Detrás de las máscaras
A la mañana siguiente, después de la visita de Naomi a la casa de Kotaro, el día pintaba hermoso. Los rayos de sol atravesaban suavemente las hojas, y las flores se abrían al ritmo de una brisa que parecía susurrar paz. Sin embargo, Naomi no se percataba de la belleza que la rodeaba.
Su mente estaba atrapada en lo sucedido en la casa de Kotaro, reviviendo una y otra vez los momentos incómodos que la hicieron sentir completamente fuera de lugar. «¿Qué voy a hacer ahora? Siento que estoy en problemas... presiento que este no será un buen día.» se repetía una y otra vez, mientras su corazón palpitaba con nerviosismo.
Naomi, perdida en su preocupación, caminaba al lado de su amiga Saori, quien no dejaba de hablar de todo y de nada. Pero Naomi no le prestaba atención. Estaba tan absorta en sus pensamientos que incluso los suaves sonidos de la naturaleza y la cálida presencia de Saori parecían difuminarse.
¿Qué sucedió exactamente después del encuentro en la casa de Kotaro? El recuerdo inundó la mente de Naomi. Cuando Kotaro se fijó en la presencia de Naomi en su casa, ambos quedaron perplejos por unos segundos.
— ¿Sucede algo? — preguntó la madre de Kotaro, rompiendo el silencio. — No, nada madre. No esperaba encontrarte aquí, Hanazawa. — respondió Kotaro con su típica calma. Naomi, incómoda, no sabía qué decir. Las palabras se le atascaban en la garganta. Era como si el aire en la sala se volviera pesado. Finalmente, con una pequeña sonrisa tensa, se obligó a hablar. — Lo siento por llegar así de repente... Vine a traerte el trabajo que no te entregaron en clase y también... traje este postre como agradecimiento por lo que hiciste por mí. Intentaba mantener la compostura, pero lo único que deseaba en ese momento era salir corriendo de esa casa.
— No era necesario molestarte por eso. — respondió Kotaro, con su rostro imperturbable. La madre de Kotaro, curiosa por la conversación, preguntó qué había sucedido. Naomi, sintiendo el alivio de que otra persona participara en la charla, relató brevemente lo que Kotaro había hecho por ella. La madre, al escuchar la historia, se llenó de orgullo y caminó hacia Kotaro para abrazarlo.
— ¡Qué buen muchacho eres, hijo! Estoy muy orgullosa de ti. — lo abrazaba con tanta fuerza que Kotaro no pudo evitar mostrar una expresión de vergüenza. — No fue nada, madre. — Kotaro devolvió el abrazo, pero trató de disimular su incomodidad. — Hay visitas, madre...
— Oh, claro. No quiero avergonzarte frente a tu compañera. Iré por unas bebidas. Ponte cómoda, Naomi. — La señora sonreía y caminaba hacia la cocina, cargando a la pequeña Sakura que pedía atención también.
El silencio volvió a invadir la sala cuando quedaron solos. Para Naomi, esos pocos segundos se sintieron eternos. Miraba a su alrededor buscando una salida, cualquier excusa para huir de la incomodidad que sentía.
Cuando sus ojos finalmente se cruzaron con los de Kotaro, una mirada fría y amenazante se posó en ella. Ese simple contacto visual hizo que su corazón latiera más rápido. El impulso de levantarse y salir corriendo la dominó.
— Lo-lo siento señora, me tengo que ir. No le avisé a mi tía que me tardaría tanto y se va a preocupar... — dijo Naomi apresuradamente, tratando de disimular su incomodidad. — Oh, qué lástima. Eres la primera amiga que nos visita. Espero volver a verte pronto, Naomi. — respondió la madre de Kotaro con una sonrisa cálida desde la cocina. — F-fue un gusto, señora. Hasta luego. — Naomi apenas pudo responder con una reverencia antes de salir de la casa lo más rápido que pudo, como alma que lleva el viento.
En el presente, la voz de Saori seguía sonando a su lado, hablando emocionadamente sobre la serie que había visto la noche anterior. Naomi seguía sumida en sus pensamientos, ajena a lo que su amiga le estaba diciendo. Saori, al notar que su amiga la ignoraba por completo, frunció el ceño y decidió aplicar su "método" para llamar la atención.
