Cerrar el diario había sido un acto de esperanza, pero también un salto al vacío. La paz no llegó de inmediato; en cambio, me encontré cara a cara con un abismo nuevo: la incertidumbre. Esa noche, mientras el diario descansaba en el estante, sentí como si una parte de mí hubiese quedado atrapada entre sus páginas, susurrando preguntas que no sabía responder.
En los días que siguieron, traté de llenar el vacío con rutinas. Salía a caminar, visitaba cafeterías donde la música suave parecía calmar mi mente, y seguía viendo a Clara. Ella tenía una forma peculiar de entrar en mi vida, sin forzar nada, simplemente estando ahí, como una brisa ligera que no podía ignorar.
Una tarde, mientras estábamos en un parque, ella me sorprendió con una pregunta:
—¿Qué es lo que realmente quieres?
Su tono no era inquisitivo, sino curioso, como si intentara desentrañar un misterio. Tardé en responder, buscando palabras que no se sintieran vacías.
—Quiero... encontrar paz. Y tal vez, redescubrir qué significa ser feliz.
—¿Y qué te lo impide? —insistió, mirándome con esos ojos que parecían capaces de atravesar todas mis defensas.
El silencio entre nosotros se alargó, pero en mi mente las palabras resonaban con fuerza: Astrid. Mi pasado. Yo mismo.
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Esa noche, mientras me preparaba para dormir, mi mente volvió al diario. Aunque no lo había abierto desde aquella última vez, sus palabras seguían viviendo en mí. Recordaba fragmentos como si fueran versos grabados en mi piel:
"El amor no se trata de perfección, sino de la lucha constante por algo que vale la pena. Pero a veces, esa lucha es contra uno mismo."
No necesitaba abrir el diario para saber lo que había escrito. Cada línea era un reflejo de mis esperanzas y miedos, una huella que el tiempo no podía borrar. Pero algo había cambiado. Ya no sentía la necesidad de aferrarme a esas palabras; ahora las veía como un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, había encontrado formas de expresar lo que sentía.
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En terapia, abordé estos pensamientos con mi psicólogo.
—¿Sientes que has avanzado desde que cerraste el diario? —preguntó, mientras sus manos descansaban sobre una libreta en blanco.
—En cierto modo, sí. Pero también siento que hay días en los que quiero volver atrás, abrirlo de nuevo y encontrar algo que me dé respuestas.
—El cierre del diario no es un final, sino un paso. A veces, la sanación no es lineal. Habrá días en los que querrás volver atrás, pero eso no significa que no estés avanzando.
Esa reflexión me acompañó durante días. Era cierto que había cerrado el diario, pero no el capítulo que representaba en mi vida. Aprender a vivir con ese peso sin dejar que me hundiera era el verdadero desafío.
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Con Clara, las cosas seguían avanzando lentamente. Había algo en su risa, en su paciencia, que hacía que las barreras que construí alrededor de mi corazón se debilitaran poco a poco. Una noche, después de cenar juntos, me atreví a compartir algo más de mi historia.
—Astrid era... todo para mí. Pero no fui suficiente para ella, o tal vez no fui suficiente para mí mismo.
—¿Y sientes que tienes que ser "suficiente" para alguien más?
Su pregunta me dejó pensando. ¿Realmente estaba buscando redimirme a través de Clara, o era ella una oportunidad para empezar de nuevo?
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Los días se convirtieron en semanas, y aunque la sombra de Astrid seguía presente, descubrí que podía convivir con ella. No era un fantasma que me atormentaba, sino un eco de lo que fui, de lo que amé y de lo que perdí. Y en esos ecos, encontré la fuerza para seguir adelante.
Una noche, mientras miraba las estrellas desde mi ventana, me permití imaginar un futuro diferente. No un universo paralelo donde todo había salido bien, sino este universo, con sus cicatrices y su belleza imperfecta. Un lugar donde podía construir algo nuevo, sin olvidar lo que me había traído hasta aquí.