– ¡Mis señores! Por favor perdonen la tardanza de este humilde ser. Espero que en sus corazones pueda encontrar un perdón para cualquier ofensa que haya cometido contra ustedes – Dijo Valthon mientras se arrodillaba con fervor.
Aunque no podía verlas, su imagen aún estaba plasmada en su cabeza. Tres imponentes figuras sentadas dentro de la sala, con armaduras que se asemejan a una mezcla extraña pero perfecta de plata y oro fundidos juntos. Llevaban unas capuchas sobre sus cabezas, fijadas a sus hombros a manera que el resto de la tela colgaba detrás de sus espaldas simulando una hermosa capa. La tela, aunque no podía tocarla, parecía que era de una calidad inigualable, lisa y suave, fresca pero resistente, sin mancha alguna, una tela tan perfecta que sólo había vislumbrado de joven en la bandera del imperio Bajal.
Todo en ellos era similar a excepción de dos cosas, sus armas y forma de armadura. La armadura de cada uno poseía patrones tallados a mano, cada uno único y misterioso. Dos de ellos poseían una armadura conformada por cinco escalas en el pecho las cuales iban disminuyendo hasta llegar a la cintura mientras que la otra persona poseía una armadura plana con una protuberancia en el pecho. Por la forma de estas podría jurar que esa figura pertenecía al de una mujer.
Sus armas por otro lado parecían simples, los hombres llevaban espadas de una mano asemejándose más a estoques debido a su hoja tan delgada mientras que la mujer llevaba lo que parecía ser un bastón de madera corto, más corto incluso que las espadas.
– Puedes levantarte. A juzgar por tu reacción haz escuchado de nosotros. Si todos los mortales fueran como tú no me importaría bajar seguido, ¿Que opinas tu Mikella?
La mujer a la que se dirigieron como Mikella volteó con rapidez a ver a su compañero. A pesar de no responder, por su lenguaje corporal uno podría deducir que se encontraba claramente disgustada por esas palabras.
El hombre tosió levemente antes de continuar. – Olvida lo que dije. No quiero matar al primer mortal que no me disgusta.
Para asombro de todos el rostro de Valthon se relajó y sonrió ante los presentes.
– Mis señores me presento por primera vez ante ustedes. Lamento si no respondí al conocerlos pero al estar presente ante tal vista mi mente se desconectó por un momento. Valthon a sus servicios.
Con una fuerte carcajada el mismo hombre respondió – ¡Así me gusta! ¡Este es mi mortal favorito! ¿Dónde te escondiste todo este tiempo?
A los ojos de todos Valthon realmente admiraba y se humillaba por estas personas pero para él, las últimas palabras de aquél hombre liberaron una gran carga en sus hombros. Dadas sus palabras él pudo deducir dos cosas importantes, estos tres inmortales se encontraban ante él por un asunto secreto, al punto que incluso la mención de sus nombres estaba prohibida y más importante. ¡No estaban aquí para matarlo!
Uno podría suponer que la misión en la que estos inmortales se encontraban podría tener relación a su constante recolección de piedras de maná e intentaban investigar quién estaba detrás de esto pero estamos hablando de inmortales, seres que trascienden el entendimiento. Con un solo movimiento de sus manos podrían obtener información de quién está buscando tal cantidad de piedras de maná y llegar ante él para confiscarlas y silenciar a todos los involucrados.
Al menos, gracias a esta experiencia Valthon juró en su corazón detener lo más pronto posible la búsqueda de piedras de maná, indicando a todos que su colección era suficiente mientras que de fondo seguiría buscándolas sin alertar a nadie.
Con un suspiro, el otro hombre intervino – Tengo entendido que tú eres el príncipe de este lugar, ¿Dónde está el rey?
Valthon sólo sintió que el destino le estaba jugando una broma. Había descendido del infierno donde una amenaza de muerte lo hizo subir al cielo un momento solo para ser nuevamente arrastrado ahora más profundo que antes. ¿Cómo podía justificar la ausencia de su padre? A cualquier invitado al reino le era informado que el rey se encontraba en reclusión, enfermo o que había salido a un banquete hace unos días. El hecho de haber preguntado eso a pesar de las excusas que sus sirvientes le debieron de haber dado implicaba que sabían de antemano la situación interna del reino, sabían que su rey no se encontraba por ningún lugar y deseaban saber la verdad. Y lo peor, si tenían conocimiento de la desaparición de su padre, situación de la que sólo conocían Valthon y sus tres sirvientes de confianza, significaba que sabían sobre la desaparición de sus hermanos y aún peor, su recolección de piedras de maná.
Valthon hizo lo mejor para recuperar su compostura, pensando en múltiples respuestas que pudieran sacarlo de esta situación o mínimo aminorar el daño que provocarían sus palabras para que al menos él saliera vivo de esta, pero antes de que Valthon pudiera decir algo, unas palabras de la misma persona que lo salvaron una vez llegaban para ofrecerle otra brisa en este desierto.