De un momento a otro, le dio un pequeño golpe en la cabeza. — ¡Ay! ¿Por qué me golpeas? — se quejó Naomi, llevándose las manos a la cabeza. — Pensé que te habías quedado dormida caminando. Quería comprobarlo. — respondió Saori con una risa maliciosa, aunque un poco preocupada.
— ¿Qué sucede? Has estado distraída todo el camino. — Lo siento, Saori... — murmuró Naomi, bajando la cabeza. Saori la miró con ojos curiosos. De repente, su tono cambió y, con una sonrisa traviesa, se acercó más a Naomi.
— Hmm, ¿pasó algo interesante ayer? ¿Le entregaste el postre? Vamos, no me mientas. Sé que era para él.
— ¿Eh? No, nada importante... Mejor apresurémonos. Vamos a llegar tarde si seguimos aquí. — respondió Naomi con un nerviosismo evidente, apretando el paso.
— Si tú lo dices... — Saori la observó de reojo, sabiendo que Naomi ocultaba algo, pero decidió dejarlo pasar por el momento.
Estando en la escuela, Naomi y Saori se dirigieron cada una a su salón de clases, pero desafortunadamente para Naomi, al llegar, se encontró con Kotaro en la entrada del aula. Claramente, algo que ella no deseaba en ese momento. — Bue… buenos días —saludó Naomi, nerviosa.
Kotaro, con una expresión seria, agarró firmemente el brazo de Naomi antes de que ella pueda entrar.
— Necesito hablar contigo.
—Está bien, puede ser en la hora del almuerzo —respondió Naomi tímidamente.
— No, tiene que ser ahora mismo —dijo Kotaro, mirándola fijamente a los ojos, con frialdad.
— Pero las clases pronto comenzarán... — No tardaremos —respondió Kotaro, sin darle opción.
Kotaro tiró suavemente de su brazo, llevándola al pasillo cercano a las escaleras. Naomi, asustada, solo pide en su mente que los rumores sobre él no sean ciertos.
Sin embargo, con todo lo que ha visto, no pudo evitar estar confundida sobre quién es realmente Kotaro. Era como si existieran dos versiones de él.
Después de soltarla, antes de que Kotaro pudiera decir algo, Naomi decidió adelantarse. — Lo… lo siento. No quise llegar a tu casa de esa manera —dice Naomi, con la mirada baja—. Perdón, solo quería llevarte el ensayo que envió la profesora y agradecerte por lo que hiciste por mí...
— Te dije que no me agradecieras y que te mantuvieras lejos de mí —interrumpió Kotaro, con su tono cortante. — Pero... es que... — ¡Pero nada! —gritó Kotaro, golpeando la pared con la palma de su mano, sobresaltando a Naomi
—. No te metas en mi vida. Naomi se encoge al ver la reacción violenta, sus manos empezaron a temblar mientras él le pregunta: — ¿No le has dicho a nadie lo de ayer?
— No.… no lo he hecho y no lo haré —respondió Naomi, con su rostro cabizbajo y su voz temblorosa. Kotaro, al notar el temblor en sus manos, suavizó su expresión, como si se arrepintiera de su reacción.
— Perdón... Está bien —murmura Kotaro, bajando un poco la voz—. Solo quería asegurarme de eso. Y una última cosa... no te acerques a mí. No quiero hacerte daño. Lo que viste... queda entre nosotros, ¿de acuerdo?
— Sí... lo siento —dijo Naomi, apenas audible, con una mezcla de miedo y confusión. Naomi, sin querer prolongar más la conversación, se retiró rápidamente, su cabeza baja y su corazón latiendo a mil por hora. Kotaro, por su parte, se quedó en silencio, apretando el puño con fuerza, como si luchara internamente.
Ya en el aula, el ambiente es tenso, y aunque Naomi y Kotaro no intercambian miradas ni palabras, el silencio entre ellos lo dice todo.
Mientras tanto, el profesor tiene un anuncio para la clase, algo que tomará a Naomi por sorpresa.
— Chicos, como saben, es importante para la clase elegir a un representante, así que me gustaría saber si hay algún voluntario. El aula quedó en silencio absoluto mientras los estudiantes intercambiaban miradas, esperando que alguien se ofreciera. Pero, como era de esperar, nadie lo hacía.
— Como imaginé, en ese caso, escogeré yo mismo al representante —añadió el profesor, levantando una ceja. — ¡Nooooo! —gritaron todos en coro.
