El Sr. Sullivan se sentó en la opulenta sala de su casa, con expresión severa e inflexible. Era un hombre de riqueza y poder, acostumbrado a conseguir lo que quería, y había dejado claro que su hijo, Roy, debía seguir sus pasos.
Roy estaba de pie frente a su padre, su postura rígida mientras se preparaba para dar las noticias que sabía que a su padre no le gustarían.
—Papá, me temo que no he podido avanzar mucho con Joanna —dijo Roy, su voz tensa y controlada.
—¿Qué quieres decir con 'no mucho progreso'? —El Sr. Sullivan respondió bruscamente, frunciendo el ceño furiosamente—. Te di una tarea simple: seducir a esa joven y hacerla tuya. Y aún así, ¿me estás diciendo que no has podido llegar a ella?
Roy tragó con dificultad, su rostro enrojecido por la vergüenza y el miedo. Sabía que su padre no toleraría un fracaso, especialmente no en un asunto tan importante como este.