Chereads / Saigo No Yami (Versión en Español) / Chapter 4 - Prismargia: El Desafío Inesperado

Chapter 4 - Prismargia: El Desafío Inesperado

- "Al adentrarse en el misterioso mundo de "La Prismargia" Mitsuki, conoce uno de los lugares donde la realidad se distorsiona y las reglas cambian. Tras enfrentar un monstruo gigantesco, descubre que su misión está lejos de ser lo que esperaba. Cuando una inesperada figura aparece, el verdadero desafío comienza." -

Mitsuki flotaba en lo que parecía ser el espacio. A su alrededor, un vasto manto estrellado se extendía infinitamente, y las luces de las galaxias distantes titilaban con una calma que parecía envolverlo por completo. Cerró los ojos y respiró hondo, sintiendo una paz que rara vez experimentaba.

—Esto se siente tan real… —murmuró con una sonrisa apacible—. Ojalá fuese cierto.

El frío vacío, combinado con la majestuosidad del cosmos, le producía un éxtasis de relajamiento. Era como si el universo le susurrara que todo estaba bien, que el caos y las preocupaciones no existían en este rincón.

Sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida por una risa suave y familiar.

—Qué adorable verte tan cómodo, Mitsuki.

El joven abrió los ojos, confuso, solo para encontrar a Allivy flotando cerca de él. Vestía su icónica túnica digna de una diosa celestial, con un aura que encajaba perfectamente con el escenario onírico.

—¿Tú? ¿Qué haces aquí? —preguntó Mitsuki, frunciendo el ceño, pero sin perder completamente esa sensación de calma.

—¿No es obvio? —respondió Allivy, con una sonrisa juguetona—. Estoy invadiendo tus sueños nuevamente, despierta.

—¿Qué necesidad tienes de arruinar este momento perfecto? —replicó Mitsuki, exasperado, mientras se dejaba flotar hacia ella con una mezcla de molestia y tranquilidad.

Allivy sonrió aún más, moviendo un dedo en el aire como si estuviera escribiendo algo.

—¿Arruinarlo? No seas tan dramático. Solo estoy aquí para recordarte que ¡ya es hora de tu misión de prueba para ser un prodigio!

Con un chasquido de sus dedos, el universo alrededor de Mitsuki se desmoronó en un torbellino de luz y colores. Antes de que pudiera protestar, sintió cómo su cuerpo era arrastrado de vuelta a la realidad.

Mitsuki abrió los ojos en su habitación con el corazón latiendo rápido, todavía sintiendo el eco de las estrellas. Un golpe fuerte en la puerta rompió el momento.

—¡Levántate, dormilón! —gritó Alaska desde el otro lado, con su tono siempre energético—. Allivy dice que ya estás tarde para tu prueba definitiva.

Mitsuki se incorporó lentamente, pasando una mano por su cabello mientras suspiraba.

—Definitivamente no tengo descansos contigo, ¿verdad Allivy? —murmuró para sí mismo, mientras se levantaba, ya sabiendo que ese día no iba a ser nada tranquilo.

Una vez estando en una pradera alejada de la zona anterior, el cielo se extendía despejado, con una ligera brisa que hacía danzar los mechones de cabello de Mitsuki mientras caminaban por un sendero que bordeaba un acantilado. A lo lejos, la gigantesca isla de Ectiviland se alzaba como una fortaleza en el horizonte, con su silueta recortada contra el azul del mar. Mitsuki no podía evitar echar un último vistazo atrás, tratando de entender cómo habían llegado tan rápido tan lejos.

—Entonces, ¿alguien me va a explicar qué es esta "misión definitiva"? —preguntó Mitsuki, con su tono habitual de calma, aunque sus ojos reflejaban un leve interés.

Allivy, caminando al frente con un paso decidido y dramático, giró sobre sus tacones (nota del creador: sí, ella seguía usando tacones incluso en terrenos complicados) y lanzó una mirada cómplice a Alaska, quien caminaba con una mezcla de cansancio y confusión.

—¡Ah, Mitsuki, Mitsuki! —exclamó Allivy, levantando un dedo al aire como si estuviera a punto de dar una conferencia magistral—. La misión de hoy consiste en acceder a una prismargia.

—¿Una qué? —intervino Alaska, inclinando la cabeza con una expresión de total desconcierto.

Allivy dio un salto elegante hacia una roca cercana, usándola como un improvisado escenario.

—¡Una prismargia! —repitió con entusiasmo, extendiendo los brazos como si estuviera revelando un gran secreto—. Mira, Alaska, Mitsuki, imaginen esto: un lugar tan extraño que parece que el planeta se hartó de seguir las reglas. Una prismargia es un… fenómeno, una anomalía, algo que pasa cuando te adentras demasiado en la profundidad de un planeta.

