Es su responsabilidad pasear y ayudar a los pequeñines con sus manualidades. También necesita pasar desde la caja lo que los cachorros le pidan, como lápices de colores o pintura.
Awan se detiene en seco, girándose hacia mí mientras frunce el ceño con incertidumbre, inspeccionando de nuevo en la caja. —¿Qué es? —pregunto mientras él lee los movimientos de mis dedos.
Extrae un pequeño diario marrón de los límites de la caja y me lo muestra mientras mis orbes se ensanchan al mirarlo. Había olvidado por completo ese libro, se había caído ayer por la noche del estante de Fobos cuando fregué los suelos de su cámara, pero no tuve tiempo de mirar su contenido así que lo empujé en la caja con la esperanza de poder leerlo más tarde.
