Ethan se despertó antes de que el sol comenzara a iluminar el cielo, sintiendo una mezcla de inquietud y determinación. Sabía que debía hablar con Julián sobre su sueño aterrador, pero no quería arruinar el desayuno. Así que, mientras se vestía, decidió que lo haría de camino al criadero.
Bajó las escaleras y encontró a su madre, Alma, en la cocina, preparando el desayuno. El aroma del café y el pan tostado llenaban el aire. Julián ya estaba sentado a la mesa, hojeando un viejo libro sobre la vida en el bosque.
—¡Buenos días! —saludó Ethan, tratando de sonar más alegre de lo que se sentía.
—¡Buenos días, campeón! —respondió Julián con una sonrisa—. ¿Listo para un día en el criadero?
—Sí... solo un momento —dijo Ethan mientras tomaba un vaso de agua—. Estoy pensando en algo que quiero contarte, papá.
Alma se dio cuenta del tono serio en la voz de su hijo y lo miró con curiosidad, pero Ethan solo sonrió nerviosamente y se dirigió hacia la puerta.
—Voy a salir un momento —anunció—. ¡Nos vemos en el camino!
Mientras caminaban hacia el criadero, Ethan luchaba por encontrar las palabras adecuadas. El cielo se iluminaba lentamente y los pájaros cantaban, pero su mente estaba ocupada con imágenes de su sueño: la criatura oscura y aterradora que acechaba en el bosque.
—Papá —comenzó Ethan, respirando hondo—. Tuve un sueño anoche... algo realmente aterrador.
Julián lo miró con atención. —¿De qué se trataba?
Ethan sintió cómo las palabras fluían mientras describía la criatura que había visto: sus ojos brillantes como brasas y su rugido que resonaba en su pecho. Habló sobre cómo él y sus amigos habían decidido enfrentarse a ella si alguna vez aparecía en la vida real.
—Estábamos armados con palos y piedras —continuó—. Pensamos que podríamos vencerla juntos...
Julián lo escuchó atentamente, asintiendo lentamente. Cuando Ethan terminó de contar su historia, su padre soltó una risa suave, aunque con un toque de seriedad.
—Wow hijo, realmente es un sueño aterrador —dijo Julián mientras caminaban por el sendero hacia el criadero—. Pero tranquilo, si una criatura así existiera o anduviera cerca de nuestra aldea, yo tu padre la cazaría sin dudarlo.
Ethan sintió un alivio momentáneo al escuchar esas palabras, pero también una chispa de duda. —Pero papá... ¿y si no puedes? ¿Y si es más fuerte de lo que piensas?
Julián se detuvo un momento y miró a su hijo a los ojos. —Escucha, Ethan. Ustedes todavía son jóvenes y eso solo es un sueño. A veces nuestra imaginación puede ser más aterradora que la realidad. Siempre estaré aquí para protegerte a ti y a tus amigos.
Ethan asintió lentamente, aunque aún sentía un nudo en su estómago. Sabía que los sueños podían tener significados profundos; sin embargo, las palabras de su padre le brindaban algo de consuelo.
Mientras llegaban al criadero, Julián le dio una palmada en la espalda. —Ahora enfoquémonos en cuidar esos animales y disfrutar del día. La vida real tiene sus propios desafíos que enfrentar.
Con esa idea en mente, Ethan decidió dejar atrás sus temores momentáneamente y concentrarse en las tareas del día. Sin embargo, no podía evitar sentir que había más por descubrir sobre sus pesadillas y lo que realmente acechaba más allá de las fronteras de su hogar.
Mientras Julián y Ethan terminaban de ajustar algunas cosas en el criadero, un hombre apareció corriendo por el sendero, con el rostro pálido y la respiración agitada. Era Mateo, un conocido de Julián que siempre estaba listo para las aventuras en el bosque.
—¡Señor! —gritó Mateo al acercarse, con una mezcla de urgencia y emoción—. ¡Ya todos están listos!
Julián se volvió hacia Ethan y le sonrió. —Parece que la caza está a punto de comenzar. Es hora de que me vaya, hijo.
Ethan sintió un pequeño nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Sabía que la caza era parte de la vida en su aldea, pero después de su sueño inquietante, no podía evitar preocuparse.