Mitsuki levantó una ceja.

—¿Qué tipo de fenómeno?

—Oh, querido Mitsuki, ¡es como si el planeta decidiera abrir una puerta a su lado más excéntrico! —dijo Allivy, haciendo un gesto amplio—. Digamos que estás en una cueva normal, ¿ok? Caminas, bajas un poco más, y de repente, ¡bam! El suelo desaparece, y cuando menos te lo esperas, estás cayendo en algo que no tiene nada que ver con el lugar de donde viniste.

Alaska frunció el ceño.

—¿Es como caer a otro mundo?

—¡Exactamente! —exclamó Allivy, señalándola con dramatismo—. Una prismargia es como un sueño febril del planeta. Un mundo dentro del mundo, con reglas propias, colores extraños, criaturas imposibles… ¡Es como si el planeta estuviera jugando a ser artista conceptual!

Mitsuki se cruzó de brazos, claramente poco convencido.

—¿Y cómo es que algo así existe?

Allivy se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.

—Oh, detalles, detalles. Nadie sabe exactamente cómo o por qué aparecen, pero lo que importa es que tú, querido Mitsu, tendrás que entrar y… bueno, sobrevivir.

—¿Sobrevivir? —repitió Alaska, mirando a Allivy con los ojos abiertos como platos.

—Claro que sí —respondió Allivy, dando un giro sobre sí misma y retomando el camino—. Aunque no te preocupes. La mayoría de las personas que entran a una prismargia solo desaparecen para siempre.

—¿Qué? —exclamaron Mitsuki y Alaska al unísono.

—¡Era una broma! —rió Allivy, aunque su sonrisa dejaba la duda en el aire—. Bueno, en parte.

Mientras avanzaban, Mitsuki miró de nuevo hacia la isla de Ectiviland, cada vez más lejana, preguntándose en qué momento su vida se había vuelto tan extraña.

—Entonces, ¿cuál es el objetivo real? —preguntó Mitsuki.

—Eso lo descubrirás al llegar —respondió Allivy con un tono enigmático, mientras el sendero comenzaba a inclinarse hacia una oscura entrada que parecía llevar hacia las profundidades de la tierra.

Allivy caminaba unos pasos por delante, ajustándose el cabello con aire despreocupado. De pronto, se detuvo y se giró hacia Mitsuki con una sonrisa juguetona.

—Escucha bien, Mitsuki. Solo necesitas saber dos cosas importantes para esta misión. —Sacó del bolsillo de su túnica un brazalete que parecía salido de un laboratorio ultrasecreto—. Te voy a dar un número de teléfono. Instálalo en este brazalete. Es tecnología de último nivel, ¿eh? Nada que hayas visto antes.

Mitsuki levantó una ceja, claramente confundido, pero tomó el brazalete y comenzó a manipularlo. La pantalla holográfica brilló al ingresar el número, y un nombre apareció frente a él.

—¿Gisi Kuyomizu? —leyó en voz alta, mirando a Allivy con desconfianza.

—¡Exactamente! —respondió ella, señalándolo con entusiasmo— Si en algún momento sientes que las cosas se están saliendo de control, simplemente presiona este pequeño juego de botones aquí. —Le mostró una combinación discreta en el lateral del brazalete—. Y listo, estarás a salvo en un abrir y cerrar de ojos.

Mitsuki observó el brazalete con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

—¿Y cómo se supone que eso va a salvarme?

Allivy sonrió con malicia y se encogió de hombros.

—Ah, querido Mitsuki, ¿dónde está la diversión si te lo explico todo?, será para ti una experiencia única… Solo confía en mí… bueno, lo suficiente. —Le guiñó un ojo—. Créeme, no vine a matarte con esta misión. Aunque… —hizo una pausa dramática y alzó las cejas—, no sería la peor forma de salir, ¿no?

Mitsuki la miró con los ojos entrecerrados, suspirando.

—Tu sentido del humor es algo… extraño.

—Hay casos donde solamente tienes que reírte, Mitsu —respondió Allivy con una carcajada ligera, antes de volver a caminar como si nada.

Al acercarse, se divisó la entrada de una cueva oscura y húmeda, rodeada por una neblina tenue que parecía moverse como si tuviera vida propia. Allivy, con una sonrisa que irradiaba confianza, miraba a Mitsuki.

