«¿Quién es él...?», pensaba mientras el reloj en la torre marcaba los segundos, prolongando su confusión.
Justo cuando empezaba a caer en sus pensamientos más profundos, una voz familiar la llamó de repente, acercándose rápidamente entre los cerezos en flor.
—¡Naomi! ¡Naomi, lo siento mucho! Me quedé dormida, ¿te hice esperar mucho? — preguntó una chica de cabello castaño que llegaba sobre sus hombros, con un tono lleno de disculpas.
¡Saori! ¡Al fin llegas! – dijo Naomi, entre lágrimas y risas nerviosas, abrazaba a su amiga como si hubiera pasado una eternidad desde la última vez que la vio. — Lo siento, lo siento, no me odies, por favor – replicó Saori, entre risas y pucheros, pero sin dejar de acariciar su cabeza como si intentara consolar a una niña pequeña que había perdido su juguete favorito. Naomi, más calmada tras el abrazo, recogió su mochila y, mientras caminaban hacia la escuela, le contó a Saori todo lo que había sucedido. Cada palabra que pronunciaba reflejaba el miedo y la inseguridad que la habían invadido durante esos momentos de angustia.
—Lo siento tanto, Naomi, no debí haberte hecho esperar sola. Me alegra tanto que no te haya pasado nada —dijo Saori, sincera y algo avergonzada. Se sentía culpable por lo sucedido.
Mientras llegaban a las puertas de la escuela, ambas chicas apuraron el paso para no llegar tarde. Después de unos minutos en el auditorio, donde los profesores daban la bienvenida al nuevo ciclo escolar, Naomi y Saori se dirigieron a los pasillos para ver en qué clase les había tocado. Se acercaron al tablero con las listas de los estudiantes asignados a cada salón.
—¡Nao! ¿En qué grupo te tocó? —preguntó Saori, acercándose a Naomi con expectativa.
—Estoy en el segundo grupo —respondió Naomi, revisando la lista.
—¡¿Qué?! ¡No es justo! A mí me tocó en el tercero —dijo Saori, mostrando un pequeño puchero mientras agitaba los brazos en señal de protesta.
—¡Eh! ¿En serio? —exclamó Naomi, buscando rápidamente el nombre de su amiga para comprobarlo.
—¡Nooo! Nao, yo quería estar en la misma clase que tú. ¡Y vine a esta escuela para estar juntas! —se quejó Saori, abrazando a Naomi desde la espalda, montando un pequeño berrinche que llamaba la atención de los demás estudiantes que pasaban por allí.
Naomi, sintiéndose algo incómoda por la escena que su amiga estaba montando, trataba de soltarse sin llamar más la atención. Pero mientras lo hacía, sus ojos se cruzaron con los del chico que la había salvado esa mañana. Estaba allí, cerca del tablero, silencioso y sombrío, observando la lista con desinterés. Parecía completamente ajeno a la escena que Saori estaba protagonizando.
—Yo tampoco quería que nos separaran, Saori —dijo Naomi, tratando de consolar a su amiga con una sonrisa fugaz.
—¡No! ¡No es justo! —repetía Saori, aferrándose más a Naomi.
—Pero aún podemos vernos todos los días, venir juntas a la escuela y almorzar —sugirió Naomi, tratando de calmarla.
—Está bien —respondió Saori, finalmente calmándose—. Te prometo que no volveré a llegar tarde.
Con Saori finalmente tranquila, ambas chicas se dirigieron a sus respectivas clases. Naomi caminaba lentamente por los pasillos, con nerviosismo, buscando el salón que le correspondía. Al llegar frente a la puerta, tomó aire y se asomó para observar el ambiente. Había muchos estudiantes dentro, todos conversaban animadamente entre ellos, haciendo bromas y compartiendo sus experiencias de las vacaciones de invierno. Parecía que ya se conocían.
Pero entonces, su mirada se detuvo en una figura familiar, sentada en el último asiento, cerca de la ventana. Era el chico que la había salvado esa mañana. Estaba solo, mirando a través del cristal, con una expresión distante, como si nada de lo que ocurría a su alrededor le interesara.
«¡Eh! También está aquí...», pensó Naomi mientras lo observaba con atención. «¿También será nuevo en la escuela...?».
