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Chapter 4 - Capitulo 4 Tragedia Parte 2

En algún Lugar De Khalion

En lo profundo de un palacio envuelto en la penumbra, las llamas danzaban en recipientes que rodeaban la sala, proyectando sombras inquietantes sobre las paredes. Arrodillado en el suelo había un hombre, su frente tocando el frío mármol, mientras ante él se alzaba una figura imponente sentada en un trono de cristal oscuro.

Hologramas vibrantes emergían de un cristal llamado Vibrationis, mostrando imágenes distorsionadas de otros seres a su alrededor.

—Mis señores, ya todo está listo —dijo el hombre arrodillado, su voz reverberando en el aire tenso.

—¿Pudiste confirmar qué criatura se adentró en el bosque? —inquirió uno de los hombres del otro lado del cristal, su tono era grave.

—Gyedura, mi señor —respondió el arrodillado, y su voz tembló, cargada de temor.

—¡Perfecto! Gyedura. ¡Magnífico! Esta vez, sí acabaremos con todos los Dominus —exclamó otro, dejando entrever su entusiasmo.

—¿Qué opinas sobre esto, N""""? —preguntó uno de los señores detrás del cristal, su mirada fija en el trono.

—Me interesa saber si Gyedura atacó la aldea —insistió otro.

—No, mi señor. Pero antes de salir corriendo hacia aquí para informarles, vi a un grupo de personas recorriendo el bosque; creo que estaban cazando —replicó el arrodillado, acelerando su respiración.

—Este grupo fue el que se topó con Gyedura. Un cruel destino para ellos —murmuró con voz temerosa, su mente agitada.

Un escalofrío le recorrió la espalda; el monstruo era aterrador, y sentía como si su propia vida estuviera siendo extraída. No podía aguantar ni un minuto más así —pensó angustiado.

—Mis señores, el líder de ese grupo... se llamaba Julián —explicó, rogando que sus palabras no desataran una tormenta.

—¿Julián? No, no puede ser —dijo uno de los señores, su voz se ahogó en un resquicio de miedo.

—Tranquilo, T"""", no creo que ese hombre pueda enfrentar a Gyedura. Solo la élite de los Caminantes podría desafiar a este monstruo, aunque Julián sea un Dominus —contestó con firmeza uno de los presentes.

—Tienes razón; Julián siempre ha sido uno de los más débiles entre los Dominus.

—En todo caso, mañana por la tarde enviaré a uno de mis espías élites hacia la aldea, por si llegara a suceder algún imprevisto —anunció uno de los señores, su mirada fija.

—Saltando a otro tema, N"""", La Reina De las Sombras, Car...

°°En la Aldea°°

La noche ya había caído como un manto oscuro sobre la aldea, envolviendo cada rincón en un silencio inquietante. Julián y los demás todavía no habían regresado, y la preocupación comenzaba a afianzarse en el corazón de Ethan. La sombra de un sueño aterrador aún lo perseguía, y esas imágenes inquietantes se apoderaban de su mente.

—Madre, ¿por qué no ha llegado aún? La noche ya ha caído, estoy preocupado —exclamó Ethan, sus ojos amplios y llenos de ansiedad.

Alma, con su instinto materno agudizado, sintió que algo no marchaba bien. Era inusual que Julián se retrasara tanto, especialmente después de la cena.

—Tranquilo, hijo. Seguro que ya están por llegar —respondió Alma, aunque su tono estaba teñido de preocupación. Su mirada se desvió hacia la puerta, como si cada crujido la hiciera esperar un regreso que no llegaba.

La brisa nocturna traía consigo susurros del bosque. Las hojas parecían murmurar secretos oscuros, y un escalofrío recorrió la espalda de Ethan.

—Madre, ¿crees que estén en problemas? Tal vez deberían haber vuelto ya.

Alma se inclinó hacia Ethan, buscando consuelo en su voz firme.

—No lo sé, pero Julián es fuerte y sabe cuidar de sí mismo. Confía en él —dijo, tratando de infundirle esperanza mientras su corazón se encogía con un ligero presentimiento.

Ethan miraba con atención hacia el umbral de la cabaña, cada segundo que pasaba parecía una eternidad. Las dudas comenzaron a sembrar semillas de temor en su mente.

—¿Y si... y si algo aterrador los encontró? —preguntó, su voz disminuyendo hasta convertirse en un susurro, como si temiera que algo terrorífico pudiera oírlo.

