En la Zona Central de la magnífica ciudad Dawn. Justo en el medio, se encontraba un hermoso palacio con un muro exterior de 10m de ancho y largo, a pesar de no ser demasiado grande comparado con otras fortificaciones, como los muros de la ciudad que medían 20m de ambas medidas. Estaba cubierto por una gran cantidad de sellos y formaciones mágicas de muy alto nivel.
Infiltrarse aquí no era una tarea fácil, y atacar, bueno, algunos lo habían intentado solo para ser sacrificados cruelmente sin siquiera poder romper una parte del muro. Incluso un dragón una vez se atrevió a venir a causar caos, logrando la gran proeza de convertirse en el primer dragón en ser asesinado por un reino humano. Todo su cuerpo se convirtió en materiales de investigación, para hacer armamentos o mejorar aún más las formaciones mágicas de la muralla.
Entre los distintos reinos, tribus o agrupaciones de seres iluminados de Evankor, el Reino Arpen tenía el mayor desarrollo en cuanto a teoría de sellos mágicos. Muchos de los mejores maestros del continente se encontraban ahí. Además, su sistema de enseñanza y medidas de seguridad sobre ellos eran bastante eficaces después de cientos de años.
En la zona oeste del interior del muro, estaban ubicados los campos de entrenamiento reales. Reservados sólo para la familia real y los mejores magos y caballeros afiliados al reino.
Zas! Zas!
En uno de estos campos de entrenamiento, a pesar de ser un poco más de las siete de la mañana. Una niña de diez años se enfrentaba a un muñeco mágico de entrenamiento hecho de madera. La niña tenía los ojos verdes oscuros y el pelo negro recogido en una trenza, atado a la trenza había un bonito lazo verde que tenía un encantamiento para que el cabello no la molestara en batalla. Nariz fina y sólo se le podía describir como hermosa.
Vestida con un traje de entrenamiento negro sostenía en sus manos una Claymore real mientras que el muñeco usaba una espada bastarda real también. Su postura era firme y equilibrada, con ambos pies separados hasta el ancho de los hombros, y rodillas ligeramente flexionadas, su espada apuntaba hacia arriba. Mientras observaba cuidadosamente a su oponente su respiración era controlada. Esperando el mejor momento parta atacar.
Tap! Tap! Sin! El muñeco se abalanzó sobre ella y lanzó un corte diagonal desde arriba. A lo que respondió dando un paso hacia delante y lanzando su propio corte diagonal también.
Tan!!! El choque los envió a ambos atrás, retrocediendo unos pasos.
La niña, que se llamaba Aurora, no perdió el tiempo, agarrando su espada con ambas manos mantuvo una distancia equilibrada entre ellas en el mango y procedió a tomar la iniciativa. Llegó rápidamente junto al muñeco a una distancia suficiente para ejecutar un corte horizontal mientras giraba.
Poniendo mucha fuerza en sus tobillos y caderas, la fuerza del golpe acompañado del giro aumentó considerablemente, y cuando se enfrentaron el maniquí salió perdiendo, desequilibrado y fuera del flujo de combate previo. Sabiendo que esto era una oportunidad, Aurora lanzó un aluvión de ataques sobre el muñeco. Cada uno con la intención de poner fin al combate.
Según aumentaba su impulso aparecían rasguños en el muñeco, estos rasguños crecieron poco a poco hasta que partes del muñeco empezaron a despedazarse. Perdió un brazo y tenía una pierna con abolladuras suficientes para tener que tambalearse.
Wooo! Retrocediendo, los ojos del muñeco se pusieron rojos y entró en una especie de segunda fase. Aún con una pierna mala y sin un brazo, su fuerza general se incrementó.
Zas! Tan!! Aurora cayó dando pasos hacia atrás por un fuerte golpe, pero el muñeco no le dio descanso para recuperarse. Su embestida solo empeoró. Viéndose en aprietos buscó una forma de coger un respiro y volver a la carga, pero nada parecía funcionar. Así estuvo unos 30 segundos mientras intentaba esquivar o desviar ataques, pero se sintieron como una eternidad. El muñeco simplemente era demasiado fuerte y frenético.