Tratando de no llamar la atención, Naomi entró al salón y rápidamente tomó asiento. Pero antes de poder acomodarse, escuchó una voz burlona que resonó en todo el salón. —¡Vaya, vaya! ¡Miren quién está aquí! ¿Viniste por mí? ¿O viniste por mis besos? —gritó Makoto, quien estaba sentado al otro lado de la clase, acompañado de sus dos amigos.
El comentario fue seguido por risas, y Naomi sintió que todas las miradas se dirigían hacia ella.
«¿Por qué a mí?», pensó, deseando poder desaparecer en ese instante.
Avergonzada, se apresuró a llegar a su asiento, que estaba justo al lado del chico misterioso. Colocó su maletín sobre el escritorio, respiró hondo y, con nerviosismo, intentó saludarlo.
—Ho... hola, buenos días —dijo Naomi, con una voz temblorosa.
El chico, sin girarse hacia ella, permaneció inmóvil, como si no la hubiera escuchado. Naomi sintió una punzada de incomodidad, pero justo cuando iba a apartar la mirada, él giró lentamente su rostro hacia ella, mirándola por un breve instante. Naomi, nerviosa, desvió la vista de inmediato, incapaz de sostenerle la mirada.
Pasaron los minutos, y la clase comenzó. El profesor saludaba a los estudiantes con entusiasmo, hablando de las expectativas y los nuevos desafíos que les esperaban en el nuevo ciclo escolar. Mientras tanto, Naomi apenas prestaba atención. Su mirada se deslizaba hacia el chico junto a la ventana. Él permanecía inmóvil, con la vista fija en el profesor, pero Naomi sentía la tensión en el aire, como si una barrera invisible lo mantuviera apartado del resto.
De repente, Naomi sintió una punzada en la nuca, como si alguien la estuviera observando. Giró disimuladamente la cabeza y se encontró con el inconfundible guiño de Makoto. Su estómago se revolvió de inmediato, y el nerviosismo que ya la invadía se amplificó. Se mordió el labio, tratando de evitar cualquier contacto visual.
—Bueno, jóvenes, sé que muchos de ustedes ya se conocen, pero veo caras nuevas. Así que lo adecuado es que cada uno se presente y comparta sus metas para este año —dijo el profesor con una sonrisa.
«¿Presentación...? ¡No puede ser!» —pensó Naomi, sintiendo que la sangre le bajaba a los pies. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en tener que hablar frente a todos.
Las presentaciones comenzaron en orden de fila. Algunos estudiantes parecían aburridos, otros emocionados, mientras que Naomi, con el corazón latiendo con fuerza, trataba de calmarse. Sus manos temblaban ligeramente mientras escuchaba las presentaciones de sus compañeros, aunque apenas lograba prestar atención. Y entonces llegó el turno de Makoto.
—Que fastidio hacer esto —comenzó Makoto, con una mueca burlona en su rostro—. Mi nombre ya lo conocen, hasta la chica de los lentes ya tuvo el gusto de estar en mis brazos esta mañana.
Las miradas se dirigieron de inmediato a Naomi. Un murmullo de confusión y curiosidad recorrió el salón, mientras ella solo podía desviar la mirada y concentrarse en las marcas de su pupitre. Su rostro ardía de vergüenza. Solo quería desaparecer.
—¡Déjate de tonterías y haz rápido la presentación, o quieres que te lance esto! —regañó el profesor, visiblemente irritado mientras alzaba su borrador amenazante.
—¡Ok, viejo, tranquilo!
—¡¿Qué dijiste?! —El profesor, furioso, apretó el marcador con fuerza, mientras algunos estudiantes se reían nerviosos por el comentario insolente.
Antes de que el profesor pudiera arremeter contra él, Makoto decidió seguir con su presentación.
—Mi nombre es Makoto Hashimoto, tengo 16 años, y mi meta para este año... es que la chica de los lentes tenga su primer beso, y tal vez algo más —dijo Makoto, lanzando una mirada maliciosa a Naomi mientras le guiñaba el ojo.
Naomi, incapaz de enfrentar las risas y miradas que ahora la rodeaban, bajó aún más la cabeza. El peso de la humillación la hacía querer hundirse en su asiento. Sentía que todos los ojos estaban puestos en ella, y su única respuesta era permanecer en silencio, luchando por controlar las lágrimas.
El chico misterioso, sin embargo, no mostró ninguna reacción. Apoyó su rostro sobre sus manos, como si el comentario de Makoto y la tensión en el aula no existieran. La chica al lado de Naomi seguía concentrada en su libro, completamente ajena a lo que sucedía a su alrededor. El profesor, visiblemente enfadado, ordenó a Makoto salir de la clase y esperarlo en la sala de profesores.
