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Chapter 6 - Capitulo 6 El Camino de un Asesino

Bajo la tenue y brillante luz de la luna, se encontraba una joven extraordinariamente bella, llamada Arhia. Su cabello, oscuro como la noche sin estrellas, caía en cascadas suaves sobre sus hombros, mientras que sus ojos grises, profundos como el misterio de la luna llena, permanecían cerrados en un acto de concentración. En su frente, una delicada marca en forma de luna creciente brillaba sutilmente, como un faro que guiaba su energía interior.

Arhia estaba inmóvil, rodeada por un círculo de llamas danzantes que iluminaban su figura con destellos anaranjados y rojos. Con un ágil movimiento giratorio, las dagas que sostenía en sus manos parecían fluir como si fueran parte de ella misma. En un instante, apagó casi por completo el círculo en llamas, dejando solo un leve resplandor que vibraba en el aire.

—Perfecto, Arhia —dijo el hombre que la observaba desde las sombras, su voz resonando con un eco de autoridad—. Pero te faltó una parte; necesitas concentrarte más.

—La próxima vez lo haré mejor —respondió Arhia con voz baja y decidida—. Esta vez lo haré bien.

—No hay próxima vez —replicó el maestro con severidad, acercándose a ella con paso firme—. Tu enemigo no esperará a una próxima vez.

Arhia sintió el peso de sus palabras; sabía que cada lección era vital. La presencia imponente del maestro se desvaneció ante Arhia como una sombra alargada en la luz del fuego,colocándose detrás de ella.

—Tienes que ser más efectiva —continuó él, su tono mezclando firmeza y frialdad—. Nosotros, los asesinos, debemos ser rápidos y precisos con nuestros enemigos.

—¿Entiendes, pequeña Arhia? —preguntó él con un matiz de desafío en su voz.

—Sí, maestro —respondió Arhia con determinación renovada—. Seguimos entonces.

El maestro hizo una pausa antes de contestar.

—Ya es tarde —dijo finalmente—. Ve a ducharte y descansa; mañana comenzamos en las ruinas.

Arhia asintió, sintiendo la mezcla de agotamiento y emoción burbujear dentro de ella. Sabía que cada día traía consigo nuevos desafíos y oportunidades para demostrar su valía. Con el fuego aún parpadeando detrás de ella y la luna observando desde lo alto, se dirigió hacia su habitación, lista para su próximo entrenamiento.

Con el primer rayo de sol asomándose en el horizonte, Arhia se despertó con una mezcla de nervios y determinación. Sabía que el día prometía ser intenso; su maestro la había llevado a las antiguas ruinas, un lugar donde el eco del pasado resonaba entre piedras desgastadas y vegetación que había reclamado su lugar.

Al llegar a las ruinas, el aire era fresco y lleno de vida. La luz dorada del amanecer iluminaba los altos muros cubiertos de hiedra, creando sombras alargadas que parecían susurrar secretos olvidados. Arhia respiró hondo, dejando que la energía del lugar inundara su ser. Su maestro ya estaba allí, observando desde la cima de un escalón cubierto de musgo.

—Bienvenida, Arhia —dijo él sin volverse—. Hoy entrenaras el arte del sigilo. La habilidad de moverte como una sombra, sin ser vista ni oída.

Arhia se acercó con pasos silenciosos, sintiendo la emoción burbujear en su interior. Se colocó en posición, lista para escuchar cada palabra que él pronunciara.

—El sigilo no es solo una cuestión de moverse con cuidado —continuó el maestro—. Se trata de comprender tu entorno y convertirte en parte de él. Debes aprender a leer los sonidos, los movimientos y las vibraciones a tu alrededor.

Él le mostró cómo fundirse con el paisaje. Con movimientos fluidos, se deslizó entre las columnas caídas y los restos de piedra, demostrando una gracia casi sobrenatural. Arhia observó atentamente, absorbiendo cada técnica.

—Ahora es tu turno —dijo el maestro al volver a su lado—. Intenta seguirme sin hacer ruido.

Arhia se concentró y comenzó a moverse. Al principio, sus pasos eran torpes; las hojas secas crujían bajo sus pies. Pero recordando las enseñanzas del día anterior sobre la concentración, ajustó su postura y comenzó a fluir con el entorno. Con cada paso, se sentía más conectada con la tierra bajo ella.

