Anna finalmente suspiró y lentamente, se levantó de la cama y comenzó a recoger su ropa entre la suya y la de Rodríguez que estaba esparcida por el suelo y comenzó a vestirse.
—¿Ya te vas? —preguntó Rodríguez de repente.
—Sí, necesito volver a casa. No sé si mi hermano está en casa, pero necesito hablar con él —respondió Anna, sin detener sus manos que trabajaban en su vestido.
Anna terminó de vestirse y se puso de pie, su expresión determinada. —Listo —dijo, su voz firme mientras seguía mirando a Rodríguez.
Rodríguez asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. —Haz lo que debas hacer —dijo, suspirando—. No te detendré.
Anna le dedicó una pequeña sonrisa agradecida. —Gracias —susurró, sus ojos brillando con aprecio.
—Solo cuídate. Te llamaré pronto cuando te necesite —pronunció Rodríguez, una leve sonrisa juguetona en sus labios.