—Veamos si puedes pensar en algo más apropiado mientras te esperamos —dijo el profesor, en un tono cortante.
Makoto, con un gesto de despreocupación, tomó su mochila y salió del salón. Poco a poco, las presentaciones continuaron, pero el aire todavía estaba cargado de tensión. Naomi apenas podía relajarse.
Cuando llegó el turno de la chica a su derecha, la atmósfera cambió por completo. Ella apartó con cuidado el libro que había estado leyendo, y, con una elegancia natural, se puso de pie. La luz que entraba por la ventana bañaba su figura, resaltando su larga cabellera pelirroja y sus brillantes ojos rojos. Las miradas de admiración, tanto de chicos como de chicas, no tardaron en aparecer.
—Buenos días. Mi nombre es Akane Miyazawa, tengo 16 años, y mi meta para este año es mejorar mis resultados y avanzar hacia mi objetivo, que es ingresar a la universidad. Espero compartir con todos momentos inolvidables y crecer juntos como grupo. Gracias —dijo Akane, con una voz suave pero firme. Su tono irradiaba confianza, y su belleza y sencillez causaron un silencio momentáneo en el salón.
Naomi observó a Akane con asombro. La claridad y seguridad en su presentación le hicieron sentir aún más insegura. Su propia presentación se acercaba, y las palabras de Akane solo aumentaban sus nervios.
—Por favor, la siguiente en presentarse —dijo el profesor, animándola a ponerse de pie.
Naomi empezó a sudar frío. Sus labios temblaban, y sus manos estaban rígidas mientras se levantaba con torpeza.
—Yo... bu... bu... mi nombre es Naomi Hanazawa —tartamudeó, y las risas de algunos compañeros no se hicieron esperar—. Tengo 15 años, y mi meta es... tener un buen año escolar. Gracias —dijo apresuradamente, deseando con todas sus fuerzas poder sentarse de nuevo y desaparecer.
El profesor, intentando suavizar la situación, respondió amablemente:
—Gracias a ti, Hanazawa.
Los murmullos entre sus compañeros se intensificaron:
"¡Otra nerd!". "Tendremos dos chicas nerd en la clase". "Creo que competirán por el primer puesto". "Pero Akane es más atractiva".
Naomi bajó la cabeza, tratando de no escuchar los comentarios, pero sus pensamientos no dejaban de atormentarla. «¡No puede ser! ¿Por qué piensan que soy tan inteligente como ella? ¡Mi intelecto es normal!», se quejaba en silencio.
Finalmente, las presentaciones continuaron, hasta que fue el turno del último estudiante en la fila: el chico misterioso. La tensión en el ambiente creció de inmediato, y el aula se llenó de un silencio incómodo. Naomi contuvo la respiración, ansiosa por escuchar su presentación.
—Mi nombre es Kotaro Himura, tengo 16 años. Aquí desde el primer año. Mis metas... son irrelevantes —dijo, con una frialdad que dejó a todos inmóviles.
Se sentó de nuevo sin decir una palabra más, y el profesor, claramente incómodo, balbuceó un agradecimiento:
—Gra... gracias por tu presentación, Himura.
Los murmullos comenzaron de nuevo:
"¿Qué le pasa a este chico?". "Sigue siendo raro, igual que el año pasado". "¿Por qué no se cambió de escuela?".
Pero Naomi no se unió a las voces. En cambio, sus ojos se enfocaron en Kotaro, tratando de leer lo que escondía su mirada vacía y distante. Había algo en él que no lograba comprender, pero que despertaba su curiosidad.
«Esos ojos... su mirada me recuerda tanto a él», pensaba, sin poder apartar la vista de Kotaro.
Finalizadas las presentaciones, la clase continuó de manera más tranquila. Naomi intentaba concentrarse, pero su mente seguía divagando entre los eventos de la mañana. Solo deseaba que la hora del almuerzo llegara rápido, para liberarse del estrés que la estaba consumiendo. Finalmente, el timbre sonó y todos se levantaron de sus asientos.
Naomi, insegura, quiso acercarse a Kotaro para agradecerle por lo sucedido en la entrada de la escuela, pero antes de dar el primer paso, una voz familiar la llamó desde la puerta del salón.