— Entonces lo haremos por votación, si no hay voluntarios —sugirió el profesor con una sonrisa. Para sorpresa de todos, una mano se levantó. — ¡¿Tú?! —exclamó el profesor, sorprendido. Todos los estudiantes dirigieron su atención a Makoto, quien tenía su brazo levantado con confianza. Los murmullos llenaron el salón: "Debe estar bromeando", "¿De verdad Makoto quiere ser representante?", "¿Será otra de sus tonterías?". — ¿Hashimoto, se está ofreciendo para representar la clase? —preguntó el profesor, incrédulo. — ¿Yo? No, para nada. No me interesa esa tontería —respondió Makoto, encogiéndose de hombros.
— Entonces, ¿para qué levanta la mano? —preguntó el profesor, visiblemente molesto. — ¿No puedo? Siempre nos dicen que hagamos estiramientos por la mañana... —contestó Makoto, estirando los brazos y soltando un gemido fingido.
— ¡Deje de comportarse como un tonto, Hashimoto! —gritó el profesor, claramente perdiendo la paciencia. — Tranquilo, viejo... En realidad, levanté la mano para hacer una sugerencia —dijo Makoto, manteniendo su tono sarcástico. — Entonces hable de una vez y deje de hacer perder el tiempo —dijo el profesor, mirando a Makoto con desdén.
— Muy bien... compañeros, creo que la persona más adecuada para representarnos es nuestra compañera Hanazawa —dijo Makoto, señalando a Naomi, quien estaba distraída, sumida en sus pensamientos tras el encuentro con Kotaro. — ¿¡Eh!? ¿Yo? —balbuceó Naomi, sorprendida, sin comprender por qué la había nombrado.
— No la conocemos mucho, es cierto. Pero esta es una gran oportunidad para que se integre al grupo. Además, tiene gafas, y ya saben... ¿quién con gafas no es inteligente? —añadió Makoto, sonriendo mientras muchos en la clase comenzaban a reír.
Las miradas se centraron en Naomi, quien, paralizada por la sorpresa, no sabía qué decir. Algunos compañeros murmuraban, dudosos por ser Makoto quien hacía la propuesta, pero otros empezaban a ver la idea con buenos ojos, si eso significaba que no les tocaría a ellos. Antes de que se dieran cuenta, Makoto y sus amigos comenzaron a corear: — ¡Hanazawa, Hanazawa, Hanazawa!... Naomi, atrapada por la presión del momento, miraba a su alrededor, más nerviosa que nunca. Su día, que ya había empezado mal, parecía empeorar.
«No puede ser... ¿Por qué a mí? ¡Siempre quise usar lentes de contacto!» —pensaba Naomi, mientras sentía que las paredes se cerraban sobre ella.
El coro continuaba, cada vez más fuerte. Kotaro, por su parte, seguía mirando por la ventana, aparentemente ignorando todo el alboroto.
— Estudiante Hanazawa, ¿está de acuerdo con la propuesta? —preguntó el profesor, tratando de calmar el tumulto. Pero Naomi no escuchaba. Estaba atrapada en sus propios pensamientos. «¿Qué debo decir? ¿Qué debo hacer? ¡Vamos, Naomi, tienes que negarte! Pero... prometí cambiar. Prometí no huir más...» su mente era un torbellino de dudas y miedos.
El salón quedó en silencio mientras todos esperaban su respuesta. — ¿Hanazawa, acepta representar a la clase? —repitió el profesor.
— ¡Eh!... Sí... acepto —respondió Naomi, casi en un susurro, con la cabeza gacha, sintiendo que no había otra opción.
— Pase al frente, por favor —dijo el profesor, con una leve sonrisa. Con la orden del profesor, Naomi se levantó de su asiento y, con manos temblorosas, caminó hacia el frente de la clase. Cada paso le resultaba interminable, deseando que todo terminara pronto.
«Esto no es real... lo último que quería era llamar la atención, y ahora soy la representante de la clase. Solo quiero irme a casa y no salir más...» pensaba Naomi, mientras alzaba la mirada y veía la sonrisa burlona de Makoto desde su asiento.
