Las palabras de Arvan se repetían en la mente de Jena como un disco rayado. Su boca literalmente colgaba abierta, sorprendida y confundida por igual.
—¿Cómo... cuándo la mierda se le volvió en contra así?
—Señor Richardson, ¿qué... qué está diciendo? —rió con ironía dando un paso hacia el hombre cuestionado.
Para su sorpresa, Arvan dio un paso atrás, evitándola como si fuera una enfermedad. Esto la ofendió, pero no era lo importante en este momento.
—Señor Richardson, creo que todo lo entiende mal. La gente que causó este problema, son ellos —insistió, señalando acusadoramente en dirección a Leonica.
A pesar de la acusación lanzada contra ella, la cara de Leonica se mantuvo neutral.
—Ellos son los que lanzaron el primer golpe, por lo que es justo que se lleven
—Señora Benson —interrumpió Arvan su prédica—, parece que está bajo la impresión de que usted es la víctima en todo esto.
Jena lo miró, con confusión grabada en sus facciones.
—Pero son usted y su hijo los agresores.