Entonces solo quedaba una cosa «Usa su fuerza contra él». Pensó. En uno de los frenéticos movimientos del maniquí, cambió un poco su juego de pies y desvío eficazmente un ataque, haciendo que el muñeco y su espada quedaran apuntando a la misma dirección. Luego lanzó una patada hacia la pierna mala del muñeco destrozándola. Inmediatamente los papeles se volvieron a invertir. Pero todavía era más fuerte que ella, aunque no le quedaba mucho.
Así estuvieron durante unos minutos, con ella dominándolo. Lo que quedaba del muñeco apenas se mantenía de pie. Finalmente, Aurora sintió que era hora. En medio de un choque redirigió con fluidez su movimiento y el maniquí cayó al suelo. Lo remató al momento con un golpe en la cabeza.
Peeeeng! Una luz verde llenó fugazmente el lugar anunciando el fin del combate. Se quedó mirando al suelo donde quedaban los trozos de madera.
—..! —Entonces se dio cuenta de lo que acababa de hacer. «¡Lo vencí!» Pensó asombrada y feliz. Hace dos meses sería una tarea imposible, mas hace un mes y unos días, ascendió otra vez.
Este era su segundo nivel de ascensión, el nivel Adepto. En este nivel ya podía usar hechizos básicos de su afinidad, de esa manera pudo sostener por tanto tiempo su Claymore.
Aurora despertó su núcleo de maná con ocho años, su afinidad de maná era el Aura, una afinidad un tanto especial, permitía al usuario potenciar distintos aspectos físicos de sí mismos, otras personas u objetos como la fuerza, dureza o velocidad. Aunque raro, algunos podían potenciar otros hechizos si tenían otra afinidad o hechizos de sus aliados. Por eso cuando se vio que tenía esa afinidad pero más ninguna, hubo cierta decepción.
Básicamente la instruyeron para que tomara un rol de apoyo en el combate. Después de todo, no podría utilizar al máximo sus dones. Disgustada y triste salió del palacio y fue al campo de entrenamiento. Allí recogió una espada y se puso a practicar.
Recordó que cuando tenía cinco años, fue de caza con su familia, en ese momento una terrible bestia entró al campamento. A pesar de que estaba lejos y protegida por guardias, no pudo evitar tener miedo. Era un lobo negro de ojos rojos, grandes garras y terroríficos colmillos. Le temblaron las manos y el sudor corrió por su cara.
Antes de que el lobo pudiera hacer mucho. Un guardia que estaba cerca puso la mano en la empuñadura de su espada. Y cuando la sacó el lobo estaba dividido por la mitad. Ella se quedó en shock. Aunque no entendía exactamente que pasó, sabía que el lobo murió cuando el hombre sacó su espada. Esto la dejó asombrada. Pensó en lo increíble que sería si ella pudiera hacer lo mismo.
Volviendo al primer recuerdo. Aún con todo lo que le habían dicho, a ella no le importaba. Quería ser una gran espadachín. Por eso tomó la espada y se puso a entrenar y entrenar hasta que se desmayó. Rosando los límites de su nuevo cuerpo fortalecido. Cuando despertó estaba en su habitación. Y alguien estaba en su cama sentado.
—¿Ya despertaste hermanita? —dijo un joven de unos 13 años con ojos verdes oscuros como los de ella y el pelo negro.
—¿Her-hermano mayor? ¿Qué pasó?
—Que te excidiste entrenado y te desmayaste en tu campo de entrenamiento.
Aurora recordó lo que sucedió y se quedó en silencio. Sin saber qué decir. Parecía que se pasó entrenando. El joven la miró y colocó una mano tiernamente sobre su cabeza. Este joven era su hermano más grande Alejandro, y siempre la trataba muy bien.
—No les hagas caso a esos viejos. Despertaste más temprano que yo y tienes una buena afinidad. Definitivamente vas a ser muy fuerte en el futuro. ¡Créelo! —expresó con convicción.
Pero Aurora no se emocionó tanto. Si bien despertar su núcleo a esa edad se consideraba un genio increíble en muchos lugares. No era tan raro en la familia real de los reinos humanos. Porque esta joven era Aurora Von Arpen. Era la princesa del Reino Arpen, y tercera en la línea de sucesión. Antecedida por sus hermanos Alejandro y Augusto. Con el primero siendo el heredero del trono.