— Gra… gracias por escogerme. Haré todo lo posible por representar bien a nuestra clase —dijo Naomi en voz baja, sintiendo que sus palabras sonaban vacías—. «¿Qué más digo? No se me ocurre nada...» — Está bien, Hanazawa. Gracias, pero no cumplirás la labor sola. Tienes la oportunidad de escoger a un compañero para que te ayude en las tareas —añadió el profesor, mirando a Naomi con expectativa. Naomi, algo más erguida, levantó la mirada y notó que algunos de sus compañeros evitaban el contacto visual. No conocía a nadie en particular, así que no sabía a quién escoger. Sin embargo, sus ojos se fijaron en una sola persona: Kotaro. Automáticamente, las miradas de todos los demás estudiantes también se dirigieron a él.
— "¿Está loca?", "No creo que él acepte…" —se oían algunos murmullos en la clase. Kotaro, por su parte, se mantenía indiferente. Parecía no estar afectado por la situación, ni por las miradas que ahora lo enfocaban. Como si las palabras de Kotaro resonaran en su mente, Naomi recordó lo que él le había dicho: «No quiero que te acerques a mí... No quiero hacerte daño...» Desanimada, y con la presión creciente, Naomi dirigió su mirada al profesor.
— Lo siento, profesor, pero no sé a quién escoger —respondió, con una mezcla de nerviosismo y alivio.
—Está bien, yo decidiré por ti. Miyazawa, ¿estarías dispuesta a trabajar junto a Hanazawa? —preguntó el profesor.
—Por supuesto, profesor. Estaré encantada —respondió Akane, levantándose calmadamente, proyectando una confianza que contrastaba con la inseguridad de Naomi.
— Perfecto. Quedan a cargo ustedes dos. Necesito que se reúnan con los otros representantes para organizar el festival deportivo que tendrá lugar en unas semanas.
— Entendido, profesor —respondieron ambas al unísono. A medida que avanzaba la jornada escolar, Naomi no podía dejar de lanzar miradas furtivas hacia Kotaro, quien permanecía tan distante y frío como siempre.
Su mente no paraba de darle vueltas a lo sucedido en la casa de él, y sobre cómo había actuado esa mañana. «¿Qué le pasa? ¿Por qué es tan indiferente conmigo? ¿Por qué me ayudó en el parque si ahora me trata así? Siento que me odia, pero... no lo entiendo...» Naomi suspiraba internamente, recordando a alguien de su pasado, mientras sus pensamientos seguían revoloteando sin encontrar respuesta.
El día, para Naomi, había sido largo y agotador. Al terminar las clases, se encontró con Saori en la entrada de la escuela para regresar juntas a casa. Mientras caminaban por el parque, Naomi permanecía en silencio, sumida en sus pensamientos. Saori, por otro lado, no podía soportar el silencio prolongado, así que, sin previo aviso, abrazó a Naomi por los hombros y la zarandeó levemente.
— He he, ¡¿qué pasa, amiga?! Hoy estás más callada de lo habitual. ¿Te sucede algo? — preguntó Saori, preocupada, mientras la abrazaba.
— ¡Eh!... No, nada importante... solo que hoy me di cuenta de que no he socializado con nadie de mi clase... y me eligieron como representante —respondió Naomi, bajando la mirada con una expresión de vergüenza.
— ¿¡Qué!? —exclamó Saori, soltando una carcajada que hizo que Naomi se cubriera la cara con las manos—. ¡No puedo creerlo! ¡Tú, representante! ¿En serio?
— No te rías de mí… —murmuró Naomi, avergonzada. — Perdón, perdón... es que es muy gracioso —Saori seguía riendo—. Recuerdo cómo te escondías en secundaria para no ser elegida representante. ¡Es un complot, lo sé!
—Lo sé... hoy no pude hacer nada —respondió, todavía cubriéndose el rostro.
— Todo fue un complot para atraparte —Saori soltó otra carcajada mientras Naomi se sonrojaba más.
—No entiendo por qué creen que, solo por usar gafas, puedo ser buena en esto… —dijo Naomi, suspirando.
— Tranquila, Naomi. Tal vez esto te ayude a conocer a tus compañeros mejor. Además, te prometiste que cambiarías, ¿recuerdas? Naomi suspiró mientras continuaban caminando.
— No sé si podré hacerlo... no sé si seré capaz de socializar, o cambiar como quiero. Todavía me tiemblan las manos cuando la gente me mira... Saori frenó en seco y agarró a Naomi por los hombros, mirándola directamente a los ojos con una expresión seria pero llena de afecto.
—Nao, nos prometimos que en esta escuela dejaríamos todo lo malo atrás. Prometimos que cambiaríamos nuestras vidas. ¡Prometiste que una nueva Naomi renacería!