Alma cogió la mano de Ethan, apretándola suavemente, intentando transmitirle calma.

—No pienses así, hijo. La oscuridad puede atormentar nuestra mente, pero necesitamos mantenernos juntos y esperar. Julián siempre vuelve.

Justo en ese instante, un ruido atronador resonó desde la lejanía, como si algo se rompiera en el bosque. Ambos se volvieron hacia la ventana, con el corazón latiendo aceleradamente. La preocupación y la inquietud se mezclaban, creando una atmósfera de ansiedad.

—¿Qué fue eso? —preguntó Ethan, casi sin aliento.

—No lo sé, pero debemos estar preparados para cualquier cosa —respondió Alma, su voz firme pero su interior lleno de temor.

El eco de los gritos de Red resonó en la aldea, causando un revuelo general. Los rostros de los aldeanos se llenaron de miedo y preocupación, mientras Alma se apresuraba hacia Red, sus ojos buscando respuestas en medio del caos.

—¿Qué ha pasado? —exclamó Alma, dirigiéndose a Red, que aún respiraba con dificultad.

Red, jadeando, dejó caer a Hans y Mateo suavemente al suelo, donde los aldeanos comenzaron a evaluar sus heridas.

El relato terrorífico de Red

—Gyedura... —comenzó Red, su voz entrecortada por el miedo—. Cuando estábamos en el bosque, encontró a Patrick primero. Fue tan rápido... —se detuvo, tragando con dificultad la angustia.

Alma sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar el nombre de la criatura.

—Lo vi. Gyedura cortó su cabeza en un abrir y cerrar de ojos. Fue… fue horrible. No tuvimos tiempo de reaccionar.

Un murmullo de horror recorrió a los aldeanos presentes. La noticia de que Gyedura había vuelto, más feroz que nunca, llenó el corazón de todos de un profundo terror.

El impacto en la aldea

Ethan, escuchando la desgarradora historia, sintió cómo su corazón se hundía. Patrick, un amigo de todos, ya no estaba. Las imágenes de la fuerza de Gyedura invadieron su mente, llenándolo de impotencia y rabia.

—¿Y Julián? —preguntó Alma de inmediato, con una mezcla de esperanza y terror en su voz.

Red bajó la mirada, incapaz de responder. La atmósfera se tornó aún más pesada, y la desesperación inundó las miradas de los aldeanos.

—Debemos salir a buscar a Julián —afirmó con firmeza, aunque su voz temblaba—. No podemos dejarlo solo en el bosque. Necesitamos organizar un grupo, ir todos juntos.

Los aldeanos comenzaron a murmurar entre ellos, indecisos y temerosos. La imagen de Patrick aún les pesaba en el corazón.

—Puede ser peligroso —dijo uno de los ancianos, su voz llena de preocupación—. Gyedura no se detendrá.

Pero Alma, sintiendo la necesidad de proteger a su hijo, replicó:

—Si no vamos, podríamos perderlo para siempre. Necesitamos ser valientes, ¡por él!

Ethan sintió que la determinación de su madre encendía algo dentro de él. No podía quedarse de brazos cruzados mientras su padre estaba en peligro.

Al final, alguno de los jóvenes, alentados por la valentía de Alma, empezaron a agruparse. Con antorchas y Armas en mano, comenzaron a prepararse.

—Todos juntos —dijo Ethan, encontrando su voz entre la multitud—. Si estamos unidos, podremos enfrentarlo.

Los aldeanos asintieron, y con un renovado sentido de propósito, comenzaron a organizarse para la misión de rescate.

—No dejaremos a nadie atrás —prometió Alma, mirando a cada uno de los presentes.

Mientras el grupo se adentraba en la oscuridad del bosque, el viento aullaba como si la misma noche se opusiera a su viaje. Pero el destello de antorchas luchaba contra la negrura, guiándolos hacia lo desconocido donde Gyedura y la esperanza de hallar a Julián aguardaban.

El terror ha llegado

Las antorchas empezaron a temblar en manos de los aldeanos, desafiando a la oscura figura que se había materializado en su medio. La niebla, cargada de un hedor nauseabundo, se deslizó por las calles, cubriendo el suelo y abrazando los pies de quienes allí estaban.