—¿Vas a estar bien? —preguntó Ethan, tratando de ocultar su preocupación.
Julián lo miró con ternura. —Claro que sí. Siempre tengo cuidado. Pero quiero que tú te diviertas hoy. Cuida de los animales y no te alejes demasiado del criadero.
Ethan asintió, aunque aún tenía ese leve temor en su interior. Se despidió de su padre con un abrazo rápido y un poco renuente.
—Nos vemos en la noche —dijo Julián mientras se alejaba junto a Mateo, dirigiéndose hacia el bosque con paso decidido.
El sonido de sus pasos se desvaneció rápidamente entre los árboles, y Ethan se quedó mirando cómo se alejaban. La tranquilidad del criadero lo envolvió nuevamente, pero una parte de él sentía que algo más grande estaba en juego.
Decidió sacudirse esos pensamientos oscuros y concentrarse en su trabajo. Después de todo, tenía animales que cuidar y amigos con quienes compartir el día. Pero mientras realizaba sus tareas, no pudo evitar mirar hacia el bosque, preguntándose qué aventuras o peligros podrían estar acechando allí fuera.
La atmósfera en el bosque se tornó inquietante. Julián y su grupo, acostumbrados a ver manadas de Dopos en su camino habitual, se sentían extrañamente inquietos. El silencio era abrumador, y la falta de movimiento en el entorno solo aumentaba la tensión.
—Esto no se siente bien —murmuró Red, mirando a su alrededor con desconfianza. —Normalmente, estaríamos rodeados de ellos…
Julián asintió, sus instintos de líder encendiendo una alarma en su mente. —Debemos ser cautelosos. Algo no está bien aquí.
Continuaron avanzando, el crujir de las hojas bajo sus pies resonando en el silencio del bosque. A medida que pasaban los minutos, la preocupación crecía. De repente, Patrick gritó con emoción.
—¡Miren! ¡Allí hay uno!
El pequeño Dopo estaba acurrucado detrás de un arbusto, temblando visiblemente. Su piel negra brillaba bajo los rayos del sol, pero sus ojos reflejaban un terror profundo.
Julián frunció el ceño. —Es raro que un Dopo esté así... Normalmente son más atrevidos.
El grupo se detuvo al unísono, sintiendo que algo acechaba en la sombra del bosque. Julián dio un paso adelante, intentando calmar al pequeño monstruo con su voz suave.
—No te haremos daño... —dijo Julián con cautela.
Pero antes de que pudiera acercarse más, Patrick, impaciente y ansioso por demostrar su valentía, se lanzó hacia el Dopo con su arco preparado.
—¡Voy a atraparlo! —gritó Patrick sin pensar.
—¡NO PATRICK! —exclamó Julián en un intento desesperado por detenerlo.
El grito resonó en el aire, pero fue demasiado tarde. En un instante aterrador y surrealista, un sonido sordo llenó el aire y la cabeza de Patrick voló por los aires como si fuese una hoja arrastrada por el viento. El cuerpo quedó inerte mientras el grupo miraba horrorizado lo que había sucedido.
El tiempo pareció detenerse mientras todos procesaban la escena espantosa ante ellos. Un grito ahogado salió de la garganta de Kali mientras cubría su boca con ambas manos, incapaz de creer lo que acababa de suceder.
—¿Qué... qué ha pasado? —tartamudeó Hans, retrocediendo instintivamente hacia Julián.
El pequeño Dopo siguió temblando y mirando hacia atrás como si entendiera lo que había ocurrido. Julián sintió que su corazón se aceleraba mientras buscaba respuestas en su mente aturdida.
—Algo más está aquí... Algo que aterra incluso a los Dopos —murmuró Julián, su voz temblorosa pero decidida.
Red sacudió la cabeza en estado de shock. —Debemos salir de aquí... ¡Rápido!
Julián asintió solemnemente mientras miraba a sus amigos con determinación. La pérdida de Patrick pesaba sobre ellos como una sombra oscura, pero sabían que debían actuar para sobrevivir.
—No podemos quedarnos aquí ni un segundo más. ¡Retrocedan lentamente! —ordenó Julián mientras todos comenzaban a dar pasos hacia atrás con cuidado.
