Busqué rápidamente en mi bolso mi teléfono, con las manos temblando mientras marcaba el 911, mi corazón latiendo en mi pecho.
—911, ¿cuál es su emergencia? —dijo la voz del operador a través del teléfono.
—Mi hermano—él está—sangrando —balbuceé, con la voz entrecortada por los sollozos—. Hay tanta sangre. Por favor, no puedo perderlo, ¡por favor!
La operadora pidió la dirección de mi casa, se la di, la línea quedó silenciosa por un momento mientras localizaba la casa.
—Necesito que permanezca tranquila, estoy enviando una ambulancia. Debería estar allí en 5 a 10 minutos —ella me aseguró calmadamente.
Pero no podía dejar de entrar en pánico, su pulso era débil y no respondía, con los ojos fuertemente cerrados.
Todo en lo que podía concentrarme era en su cuerpo inerte, en mis brazos y la sangre. Tanta sangre.
No puedo perderlo también. No después de perder a Papá Mamá está en el hospital luchando por su vida.