—¡Buena suerte! Sé que lo harás genial. Después de todo, tú siempre encuentras la manera de sorprendernos. —Le puso una mano en el hombro, su tono despreocupado contrastando con la seriedad del lugar.

Alaska, de pie junto a Allivy, parecía algo más tensa. Su mirada alternaba entre Mitsuki y la entrada de la cueva. Finalmente, respiró hondo y dijo:

—Oye, Mitsuki… cuídate ahí dentro, ¿sí? Buena suerte. —Aunque intentaba sonar tranquila, su voz traicionó un toque de nerviosismo.

Mitsuki no dijo nada. Simplemente les lanzó una mirada confiada antes de adentrarse en la cueva.

Al principio, todo parecía normal. La cueva no era más que un entramado de túneles con paredes rugosas y un eco que amplificaba cada paso. Sin embargo, al dar un paso en falso, el suelo cedió repentinamente bajo sus pies.

—¡¿Qué carajos…?! —exclamó Mitsuki mientras caía en picada hacia un abismo interminable.

El aire silbaba a su alrededor mientras caía, y por un instante, una chispa de miedo cruzó su mente. Pero en cuanto la oscuridad comenzó a dar paso a un extraño destello de luz iridiscente de color celeste, algo en su interior le dijo que no iba a morir.

Finalmente, llegó el suelo con una agilidad sorprendente, cayendo de pie como si hubiera sido un aterrizaje perfectamente calculado.

—¿Qué demonios fue eso…? —murmuró, observando a su alrededor con los ojos entrecerrados.

El lugar donde había aterrizado no se parecía en nada al interior de la cueva. El suelo estaba cubierto de un material cristalino que reflejaba colores imposibles, y el aire parecía cargado de una energía palpable. Mitsuki se quedó quieto por un momento, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir.

—Entonces, esto es una prismargia… —dijo para sí mismo, mientras una pequeña sonrisa comenzaba a formarse en sus labios.

Cuando Mitsuki levantó más la vista, lo primero que lo golpeó fue el brillo deslumbrante de un cielo completamente celeste, más intenso de lo que jamás había visto. El lugar era tan colorido que sus ojos casi le dolieron al intentar ajustarse. Todo parecía vibrar con vida, como si los colores mismos respiraran.

A su alrededor, enormes cataratas se alzaban desde fuentes imposibles. El agua caía en todas direcciones, incluso hacia arriba, formando arcos que flotaban en el aire antes de disiparse en niebla luminosa. Cada gota de agua brillaba como si contuviera su propio arcoíris en miniatura, y el sonido de las cascadas era un eco armonioso, casi musical.

Mitsuki empezó a caminar, observando las estructuras que emergían del suelo, extrañas y fascinantes. Una torre en espiral hecha de cristal translúcido se alzaba a lo lejos, su superficie reflejando todos los colores del entorno como un prisma gigante. Cerca, una serie de puentes colgantes parecían formados de cuerdas hechas de agua sólida, conectando islotes flotantes cubiertos de vegetación luminiscente.

En el suelo, charcos de agua vibraban como si fueran espejos vivos, reflejando no solo el cielo y el entorno, sino escenas de otros lugares que Mitsuki no reconocía. Era como si la realidad misma estuviera siendo filtrada a través de un lente caleidoscópico.

A medida que avanzaba, pequeños orbes flotantes de luz comenzaron a rodearlo, parpadeando suavemente y siguiendo cada uno de sus movimientos. Eran como guardianes curiosos, pero inofensivos. Mitsuki los observó con una mezcla de cautela y asombro.

—Este lugar es… irreal. —Susurró para sí mismo, aún tratando de asimilar la magnitud de lo que veía.

En la distancia, una formación que parecía una especie de templo comenzó a hacerse visible entre la niebla brillante. Su estructura parecía hecha de un metal desconocido de color azulado, que reflejaba la luz de las cataratas en formas hipnóticas. Tenía enormes puertas con grabados que pulsaban con un brillo azulado, como si lo estuvieran esperando.

Mitsuki, con los ojos todavía ligeramente entrecerrados por la intensidad del ambiente, respiró profundamente y avanzó hacia el templo. No tenía idea de qué lo esperaba allí, pero una cosa era segura: no había vuelta atrás.

Mitsuki avanzó por el interior del templo, rodeado por los patrones caleidoscópicos que parecían respirar con vida propia. Su mirada iba de un lado a otro, tratando de entender el lugar, pero lo único que lograba era sentirse más perdido.

—¿Qué clase de manicomio es este? —murmuró, mientras pateaba suavemente una roca flotante que pasó a su lado—. Allivy no pudo haber elegido un lugar más relajado, ¿verdad?

