Joanna retrocedió, saliendo de la entrada de la mansión, su mano temblando en el volante. Echó un vistazo a Carla en el asiento trasero. Su piel estaba pálida y su sangre goteaba sobre el asiento de cuero de Miguel.
Condujo por la entrada hacia la puerta, los guardias junto a la puerta no la abrieron ya que esperaban que se detuviera para confirmar quién era.
—Carla, agáchate —susurró Joanna mientras disminuía la velocidad del coche y bajaba la ventana para que pudieran verla.
—Buenas tardes Señora Salvador —la saludó el guardia, bajando su arma.
—Buenas tardes —le respondió, estaba sudando profusamente en el coche, su cuerpo lleno de inquietud y sus ojos iban y venían hacia atrás para asegurarse de que Carla permaneciera oculta.
—¿El Don sabe que va a salir? —preguntó el guardia.
Joanna forzó una sonrisa tensa que no llegó a sus ojos mientras asentía. —Sí, solo necesito comprar algunas cosas rápidamente —dijo.