Unas horas más tarde, Aka salió con un poco de dificultad de la casa del gran anciano haciendo uso de la vara que había obtenido a costa de su cama. El sol alumbraba en lo más alto obligandola a utilizar su mano libre para generar una sombra entre sus ojos y poder vislumbrar lo que ocurría en el pueblo. Habitualmente para esta hora del día el pueblo se encuentra en un estado de tranquilidad, la mayoría de los habitantes se encuentran descansando luego de la agotadora primera jornada del día antes de volver a retomar su labor, pero en estos momentos todos los habitantes se encontraban corriendo de un lado a otro con carretas, picos, sacos y múltiples cajas, dirigiéndose todos a la parte oeste del pueblo. Cualquiera afirmaria que los habitantes del pueblo se preparan para partir en cualquier momento si no fuese porque todas las carretas, sacos y cajas se encontraban vacías e incluso Aka podría jurar haber visto a algunos pobladores las de provisiones de sus hogares sólo para tirar sus alimentos con el fin de obtener otra bolsa o caja vacía.
Uno pensaría que los habitantes del pueblo han perdido la cabeza pero dada la situación es entendible su comportamiento. Según el gran anciano todo ocurrió a altas horas de la madrugada, mientras todos se encontraban preparándose para iniciar sus labores se escuchó un gran estruendo seguido de un fuerte temblor. Volteando hacia la dirección del sonido se pudo observar una gran columna de polvo proveniente de la entrada del pueblo, en el pequeño estrecho que permite a todos los habitantes del pueblo salir de Bur y dirigirse a la gran ciudad. El tiempo de reacción de todos varió, siendo el gran anciano el primero en dirigirse a la entrada del pueblo temiendo que algo hubiese pasado ahí.
Con el gran anciano yendo en camino, todos los presentes del pueblo empezaron a dirigirse sin dudar al mismo destino haciendo sus propias conjeturas de la causa de aquel estruendo y lo que había sucedido en la entrada del pueblo. Entre murmullos todos llegaron a la entrada del pueblo solo para quedar petrificados ante la imagen que se pintaba frente a ellos. La entrada del pueblo que había servido durante décadas como único punto de comunicación con el exterior, ahora poseía una gran cantidad de rocas de distintos tamaños que evitaban el paso seguro de cualquier persona. Ante tal escena sólo una frase pudo formarse en la mente de todos los presentes, perdición.
Luego de unos instantes de silencio, un habitante fornido dió el primer paso adelante con la intención de empezar a quitar algunas piedras esperanzado en poder solucionar el gran problema que todos estaban presenciando. Sin duda alguna llegó hasta el frente antes que una mano suave y débil tocara su hombro y lo detuviese.
– Gran anciano. ¿Cuál es el problema? Yo solo…
– Sé lo que intentas, pero el problema es lo que sucederá si sigues moviendo esa roca – dijo el gran anciano con su bastón señalando hacia el cielo.
Al volver la mirada al cielo, el pueblo entendió lo que quería dar a entender el gran anciano. Múltiples rocas de distinto tamaño bloqueaban la entrada de tal forma que el hecho de remover alguna de estas aunque sea por accidente provocaría un gran derrumbe que definitivamente acabaría con la vida de los presentes, y aún así no sabrían si esto resolvería el problema dado que las rocas que cubrían el estrecho parecían tocar las nubes. Era como si el mismísimo dios hubiera descendido y cortado la punta de la montaña para que esta callera y tapara la entrada del pueblo.
Entre todos el más afectado era el gran anciano, sabía que en esta situación no podían hacer nada más que emigrar de Bur. Aunque podría ir y solicitar apoyo al rey, actualmente el príncipe era el que se hacía cargo de los negocios del reino y era conocido públicamente que a pesar de ser una persona que le gusta presumir sus bienes y tratar a todos de forma amistosa, este te sacaría hasta la última gota si notaba alguna debilidad, lo que significaría que todo su pueblo estaría endeudado de por vida, volviéndose esclavos permanentes del reino.
Mientras todos se lamentaban, uno de los encargados del comercio del pueblo se acercó a los escombros caídos, curioso por una roca peculiar que captó su atención.
– ¿Qué haces Kitu? – Preguntó el gran anciano, sabiendo que dada su personalidad no haría nada imprudente.
Ignorando al gran anciano, Kitu se acercó lentamente a la roca que había llamado su atención. La roca parecía simple, sin ningún llamativo aparente a parte de algunas líneas rojizas leves similares al granito, un mineral común por la zona. Al tocar la roca y concentrarse en el tacto sintió un cosquilleo casi imperceptible, captado únicamente si es lo que esperarías encontrar. La expresión de Kitu cambió drásticamente de absoluta concentración a una felicidad y éxtasis sin precedentes, como si ante sus ojos se encontrara el mayor tesoro de toda su vida.