Ethan, sintiendo cómo la presión del aire le oprimía el pecho, comprendió que estaban enfrentando algo más que un monstruo. Era el mismo miedo, la desesperación que había estado acechando a la aldea durante tanto tiempo.

Las palabras de Red cayeron sobre los aldeanos como un peso brutal. Un silencio helado se apoderó de la multitud, mientras cada uno asimilaba la terrible revelación.

—No... —Alma balbuceó, sus ojos llenos de incredulidad. —Eso no puede ser cierto.

Ethan apretó los puños con fuerza, sintiendo cómo la rabia se apoderaba de él.

—¡No podemos rendirnos ahora! —gritó, buscando reunir el valor de sus compañeros. —Si Julián ha caído, aún tenemos que luchar por su memoria y por salvar a nuestra aldea.

La experiencia del miedo y la pérdida instantáneamente afectó a la congregación, algunos comenzaron a murmurar entre ellos, aterrorizados por la idea de que lo peor ya había sucedido. La imagen de sus rostros reflejaba la desesperación; muchos habían conocido a Julián y lo habían visto luchar por todos.

Red, con la mirada profunda y dolorida, continuó. —Gyedura llegó hasta aquí por el rastro de sangre. Ha dejado su marca en este lugar y se alimenta de nuestro miedo y sufrimiento.

Alma sintió que se le rompía el corazón. —¡No dejaremos que su sacrificio sea en vano! ¡No!

Gyedura, con su presencia imponente, observó a los aldeanos con ojos que parecían hincharse de odio y desprecio. Su risa resonó como un eco inquietante, saturando el ambiente con una carga de nerviosismo. Era el sonido de la derrota anticipada, o al menos eso querían creer algunos, mientras otros empezaban a inquietarse en su firmeza.

—¡No! —gritó Alma, sintiéndose impulsada a actuar. —¡No podemos dejarnos vencer por el terror! ¡Estamos aquí por Julián!

Las palabras de Alma, cargadas de determinación, llegaron a los corazones de quienes la escuchaban. Su voz fue un faro de luz en medio de la oscuridad. Eso desató una ola de coraje entre los jóvenes, quienes comenzaron a correr hacia adelante, levantando las antorchas como si fueran espadas de luz.

La unión de la aldea

—¡Formen un círculo! —ordenó Ethan, mientras los aldeanos se agrupaban, fusionando sus energías en un solo frente. La luz de las antorchas brillaba más intensamente, como si cada uno de ellos llevara consigo el fuego de sus esperanzas.

Gyedura, en respuesta, alzó su garras con la intención de atacar, pero los aldeanos se mantuvieron firmes, el miedo se transformó en voluntad y determinación.

—¡Aguantemos! —exclamó Alma, con la voz resonando entre ellos. —¡Por cada uno de nosotros!

La fría risa de Gyedura reverberaba en el aire, mezclándose con los gritos de pánico de la aldea.Gyedura se reía de lo que parecía ser "Valentía"sus esfuerzos eran en vano—eso pensaba Gyedura.

Alma, sintiendo el frío terror que su presencia imponía, comenzó a perder la fe. La niebla tóxica que emanaba del enemigo se hacía cada vez más densa y opresiva, como una mano gigante que atrapaba a todos en su dolorosa desesperación.

—¡Filia! —gritó Alma, buscando la mirada de la mujer. —¡Toma a los jóvenes y a Ethan! ¡Tienen que correr y encontrar un lugar seguro! ¡No hay tiempo!

El rostro de Filia palideció, y el miedo se reflejó en sus ojos.

—Pero, ¡Alma! No podemos dejarte aquí...

—¡Hazlo, ahora! —insistió Alma, el pánico aferrándose a su voz.

Ethan, sintiendo que el instinto de protección lo invadía, se lanzó hacia su madre, la rabia brotando de su interior.

—¡No! ¡No te irás sin luchar! —exclamó, redoblando su resistencia.

Alma, en un momento de desesperación, actuó por instinto. Con un golpe firme en el estómago, derribó a su hijo de un solo golpe que termino desmayando lo.

—¡Ve! —ordenó a Filia, su voz temblando mientras trataba de contener su propio llanto.

Filia, con lágrimas en los ojos, tomo de la mano a los chico y el instante en que iba a dónde Ethan, la sombra de Gyedura se cernió sobre ellos. Con un movimiento ágil, el monstruo emboscó a Filia y los jóvenes, la sangre brotó como un río mientras Gyedura los masacraba, atormentando los cuerpos con una crueldad inimaginable.