Mientras avanzaba, notó un pequeño grupo de aves posadas en una rama cercana. Se detuvo para observarlas; si lograba moverse sin asustarlas, significaría que estaba progresando. Con movimientos lentos y deliberados, continuó su camino hasta que finalmente logró atravesar el área sin perturbar su paz.

Cuando llegó al final del sendero improvisado, giró para mirar a su maestro, quien la observaba con una mezcla de aprobación y desafío.

—No está mal —dijo él—. Pero recuerda: incluso el más mínimo error puede ser fatal en nuestra línea de trabajo. Intenta nuevamente.

Arhia sintió que la presión aumentaba, pero también un fuego ardiente dentro de ella. Se preparó para intentarlo otra vez, decidida a demostrar que podía dominar esta habilidad tan esencial.

Mientras se sumergía nuevamente en su práctica, un sonido distante llamó su atención: un susurro entre los árboles que no pertenecía a la naturaleza. Su instinto le decía que no estaban solos en las ruinas…

Con el corazón latiendo fuerte en su pecho, Arhia se detuvo y miró hacia donde provenía el sonido. Sabía que este podría ser un momento crucial para poner a prueba todo lo aprendido hasta ahora.

—Maestro —susurró ella—, creo que hay alguien más aquí.

El maestro se acercó rápidamente a su lado y asintió lentamente. Ambos se agacharon detrás de una piedra grande mientras observaban con cautela lo que sucedía más allá del claro iluminado por el sol.

Arhia sintió cómo la adrenalina comenzaba a correr por sus venas. La figura que se movía en el claro era un miembro de su culto, el maestro con una mirada intensa, le susurro al oído:

—Tienes que acercarte sin ser detectada. Usa todo lo que has aprendido. Y cuando estés cerca, sorpréndelo. Es hora de poner a prueba tus habilidades.

Arhia asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Se levantó lentamente, manteniendo su cuerpo pegado al suelo y utilizando la piedra como cobertura. Con cada paso, se concentró en su respiración y en los sonidos del entorno, asegurándose de que no había nada que pudiera alertar a la figura del peligro inminente.

La persona estaba de espaldas, absorta en lo que parecía ser un antiguo artefacto esparcido entre las piedras. Arhia se movió con sigilo, cada paso calculado y preciso. El canto de las aves y el murmullo del viento le brindaban una cortina sonora perfecta para ocultar su avance.

Cuando estuvo a unos pocos metros de distancia, sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. La figura seguía sin darse cuenta de su presencia, completamente inmersa en su tarea. Arhia tomó una respiración profunda y preparó su voz para asustarlo.

Con un grito repentino y agudo que resonó entre las ruinas, exclamó:

—¡Alto! ¡No te muevas!

El cultivador dio un salto hacia adelante, girando rápidamente en dirección a Arhia con los ojos desorbitados. Su rostro era una mezcla de sorpresa y confusión mientras buscaba a quién había interrumpido su concentración.

—¿Quién… quién eres? —tartamudeó, retrocediendo un paso.

Arhia aprovechó el momento para salir de detrás de la piedra y revelarse completamente. Su corazón latía con fuerza mientras sonreía triunfante.

—Soy yo, Arhia —dijo con una risa nerviosa—. Solo quería asegurarme de que no te perdieras entre estas viejas piedras.

El cultivador la miró con incredulidad antes de dejar escapar una risa nerviosa también.

—Vaya forma de saludar a un viejo amigo —dijo él, recuperando la compostura—. Casi me haces caer del susto.

El maestro apareció detrás de Arhia, cruzando los brazos con una expresión satisfecha en su rostro.

—Lo hiciste bien —dijo él—. Pero recuerda: esto es solo el comienzo. Nunca subestimes a tu entorno ni a aquellos que pueden estar observándote.

Arhia asintió, sintiéndose un poco más segura pero también consciente del desafío que aún tenía por delante. Miró al cultivador que había asustado y dijo:

—¿Qué haces aquí? No deberías estar solo en este lugar.

El cultivador se encogió de hombros, aún riendo por el susto.

—Vine a buscar unos objetos antiguos que pueden ser útiles para nuestra causa. Pero ahora veo que tal vez debería tener más cuidado con las sorpresas en este lugar.

Objetos antiguos,de que estará hablando, —penso Arhia un poco intrigada, —¿Que cosas habrán en estas ruinas, —Mejor olvidó eso, —tengo que concentrarme en mi entrenamiento.