– ¡Rápido, un pico! ¡Necesito un pico! – Dijo Kitu sin quitar su mirada de la roca.
Un joven se acercó lentamente ante Kitu mientras sostenía con sus dos manos un pequeño y oxidado pico que utilizaba para extraer piedra de la cantera. Antes de poder entregarle el pico a Kitu este se lo arrebató de entre sus manos y empezó a picarla roca con una técnica peculiar, parecía que quisiera reventar la roca por la mitad pero a la vez quisiese solo esculpir los últimos detalles de una escultura que le tomó años completar.
Luego de unos minutos, finalmente Kitu logró partir la piedra dejando al descubierto una roca del tamaño de una pequeña fruta, de un color rojizo grisáceo, apagada y llena de imperfecciones por todos lados.
– ¿Una gema?
– ¿Cómo va a ser una gema? He visto algunas adornando la puerta del señor de la gran ciudad y son brillantes, sin imperfecciones y con un color hermoso. Es obvio que es granito rojo.
– No es granito, es ámbar. He escuchado que más al este hay unas especies de hormigas que fabrican ámbar y excavan sus nidos entre las rocas.
– Ese ámbar es amarillo y quebradizo, esto no es un ámbar. Obviamente es un huevo.
– ¿Por qué habría un huevo en una piedra?
Mientras todos discutían entre sí sobre la extraña roca en las manos de Kitu, el gran anciano se acercó lentamente, abriendo sus ojos con sorpresa mientras intentaba pronunciar alguna palabra que no fuesen balbuceos.
– Kitu… eso… ¿Eso es lo que creo?
– ¡Así es gran anciano! ¡Esto es una piedra de los dioses! – Dijo Kitu mientras limpiaba con sus ropajes la piedra como si de la más bella gema se tratase.
– Gran anciano, ¿Qué es una piedra de los dioses? – Preguntó el joven al que le habían arrebatado el pico hace unos minutos.
– Es cierto, la mayoría de ustedes no sabrá de esto porque no es algo de nuestro mundo. Veran, para nosotros las cosas como la comida, las telas y uno que otro utensilio de metal son las cosas más valiosas que podemos tener. Para la gente de la ciudad, todas estas cosas son algo común por lo que buscan algo más, en este caso buscan lujos como pieles exóticas, gemas o metales preciosos. Todos, desde el vendedor más humilde hasta el rey buscan cosas como estas, pero hay seres más allá de nuestra comprensión cuyas metas van más allá. Seres que no necesitan comer ni beber, seres que pueden vivir hasta el fin de los tiempos, seres que ya no son humanos como nosotros, seres con poderes similares al de los dioses, los dioses inmortales.
Haciendo una pausa, el gran anciano volteó a ver a Kitu que había terminado de limpiar la piedra rojiza opaca.
– Los dioses inmortales no se interesan por nada en este mundo, a excepción de esas rocas. En una ocasión, antes de jubilarme, recuerdo haber sido invitado por uno de los hijos del rey a un banquete para renovar nuestro acuerdo y presentar a mi reemplazo. Llevé a Kitu debido a que era la persona más lista y honesta que conocía, además había estado bajo mi tutela durante 10 años por lo que era obvio para todos que lo nombraría mi reemplazo. Luego del banquete el príncipe nos llevó por su palacio mientras nos presentaba pinturas, telas y distintas espadas que poseía en forma de trofeo. Al final del recorrido llegamos a un altar en donde estaba ubicada una piedra como la que tiene Kitu, junto con 5 rocas idénticas a las que Kitu picó. El príncipe amablemente nos explicó que era una piedra de los dioses y que se extraía de rocas similares a las que se encontraban en el altar. Aunque no nos dijo su uso, explicó que esa sola piedra había valido lo suficiente como para alimentar a una familia entera por un diez años y para celebrar el nombramiento de mi reemplazo, nos permitió tocar una de las grandes piedras. Si no fuese porque el príncipe nos indico acerca de la sensación de cosquilleo tan extraña que transmite, hubiéramos pensado que nos estaba tomando el pelo.
Al escuchar esto, el pueblo parecía emocionado. Diez años de alimentos, para su comunidad equivaldría a un año entero sin pasar hambre si se racionaba adecuadamente, incluso podrían invertir en nuevos materiales para agilizar la tala de los árboles, el único problema era que a pesar de tener este tesoro aún no podían resolver el gran bloqueo ante sus ojos que les impedía viajar a la gran ciudad, sólo si tuviesen la suerte de encontrar otras 100 piedras de los dioses podrían estar más seguros para poder emigrar de Bur y comprar algunas tierras donde cultivar y vivir de eso.