El bosque parecía cobrar vida a su alrededor; las sombras se alargaban y los sonidos del entorno se volvían cada vez más amenazantes. Los ojos del grupo estaban fijos en el pequeño Dopo, que aún estaba paralizado por el miedo.
Julián sabía que debían encontrar un refugio seguro y averiguar qué había causado ese aterrador giro de eventos antes de que fuera demasiado tarde. El eco del grito de Patrick aún resonaba en sus oídos mientras se adentraban nuevamente en la penumbra del bosque, temerosos pero decididos a enfrentar lo desconocido.
A medida que Julián se mantenía inmóvil, el aire se volvió denso con la tensión de la situación. La criatura detrás de él, Gyedura, se movía lentamente, su cuerpo colosal proyectando sombras aterradoras en el suelo. Julián podía escuchar el crujido de los colmillos de Gyedura, un sonido que parecía resonar en su pecho, como un eco del terror que invadía el ambiente.
Los ojos de Julián se entrecerraron mientras trataba de evaluar la situación. La niebla tóxica comenzaba a emerger de la criatura, envolviendo el paisaje en un manto oscuro que parecía absorber la luz misma. Sabía que si inhalaba esa niebla, perdería no solo su fuerza física, sino también su voluntad de luchar. La desesperanza lo invadió momentáneamente, pero rápidamente se sacudió esa sensación; no podía rendirse.
De repente, un pequeño movimiento a su izquierda llamó su atención. Un miembro del grupo, temblando y con los ojos desorbitados por el miedo, estaba a punto de dar un paso atrás. Julián se giró con rapidez, levantando una mano en señal de advertencia. "¡No te muevas!", susurró con voz firme pero temerosa.
Gyedura, al parecer alertado por el leve sonido, giró lentamente su enorme cabeza hacia ellos. Sus ojos, como brasas ardientes, escudriñaban cada rincón en busca de cualquier indicio de movimiento. Julián sintió cómo su corazón latía con fuerza; sabía que cualquier gesto podría ser interpretado como una amenaza.
En ese momento crítico, recordó las leyendas sobre Gyedura: su incapacidad para ver más allá del movimiento y su dependencia del sonido para cazar. Consciente de esto, decidió utilizarlo a su favor. Se agachó lentamente y comenzó a hablar en voz baja a sus compañeros: "Si queremos salir de esto, debemos permanecer en silencio y esperar a que se aleje."
El aire era pesado y cargado de ansiedad mientras todos contenían la respiración. La niebla avanzaba lentamente hacia ellos como un manto sombrío que prometía muerte y desesperación. Julián cerró los ojos por un instante y recordó las historias antiguas sobre guerreros que habían enfrentado a monstruos similares. En lugar de rendirse al miedo, decidieron buscar una estrategia.
Con una determinación renovada, Julián decidió que podían usar el entorno a su favor. Al observar el terreno cubierto de rocas y árboles caídos, una idea comenzó a tomar forma en su mente. "Si logramos distraerlo... quizás podamos escapar", pensó.
Julián buscó algo pesado a su alrededor y encontró una piedra grande. Con todo el cuidado del mundo, preparó el lanzamiento mientras sus compañeros lo miraban con incertidumbre. Cuando Gyedura giró nuevamente su cabeza hacia otro lado, aprovechó la oportunidad y lanzó la roca con todas sus fuerzas hacia un arbusto distante.
El estruendo resonó en el aire y Gyedura reaccionó instantáneamente, girando hacia la fuente del sonido. Era ahora o nunca; Julián gritó: "¡Vamos!" y comenzó a correr hacia un sendero estrecho entre los árboles, alentando a sus compañeros a seguirlo.
La niebla tóxica empezó a disiparse detrás de ellos mientras corrían por sus vidas, el rugido distante de Gyedura resonando como un recordatorio aterrador de lo cerca que habían estado del caos absoluto. Pero sabían que aún no estaban fuera de peligro; el verdadero desafío apenas comenzaba.