Un zumbido comenzó a llenar el aire, y Mitsuki se detuvo en seco.

—Ok… Eso no suena como una bienvenida...

El ruido aumentó, haciendo que el suelo temblara. Mitsuki frunció el ceño y miró hacia el altar.

—Seguro que si toco eso, algo horrible pasa. Porque en verdad, es muy parecido a…

Un sonido ensordecedor explotó de repente, obligándolo a caer de rodillas mientras se llevaba las manos a los oídos.

—¡¿QUÉ DEMONIOS?! —gritó, tratando de levantarse mientras el suelo temblaba violentamente bajo sus pies—. ¡No vine aquí para quedar sordo, maldita sea!

Las columnas flotantes comenzaron a caer, y Mitsuki esquivó una que pasó a centímetros de sus ojos color púrpura.

—¡¿De verdad?! ¿Por qué siempre termino en el centro del desastre? —gruñó mientras corría hacia una de las paredes para cubrirse de mejor manera.

Cuando la luz lo cegó momentáneamente, Mitsuki se quedó congelado. Miró hacia los reflejos de los cristales rotos, y ahí estaba: un ojo gigantesco, girando lentamente en los fragmentos, como si lo estuviera evaluando.

—Oh, genial. Ahora tengo un acosador gigante. Perfecto.

El ojo parpadeó, y la onda de sonido lo lanzó de espaldas al suelo.

—¡Maldita sea! ¿Qué es esa cosa? —jadeó, levantándose mientras el ojo se movía de un reflejo a otro.

El suelo comenzó a desmoronarse bajo sus pies, y Mitsuki soltó una carcajada amarga.

—¡Claro! Porque un templo derrumbándose no era suficiente. Ahora un ojo gigante me quiere matar. Que divertido

Cada vez que daba un paso hacia la salida, el ojo parecía moverse más rápido, siguiendo cada uno de sus movimientos.

—¡Déjame en paz, maldito bicho raro! —gritó mientras esquivaba un trozo de columna que caía frente a él.

Un sonido más fuerte que los anteriores retumbó en el aire, y Mitsuki miró hacia el vacío que comenzaba a abrirse bajo sus pies.

—¡Oh no, no, no! ¡Ni se te ocurra tragarte el suelo también! —exclamó, saltando hacia un lado justo a tiempo para evitar caer.

Corrió hacia lo que quedaba de la entrada del templo, esquivando los escombros y el vacío brillante que se extendía por todas partes.

—¡Allivy! ¡Alaska! ¡Podrían haberme avisado de esto, maldita sea! —gritó, aunque sabía que nadie lo escuchaba.

El ojo apareció una vez más en un reflejo cercano, y Mitsuki lo miró fingiendo calma mientras se lanzaba hacia la salida de espaldas.

—¡Sí, tú también! ¡Nos vemos en el infierno, cabrón!

Con un último salto, Mitsuki logró salir justo antes de que el templo colapsara por completo detrás de él, dejándolo jadeando en el suelo mientras el retumbar se desvanecía poco a poco.

—Definitivamente… nunca más hago pruebitas para Allivy. —murmuró, mientras intentaba recuperar el aliento.

Mitsuki se levantó del suelo, sacudiéndose los restos de polvo brillante que le cubrían el cuerpo. La calma momentánea no duró mucho; una vibración pesada recorrió la plataforma en la que estaba, haciéndolo mirar hacia abajo con cautela.

—Esto definitivamente es una bienvenida…

El temblor aumentó, y Mitsuki notó algo extraño en la superficie translúcida bajo sus pies: un par de labios gigantes que se curvaban en una sonrisa siniestra. Su estómago dio un vuelco.

—¿Eh? ¡Por favor! —gritó, retrocediendo instintivamente, pero la plataforma completa comenzó a hundirse.

El monstruo emergió lentamente, con una forma tan surrealista como amenazante. Su cuerpo parecía una mezcla entre una llama y un elefante, con un pelaje ondulante en tonos iridiscentes que cambiaban con cada movimiento. Sus colmillos brillaban como cristal, y sus ojos eran dos esferas líquidas que reflejaban el caos del entorno. Pero lo que más destacaba eran esos labios gigantes que se abrían lentamente, revelando un abismo oscuro que parecía querer devorar todo a su paso.

—¡Oh, genial, Me va a comer un animal! —exclamó Mitsuki mientras la plataforma se inclinaba aún más, forzándolo a mantener el equilibrio.

El monstruo soltó un rugido que resonó como un coro de ecos deformes. Mitsuki se cubrió los oídos por reflejo, pero el movimiento lo desequilibró, haciendo que cayera de rodillas.