—¡Naomi! ¡Vamos a almorzar juntas! —gritó Saori, con su característico entusiasmo.
Sin meditarlo mucho, Naomi aceptó la invitación de su amiga y ambas se dirigieron al patio. El aire fresco y el césped verde ayudaron a Naomi a relajarse un poco, aunque seguía perdida en sus pensamientos. Mientras Saori hablaba animadamente, Naomi solo asentía de vez en cuando.
—¿Y qué tal con tus compañeros? ¿Cómo te fue? —preguntó Saori, con una sonrisa.
—...
—¡Tierra llamando a Naomi! —dijo Saori, mientras agitaba las manos frente a su amiga.
—¡Eh! ¡Lo siento! ¿Qué decías?
—Te preguntaba cómo te fue con tus compañeros —repitió Saori, riendo.
—Ah, bien... aunque el chico que me molestó en la entrada está en mi clase. Me da la impresión de que intentará hacerme la vida imposible. Ya se burló de mí durante la presentación —respondió Naomi, bajando la mirada.
—¡¿Qué?! Vamos a resolver esto ahora mismo. Si se mete contigo, se mete conmigo —dijo Saori, levantándose y recogiendo sus mangas como si se preparara para pelear.
—No, no es necesario. El profesor lo sacó de la clase —respondió Naomi, tratando de calmar a su amiga.
—Pero avísame si vuelve a molestarte.
—Está bien, lo haré. Aunque no quiero que esto se salga de control —dijo Naomi con una tímida sonrisa.
—No importa, tú solo avísame.
Naomi respiró hondo, aliviada de que la conversación se desviara hacia un tono más ligero. Pero entonces, Saori volvió a la carga con su entusiasmo de siempre.
—¡Ah, sí! El chico que te salvó esta mañana... ¿también está en tu clase?
—Sí... —respondió Naomi, sintiendo un leve calor en las mejillas.
—¡Qué emocionante! Tu príncipe está contigo. ¡Qué suerte! —exclamó Saori, casi dando saltos de emoción.
¡Eh! No, no es mi príncipe... —Naomi se sonrojó aún más.
—¿Y por qué no le agradeces con uno de tus deliciosos postres? —sugirió Saori, dándole un golpecito en el hombro.
—No sé si lo aceptaría... —dijo Naomi, bajando la cabeza, insegura.
—Oye, ahora que lo pienso, en mi clase oí que hay alguien peligroso en la escuela. Dicen que incluso los profesores le temen. ¿Ya lo conociste? —preguntó Saori, bajando la voz como si contara un secreto.
—¿Peligroso? ¿Será Makoto? Aunque él solo busca llamar la atención... aunque esta mañana me dio mucho miedo —admitió Naomi.
—No, no es Makoto. El chico del que hablo se llama Kotaro —respondió Saori, en tono conspirador.
—¿Kotaro...? Pero si él fue quien me salvó de Makoto. Aunque... ahora que lo mencionas, todos en clase le temen. No habla con nadie... —Naomi recordó la mirada fría y distante de Kotaro durante la clase.
—¡Qué! ¿Tu príncipe es el chico peligroso de la escuela? ¡Esto es increíble! En mi clase todos dicen que él pertenece a una banda de delincuentes, y hasta que fue expulsado de la secundaria una vez. —Saori parecía emocionada por la revelación.
—Pero no creo que sea así. Hay algo en él... algo que no parece encajar con esos rumores —dijo Naomi, con una mezcla de curiosidad y confusión.
La conversación fue interrumpida por el timbre que anunciaba el final del almuerzo. Ambas se levantaron y regresaron a sus salones. Naomi no podía dejar de pensar en las palabras de Saori. Los rumores sobre Kotaro y la frialdad con la que la había tratado la tenían inquieta.
Al día siguiente, Naomi decidió seguir el consejo de Saori y llevó un postre como muestra de agradecimiento para Kotaro. Llegó temprano a la escuela, decidida a acercarse a él, pero cuando lo intentó, Kotaro no mostró ninguna reacción. Parecía ignorarla por completo. Naomi, decepcionada, guardó el postre sin decir nada más.
Durante el almuerzo, Naomi intentó nuevamente hablar con él, pero Kotaro desapareció antes de que pudiera acercarse. Al cruzarse con Saori, ésta no pudo evitar notar la situación. —¡Hola, Naomi! ¿Vamos a almorzar juntas?
