—Hace dos meses, Momo se coló sigilosamente en mi cabaña buscando comida a través de la pequeña grieta de la ventana que había dejado abierta a propósito para que entrara aire fresco. Cuando volví de mi ducha, me sorprendió ver el desastre que había hecho en mi cocina. Lo atrapé en el acto con las mejillas llenas de lo que pudiera encontrar.
—Lo atraje hacia mí con varias ofrendas de queso, semillas y frutas, que aceptó de mí agradecido. Después de ese día, Momo apenas salió de mi hogar, prefirió quedarse y disfrutar de lo que le ofrecía, era como yo en cierta manera, pidiendo ser consentido, así que construí una jaula y un nido para él —es donde duerme la mayor parte del día, ya sea allí o esparcido en la cama de Fobos, que le encanta absolutamente.
—Un inesperado tono agudo del teléfono que me regaló mi macho me hace correr hacia la mesa del comedor para contestarlo.