Viendo que no tenía éxito en animar a su hermana. Alejandro se quedó pensando. Luego sin saber que más decir. Dijo lo primero que se le ocurrió.
—¿Segura que te gusta mucho la espada?
—¡¡Claro!! Me encanta usar la espada.
—Entiendo. Sabes, en el Reino Voktar, hay un título que se le da a la persona con la mayor maestría en la espada: El Santo de la Espada. Ellos han mantenido este título durante siglos. —Hizo una pausa.
—Se dice que el Santo de la Espada puede cortar cualquier cosa solo con su arma. Montañas, valles, el cielo, incluso.... hay rumores de que el actual Santo mató a una legendaria Hidra. Bestias terroríficas que se regeneran infinitamente. Así de increíble es.
—...!!! —Ella estaba sin palabras. Fascinada por las palabras de su hermano.
—Lamentablemente. Hay dos cosas que nunca han pasado. —Los ojos de Alejandro cayeron y su mirada bajó. Su cara de "tristeza" digna de un Oscar—. Que el Santo de la Espada no pertenezca al Reino Voktar, y sobre todo... que sea una mujer.
—...
—Entonces. ¿Qué dices hermanita? ¿Te gustaría ser la primera persona de nuestro reino, además mujer, en ser llamada Santa de la Espada?
Ella se quedó en silencio. Procesando todo.
—¿De verdad existe eso?
—¡Por supuesto!
Ella lo pensó. Le gustaba como sonaba: Santa de la Espada. Sus ojos comenzaron a brillar y recuperar su alegría habitual.
—¡Sí! ¡Hermano mayor. Seré la primera Santa de la Espada!
—Está bien, está bien. Creo en ti. Pero no puedes volver a entrenar como ayer sin supervisión, ¿entendido? —Arrugó un poco las vejas mientras la miraba y decía eso.
—Sí... está bien. No lo volveré a hacer.
—Eso es bueno. Te dejo que descanses. Necesito leer unos libros. ¡Muah! —Le dio un beso en la frente y se fue.
••
Presente.
Después de darle un último vistazo al destrozado muñeco. Se dirigió a la salida con la Claymore en sus manos. Como maga Afín al Aura, esto no era problema. Aunque la hoja gris estaba empezando a desgastarse luego de este intenso último mes.
Allí la esperaba un hombre que aparentaba unos 50 años pero medía apenas 1.5m, sí, era casi un enano. Solo le faltaba robustez, pues además de pequeño, era bastante flaco. Se llamaba Miguel, y era el guardia que mató al lobo en aquella ocasión.
Miguel no estaba entre los caballeros más fuertes del reino, mas en cuanto al manejo de la espada puro, era sin duda el mejor. Aurora había insistido en que fuera su maestro. Su afinidad era el viento, y lo usaba para potenciar sus cortes y técnicas con la espada.
—Felicitaciones por su progreso reciente princesa, ha sido fabuloso. En solo un mes desde que ascendió al nivel adepto ya es capaz de usar los hechizos básicos de fuerza y dureza. Jeje pronto podrá usar los restantes.
Ella únicamente sonrío y asintió. Miguel a veces se pasaba con los elogios, su hermano mayor le había advertido a nunca ser complaciente con ellos. No dejaría que sus palabras se le fueran a la cabeza.
Se sentó cruzándose las piernas y se puso a recordar y analizar la batalla que acababa de tener. Esto era necesario para ver errores y acciones que podía mejorar.
Después de media hora. Se levantó. Su entrenamiento diario por las mañanas consistía en una hora de combate, y meditación hasta el mediodía, era mejor en ese horario que por la tarde cuando la mente estaba más cansada. Su maestro la ayudaba con eso. En la tarde variaba mucho más, podían ser peleas con otros muñecos, ejercicios físicos, cultura general, magia, sellos mágicos o... el terrible y despiadado: etiqueta... solo de pensar en eso hacía que agradeciera al entrenamiento físico.
Por suerte, hoy no le tocaba esa aburrida clase. De hecho, eran únicamente una serie de ejercicios orientados a la resistencia. Un atributo corporal del cual no había podido lanzar un hechizo mágico aún.