—Eh, sí... espérame un segundo —respondió Naomi, tratando de esconder el postre.
—¿Qué es eso?
—¿Esto? No es nada, solo un postre.
—¿Es para tu príncipe? —preguntó Saori, con una sonrisa maliciosa.
—No, no es para nadie —respondió Naomi, ruborizada.
La frustración de no poder entregarle el postre a Kotaro la acompañó todo el día. Al finalizar las clases, Naomi vio que Kotaro se levantaba de su asiento y salía rápidamente del salón. Justo cuando decidió seguirlo, una profesora la llamó.
—Disculpa, Hanazawa. Aquí está tu ensayo de esta mañana. Por favor, entrégale este a Himura, creo que ya se fue y no alcancé a dárselo.
—¿A Kotaro...? —preguntó Naomi, sorprendida.
—Sí, por favor. Entrégaselo mañana. Aunque, si pudieras dárselo hoy, te lo agradecería mucho. Necesita ver las correcciones para la prueba de mañana.
Naomi sintió que esta era su oportunidad para finalmente hablar con Kotaro y agradecerle. —Sí, lo haré.
De camino a la casa de Kotaro, Naomi no dejaba de cuestionarse si estaba haciendo lo correcto. Con cada paso que daba, las dudas se multiplicaban. Al llegar, vio que la casa era pequeña pero acogedora. Se quedó frente a la puerta durante varios segundos, con el corazón latiendo con fuerza y las manos temblorosas. Finalmente, presionó el timbre, sosteniendo el postre con ambas manos.
«Solo le entregaré el ensayo y me iré. No hay de qué preocuparse... es solo eso», pensaba Naomi, tratando de calmarse. Entonces, la puerta se abrió.
—¿Hola? —dijo una vocecita tierna. Era una niña de unos 5 años, con una apariencia que irradiaba dulzura.
«¡Qué linda!» —pensó Naomi, con una sonrisa automática.
Hola, pequeña. Soy compañera de Himura, vengo a traerle una tarea —respondió Naomi, más tranquila al ver la ternura de la niña.
—Mi hermanito no ha llegado de la escuela —respondió la niña.
—¿Quién es, hija? —se escuchó una voz adulta desde dentro de la casa.
—Es una amiguita de mi hermanito —dijo la niña, con una sonrisa traviesa.
—¡Amiga! Adelante, pasa —dijo la mujer, abriendo más la puerta para invitarla a entrar.
Naomi entró tímidamente, presentándose formalmente. La madre de Kotaro, una mujer de cabellera negra hasta los hombros y rostro cansado, la recibió con una sonrisa cálida. La niña, que se presentó como Sakura, irradiaba una alegría que contrastaba con la personalidad de Kotaro.
—Primera vez que viene una compañera de Kotaro a casa. Qué felicidad —dijo la madre—. Siempre me preguntaba si tenía amigos, pero por su forma de ser, creo que no le es difícil.
Las palabras de la madre la dejaron algo desconcertada. «¿Por su forma de ser...?», pensó Naomi, mientras intentaba procesar lo que decía la señora. En ese momento, se escuchó la puerta abrirse.
—¡Ya llegué! —se oyó una voz animada desde la entrada.
—¡Hermanito! —gritó Sakura, corriendo hacia la puerta.
—Hola, muñequita —respondió Kotaro, mientras cargaba a su hermana en brazos y la llenaba de besos.
—Bienvenido, hijo. ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó su madre, mientras Kotaro avanzaba hacia la sala sin darse cuenta de la presencia de Naomi.
Kotaro entró con una sonrisa en el rostro, una expresión que Naomi nunca había visto antes. La dureza de su mirada, que siempre la había intimidado, se había desvanecido, reemplazada por una calidez que lo hacía irreconocible. Mientras su hermanita lo abrazaba, Naomi no pudo evitar pensar: ¿Quién es realmente este chico? ¿Qué lo convierte en una persona tan diferente cuando está en casa?
Cuando giró, finalmente la vio. Quedó completamente perplejo al encontrar a Naomi sentada en su sala. Naomi, por su parte, no dijo nada, sorprendida por la imagen tan diferente de Kotaro que acababa de presenciar.
Ese día, Kotaro había bajado la guardia, y fue entonces cuando la relación entre él y Naomi comenzó a cambiar. Fue ese instante el que marcó el inicio de una nueva historia para ambos.