Ethan parpadeó lentamente, la luz tenue de la cueva iluminando la oscuridad que había envuelto sus sueños. La sensación del collar contra su piel lo hizo sentir una calidez familiar. Se incorporó lentamente, confundido, y miró a su alrededor. La cueva era fría y húmeda, sus ecos resonaban con el goteo del agua que caía a lo lejos.
—¿Dónde estoy? —murmuró, frotándose los ojos mientras intentaba recordar. De repente, imágenes vívidas comenzaron a fluir en su mente: las llamas devorando su aldea, los gritos de sus amigos y familiares, y el rostro angustiado de su madre, Alma, mientras luchaba por protegerlo.
—¡Mamá! —exclamó, levantándose de un salto con el corazón latiendo desbocado. Se llevó una mano al pecho, sintiendo el peso del collar que ella le había puesto. Era un hermoso talismán con un pequeño amuleto en forma de luna llena que brillaba incluso en la penumbra de la cueva. Recordó cómo ella siempre le decía que la luna era un símbolo de protección.
Con determinación, Ethan buscó la salida de la cueva. Sabía que debía encontrar a su madre y ayudarla. Sintió que el collar le daba fuerza.
—No puedo quedarme aquí —dijo para sí mismo—. Tengo que salvarla.
Con cada paso hacia la salida, el eco de los recuerdos lo impulsaba: las risas en su hogar, las historias que Alma le contaba junto al fuego. La imagen de Gyedura atacando su aldea se intensificó en su mente como una pesadilla persistente.
Finalmente, llegó a la entrada de la cueva y Ethan se detuvo en seco al ver la entrada de la cueva bloqueada por un muro de rocas. Su corazón se aceleró, pero la desesperación no le permitiría rendirse. Se agachó y comenzó a empujar las piedras con todas sus fuerzas, cada grano de arena en su alma gritándole que debía salir. La imagen de su madre, su risa y su amor, lo impulsaban a seguir adelante.
—¡Mamá! —gritó, mientras sus manos se llenaban de cortes y rasguños, pero no le importaba. El dolor era un recordatorio de que aún estaba vivo y que debía luchar por aquellos que ya no estaban.
Finalmente, tras un esfuerzo titánico, las rocas cedieron y Ethan logró abrirse paso hacia el exterior. El aire fresco lo golpeó como una ola, pero lo que encontró lo dejó paralizado. La aldea estaba en ruinas.
Las casas estaban hechas añicos, las llamas aún crepitaban débilmente en algunos rincones, y un silencio inquietante envolvía el lugar. Las risas que una vez resonaron entre los árboles habían sido reemplazadas por un eco desgarrador.
Ethan avanzó con cautela, cada paso revelando más horror. Los cuerpos de sus amigos y vecinos yacían esparcidos por el suelo, la sangre formando un río oscuro que serpenteaba entre las ruinas. Su estómago se revolvió y una punzada de dolor atravesó su corazón.
—No... —susurró, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Se arrodilló junto a uno de los cuerpos, reconociendo a un compañero de juegos de la infancia. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras recordaba las tardes soleadas que pasaron juntos.
En ese momento Ethan sentía que el mundo se desmoronaba a su alrededor, una tormenta de emociones lo invadía mientras sus rodillas se hundían en la tierra fría y manchada de sangre. La imagen de su madre, con su sonrisa cálida y su abrazo protector, se repetía en su mente como un eco desgarrador.
—¿Por qué? —gritó al cielo, la voz quebrada por la desesperación—. ¡¿Por qué, Dios?! ¡No te la lleves! ¡No, no, no!
Las lágrimas caían sin control, cada una como un fragmento de su corazón roto. La impotencia lo ahogaba; el dolor era tan intenso que sentía que podría desvanecerse en el aire. Recordaba las historias que ella solía contarle antes de dormir, las noches llenas de risas y promesas de un futuro brillante. Ahora, todo eso parecía un cruel chiste del destino.
