Despertar en lo desconocido
(Una pesadilla… No es real… No es real…)
Me repito una y otra vez, intentando calmar mi respiración.
—¡Hermano, hermanooo!
Una voz aguda rompe el silencio, y mi cuerpo se tensa al instante.
De una habitación sin puerta aparece una niña pequeña. Pero no es una niña normal. Su piel, su cabello y sus ojos son de un tono gris ceniza. Pequeñas manchas moradas cubren su rostro, brazos y piernas. Va vestida con harapos viejos y gastados, apenas le sirven de abrigo.
Sus ojos, grandes y preocupados, me observan mientras corre hacia mí.
El pánico me invade.
—¡Maldita sea, no te acerques! ¡Aléjate!
Levanto el brazo instintivamente, deteniéndola antes de que pueda tocarme.
La niña se frena en seco.
—H-her-hermano…
Su voz tiembla, tartamudeando. Puedo ver cómo sus ojos grises comienzan a brillar con lágrimas contenidas.
—Silencio… Aléjate.
Mis palabras son duras, secas. La niña asiente repetidamente, pero ya es tarde. Las lágrimas empiezan a rodar por sus mejillas mientras retrocede lentamente, volviendo por donde vino.
(Maldita sea… Eso no es humano... ¿Verdad?)
Intento recuperar el aliento. Todo mi cuerpo está tenso. A pesar de su apariencia similar a la de un humano, jamás había visto a alguien con un color de piel así. Y ahora, de la nada, una especie de goblin gris me llama "hermano" y me mira con ojos llorosos.
Siento un escalofrío recorrerme la espalda.
Lentamente, bajo la mirada hacia mis propias manos.
Mi piel…
Es gris.
Casi pálida.
Mi mente empieza a encajar las piezas.
(Hermano… ¿Humizal? ¿Cenizal?… Entonces... ¿De verdad no soy humano?)
Mis dedos recorren mi propio cuerpo con una mezcla de incredulidad y temor. Además del color gris, noto vendajes envueltos en mis manos y brazos. Pero no son vendajes normales… Se sienten casi pegados a mi piel. Como si fueran parte de mí.
Y no solo eso.
También hay pequeñas marcas moradas en varias partes de mi cuerpo. Moretones. Heridas sin atender. Apenas cubiertas por lo que parecen ser hojas y hierbas en lugar de vendas reales.
(Ceniza… Ese debería ser mi nuevo nombre… Y esa niña... Es su hermana.)
Mientras intento asimilar mi situación, una pequeña cabeza se asoma tímidamente por el marco sin puerta.
Dos enormes ojos grises me observan con cautela.
—H-hermano…
Su voz suena frágil, casi temerosa.
—¿Qué? —respondo, aún sumido en mis pensamientos.
—T-tenemos que ir a trabajar…
Frunzo el ceño, confuso.
—¿Trabajar?
Ella asiente con rapidez.
Me levanto con cuidado y me acerco a ella.
Es pequeña, apenas medirá metro diez. Su complexión es delgada, casi enfermiza. Su piel gris contrasta con sus harapos sucios y desgastados. Parece que sufre desnutrición severa.
La miro desde arriba y le pregunto con calma.
—¿Dónde trabajamos? ¿Y en qué?
El silencio se instala entre nosotros.
La niña baja la mirada, con una expresión extrañamente solemne para su edad.
—¿Hermano… el golpe de ayer te ha hecho olvidar?
Sus palabras me toman por sorpresa.
La observo durante unos segundos y finalmente suspiro.
—Sí… Algo así. No recuerdo muchas cosas.
—¿Hermano me recuerda…?
—No.
Su rostro se descompone al instante. Sus ojos comienzan a humedecerse de nuevo.
Pero antes de que pueda derrumbarse, coloco una mano sobre su cabeza y revuelvo suavemente su cabello. Está áspero y enredado, seco como la paja.
Ella no se aparta.
Al contrario… parece disfrutar el gesto.
—Pero eso solo será temporal —digo con voz firme—. Cuéntame dónde estamos… y qué me ha pasado.
Su expresión cambia ligeramente. Es como si se aferrara desesperadamente a mis palabras.
—Estamos en casa —dice con entusiasmo, señalando a nuestro alrededor—. Donde vivimos tú y yo… Somos una familia.
Sonríe de oreja a oreja, moviendo las manos exageradamente para enfatizar sus palabras.
—Vivimos en las Alcantarillas… Fuera de las murallas de la Capital Imperial. Tamb...
Cynthia sigue hablando. Su voz se vuelve más animada, y comienza a soltar información de forma caótica.
Escucho en silencio, absorbiendo cada palabra.
Pero entonces… su tono cambia.
Se detiene un momento y su mirada vuelve a reflejar preocupación.
—Y lo que pasó ayer…
Hace una pausa.
Aprieta los labios y me observa con cautela.
—Ayer, en el trabajo… Una roca golpeó al hermano y lo dejó durmiendo mucho tiempo…
Su voz se rompe un poco.
—Y-y… Yo pensé que también perdería al hermano…
Su cuerpo tiembla mientras me agarra la camisa con ambas manos.
La observo en silencio.
Algo dentro de mí se remueve.
Esta niña… ha perdido a su verdadero hermano.
Y no tiene ni idea de que ahora soy alguien diferente.
Coloco una rodilla en el suelo y, sin decir nada, la rodeo con mis brazos.
Ella se aferra a mí con fuerza y comienza a llorar.
Llora durante varios minutos, hundiendo su rostro en mi pecho, mientras yo me quedo allí, simplemente sosteniéndola.
Sus sollozos poco a poco se vuelven más suaves.
—Está bien… —murmuro, con la voz más suave de lo que esperaba—. No te preocupes… No voy a dejarte sola. Me quedaré contigo.
Su pequeño cuerpo se relaja un poco contra el mío.
Después de un rato, cuando sus lágrimas finalmente se secan, nos levantamos y nos dirigimos juntos hacia la habitación sin puerta.
Sin saber qué me espera… Pero con una cosa clara.
Ahora, ya no estoy solo.