La noche había caído sobre la aldea costera, y la luna, tenue y enigmática, iluminaba la pequeña cabaña de Ryuu con su luz plateada. Dentro, el aire estaba cargado de un silencio profundo, solo interrumpido por el sonido ocasional de las olas rompiendo contra las rocas cercanas. Ryuu no podía dormir. En su mente, las palabras de su tía resonaban con más fuerza que nunca.
"El viento es un reflejo de ti."
Nunca antes había sentido tanto peso en esas palabras. Durante años, su tía había sido su guía y su apoyo, enseñándole lo que podía sobre la curación y el control de sus poderes. Pero nunca le había hablado del legado de su familia, de su verdadera herencia. Algo en esa carta, en la invitación al Torneo de los Elementos, había abierto una puerta que Ryuu no sabía que existía.
Se levantó de su cama, sintiendo la incomodidad del medallón sobre su pecho. Aquella pequeña joya, herencia de su madre, siempre había sido una especie de misterio. Su tía nunca había explicado mucho sobre ella, solo que pertenecía a su madre, una guerrera famosa en el pasado, pero de su muerte, de su historia, solo se escuchaban susurros. Y esa noche, Ryuu necesitaba respuestas.
Salió de la habitación sin hacer ruido, decidido a confrontar a su tía. La curandera no estaba en su lecho, como esperaba. La encontró en el pequeño jardín trasero de la cabaña, mirando las estrellas con aire pensativo. Había algo en su postura que le decía a Ryuu que ella ya sabía que él lo buscaría. Como siempre, su tía parecía estar un paso adelante.
—Tía… —dijo Ryuu con voz baja, aunque no podía evitar que la pregunta se le escapara con urgencia—. ¿Qué sabes de mi madre? ¿Por qué nunca me dijiste la verdad?
Su tía giró lentamente, como si hubiera estado esperando esas palabras. Su rostro, normalmente sereno, ahora mostraba un reflejo de algo más profundo, algo que Ryuu nunca había visto: dolor, pero también una tranquila determinación.
—Porque no era el momento, Ryuu. —Respondió suavemente—. No quería que cargues con el peso de la verdad antes de tiempo. Pero ahora… parece que ese momento ha llegado.
Ryuu se acercó más, ansioso por escuchar, sus ojos fijos en ella.
—Tu madre, Akira, fue una de las guerreras más poderosas de su tiempo. No solo porque dominara el viento, sino porque entendía la conexión entre los elementos. La Lanza de Aether… —La curandera vaciló un momento antes de continuar—. Ella estuvo involucrada en su búsqueda, y fue precisamente esa lanza lo que la llevó a su trágico final.
El nombre de la lanza hizo que el viento a su alrededor se agitara, como si respondiera a la mención de aquel artefacto legendario.
—¿La Lanza de Aether? —Ryuu murmuró, sin comprender del todo. Él había oído leyendas sobre ella, historias susurradas por los ancianos de la aldea, pero nunca había imaginado que su madre estuviera involucrada en su búsqueda. Y menos aún que esa lanza tuviera algo que ver con su muerte.
Su tía lo miró fijamente, como si evaluara qué tan preparado estaba para la revelación que iba a hacer.
—La Lanza de Aether tiene el poder de controlar los cuatro elementos: fuego, agua, tierra y aire. Fue forjada en tiempos antiguos por un ser con poder absoluto, y aquel que la posea puede gobernar el destino de todo el mundo. Cuando Akira se unió a la búsqueda de la lanza, lo hizo con la esperanza de evitar que cayera en manos equivocadas. Sin embargo… —Su tía suspiró profundamente—. Algo salió mal. Fue durante una misión en la que intentaron obtenerla de un templo en las montañas de Terran, donde la lanza estaba escondida. Lo que ocurrió allí no se sabe con certeza, pero lo que sí sabemos es que la lanza no solo otorga poder, también corrompe la voluntad de quien la busca.
Ryuu sentía como si el peso de la historia de su madre cayera sobre sus hombros. No solo tenía que lidiar con su propio poder incontrolable, sino con el legado de su madre, una mujer que había estado dispuesta a arriesgar todo para evitar que un artefacto tan peligroso cayera en manos equivocadas.
—¿Y mi madre…? —Preguntó, la voz entrecortada.
—Tu madre desapareció tras esa misión. La búsqueda de la lanza la cambió para siempre. Los últimos días que estuvo con nosotros, se volvió más distante. Se retiró a las montañas para meditar, pero algo sucedió allí. Nadie sabe qué fue, solo que fue lo que la llevó a su muerte. —La tía de Ryuu hizo una pausa—. Cuando tú naciste, una extraña tormenta azotó la aldea, un fenómeno que solo podría haber sido causado por la lanza, o más bien, por la presencia de alguien que poseía una conexión con ella.
Ryuu no podía comprender todo lo que escuchaba. ¿Qué tenía que ver él con todo esto? ¿Y por qué su madre había ocultado todo esto de él?
—¿Soy… como ella? —Su pregunta flotó en el aire, como una gota de agua en calma antes de estallar.
Su tía lo miró con una intensidad que le hizo sentir que la curandera veía mucho más allá de su exterior.
—Lo eres, Ryuu. Pero solo tú decidirás qué hacer con el poder que llevas dentro.
El viento comenzó a arremolinarse alrededor de ellos, más fuerte que antes, como si las palabras de su tía hubieran activado algo profundo en su interior. Ryuu apretó el medallón de su madre contra su pecho, sintiendo cómo su conexión con el viento se intensificaba.
—Lo que pasa ahora depende de ti. —La voz de su tía fue la última palabra antes de que el viento se calmara, dejando el aire tenso y cargado de decisiones aún por tomar.
Ryuu sabía que su camino hacia el torneo no sería solo un viaje físico. Ahora, más que nunca, era un viaje hacia su propio destino, hacia la verdad que había estado ocultando durante tanto tiempo.