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—Primero, ¡déjame besarte! —Elliot bajó la cabeza y la besó.
Ámbar no esperaba que él fuera tan atrevido como para besarla a su antojo. Sin pensarlo más, levantó la mano y le dio una bofetada en la cara.
Elliot jamás había soñado que Ámbar, quien parecía suave y débil por lo general, se atrevería a actuar de esa manera. No esquivó en absoluto y la bofetada aterrizó duro en su mejilla.
Desde que Elliot nació hasta ahora, nadie había tenido el atrevimiento de golpearlo. Soltó a Ámbar al instante y dijo con voz severa —Ya no deseas trabajar aquí, ¿verdad?
Naturalmente, Ámbar conocía a Elliot. Como el más amado joven maestro de la digna familia Thomson, probablemente nunca había sido abofeteado por una mujer antes. Ahora, ella definitivamente se había metido en problemas.