— Lo sé, pero… pero a veces siento que es imposible para mí… —dijo, su voz temblorosa, intentando contener las lágrimas.
—Es difícil, lo sé. Pero no estás sola, Naomi. Te acompaño porque eres mi mejor amiga, y yo sé que puedes hacerlo.
— gracias, Saori… —respondió Naomi, conmovida, mientras su amiga la animaba con su energía positiva. Ambas continuaron su trayecto.
— Oye, pero esto tiene un lado bueno —añadió Saori, intentando levantar el ánimo—. Tal vez te hagas popular, ¡y te acerques más a tu príncipe! ¿Has hablado ya con él?
—No… no he hablado con él. Siempre me evita... parece ser igual con todos en la escuela. Y ya te dije que no es mi príncipe... —respondió Naomi, aún más sonrojada.
—¿Entonces el postre no funcionó? Si ni con tus deliciosos postres lo logras, ese chico debe ser amargado de verdad.
— No lo sé… No tuve la oportunidad de dárselo como quería. Solo quería agradecerle, pero... creo que es mejor que me aleje —dijo Naomi, con una mezcla de tristeza y resignación. Ambas continuaron charlando durante todo el camino de regreso a casa, y, como de costumbre, Saori dejó a Naomi frente a su casa antes de marcharse.
Ya en la tranquilidad de la noche, Naomi, en pijama y acostada en su cama, miraba al techo, sumida en sus pensamientos. No podía sacar de su mente las palabras de Kotaro: "Aléjate de mí... no quiero hacerte daño."
«¿Por qué? ¿Por qué siento que todo está repitiéndose de nuevo?» pensó, mientras cerraba los ojos, tratando de calmar las emociones que la invadían. Preguntas invaden su mente, atrayendo recuerdos que Naomi había intentado mantener enterrados.
Un rostro en particular aparece: un niño de aproximadamente 10 años, con ojos café y cabello marrón, sonriendo. Esa imagen la transporta a aquellos momentos en los que jugaban y reían juntos cuando eran niños.
Pero los recuerdos felices pronto se desvanecían, y su mente la lleva a un lugar más oscuro. El mismo niño, ya mayor, en preparatoria. Su mirada ahora era apagada, sin brillo, aunque cuando le sonreía, lo hacía con una expresión triste y vacía, muy parecida al rostro de Kotaro.
Las palabras de ese chico resuenan en su mente: — "Estoy bien, no te preocupes." — "Hola, Nao. Te ves linda hoy." — "Siempre estaré contigo." Esas palabras, cargadas de una tristeza oculta detrás de una sonrisa forzada, hacen que Naomi sienta un nudo en el estómago.
Luego, la imagen cambia, volviendo más sombría. La habitación de ese chico aparecía en su mente: una penumbra que parecía devorarlo todo, y él, tirado en el suelo, boca abajo, rodeado por un charco de sangre que fluía de sus muñecas. La luz, parpadeante, iluminaba la escena de forma intermitente, y Naomi, en su recuerdo, llora desesperada por el suicidio de aquel chico. Las palabras de Kotaro vuelven a golpearla: — "Aléjate de mí." — "No quiero hacerte daño."
De repente, Naomi despertó. Los recuerdos se habían transformado en una pesadilla que la dejó desanimada. Se giró hacia su despertador, notando que faltaban solo cinco minutos para que sonara. Con las emociones aun pesando sobre ella, se frotó los ojos, tratando de despejar la mente, y se colocó las gafas antes de desactivar la alarma sin mucho ánimo. Ya más tranquila, Naomi llegó a la escuela.
El ambiente parecía sereno, pero su tranquilidad fue efímera. Al entrar al salón de clases y acercarse a su asiento, notó algo extraño en el escritorio de Kotaro. Se acercó más para verlo bien: un mensaje grabado en el escritorio.
Sin pensar demasiado, sacó un pañuelo de su bolso y comenzó a frotar la superficie, intentando borrar lo escrito antes de que Kotaro llegara. Hacía fuerza, pero era inútil. — ¿Qué le haces a mi escritorio? —escuchó de repente.
Naomi, asustada, giró rápidamente para ver a Kotaro. — Lo... lo siento... traté de borrarlo —respondió mientras le mostraba el pañuelo con nerviosismo. Kotaro, serio, sujetó su brazo, el mismo que sostenía el pañuelo. Cuando leyó lo que estaba escrito en su escritorio "lárgate de aquí, maldito raro" su mirada se endureció por un instante.