Se llevó las manos a la cabeza, tratando de ahogar el dolor que lo consumía. Tenía que ser fuerte; ella siempre le había enseñado a serlo. Pero en ese momento, la tristeza lo envolvía como una sombra pesada.
De repente, un sonido rompió el silencio abrumador: un leve susurro entre los escombros. Ethan levantó la vista con esperanza renovada. ¿Podría ser otro sobreviviente? ¿Podría haber alguien más que necesitara ayuda? Con el corazón aún latiendo con fuerza por el dolor y la angustia, se levantó y comenzó a buscar entre los restos de su hogar.
—¡Hola! —llamó con voz temblorosa—. ¿Hay alguien ahí?
Su voz resonó en el aire quieto, y un estremecimiento recorrió su cuerpo. La soledad era abrumadora, pero no podía rendirse. Tenía que encontrar respuestas, tenía que saber por qué había sucedido esto.
Sin embargo, cada paso que daba estaba impregnado de recuerdos: las risas compartidas, los juegos al atardecer y las promesas de un mañana mejor. La imagen de Gyedura acechando en las sombras se intensificaba en su mente; sabía que debía enfrentarlo.
Con cada latido de su corazón, Ethan juró vengar a aquellos a quienes había perdido. No solo por su madre o sus amigos; lo haría por la aldea entera. Tenía que convertirse en el guerrero que necesitaban.
Mientras avanzaba entre los escombros, encontró una pequeña figura atrapada bajo una gran pared caída: era una niña del pueblo a la que había visto jugar muchas veces. Su respiración era débil pero seguía viva.
—¡Sujétate! —dijo Ethan con determinación mientras comenzaba a mover la pared para liberarla—. ¡Te sacaré de aquí!
Con cada movimiento, sentía cómo el fuego dentro de él crecía. No solo luchaba por ella; luchaba por todos ellos. La luz aún podía brillar incluso en la oscuridad más profunda si él se atrevía a buscarla
Ethan logró levantar los escombros y la pared con un esfuerzo sobrehumano, su corazón latiendo con fuerza mientras la pequeña figura se hacía más visible. Pero al instante que la liberó, el horror se apoderó de él. La niña, a quien había visto jugar en el campo, y cuya risa aún resonaba en su memoria, tenía una herida profunda en el estómago.
—¡Ayúdame, por favor! —gimió la niña, su voz temblorosa llena de desesperación—. ¡Tengo miedo!
Los ojos de Ethan se llenaron de lágrimas mientras su mente corría a mil por hora. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía ayudarla? El fuego que ardía en su interior se convirtió en una tormenta de confusión y pánico.
—¡Espera! —gritó, tratando de calmarla mientras buscaba frenéticamente entre los escombros—. ¡Voy a encontrar algo! ¡Tienes que aguantar!
Su voz sonaba más firme de lo que se sentía. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad, y cada vez que miraba hacia la niña, el terror se reflejaba en sus ojos. Ethan empezó a revolver entre las ruinas, buscando cualquier cosa que pudiera servir como vendaje o medicina.
Pero el tiempo no estaba de su lado. La niña comenzó a escupir sangre, cada bocanada era un recordatorio devastador de lo frágil que era la vida.
—¡No! No te vayas... —susurró Ethan con desesperación—. ¡Por favor!
Regresó a su lado con las manos vacías y el corazón roto. La sangre manchaba su ropa y la tierra alrededor de ella se tornaba oscura y fría. Con cada segundo que pasaba, la luz en los ojos de la niña comenzó a desvanecerse.
—Ethan... —dijo ella apenas audible—. Tengo miedo...
Las palabras fueron un golpe brutal para él. Intentó sostener su mano, pero ella estaba tan fría...
—No, no... —murmuró mientras sentía cómo la vida se escapaba lentamente de ella—. ¡TENGO QUE AYUDARTE!
Pero ya era demasiado tarde; cuando miró de nuevo, la respiración de la niña se detuvo por completo. Ethan sintió que el mundo se caía a pedazos a su alrededor; el fuego que antes ardía dentro de él se apagó instantáneamente.