Viendo el descontento de todos, el gran anciano podía suponer lo que ocurría en sus cabezas por lo que rió un poco y habló con autoridad.
– Si en algún momento, uno se encuentra una roca como estas en las montañas, significa que hay una mena con miles similares esperando a ser encontradas.
No hace falta ser un genio para entender lo que quiso decir el gran anciano. Esa simple roca en el suelo implicaba que en algún lugar entre las montañas existía una mena con miles similares. Si lograban extraer las rocas y venderlas en la gran ciudad, toda su vida estaría arreglada, e incluso la vida de sus hijos, nietos y bisnietos.
– No se emocionen aún – Dijo Kitu mientras lograba finalmente tranquilizarse y pensar con raciocinio. – Hay algunas cosas que debemos de tener en cuenta, primero hay que resolver el problema del derrumbe. Hasta que no logremos remover todas las rocas que evitan que salgamos del Bur o hacer un camino decente el traslado de las piedras de los dioses será peligroso, no solo por los bandidos que viven en los bosques y aprovecharán cualquier circunstancia para ir tras nosotros al ver que no hay testigos sino también por las bestias que se encuentran en las montañas y bosques más allá.
Al tener la atención de todos, Kitu tomó un respiro y prosiguió.
– El segundo problema es la seguridad, aunque logremos solucionar esto habrá muchas personas que arriesgarán sus vidas al saber que poseemos piedras de los dioses incluso sabiendo que estamos protegidos por el rey. Mi plan es el siguiente, todos debemos de mantener el secreto de lo que encontramos, públicamente seguiremos entregando una cantidad similar de madera gris al reino mientras que de fondo les estaremos comerciando piedras de los dioses. El príncipe no se atreverá a silenciarnos y tomar la mena debido a que aún estamos en un rango donde la niebla púrpura los puede afectar y somos los únicos que pueden extraerla a largo plazo por lo que le conviene el mantener una relación amistosa con nosotros. Le ofreceré contratar a unos cuantos soldados a cambio de una cierta cantidad de piedra de los dioses para que estos ayuden a quitar las rocas, incluso contrataré algunos alquimistas para que fabriquen bombas y sea más rápido el proceso y cuando terminen de quitar las rocas empezaremos a obtener ganancias de nuestra minería.
Todos se emocionaron al escuchar las palabras de Kitu, así que luego de unos cuantos murmullos esperaron sus instrucciones.
– Antes que sigan emocionandose, quiero recordarles que el precio que pagaremos será alto, debido a la niebla púrpura muchos soldados del príncipe enfermarán por lo que habrá que pagarles más de lo que están suponiendo, por lo que debemos encontrar alguna forma más rápida de solucionar el problema o lo que terminaremos pagando al príncipe será más de lo que podemos soportar. Por esto necesitamos conseguir fondos lo más rápido posible, de esta forma tendremos lo suficiente para contratar algunos alquimistas o tal vez incluso algún experto externo al reino que pueda resolver nuestro problema. Ahora necesito 5 personas que me acompañen a cruzar las montañas, deben de ser los mejores cazadores del pueblo, nos dirigiremos al reino para hablar con el príncipe. Otras 10 personas serán las encargadas de subir a las montañas, de preferencia mineros fuertes y escaladores rápidos, deben encontrar la mena lo antes posible y una vez encontrada necesito que guíen al resto de mineros para extraer la mayor cantidad de roca que puedan, mientras tanto el resto de ustedes se encargará de crear un camino seguro a la mena. Todos ustedes dejen sus tareas actuales, consigan cajas, bolsas, tela, carruajes, cualquier cosa que nos permita almacenar las rocas y estar listos cuando regrese con los soldados del príncipe.
Al escuchar las palabras de Kitu todos siguieron sus instrucciones sin dudar. Kitu era la segunda persona en la que más confiaban luego del gran anciano. Mientras todos se dirigían al pueblo con entusiasmo, lograron ver a lo lejos una figura pequeña y delgada intentando correr, si no fuese por su ropaje podrían asegurar que era una hoja de pasto seco que alguien había empapado con la esperanza de revivirla luego de un caluroso día de verano. Rápidamente supieron que se trataba de Aka y antes de incluso mostrar una mirada de disgusto vieron como esta se derrumbó en la tierra no sin antes vomitar aire con saliva.