Luego, soltó el brazo de Naomi sin decir una palabra, y se sentó en su silla como si nada hubiera pasado.
— Perdón... solo quise borrarlo. Yo no escribí eso... —Naomi intentaba disculparse, pero Kotaro no respondió. se limitó a acomodarse en su lugar, su expresión distante e imperturbable. Naomi, decepcionada por su reacción, solo pudo bajar la mirada. Guardó su pañuelo en silencio y se sentó, sintiendo cómo la tensión de la mañana comenzaba a disiparse.
La jornada escolar transcurrió sin más incidentes, y cuando por fin terminaron las clases, Naomi suspiró con alivio. Se levantó de su asiento, lista para recoger su bolso y marcharse, cuando una voz interrumpió sus pensamientos.
— Hanazawa, recuerda que hoy tenemos reunión con los otros miembros de los otros cursos. No podemos irnos todavía —dijo su compañera Akane, quien permanecía sentada en su lugar, con un libro en las manos. «¡Oh no! Lo había olvidado completamente...» Lo siento, Akane. Se me había pasado por completo. Gracias por recordármelo. — Naomi intentó sonreír, avergonzada—. Y me puedes llamar Naomi, si quieres.
—Lo siento, pero no te conozco lo suficiente para llamarte así —respondió Akane, con un tono frío, sin apartar la vista de su libro.
— Está bien... lo siento —contestó Naomi, sintiéndose incómoda por la frialdad de la respuesta. Forzando una sonrisa, añadió —Saldré un momento. Akane no dijo nada más.
Naomi, intentando mantener la compostura, salió del aula con la mente cargada de pensamientos. Naomi se dirigió a la entrada de la escuela para encontrarse con Saori y avisarle que no podría irse con ella. Tras despedirse rápidamente, volvió hacia el interior de la escuela.
Cerca de los casilleros que quedaban en la entrada, escuchó unas risas. Algo en esas risas le resultó familiar, y decidió asomarse sutilmente para averiguar de quiénes se trataba. No estaba equivocada.
— ¿En serio le escribiste eso? —preguntó una voz burlona. — Claro que sí. Ya estamos cansados de ese tonto. Solo sabe estorbar y asustar a los demás en clase. Las chicas de otros cursos ni se acercan a nuestro salón por su culpa —respondió Makoto, jactándose.
— Te meterás en problemas si se entera que fuiste tú —advirtió otro chico que estaba con ellos. — No se dará cuenta. Es demasiado estúpido como para hacer algo. Su familia ni lo debe querer —dijo Makoto con desprecio, provocando que los tres estallaran en risas.
Naomi, al escuchar esas crueles palabras, sintió que algo dentro de ella se revolvía. Sin pensarlo demasiado, su cuerpo reaccionó antes que su mente, y se armó de valor para acercarse.
— Él... él no es ningún estúpido —dijo con voz temblorosa. Las risas se apagaron de inmediato, y Makoto se giró hacia ella con una expresión burlona. — ¡Vaya, vaya! Si es nuestra representante, la chica telescopio —se mofó, imitando el gesto de llevar gafas sobre su rostro.
—No puedes juzgar a alguien así... tú... tú no lo conoces —respondió Naomi, tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza.
— ¿Y tú sí lo conoces? —preguntó Makoto, burlándose más.
— No.… no lo conozco del todo. Pero... pero siento que es mejor persona que tú. Siento que es alguien de buen corazón —respondió Naomi con más firmeza, llevándose las manos al pecho.
Lo que Naomi no sabía era que, al otro lado de los casilleros, Kotaro estaba escuchando la conversación. Apretaba los puños con fuerza, con la cabeza baja, sin moverse de su lugar, impresionado por las palabras de Naomi.
—Debes disculparte por lo que escribiste en su escritorio —insistió Naomi.
— ¿O qué pasará? ¿Me acusarás con el profesor? ¡La niña va a acusarme! ¡Qué infantil! — dijo Makoto en tono burlón, provocando risas entre sus amigos.
— Yo... yo creo que es infantil escribir algo así a un compañero. Eso lo hacen los niños de primaria o los inmaduros —dijo Naomi, aunque su voz temblaba por los nervios. Makoto dejó de reírse. Su expresión cambió de inmediato, y dio un paso adelante, agarrando a Naomi del cuello de su camisa.