—¡¿Quién fue el lunático que creó esto?! —gritó, mirando con horror cómo la criatura abría aún más su boca, como si estuviera saboreando la idea de devorarlo.

De repente, el suelo cedió por completo, y Mitsuki cayó directamente hacia la boca del monstruo.

—¡Mierda, mierda, que puto asco! —gritó, tratando de agarrarse de los bordes resbaladizos de la plataforma, pero no había nada que pudiera sostenerlo.

Antes de que pudiera reaccionar, ya estaba dentro del monstruo, flotando en un espacio extraño que parecía no tener gravedad. A su alrededor, todo era un caos de colores y texturas ondulantes, como si estuviera atrapado en el interior de un caleidoscopio viviente.

—¿En serio? ¡Ahora soy el almuerzo de un elefante-flamígero gigante! ¡Esto no puede ser más raro! —se quejó, mientras trataba de orientarse en el extraño ambiente.

El interior del monstruo se movía como si estuviera vivo, apretando y estirando las paredes brillantes que lo rodeaban. Mitsuki, frustrado, golpeó una de las superficies cercanas, haciendo que el lugar vibrara de manera agresiva.

—¡Bien, monstruo raro! ¿Quieres pelear? ¡Vamos a hacerlo! —gritó, tratando de sonar más valiente de lo que se sentía.

Justo cuando estaba pensando en cómo salir de ahí, las paredes comenzaron a cerrarse lentamente. El monstruo claramente no tenía intención de soltarlo tan fácilmente.

Mitsuki respiraba agitadamente mientras el interior del monstruo parecía querer aplastarlo con cada movimiento ondulante. Golpeaba las paredes viscosas en un intento desesperado por liberarse, pero no lograba nada.

—¡Esto es ridículo! —gruñó, deteniéndose finalmente y llevándose una mano al rostro, frustrado—. ¡¿Cómo se supone que voy a salir de un maldito elefante-llama gigante?!

En ese momento, una idea loca cruzó su mente. Miró alrededor, recordando lo extraño que era ese lugar, y sus ojos brillaron con un destello de resolución.

—Todo aquí es raro, pero yo. Soy estúpido.

Se quedó quieto por un momento, respirando hondo. Cerró los ojos y recordó lo que Allivy había dicho sobre sus habilidades innatas. Extendió una mano hacia su rostro, estirando suavemente la piel cerca de sus ojos. Un calor repentino recorrió su cuerpo, y una energía púrpura comenzó a envolverlo como un aura vibrante.

—Yo también tengo mis trucos, Panzón…

De repente, su cuerpo se desintegró en un destello púrpura brillante, dejando un vacío momentáneo dentro del monstruo. Mitsuki reapareció fuera de la criatura, jadeando, pero con una sonrisa satisfecha en el rostro.

—¡Cómo pude olvidarlo! —exclamó, observando el monstruo desde fuera, que ahora parecía confundido y furioso al no encontrarlo dentro.

Sin perder tiempo, Mitsuki extendió su mano derecha y dejó que la energía púrpura que lo rodeaba se concentrara en su palma. Con mucha tranquilidad la sobrecargaba, pero se acumulaba hasta un punto casi incontrolable, sin embargo no podía detenerse ahora.

—¡Esto es por intentar comerme, idiota! —gritó, lanzándose hacia el monstruo.

Con toda su fuerza, Mitsuki golpeó el estómago inferior de la criatura, y el impacto fue devastador. La energía púrpura explotó en todas direcciones, reventando al monstruo en mil pedazos. El aire se llenó de un estruendo ensordecedor y una lluvia de sangre celeste que cubrió a Mitsuki de pies a cabeza.

El chico cayó de rodillas al suelo, su mano derecha temblando y adolorida por el esfuerzo. Miró su palma, ahora enrojecida y ligeramente herida, y dejó escapar una risa entrecortada.

—No te hubieras metido conmigo, criatura… —murmuró, agotado pero aliviado de haber salido con vida.

Se levantó lentamente, aún cubierto de la sangre brillante del monstruo, y observó el extraño ambiente que había dejado lo que quedó del mounstro.

Mitsuki se subió a una enorme roca plana frente a una cascada que parecía flotar en el aire. El agua caía en formas extrañas, como si la gravedad fuera opcional, creando un sonido hipnotizante que llenaba el aire. Sin pensarlo demasiado, Mitsuki se quitó su chaqueta negra con líneas moradas, ahora completamente empapada de sangre celeste, y la arrojó a un lado.

—Qué asco… —murmuró mientras se deslizaba al agua cristalina que rodeaba la roca.