Mientras Julián y los chicos corrían a través del denso bosque, la adrenalina corría por sus venas. El sonido de las ramas rompiéndose y el rugido lejano de Gyedura resonaban en sus oídos, empujándolos a moverse más rápido. Sin embargo, el terror se apoderó de Hans cuando una rama se interpuso en su camino. Tropezó y cayó al suelo, su rostro pálido reflejando el miedo que sentía.
Gyedura, al notar el movimiento, centró su atención en los chicos. Con un grito ensordecedor, la criatura se lanzó hacia ellos, sus garras listas para atacar. Julián sintió que el tiempo se detenía por un instante mientras veía cómo la sombra de Gyedura se acercaba rápidamente.
"¡Hans!" gritó Julián, pero no había tiempo para pensar. Con un movimiento rápido, se interpuso entre la criatura y sus amigos. Con su espada pesada en mano, se preparó para el impacto.
El monstruo atacó con una ferocidad abrumadora, pero Julián había entrenado durante años para momentos como este. Con una habilidad impresionante, esquivó el ataque, girando su cuerpo con gracia y utilizando el peso de su espada para desviar la garra que estaba a punto de alcanzarlo. La hoja brilló bajo la luz tenue del bosque mientras Julián respondía con un corte preciso hacia Gyedura.
"¡Vayanse! ¡Yo me encargo!" gritó Julián con una voz firme y decidida. Sus amigos lo miraron con una mezcla de agradecimiento y desesperación; sabían que era una decisión arriesgada, pero también comprendían que su amigo estaba dispuesto a sacrificarse por ellos.
Mateo tomó rápidamente a Hans del brazo y lo ayudó a levantarse del suelo. "¡Vamos! ¡No podemos quedarnos aquí!" dijo el, tratando de infundirle valor mientras lo arrastraba hacia atrás.
Mientras tanto, Julián enfrentaba a Gyedura con valentía inquebrantable. Cada movimiento era calculado; cada golpe que daba era un intento de mantener a raya al monstruo y proteger a sus amigos. La tensión en el aire era palpable mientras la criatura rugía furiosa ante la resistencia de Julián.
"¡No te atrevas a acercarte a ellos!" exclamó Julián mientras bloqueaba otro ataque feroz de Gyedura. A pesar del miedo que sentía por dentro, su determinación brillaba más fuerte que cualquier temor.
Finalmente, Mateo,Red y Hans comenzaron a retroceder lentamente entre los árboles, sin apartar los ojos de su amigo valiente que luchaba contra lo imposible. Sabían que debían escapar para tener una oportunidad de sobrevivir y volver por él más tarde.
La lucha continuaba en el corazón del bosque; Julián sabía que debía ganar tiempo para que sus amigos pudieran escapar. Con cada golpe desviado y cada grito desafiante lanzado hacia Gyedura, sabía que estaba haciendo lo correcto.
Mientras Julián se enfrentaba con Gyedura, su mente se llenó de recuerdos de Ethan, su pequeño, que hoy celebraba su cumpleaños. En medio del miedo y la incertidumbre, una profunda tristeza lo invadió al pensar en lo que podría perder. "Nunca le he dicho 'hijo'", reflexionó con un nudo en la garganta. Esa palabra, que siempre había sentido como un abrazo cálido, se le había quedado atascada en el pecho.
Recordó la última vez que vio a Ethan, cómo su carita se iluminó al abrir un regalo y cómo sus risas resonaban en la casa. "Si solo pudiera volver y decirle lo orgulloso que estoy de él, lo mucho que significa para mí", pensó Julián, sintiendo una punzada de dolor. La idea de no tener otra oportunidad para llamarlo "hijo" lo llenaba de angustia.
"Hoy debería ser un día de celebración, no de despedida", murmuró para sí mismo mientras el eco de las risas infantiles resonaba en su corazón. La lucha contra Gyedura era más que una batalla por su vida; era una lucha por el futuro que anhelaba compartir con Ethan. "Prometo que si salgo de esto, no dejaré pasar más tiempo sin decirle lo que siento", se prometió con firmeza.
Con cada latido de su corazón, Julián sabía que debía luchar no solo por su vida, sino por cada momento perdido y por el tiempo que aún esperaba tener con su hijo. "Voy a volver a casa", se dijo con determinación mientras levantaba su espada. "Voy a volver y decirle 'hijo' por primera vez".