Se derrumbó junto al cuerpo sin vida de la pequeña, gritando al cielo con una angustia desgarradora. Su alma estaba rota; todas las promesas de venganza y justicia desaparecieron como humo en el viento.
El dolor lo envolvió como una manta pesada mientras las lágrimas caían sin control por sus mejillas. Se sintió vacío, como si hubiera perdido no solo a la niña sino también a toda esperanza.
El eco del grito de su madre resonaba en su mente: ¡NO TE LA LLEVES! Pero ahora entendía que no solo había perdido a su madre; había perdido una parte esencial de sí mismo.
Ethan sabía que debía levantarse y luchar por los demás, pero en ese momento solo quería dejarse llevar por la oscuridad; había perdido todo lo que le daba sentido a su vida. La desesperación lo abrazaba fuertemente mientras sus pensamientos giraban en torno al vacío que quedaba tras esa pérdida desgarradora.
Ethan permanecía arrodillado entre los escombros, su corazón pesado por la tristeza y la desesperanza. La aldea que una vez había sido un lugar vibrante, lleno de risas y vida, ahora era solo un campo de ruinas y sombras. La devastación lo envolvía como una niebla oscura, y en ese instante, el deseo de rendirse se apoderaba de él, aplastando su espíritu.
Sin embargo, en medio de su tormento interno, un sonido rompió el silencio: el crujir de pasos firmes sobre el suelo desolado. Ethan levantó la vista y vio al hombre misterioso acercándose. La figura oscura destacaba contra el fondo de la destrucción, su katana brillando con un destello frío bajo la tenue luz del sol. La bata blanca que ondeaba detrás de él parecía un símbolo luminoso de esperanza en medio del desasosiego.
El guerrero se detuvo frente a Ethan, su máscara oculta sus rasgos, pero los ojos que miraban a través de las rendijas eran intensos y llenos de determinación. "No te rindas", dijo con una voz profunda y resonante que atravesó el abismo de desolación que había abrazado a Ethan. "La oscuridad puede ser abrumadora, pero hay un camino a seguir".
Ethan sintió una chispa de duda encenderse en su corazón. "¿Qué camino? Todo lo que amaba ha desaparecido", murmuró, sintiendo las lágrimas amenazar con brotar nuevamente.
"El dolor es real", respondió el hombre enmascarado mientras bajaba su katana a su lado. "Pero también lo es la lucha. Cada vida perdida nos deja una lección; cada sombra nos recuerda por qué debemos pelear".
Con esas palabras, algo profundo comenzó a despertar dentro de Ethan. La desesperación no desapareció por completo, pero había un leve destello de esperanza cruzando su mente como un rayo en la tormenta. Se incorporó lentamente, aún tembloroso pero decidido a escuchar.
"¿Y si no tengo fuerzas para luchar?", preguntó Ethan, su voz apenas un susurro.
"Las fuerzas vienen en los momentos más oscuros", respondió el guerrero mientras se acercaba más a él. "Cuando parece que todo está perdido, es cuando más necesitamos luchar por aquellos que ya no pueden hacerlo".
El guerrero se detuvo un instante, sus ojos profundos reflejaban una determinación inquebrantable. "Escucha, Ethan," dijo con voz firme. "La debilidad no es un destino, sino un punto de partida. Si realmente deseas hacer justicia por tu aldea, debes estar dispuesto a enfrentar tus miedos y superar tus límites."
Ethan sintió cómo una chispa de esperanza comenzaba a encenderse en su interior, pero la duda aún lo mantenía cautivo. "¿Y cómo puedo hacerlo? No tengo habilidades, ni entrenamiento. Solo soy un chico común."
El hombre misterioso sonrió levemente, como si ya supiera la respuesta que estaba a punto de ofrecer. "La fuerza no se mide solo por la habilidad con una espada o la destreza en la batalla. Se forja en el corazón, en la voluntad de no rendirse. Si quieres venganza, debes buscar el poder dentro de ti."
