Miguel condujo bruscamente y estacionó su auto, bajó aún humeante de ira, esperando ahogarla en alcohol cuando entrara.
Entró y vio a Joanna durmiendo pacíficamente en el cojín en el que estaba sentada mientras veía la película.
Se acercó a ella y contempló su cuerpo revelador. La camisa que llevaba puesta no hacía justicia ocultando su cuerpo perfecto. Era un poco transparente.
Sonrió con malicia y pasó su mano por su cabello, lo que la despertó, ella parpadeó al verlo y tragó saliva nerviosamente.
Estaba nerviosa por la cercanía.
—Eres la perfecta para deshacerme de mi ira —dijo él, y ella se alejó de él.
Todavía no se había recuperado de lo que él hizo y ahora él estaba a punto de hacer otra cosa.
—¿Qué quieres decir? —preguntó ella.
—Alguien me enfureció mucho y necesito algo que me alivie —dijo él, sus ojos ardían de lujuria.
—Quédate quieta —ordenó él, y ella lo hizo.
Abrió los botones de su camiseta uno por uno mientras la miraba a los ojos.