Era la hora del almuerzo, Joanna y Losa iban de camino a buscar su comida mientras chismorreaban cuando Lisa se tropezó con alguien.
—Ten cuidado —dijo la persona, y Lisa se giró para ver quién era.
Ella soltó un grito al ver que era Norman, parecía un ángel con su cabello perfectamente peinado y su esmoquin ajustado al cuerpo.
Desprendía un aire de mafioso, y Lisa podría jurar que casi se desmaya.
—Hola, lo siento —dijo Lisa, y Norman le regaló una sonrisa.
Él presiona el botón del ascensor y le guiña un ojo a Lisa antes de que se cierre la puerta.
—Dios mío, lo viste, ¿verdad? Me guiñó un ojo, Dios, es tan guapo —decía Lisa baboseando, y Joanna solo sonreía viendo a su amiga exagerar.
—Dios, mataría por ver esa sonrisa de nuevo —dijo Lisa y gimió.
—Sí, al menos uno es mejor que el otro —murmuró Joanna.
Ella no ha conseguido que Miguel sonría, ni siquiera una risita.
Aunque todavía se ve atractivo con su rostro frío, ella se imagina lo guapo que se va a ver sonriendo.