— ¿Qué dijiste, cuatro ojos? —le dijo en voz baja, con los ojos llenos de ira.
— Oye, espera. No le hagas daño o te meterás en problemas —le advirtió uno de sus amigos. — ¡Cállate! Esta entrometida no es nadie en esta escuela, y haré lo que me dé la gana — espetó Makoto, acercándose más a Naomi. Naomi cerró los ojos con miedo, esperando lo peor. Pero, de repente, todo quedó en silencio. Makoto la soltó de inmediato, retrocediendo un paso.
—Vaya, parece que tienes un guardaespaldas —dijo Makoto, con una sonrisa sarcástica, mientras miraba detrás de Naomi. Ella se tambaleó hacia atrás, y al girarse, vio a Kotaro de pie, justo detrás de ella, con una mano apoyada firmemente en su hombro.
—Bueno, entrometida, hablaremos después. Esto no queda así —dijo Makoto. Pero cuando se giró para ver a sus amigos, ya se habían esfumado, huyendo al ver a Kotaro.
— ¡Malditos! ¿Por qué me dejan así? —gritó Makoto, antes de emprender su propia huida.
Con el ambiente más tranquilo y estando solos, Naomi bajó la cabeza, sintiéndose un poco avergonzada.
— Lo siento... otra vez me metí en tus problemas —dijo en voz baja. Kotaro le dio la espalda, alejándose unos pasos.
— No te preocupes. Gracias por lo que hiciste —respondió, sin mirarla. Naomi quedó sorprendida al escucharle decir "gracias". Levantó la cabeza, como si no pudiera creer lo que acababa de oír.
—Por cierto, deja de disculparte cada vez que me ves —dijo Kotaro, mientras volvía la cabeza para mirarla.
— Lo sien... —Naomi se tapó la boca con las manos al darse cuenta de que lo había hecho otra vez. Ese gesto hizo que Kotaro sonriera levemente.
Naomi, al ver esa sonrisa sincera, quedó aún más sorprendida. Era la primera vez que lo veía sonreír de esa manera, y la calidez en su expresión la conmovió.
— Ah, por cierto, gracias por el postre del otro día. A mi hermanita le encantó —dijo Kotaro, aún con una pequeña sonrisa en los labios.
— ¿De verdad? ¡Qué alegría! Yo misma lo hice. Con gusto haré otro para tu hermanita — respondió Naomi, emocionada.
Kotaro la miró sorprendido, no esperando que ella hubiera preparado el postre. — Yo... pensé que lo habías comprado. No te molestes en hacerlo de nuevo —respondió.
— No, no es molestia. Lo haré con mucho gusto.
— Está bien, gracias —dijo Kotaro, su mirada cálida contrastando con su habitual frialdad. Esa misma mirada que Naomi vio en su casa. Naomi sonrió y se sonrojó ligeramente al verlo así.
— Creo que tienes que ir a una reunión, ¿no es cierto? —preguntó Kotaro, cambiando de tema.
— ¡Eh! ¡Otra vez se me olvidó! Lo siento —dijo Naomi, corriendo apresuradamente hacia su reunión con Akane, pero antes de irse, se detuvo y giró hacia Kotaro
—Por cierto... gracias otra vez por ayudarme.
Naomi llegó justo a tiempo para la reunión, y después de la misma, se despidió de Akane y regresó al salón para terminar de llenar unos formatos.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, Naomi, cansada, se recostó sobre sus brazos, mirando por la ventana. Desde allí, pudo contemplar el hermoso atardecer, y por un momento, se perdió en la belleza del cielo anaranjado. Recordó la sonrisa de Kotaro y cómo la había agradecido sinceramente.
Con una expresión de felicidad, Naomi disfrutó del atardecer mientras la noche comenzaba a caer. Al salir del salón de clase para dirigirse a su casa, Naomi caminaba por el oscuro pasillo de la escuela.
El edificio estaba en silencio, sus pasos resonaban en la quietud, pero de repente, escuchó una suave melodía de piano. La música era tan cautivadora que, por un momento, la hizo detenerse.
Con un ligero temblor de incertidumbre, se preguntó si alguien estaría en el salón de música a esas horas. Al principio, dudó en acercarse, temerosa de interrumpir, pero la hermosa armonía la atrajo, como si la melodía hablara directamente a su corazón.