Ethan frunció el ceño, procesando las palabras del guerrero. "¿Y si fallo? ¿Y si el monstruo me derrota?"
"Entonces te levantarás," respondió el guerrero con convicción. "Cada caída será una lección. Cada cicatriz será un recordatorio de por qué luchas. Solo aquellos que se atreven a enfrentarse a sus demonios pueden encontrar la verdadera fortaleza."
Ethan respiró hondo, sintiendo cómo su corazón latía con más fuerza al pensar en su aldea, en los rostros de aquellos que había perdido. "Quiero ser fuerte," afirmó al fin, su voz más clara y decidida. "Quiero matar al monstruo que masacró mi hogar,Quiero matar A Gyedura".
"Entonces comienza aquí y ahora," dijo el guerrero, extendiendo su mano hacia Ethan. "Entrenarás bajo mi guía. Juntos enfrentaremos la oscuridad y forjaremos tu camino hacia la venganza."
El guerrero, de pie frente a Ethan, mantuvo su expresión impasible, aunque dentro de él se desataba una tormenta de pensamientos. "Gyedura," repitió en voz baja, como si el nombre mismo tuviera un peso considerable. "Es un ser antiguo, temido por muchos. Su sola mención evoca recuerdos de terror y destrucción."
Ethan sintió que la presión en su pecho aumentaba. "¿Le conoces?" preguntó, la curiosidad mezclándose con su determinación.
El guerrero lo miró con una mezcla de curiosidad y evaluación.Como te llamas chico,pregunto el guerrero.
"Ethan," repitió,Me llamo Ethan Juras,respondio como si el sonido de su apellido le otorgara un nuevo significado,en nombre de sus padres "Un nombre que lleva consigo la promesa de un destino.
Pero dime, ¿estás dispuesto a enfrentar lo que viene? Gyedura no es un enemigo común."
Ethan sintió cómo su corazón latía con fuerza en su pecho, pero no dejó que el miedo lo dominara.
—¡Estoy totalmente seguro! ¡Jamás volveré a perder a nadie más! —declaró Ethan, con la voz resonando con una pasión ardiente.
El guerrero misterioso lo miró a los ojos, encontrando en su mirada unas llamas abrasadoras que recordaban su propia juventud, cuando la determinación lo había guiado por senderos oscuros. "Muy bien, joven Ethan," dijo el guerrero, su tono grave y profundo, "jamás apagues esa convicción. Es la única luz que te guiará en las sombras."
—¡Bien! —suspiró , como si un peso se hubiera levantado de sus hombros—. Mi nombre es Bairen, pertenezco a los Caminantes, aquellos que han recorrido el mundo en busca de verdad y justicia. Ahora te volveré a preguntar: ¿deseas acabar con Gyedura?
Ethan sintió que el aire se cargaba de tensión. Asintió con firmeza, su corazón latiendo con fuerza. "Sí, lo deseo más que nada. No solo por mí, sino por todos los que han sufrido a causa de él."
Bairen sonrió levemente, una chispa de respeto brillando en sus ojos. "Entonces estás listo para el camino que se avecina. Pero ten cuidado; enfrentar a Gyedura no es solo un combate físico. Debes estar preparado para desafiar tus propios miedos y enfrentar las sombras de tu pasado."
Ethan sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no se dejó intimidar. "Lo haré. He perdido demasiado como para darme por vencido ahora."
Con un gesto decidido, Bairen extendió su mano hacia el sendero que se adentraba en el bosque. "Sigamos adelante entonces. La aventura comienza aquí y ahora. Recuerda, cada paso que des te acercará más a tu destino... y a la verdad sobre ti mismo."
Juntos, comenzaron a caminar hacia lo desconocido, el eco de sus pasos resonando entre los árboles mientras la determinación de Ethan ardía intensamente en su corazón.
**Se abre el camino hacia un nuevo destino.**