—Maestro —dijo el cultivador, inclinando ligeramente la cabeza—, ¿necesitas algo?

El maestro se giró lentamente hacia él, su mirada seria pero amable.

—Ya puedes irte —respondió con firmeza—. Déjanos solos; Arhia está entrenando y no quiero que nadie nos moleste. Díselo a todos en el culto.

El cultivador asintió, sintiendo la gravedad de las palabras del maestro. Sin embargo, antes de marcharse, no pudo evitar preguntar:

—¿Estás seguro de que no necesitas ayuda? A veces un par de ojos extra pueden ser útiles.

El maestro sonrió levemente, apreciando la preocupación del cultivador.

—Agradezco tu ofrecimiento, pero hoy es un día importante para Arhia. Necesita concentrarse en su entrenamiento sin distracciones.

El cultivador miró a Arhia, quien continuaba con su práctica, completamente inmersa en cada movimiento. La determinación en su rostro era inspiradora.

—Está bien —dijo finalmente el cultivador—. Lo haré. Espero que todo salga bien.

El maestro está con ella:no hay razón para preocuparme, —penso con firmeza

Con eso, se dio la vuelta y se alejó por el sendero cubierto de hojas crujientes, dejando atrás las ruinas.

El maestro volvió su atención hacia Arhia, quien había detenido su entrenamiento al escuchar la conversación.

—¿Estás lista para continuar? —le preguntó con una voz suave pero firme.

Arhia asintió, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

—Sí, maestro. Quiero dar lo mejor de mí hoy.

El maestro se acercó y le dio una palmadita en el hombro.

—Recuerda lo que hablamos sobre la paciencia y la observación. Cada movimiento cuenta; no solo es fuerza física lo que necesitas sino también claridad mental.

Ella respiró hondo y se colocó en posición nuevamente, lista para enfrentarse a los desafíos que le esperaban. Con cada golpe que daba al aire, sentía que no solo estaba entrenando su cuerpo, sino también forjando su espíritu como guerrera.

Arhia se concentró, su mente enfocada en la tarea que tenía por delante. El maestro se apartó unos pasos, observándola con atención.

—Ahora, intenta ocultar tu presencia de mí —le dijo el maestro con un tono firme pero alentador—. No puedes dejar que yo te encuentre.

Arhia asintió, sintiendo cómo la adrenalina vibraba en su interior. Cerró los ojos por un instante, inhalando profundamente para apaciguar su mente. Luego, se deslizó con sigilo entre los pilares de piedra y las paredes, esforzándose por ser lo más silenciosa posible, como una sombra danzante en la penumbra.

Se deslizaba con gracia, usando cada sombra a su favor. Sin embargo, cada vez que creía haberlo logrado, el maestro aparecía de la nada detrás de ella, su voz resonando como un eco.

—No está mal, pero aún te falta sutileza —le decía mientras ella se giraba sorprendida—. Recuerda que la verdadera maestría radica en el control de tu energía.

Arhia frunció el ceño, frustrada pero decidida. Se colocó nuevamente en posición y cerró los ojos una vez más, esta vez buscando conectar con su entorno. Se esforzó por sentir cada hoja que caía y cada susurro del viento.

Con renovado enfoque, intentó ocultar no solo su presencia física, sino también la energía que emanaba de ella. Se movió con más calma y concentración, pero al instante siguiente, escuchó el suave pero firme susurro del maestro detrás de ella.

—Casi… pero aún me puedes sentir —dijo él con una sonrisa en sus labios—. Necesitas aprender a desvanecerte completamente.

Arhia suspiró y se dio la vuelta para enfrentar al maestro nuevamente.

—¿Cómo puedo hacerlo si siempre me atrapas? —preguntó con un ligero tono de desafío en su voz.

—La respuesta está en ti misma —respondió el maestro—. La clave es confiar en tu instinto y dejar que la naturaleza te guíe. Ahora inténtalo otra vez.

Arhia tomó una respiración profunda y se preparó para intentarlo de nuevo. Sin embargo, en medio de su concentración, sintió una extraña sensación en la nuca, como si alguien o algo la estuviera observando. Se detuvo, el corazón latiéndole con fuerza, y miró a su alrededor. Las sombras danzaban a su alrededor, pero no había nada visible.

La inquietud creció en su interior, pero decidió ignorarla y seguir adelante. Se movió con cautela entre los pilares de piedra, tratando de permanecer en silencio, cuando de repente sintió un movimiento detrás de ella. Un escalofrío la recorrió, como si el aire se hubiera vuelto más denso.

