El sol se ocultaba lentamente detrás de las montañas, tiñendo el cielo de un rojo ardiente que contrastaba con la quietud de la selva que rodeaba el sendero. Ryuu caminaba en silencio, ligeramente rezagado respecto a Kara, que avanzaba con paso firme. El aire que los rodeaba estaba cargado de humedad y el aroma de la tierra, pero algo más pesado, como si la selva misma estuviera viva, se respiraba en cada respiro.
Kara había insistido en seguir el camino más difícil, adentrándose en un bosque antiguo y denso, conocido por los aldeanos como el Bosque Encantado. En su rostro, aunque no lo demostrara, Ryuu percibía una cierta tensión. Sabía que ella no era alguien que disfrutara de la compañía ajena, pero en su mirada había un dejo de determinación, como si estuviera siendo guiada por una fuerza interna.
—¿Por qué este camino? —preguntó Ryuu, observando a su alrededor. El bosque se sentía inquietante, como si cada árbol tuviera una historia que contar, pero se negaba a hablar.
Kara no respondió de inmediato. Caminaba con cautela, inspeccionando el suelo bajo sus pies y las ramas que se agitaban levemente con el viento. Luego, con una leve sonrisa torcida, contestó:
—Porque hay menos posibilidades de que nos sigan por aquí. Además, las leyendas dicen que este bosque esconde muchas cosas… algunas buenas, otras no tanto.
Ryuu frunció el ceño, sin comprender completamente lo que Kara quería decir, pero dejó que su instinto lo guiara. El viento había comenzado a soplar con más fuerza, como si respondiera a su creciente incertidumbre. Durante años había temido perder el control, pero algo dentro de él le decía que aquí, en medio de este lugar misterioso, podría aprender a entenderlo mejor.
Kara se detuvo de repente, señalando hacia un espeso matorral que cubría una roca gigante en el camino.
—Espera. —Dijo, bajando la voz. El tono de alerta era claro en su mirada. Ryuu, al verla tan seria, no dudó en quedarse quieto, siguiendo su gesto. La joven espadachina sacó su espada lentamente y se agachó, observando algo en el suelo.
—¿Qué sucede? —preguntó Ryuu, observando cómo la tensión aumentaba entre ellos.
Kara lo miró con ojos penetrantes. Había algo en su actitud que decía que la situación era grave. Ryuu sintió un escalofrío recorrer su columna.
—Escucha, puedes oírlo, ¿verdad? —preguntó en voz baja, casi como un susurro.
Ryuu prestó atención, concentrándose en el suave susurro del viento. Fue entonces cuando lo oyó: un sonido sutil pero creciente, como si algo se moviera a través de la maleza. Al principio no logró identificar qué era, pero la sensación de que no estaban solos lo envolvió. Los árboles crujieron, y algo pasó volando cerca de ellos.
—¿Qué es eso? —Ryuu susurró, los pelos de su cuello erizados. Podía sentirlo: algo peligroso estaba cerca.
Kara asintió con gravedad, sabiendo que no podrían evadir lo que estaba por venir.
—Bandidos. —Dijo simplemente. —No serán como los de antes. Están coordinados. Tendremos que luchar.
Antes de que Ryuu pudiera preguntar más, las sombras se movieron rápidamente entre los árboles y una figura saltó hacia ellos desde un costado, seguida por otras que se desplegaron en un círculo cerrado.
Kara reaccionó al instante, desenfundando su espada y girando sobre sí misma para esquivar un primer ataque. La hoja de su espada brilló bajo el tenue resplandor del sol filtrado a través de las copas de los árboles, y un resplandor plateado cruzó el aire. Ryuu retrocedió, pero sus pies se hundieron ligeramente en el suelo blando, dificultándole moverse con rapidez. A lo lejos, sentía el viento golpear las ramas, pero no podía controlar el aire como lo hacía en la costa. Aquí, el viento era denso y pesado.
—¡Tienes que ayudarme! —gritó Kara, esquivando una cuchillada. —Usa ese poder de una vez.
Ryuu parpadeó confundido, sin entender cómo podría ayudarla en una situación como esa. Pero al ver el peligro en los ojos de Kara, algo despertó dentro de él. La brisa alrededor comenzó a agitarse de nuevo, pero no era una ráfaga furiosa como antes. Esta vez, el viento respondía con una precisión que él nunca había sentido antes. Los árboles comenzaron a moverse a su alrededor, como si la naturaleza misma quisiera ayudarle.
Con un grito decidido, Ryuu levantó las manos, concentrándose. El viento comenzó a tomar forma, primero como suaves corrientes, luego como vórtices más rápidos. Los atacantes se acercaban rápidamente, y uno de ellos empujó a Kara al suelo. Sin pensarlo, Ryuu lanzó el viento hacia los bandidos con fuerza.
Una ráfaga potente levantó a los atacantes más cercanos, arrojándolos contra los árboles, mientras que el resto perdió el equilibrio por el fuerte viento. Kara aprovechó el caos para recuperar su posición, levantándose con agilidad y lanzando un golpe certero a uno de los bandidos que intentaba levantarse.
Ryuu se quedó observando, sin poder creer lo que acababa de hacer. El viento que había desatado le había permitido controlar la situación, pero aún no entendía cómo había logrado usarlo con tanta precisión.
Kara se giró hacia él, respirando con dificultad, pero sin mostrar signos de cansancio. Su expresión había cambiado; no era solo agradecimiento lo que había en sus ojos, sino una nueva apreciación por la fuerza de su compañero.
—Eso estuvo bien. —Dijo con una leve sonrisa, limpiándose una gota de sudor de la frente—. Pero esto fue solo el primer aviso. Si vamos a seguir juntos, necesitarás aprender a usar ese poder más rápido.
Ryuu asintió, sintiendo que el peso de lo que acababa de hacer aún lo afectaba. ¿De verdad era capaz de controlar el viento de esa manera? ¿O había sido solo una reacción instintiva?
Antes de que pudiera procesar completamente lo sucedido, Kara volvió a hablar.
—Vamos. El camino es largo, y si estamos aquí mucho tiempo, no seremos los únicos que vendrán a por nosotros. —Dijo mientras caminaba hacia adelante.
Ryuu la siguió, sintiendo que el viento no era solo un enemigo o una carga, sino una fuerza que podría ser su aliada, pero para eso tendría que aprender a controlarla mejor. A medida que continuaban su travesía a través del Bosque Encantado, una nueva resolución crecía dentro de él. El torneo podría ser la oportunidad que había estado esperando, pero también representaba el comienzo de algo mucho más grande.
Algo que cambiaría no solo su vida, sino el destino de todo el mundo.