Siguiendo el rastro de esa suave melodía que parecía envolver todo a su alrededor, Naomi caminó hasta llegar a la puerta del salón de música. La puerta estaba entreabierta. Curiosa y cautivada, se asomó discretamente para descubrir quién era el artífice de ese momento mágico.
Su sorpresa fue enorme al ver que quien tocaba esa melodía no era otro que Kotaro.
Allí estaba, sentado frente al piano, sus dedos deslizándose sobre las teclas con una maestría que Naomi jamás habría imaginado. La expresión concentrada de Kotaro, el leve movimiento de su cuerpo acompasado por las notas, y la melancolía que desprendía la música, creaban una imagen que parecía sacada de un sueño.
Naomi quedó completamente hipnotizada, inmóvil en la puerta, con los ojos fijos en él. La melodía que Kotaro tocaba no solo resonaba en el salón de música, sino que parecía llenar cada rincón de la escuela, envolviéndolo todo en una sensación de calma y nostalgia.
Sintió que esa música no solo era para ella, sino para todos aquellos que estuvieran dispuestos a escuchar. Era como si Kotaro estuviera compartiendo una parte de su alma a través de las notas. Cada acorde tocaba algo profundo en el corazón de Naomi.
Las emociones se arremolinaban en su pecho; la música le llegaba al alma. Sin embargo, justo cuando sentía que la melodía alcanzaba su punto más emotivo, Kotaro de repente golpeó las teclas bruscamente, interrumpiendo la armonía de manera abrupta.
La belleza de la música fue reemplazada por un profundo silencio, roto únicamente por el eco del golpe.
Naomi, sobresaltada, se escondió rápidamente detrás de la puerta, su corazón latiendo a mil por hora. No quería que Kotaro la viera. Desde su escondite, lo escuchó murmurar con una tristeza palpable.
— ¿Por qué...? ¿Por qué me tiene que suceder esto? —dijo Kotaro, su voz rota por el dolor. Naomi se asomó de nuevo, con cuidado, y lo vio inclinarse sobre las teclas. Una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla, cayendo sobre las teclas del piano. La imagen de Kotaro, tan solitario y vulnerable, conmocionó a Naomi profundamente. No era el mismo chico distante y frío que había conocido en la escuela. Era alguien roto por dentro, alguien que cargaba con un dolor que ella apenas empezaba a comprender.
La mirada de Kotaro estaba perdida, como si estuviera viendo algo que Naomi no podía. En ese momento, una imagen pareció proyectarse en la mente de Kotaro: una niña de aproximadamente ocho años, con cabello oscuro y largo, lloraba desconsoladamente. El dolor en los ojos de Kotaro era evidente, como si ese recuerdo lo estuviera destrozando desde dentro.
Naomi, aún recostada contra la pared del pasillo, sintió que el peso de la situación caía sobre ella como una avalancha. La tristeza en la voz de Kotaro resonaba en su mente, conectándose de alguna forma con los recuerdos dolorosos que ella misma había intentado enterrar.
Recordó su pesadilla, la imagen del chico que había querido tanto y que terminó por querer quitarse la vida. La angustia de aquellos días volvió a aflorar, pero esta vez se mezclaba con la necesidad de no volver a quedarse de brazos cruzados.
«No volverá a pasar... no lo permitiré» pensó Naomi, con resolución, mientras levantaba la mirada hacia el techo. El sonido de la última nota de Kotaro aún resonaba en el ambiente, y con ella, Naomi tomó una decisión.
No podía permitir que alguien más se hundiera en la oscuridad. No podía dejar que Kotaro quedara atrapado en su dolor, como lo había hecho aquella persona en su pasado. Sin decir nada, sin que Kotaro siquiera la notara, se alejó en silencio del salón de música.
Mientras se dirigía a casa, las palabras de Kotaro y su expresión de dolor seguían girando en la mente de Naomi. No podía dejar de pensar en la escena que acababa de presenciar: el Kotaro que ella conocía en la escuela no era el mismo que había visto en ese salón. Tras ese rostro frío y distante había alguien que también necesitaba ayuda.
Esa noche, mientras Naomi caminaba bajo el cielo estrellado, tomó una firme decisión. Desde ese día, se propuso a sí misma ser la persona que ayudara a Kotaro, la persona que podría salvarlo de ese abismo que lo envolvía. Sabía que no sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía una razón para luchar.