Justo cuando estaba a punto de girar para investigar, una mano firme le tocó el hombro.

—¡Te atrapó de nuevo! —exclamó el maestro con una sonrisa divertida—. ¿Qué pasó? Te sentí dudar.

Arhia se dio la vuelta, un poco avergonzada pero también intrigada por lo que había sentido.

—Sentí que algo me miraba... —respondió, aún tratando de comprender esa sensación—. No sé si fue mi imaginación o algo más.

El maestro frunció el ceño levemente, pensativo.

—A veces, nuestra intuición nos envía señales que no podemos ver. Debes aprender a distinguir entre lo que es real y lo que es solo un eco de tus miedos. La naturaleza tiene formas sutiles de comunicarse; quizás fue solo el viento o algún animal cercano.

Arhia asintió, aunque la inquietud seguía presente en su mente.

—Pero eso no significa que no debas seguir adelante —continuó el maestro—. Cada interrupción es una oportunidad para aprender. Ahora respira hondo y vuelve a intentarlo.

Con determinación renovada, Arhia cerró los ojos nuevamente y se sumergió en su entorno, dejando que la calma regresara a su mente. Esta vez se enfocó en escuchar los susurros de la ruina y sentir la energía a su alrededor.

Mientras comenzaba a moverse otra vez, Arhia decidió no dejarse llevar por la incertidumbre. Con cada paso silencioso entre las sombras, se sintió más conectada con el lugar y con ella misma. Aunque la sensación persistía en su mente.

El maestro observaba desde una distancia prudente, sintiendo cómo Arhia empezaba a encontrar su ritmo y confianza. Ella sabía que debía seguir avanzando, no solo físicamente, sino también en su propio viaje interior como asesina.

Mientras Arhia se deslizaba entre las ruinas, una voz en su cabeza comenzó a susurrar con una claridad inquietante. Era una mezcla de dudas y determinación, como un eco de sus propios pensamientos.

Arhia se detuvo en medio de las ruinas, su corazón latiendo con fuerza mientras la voz resonaba en su mente. La atmósfera se tornó densa, como si el aire mismo estuviera cargado de presagios.

—¡Aún no es el momento, no estás preparada! —repitió la voz, un eco profundo que parecía provenir de las mismas piedras que la rodeaban.

Con un gesto de frustración, Arhia cerró los ojos y apretó los puños. Sabía que esa voz era una parte de ella, una manifestación de sus propios temores. Pero también pensó en que las ruinas guardaban secretos que necesitaba descubrir.El cultivador hablo de secretos de las ruinas.

—¿Y si nunca estoy preparada? —respondió en voz alta, retando al eco que la atormentaba—. No puedo quedarme aquí para siempre, atrapada en mis dudas.

Arhia se detuvo en seco, la concentración se desvaneció como humo entre sus dedos. La voz en su cabeza había tomado el control, dejando su mente en un torbellino de dudas y temores.

—¡Te atrapé nuevamente! —exclamó el maestro, su tono cargado de preocupación—. ¿Qué te sucede, pequeña?

Ella bajó la mirada, sintiendo cómo las palabras se enredaban en su garganta.

—Mejor terminemos el entrenamiento por hoy, maestro —respondió Arhia con voz baja, una mezcla de frustración y un atisbo de intriga en sus ojos.

Mientras hablaba, su mente se llenó de preguntas que la atormentaban. Las ruinas a su alrededor parecían susurrarle secretos antiguos, pero la voz que resonaba en su interior era un eco oscuro que no podía ignorar. ¿Por qué ella había sentido esa presencia y el maestro, el mejor asesino del culto, no había percibido nada?

El maestro la observó con atención, reconociendo el conflicto que se libraba dentro de ella.

—Está bien, pequeña —respondió suavemente—. Mañana retomaremos el entrenamiento. Ve a ducharte y trata de despejar tu mente. A veces, la claridad llega cuando menos lo esperamos.

Mientras caminaba hacia el culto, una idea surgió: quizás las ruinas guardaban más que secretos; tal vez eran el umbral hacia su verdadero yo. Con cada paso que daba, la determinación empezaba a reemplazar al miedo.

Al llegar a sus Aposentos y cerrar la puerta tras ella, Arhia sintió una mezcla de agotamiento y expectativa. Tengo que descubrir que secretos guardan esas ruinas.