El agua era sorprendentemente cálida, y al sumergirse completamente, sintió cómo las manchas pegajosas y la tensión se deslizaban fuera de su cuerpo. Cerró los ojos por un momento, disfrutando del momento de paz en un lugar que parecía diseñado para confundir y desconcertar.

Se levantó del agua tras un último chapuzón, su cabello empapado goteando mientras volvía a sentarse en la roca. Miró sus manos, especialmente la derecha, aún adolorida por el golpe que había lanzado.

—Me tardé mucho en atacar… —reflexionó en voz alta, frunciendo el ceño mientras apoyaba los codos en sus rodillas—. Este lugar… juega con los nervios de cualquiera que entra. Me desconocí por un momento y eso fue bastante raro.

Suspiró, pasándose una mano por su cabello rubio, ya empapado.

—Normalmente habría destrozado a esa cosa en segundos. Pero no logré ordenar mis ideas… —admitió, dejando que una risa nerviosa escapara de sus labios.

Se llevó una mano a la frente, sonrojándose ligeramente mientras se burlaba de sí mismo.

—Me alteré demasiado yo solito. Qué patético… ni siquiera hacía tanto calor como para derretirme así.

Se quedó en silencio un momento, observando las cascadas y el extraño cielo que cambiaba de colores como un caleidoscopio. Era un mundo extraño, pero no podía permitirse bajar la guardia otra vez. Se levantó, exhalando profundamente mientras se acomodaba lo mejor que pudo.

—Bueno, Mitsuki, suficiente de ser un idiota. Hay que moverse antes de que otro elefante-lama intente hacerme su cena. —Sonrió, más animado, y comenzó a caminar hacia lo desconocido con renovada determinación.

Mitsuki siguió avanzando, aún húmedo y con la sensación de que este extraño mundo intentaba confundirlo más con cada paso que daba. A medida que exploraba, se encontraba con fenómenos que desafiaban toda lógica: árboles con raíces que flotaban en el aire, frutos que se desintegraban al tocarlos y volvían a formarse en cuestión de segundos, y peces que nadaban fuera del agua como si fueran aves.

—Wow, Nada aquí tiene sentido alguno… —murmuró Mitsuki, observando cómo una roca aparentemente inofensiva flotaba hasta un punto alto y luego caía como si tuviera vida propia.

Más adelante, encontró una estructura que parecía ser un puente hecho de cristales que reflejaban todo menos su propia imagen. Al cruzarlo, una brisa cálida lo envolvió, y pudo ver lo que parecía ser un nido gigante, donde criaturas pequeñas y luminosas se movían en perfecta sincronía, creando formas en el aire como si estuvieran bailando.

—Hermoso, pero esto no me ayuda en nada… —comentó Mitsuki, apreciando lo que veía con atención.

Tras horas de deambular, con el sol inexistente de este mundo aparentemente sin tiempo, se dio cuenta de que no estaba avanzando hacia ninguna parte.

—¿Qué se supone que tengo que hacer aquí? —gruñó, pateando una roca que inmediatamente salió volando como si tuviera alas propias—. Esto es absurdo.

Después de tanto vagar y enfrentarse al caos del lugar, Mitsuki decidió sacar su celular. Se sentó sobre una roca flotante y, con un suspiro de resignación, marcó el número de Allivy.

Mientras esperaba, observó cómo un grupo de peces de colores brillantes nadaba en círculos en el aire cantando melodías. "Lindo concierto", pensó.

Finalmente, la voz despreocupada de Allivy respondió al otro lado:

—¡Vaya, vaya! ¿Tan rápido extrañando a tu mentora?

—Extrañarte no es la palabra… —dijo Mitsuki, mientras pasaba una mano por su cabello mojado—. Estoy perdido. Este lugar es un desastre para mi.

—¡Oh, por favor! ¿Ya te cansaste de explorar las maravillas de la prismargia?

—Si por "maravillas" te refieres a monstruos que intentan comerme y estructuras que flotan sin razón aparente, entonces sí, estoy harto.

Allivy soltó una risa ligera.

—Relájate, Mitsuki. Este lugar está diseñado para sacarte de tu zona de confort. Por cierto, ¿has usado el brazalete?

—¿El brazalete? Pensé que era un simple artefacto de moda… —respondió Mitsuki, mirando el aparato en su muñeca con escepticismo.

—¡Ja! Es mucho más que eso. El brazalete puede absorber y canalizar parte de la energía de este lugar. Úsalo si necesitas estabilizarte o concentrar tu poder.

—¿Y no pudiste decirme eso antes de lanzarme aquí?

