—Solo lo eleva hasta su nariz y toma una profunda inhalación mostrándome cuán precisamente lo usó para aliviarse, sin importarle lo que yo pueda sentir o pensar. Este macho es verdaderamente sucio. —Ahora es mío, Tea. Resistiendo esto, me pongo de puntillas saltando sobre las plantas de mis pies con mi extremidad derecha elevada para quitárselo, pero él solo lo levanta más y más lejos de mi alcance.
—Sabiendo que mis esfuerzos posteriores solo serán en vano, renuncio y me relajo en su agarre para encontrarme con sus ojos, pero él parece bastante absorto pues descubro dónde se detienen. En mis pechos saltarines, lo seducen imprudentemente instándolo a chupar y saborear.
—Aliméntame, mi hembra. —Gime como si la tortura de su cuerpo fuera insoportable, como si solo yo pudiera aliviar su malestar corporal.