todavía con un toque de incomodidad, trató de mantener la compostura mientras tragaba otro bocado, queriendo no hacer una mueca más fuerte.

Pasaron un par de horas desde que Elisa dejó el cálido refugio de los Mucaris. Ahora se encontraba caminando hacia las afueras del pueblo, donde la nave de Mongolito esperaba en el horizonte. La figura de la nave se destacaba en la planicie rocosa, rodeada por el silencio del planeta, mientras el sol comenzaba a ponerse.

Mongolito apareció en una de las aberturas de su nave, apenas visible a través del cristal del casco. Su silueta era delgada y alta, con el característico traje espacial que brillaba a la luz tenue. A través de la proyección en el casco, Elisa pudo ver su rostro, una imagen familiar, con sus ojos grandes y su expresión sorprendentemente holográfica en verde neón, como siempre.

— ¡Ahí voy! —dijo Mongolito, su voz distorsionada como siempre, mientras activaba un dispositivo debajo de la nave.

En un parpadeo, el desastre que quedaba del ataque de las babosas comenzó a desintegrarse. Restos de criaturas y escombros se elevaron, siendo absorbidos por la nave como si nunca hubieran existido. Elisa observó el proceso, satisfecha de ver que todo estaba en orden.

Subió a la nave sin decir nada, adentrándose en su interior con la familiaridad de siempre. Las herramientas y cables colgando daban el toque caótico, pero siempre funcionaba. Mongolito estaba terminando de ajustar unos controles y se giró hacia ella.

—¿Todo listo? —preguntó con su tono habitual.

Elisa asintió y miró al espacio exterior, con la nave ya en el aire, dejando atrás el planeta.

—¿A dónde nos vamos esta vez? —preguntó ella, como si lo estuviera diciendo en broma, sabiendo que Mongolito nunca revelaría los detalles con facilidad.

Mongolito ajustó un par de controles más y, mientras la nave ganaba velocidad, se giró hacia Elisa con una expresión que solo podía interpretarse como seria, pese a su rostro holográfico.

— Vamos a la Tierra —dijo, su voz un poco más grave que de costumbre—. Allivy me llamó, necesita verte.

Elisa lo miró con una mezcla de sorpresa y duda. Aunque no era raro que Allivy contactara a Mongolito para algún asunto, nunca había sido algo urgente... al menos no en este nivel.

— ¿Allivy? ¿Por qué? —preguntó, ajustándose en su asiento y cruzando los brazos. Su mente comenzaba a correr con pensamientos sobre qué podría estar sucediendo, pero aún no entendía por qué la necesitaban a ella específicamente.

Mongolito no respondió inmediatamente. En lugar de eso, comenzó a hacer algunos ajustes en el panel de control, la luz verde de su rostro holográfico parpadeando un poco, como si procesara algo internamente.

— No tengo todos los detalles —admitió—. Pero te necesitan, Elisa. Algo pasó y parece que es muy importante que estés allá.

Elisa asintió lentamente, comprendiendo que si Allivy había llegado a ese extremo, debía ser serio. Lo que fuera que estaba ocurriendo, no iba a ser fácil.

— Está bien —dijo finalmente, mirando por la ventana hacia las estrellas que se deslizaban a gran velocidad—. A la Tierra, entonces.

La nave avanzaba a toda velocidad, atravesando el vacío del espacio, cuando de repente, una serie de luces brillaron en el interior de la cabina y un ruido extraño llenó el aire. Elisa frunció el ceño y miró a su alrededor, pero antes de que pudiera preguntar, una fuerte vibración recorrió la nave, haciendo que el asiento donde estaba se sacudiera violentamente.

Un estrépito resonó desde las profundidades del casco y, de repente, el rostro holográfico de Mongolito apareció frente a ella, con sus ojos ahora desmesuradamente grandes, como si se hubiera acercado más de lo normal. Elisa soltó un grito, saltando de su asiento y casi cayendo al suelo.

— ¡¿Qué está pasando?! —gritó Elisa, aún temblando por el susto y lo repentino que fue.

Mongolito no respondió de inmediato, su rostro fijo y casi... sonriente, como si disfrutara de la sorpresa que le había causado.

— ¿Enserio te asustaste? —dijo, su voz distorsionada, como si la risa estuviera contenida en el fondo. No parecía tener una pizca de empatía por el susto que acababa de darle.

Elisa lo miró, su respiración aún acelerada.

— ¡Eres un imbécil! —lo insultó, furiosa, apretando los dientes. Había estado a punto de caer de la nave y él solo se reía de ella. ¿Cómo se atrevía?

Mongolito, en su forma holográfica, simplemente dejó escapar una risita virtual y volvió a ajustar algunos controles.

— Tranquila, no fue para tanto, asusté a la princesa de Gloomoria —respondió con tono burlón—. no me digas que fue divertido verte de esa manera. Te veías como... como si un ejército de babosas te hubiera atacado de nuevo.

Elisa lo fulminó con la mirada, pero sabía que no valía la pena seguir discutiendo con él. En lugar de eso, se cruzó de brazos y resopló, aún procesando lo que había sucedido.

— Eres un maldito.

¿Porque Allivy optó por llamar a Elisa?

¿Será que alfin se Reencontrarán los Hermanos Sorano?

Lo veremos!

— Astro Miry 08.01.2024