Alma, con el corazón latiendo con fuerza, miró horrorizada mientras Gyedura estaba justo ante sus ojos. Intentó correr hacia ellos, pero el terror la inmovilizó. Solo pudo extender el brazo hacia su hijo, protegiéndolo en un desesperado intento de salvarlo del horror.

La escena quedó grabada en su mente; la mirada de terror en los ojos de Filia, los gritos desgarradores, todo se desvanecía en el eco de su propia desesperación cuando de repente, la presencia de Red emergió entre el caos.

—¡Alma! —gritó, su voz fuerte y decidida mientras se interponía entre Gyedura y ella. —¡Vete! ¡Yo los retardaré!

El sacrificio heroico

Antes de que Alma pudiera procesarlo, Red se volvió hacia ella y le dijo las palabras que le encomendó Julián. —"Ellos nos encontraron",

Alma sintió el nudo en su pecho apretarse como nunca. Un agradecimiento silencioso le atravesó la mirada al ver el sacrificio dispuesto de su amigo. Pero el horror no esperaría.

Red luchó con valentía, desafiando a Gyedura con cada fibra de su ser. Alma quedó paralizada, el miedo y la impotencia llenándola a medida que observaba cómo el monstruo, con un movimiento brutal y letal, despedazaba a Red, enviando su cuerpo volando en pedazos al suelo, un testamento de la brutalidad del enemigo.

—¡NO! —gritó Alma, el grito atravesando su ser, pero el dolor era abrumador.

Los ecos de la muerte envolvieron la aldea, el suelo se tornó completamente rojo, y la desesperación se convirtió en pesadilla.

Alma logró arrastrar a Ethan fuera de la carnicería, buscando un refugio. Ella sabía que la cueva cercana podría ser su último recurso. Sabía que debía proteger a su hijo a toda costa.

Alma avanzó con pasos silenciosos hacia el interior oscuro de la cueva, llevando a Ethan sobre su espalda. El peso de la culpa y la desesperación la acompañaban, pero el amor desbordante por su hijo era más fuerte que cualquier sombra que la envolviera.

Al llegar a un rincón seguro, dejó a Ethan cuidadosamente en el suelo, su pequeño rostro pálido y sereno, como un ángel en un sueño profundo. Con ternura, le dio un beso en la frente, sus labios apenas rozando su piel.

—Te amo mi querido hijo —susurró, mientras deslizaba un hermoso collar de su cuello y se lo ponía cuidadosamente a Ethan, imaginando que él tendría fuerza en el adorno.

Alma sintió que el tiempo se detenía. Miró a su hijo por un instante más, memorizando cada rasgo de su carita. La cueva, a pesar de ser un refugio, se sentía como una tumba. Sabía que debía actuar rápido, que no podían esperar mucho tiempo antes de que el terror los alcanzara.

Con determinación, comenzó a apilar piedras y escombros frente a la entrada. Cada piedra era un ladrillo en el muro de su sacrificio, una barrera que protegería a Ethan de los horror que estaba en la aldea. Su corazón latía con fuerza, pero su mente estaba enfocada.

Cuando la entrada estuvo casi cerrada, un último vistazo a su hijo la hizo titubear. En esa mirada, había una mezcla de miedo y confianza que la llenó de energía.

—No te preocupes, todo estara bien —dijo Alma, con la voz firme, aunque sus ojos apretados traicionaban su angustia.

Finalmente, apiló la última piedra con un esfuerzo que dejó huella en su cuerpo. La entrada de la cueva se cerró, y aunque en su pecho ardía una llama de tristeza, su instinto protector prevalecía.

Con la respiración entrecortada, Alma se dio la vuelta y salió corriendo en dirección a la aldea. Las sombras ya comenzaban a asechar, pero en su mente sólo había una misión: proteger a los demás, asegurarse de que sus sacrificios no fueran en vano.

El eco de sus pasos resonaba en la oscuridad, y su corazón latía con la fuerza de una madre decidida. Sabía que, aunque Ethan estaba a salvo por ahora, debía enfrentar su propio miedo y pelear por el futuro que ambos anhelaban.

La luz en su alma permanecía encendida, fuerte y luminosa, guiándola en la batalla por la esperanza y la vida. Alma estaba lista para enfrentar lo que viniera.