El Sr. Sullivan se levantó y se acercó a Roy, quien estaba parado en la puerta. Sostenía un bate en su mano.
El Sr. Sullivan usó el bate para golpearlo, y Roy cayó al suelo gimiendo, no se atrevía a hacer un sonido.
—Nunca te di permiso para hacer tal cosa, ¿y te atreves a hacerlo? —gritó el Sr. Sullivan, y Roy se levantó.
—Pensé que llevarlo allí era lo mejor. Él no pensaría que algo así ocurriera allí —dijo Roy.
—Deberías haberme preguntado —gritó el Sr. Sullivan.
—Lo siento —dijo Roy.
El Sr. Sullivan volvió a su asiento y soltó el bate.
—¿Has logrado conseguirla? —preguntó.
—El único lugar al que él le permitía ir era su empresa, y luego de vuelta a casa, nunca le permitió salir de la casa, así que es bastante difícil.
—Sólo espera. Habrá un momento en que bajará la guardia y la dejará salir de la casa —murmuró el Sr. Sullivan.
—Sólo asegúrate de estar listo y de mantener tus ojos en ella —dijo el Sr. Sullivan, y Roy asintió.