—¿Dónde estaría la diversión en eso? —bromeó Allivy—. Además, no te envié ahí solo para pasear. El Brazalete también sirve para llamar a una persona, que te va a ayudar a tu verdadera misión dentro de ahí!

—Genial. En ese caso, No perdamos más el tiempo. Supongo que es hora de confiar en tu dichosa tecnología —dijo Mitsuki, observando el brazalete con desconfianza.

—¡Eso es lo que quería escuchar! —respondió Allivy con entusiasmo—. Ahora que ya te has familiarizado un poco con la prismargia, este es el momento perfecto. ¡Prepárate para ir a convertirte en un Prodigio!

Antes de que Mitsuki pudiera responder, Allivy colgó abruptamente.

—¿Qué cosa? ¿Y tan difícil era despedirse de mejor manera? —murmuró Mitsuki, apretando el brazalete con resignación.

Con un giro rápido en el panel lateral, activó el dispositivo. Al instante, una ráfaga de energía púrpura lo rodeó y todo a su alrededor comenzó a cambiar. La gravedad pareció perder el control: rocas flotantes comenzaron a girar, el agua de las cascadas se curvó como espirales y él mismo sintió como si fuera arrastrado hacia todas direcciones a la vez.

—¡Basta! ¿Ahora qué?! —gritó Mitsuki, aferrándose al suelo que parecía tambalearse como un barco en una tormenta.

Después de unos segundos que parecieron eternos, todo volvió a la normalidad. El agua regresó a su curso, las rocas se estabilizaron, y Mitsuki soltó un suspiro de alivio mientras se enderezaba.

—Bueno, al menos no exploté. Eso ya es un logro en este lugar.

De repente, un sonido extraño para ese lugar rompió el silencio: ronquidos. Mitsuki se congeló, mirando alrededor con incredulidad.

— ¿Ronquidos? Aquí…

Giró lentamente hacia la fuente del ruido y, para su asombro, vio a una chica acurrucada sobre una roca cercana, durmiendo profundamente. Era increíblemente parecida a Allivy, pero con un peinado de dos colitas teñidas de rosa que caían en suaves ondas sobre sus hombros.

—¿Qué… cómo…? —Mitsuki se acercó con cuidado, observándola como si fuera una especie de alucinación de la prismargia—. ¿Y tú Quién diablos eres? ¿Y cómo acabaste aquí de la nada?

La chica se movió ligeramente, murmurando algo incomprensible en sueños, mientras seguía profundamente dormida. Mitsuki se rascó la cabeza, desconcertado.

—Esto tiene que ser una broma. ¿Me estás diciendo que esta cosa puede teletransportar gente desde sus camas? —Se cruzó de brazos, mirando el brazalete—. Allivy, espero que tengas una buena explicación para esto…

Con cautela, Mitsuki intentó despertar a la chica.

—Oye, tú. Despierta, extraña copia de Allivy. Este no es exactamente el mejor lugar para echarte una siesta…

Mitsuki se acercó un poco más, inclinándose sobre la chica mientras seguía roncando suavemente. Con un toque leve en su hombro, intentó despertarla.

—Oye, esto no es un hotel. Levántate.

La chica se removió un poco, pero no abrió los ojos. Con voz adormilada y algo irritada, murmuró:

—Déjame dormir…

Mitsuki retrocedió un paso, incrédulo.

—¿Déjame dormir? ¿En serio? —. Estamos en una prismargia, un mundo que literalmente trata de matarte, y tú decides que este es el lugar ideal para echarte una siesta.

La chica se dio la vuelta en la roca, acurrucándose aún más cómoda. Mitsuki se quedó mirándola un momento, antes de soltar un largo suspiro.

Se inclinó hacia ella de nuevo, esta vez más cerca, y dijo en un tono más firme:

—Oye, "dormilona", no sé cómo llegaste aquí, pero si no te levantas en este instante, te juro que… no sé, ¿te lanzo al agua para despertarte?

La chica solo respondió con un leve gruñido, mientras Mitsuki rodaba los ojos y se rascaba la cabeza, sintiéndose más frustrado que nunca con lo difícil que fue el día.

Mitsuki observaba a la chica que seguía acurrucada sobre la roca, sin intención alguna de moverse.

—¿Me vas a decir quién eres o prefieres que te deje aquí para que algún monstruo te use como almohada? —preguntó Mitsuki, con tono sarcástico.

La chica bostezó y finalmente abrió un ojo, mirándolo con una expresión que mezclaba flojera y molestia.

—Mitsuki, ¿puedes dejar de hacer tanto ruido? Estoy intentando dormir aquí —respondió con un tono tan casual como si estuvieran en una sala de estar, no en un mundo surrealista y peligroso.

Mitsuki parpadeó, confuso.

—¿Otra que sabe cómo me llamo? Esto ya es demasiado

Ella se estiró como si acabara de despertar de la mejor siesta de su vida, ignorando completamente la pregunta.

—Tú siempre tan intenso, ¿no? Es tan típico de ti molestarte por todo. Relájate un poco, ¿quieres?

—¿Típico de mí? ¿Qué estás diciendo…? —Mitsuki dio un paso hacia atrás, frunciendo el ceño—. ni te conozco. 

La chica se sentó finalmente, cruzando las piernas y apoyando la barbilla en una mano mientras lo miraba como si estuviera evaluándolo.

La chica bostezó, ignorando su tono molesto, y respondió con una calma desconcertante:

—No me conoces, pero yo a ti sí. Mamá me ha hablado de ti y de tu misión.

Mitsuki frunció el ceño, claramente confundido.

—¿Mamá? ¿Mi misión? ¿De qué hablas?

La chica, con una expresión que mezclaba pereza y diversión, abrió un ojo y lo miró como si estuviera explicándole algo obvio.

—Allivy Kuyomizu. ¿Quién más?

Mitsuki dio un paso atrás, tan sorprendido que casi tropieza con una roca.

—¿¡Allivy es tu mamá!? —exclamó, muy sorprendido—. ¿Cómo es eso posible? Ella nunca mencionó que tuviera una hija.

La chica bostezó nuevamente y se encogió de hombros.

—No lo anda diciendo por ahí. No es como si fuera un tema de conversación casual.

Mitsuki arqueó una ceja, claramente aún más intrigado.

—¿Y tu padre? ¿Allivy está casada o algo así?

Ella soltó una risa breve, como si la pregunta le resultara absurda.

—No.

La respuesta fue tan directa que Mitsuki se quedó en silencio por un momento, su mente intentando llenar los huecos de la historia.

—Entonces… ¿cómo es posible? —preguntó, aún incrédulo.

La chica suspiró, estirándose como si estuviera aburrida del tema.

—Es una larga historia, pero digamos que solo tengo genes única y exclusivamente de ella.

Mitsuki parpadeó un par de veces, completamente desconcertado.

—Eso no tiene sentido…

—No tiene que tener sentido para ti, —interrumpió ella con una sonrisa burlona—. Ahora, ya que me despertaste, hagamos tu misión. Quiero terminar rápido para seguir durmiendo.

Mitsuki se llevó una mano a la frente y soltó un largo suspiro.

—Esto es increíblemente raro, incluso para los estándares de este lugar.

Ella se puso de pie con una agilidad inesperada, ajustándose las colitas de su cabello.

—Bienvenido a mi vida, Mitsuki. Anda, muéstrame qué tan bueno eres.

Mientras caminaban por el extraño y cambiante paisaje, las tonalidades celestes del lugar comenzaban a desvanecerse, siendo reemplazadas lentamente por un rosa intenso que teñía el aire. Mitsuki miró a su alrededor, asombrado por la rapidez con la que el ambiente parecía cambiar, como si el mismo mundo estuviera moldeándose a su alrededor.

—Y ¿cómo te llamas? —preguntó Mitsuki, tratando de desviar su atención de la surrealidad que los rodeaba.

La chica lo miró con una sonrisa perezosa, como si se hubiera olvidado de la pregunta hasta ese momento.

—Me llamo Gisi Kuyomizu. —respondió sin mucho entusiasmo.

Mitsuki no pudo evitar sentirse más confundido, pero no tuvo tiempo para procesarlo, ya que Gisi continuó hablando, su tono cambiando a uno más serio.

—Y hoy… tu misión será derrotarme en una pelea.

Mitsuki se detuvo en seco, su mente procesando las palabras. No se esperaba eso en lo absoluto.

—¿Qué? —preguntó, incapaz de ocultar su sorpresa.

Gigi giró hacia él con una mirada desafiante, casi como si disfrutara de la confusión que acababa de sembrar en su rostro.

—Sí, derrotarme. —dijo con una sonrisa traviesa, disfrutando del momento.

Mitsuki estaba completamente impactado, sin saber si tomarse en serio o no las palabras de esta chica. Pero una cosa era segura: la misión había sido revelada en ese momento, enfrentarse a lo que parecía ser ¿Una Celestial?. ¿Mitsuki porfin enseñará qué tan fuerte es? ¿Y qué tan fuerte podría ser una Celestial?