– Creo saber que pasó. ¿Los mataste cierto?
– …
– ¿A qué te refieres con que los mató?
– Fácil, es el tercer príncipe, haga lo que haga no tiene derecho a nada más que vivir de lo que su hermano dicte cuando llegue el futuro. Además hasta donde sé su padre nunca le dió ninguna oportunidad para probarse a sí mismo, de esta forma si él falleciera en algún momento, nadie confiaría en él dejando todo a su hermano. Por lo tanto mató a sus hermano y al rey, escondió todo el asunto y se asignó las tareas más complicadas para generar confianza en él, su otro hermano sólo fué daño colateral.
– Yo.. mil perdones. Les ruego su perdón si mis acciones los han repugnado.
Valthon no podía estar más feliz. Esta persona… ¡Era un idiota! Si, su deducción tenía sentido pero al mismo tiempo tenía demasiados agujeros. Si en realidad realizó un golpe de estado interno ¿No tendría el rey y el primer príncipe soldados que lo apoyan? ¿No habría una gran pelea o mínimo múltiples asesinatos dentro del castillo? ¿Dónde están los rumores de estos asesinatos? Los sirvientes hablan, los rumores se esparcen, si en dado caso esto hubiera pasado como mínimo sería un secreto a voces. Además, ¡Esto ocurrió hace años! Para el día de hoy ya se ha ganado la confianza de todos, incluso algunos le han indicado que tome el asiento del rey por medio de un golpe de estado y lo peor, ¡Al negarse han llegado a valorarlo aún más! Perfectamente podría empezar su mandato cuando quisiera, quedarse como príncipe en estas situaciones solo lo harían ver como alguien débil que le teme al poder, pero alguien con esas características nunca se atrevería a asesinar a sangre fría a su familia, al menos dejaría con vida a su segundo hermano.
El día de hoy Valthon entendió algo. El poder no te hace omnisciente y los inmortales pueden ser idiotas. Por supuesto no le llevaría la contraria al idiota número uno, para Valthon era mejor si el divagaba todo lo que quisiera, además ya estaba en su lista de mortales agradables y por lo que pudo deducir en el transcurso de esta interacción, el idiota número uno es el que tiene mayor autoridad entre los tres presentes. ¿Será que ellos también son idiotas? ¿Había una familia llena de inmortales idiotas? Si se lograra unir a ellos, ¿No lograría destacar fácilmente? Con suficiente tiempo y recursos podría volverse un inmortal, jugar sus cartas de forma correcta, manipular a este idiota y convertirse en su lider, su rey, el rey de los idiotas… Espera, eso no suena bien…
Mientras el cerebro de Valthon volvía una vez más a divagar el que aparentaba ser el líder de los tres volvió a hablar.
– Nada puede esconderse a mis ojos. Si no fuera porque estamos ocupados en estos momentos te dejaría seguirme y tomar nota de todo mi conocimiento, de esa forma llegarías a ser tan increíble como lo soy… ¡Es cierto! ¡La misión! La razón por la que estamos aquí… No preguntes, solo nos quedaremos en tu castillo por un tiempo, no le digas a nadie sobre nuestra presencia, sólo informarnos si escuchas algo extraño en el área. Mientras tanto puedes servirnos con tu mejor comida y mujeres… y hombres – Dijo mientras miraba a la mujer.
Un fuerte chirrido llegó a los oídos de Valthon, podría afirmar incluso que había visto chispas de fricción salir del guante de aquella mujer.
– Olvida los hombres… y las mujeres también. Prepara habitaciones para cada uno de nosotros… y vuelve a la mía más tarde.
Con estas palabras Valthon se arrodilló una vez más antes de salir de la habitación. Le indicó instrucciones a un sirviente cercano y solicitó que le prepararan un baño caliente. Estos últimos minutos fueron un tormento para él, sentía que había perdido muchos años de vida, incluso llegó a preguntarse si esta era la forma en la cual los inmortales conseguían más tiempo para evitar la muerte. Con su cabeza hecha pedazos se dirigió a sus aposentos antes de ser detenido una vez más por su sirviente principal.
Para estos momentos esa mirada exaltada que poseía le provocaba repúdio, quiso evitarlo pero considerando la situación dejó que hablara una vez más.
– Mi señor, hay noticias importantes.
Suspirando fuertemente Valthon le indicó que continuará.
El sirviente quiso gritar pero considerando que algunas paredes podían escuchar se acercó al príncipe y susurró – Piedras de maná señor, y muchas, montones de ellas.
El rostro de Valthon se llenó de sorpresa, había olvidado completamente ese asunto. Estaba apunto de indicarle a su sirviente que pospusiera la búsqueda hasta que su cerebro empezó a reaccionar de forma normal. Juraba que era culpa de los idiotas, muy probablemente su idiotez era contagiosa, se recordó a sí mismo salir rápido de la habitación del idiota mayor luego de visitarlo.
– Este es un asunto importante, haz que se dirijan rápidamente a la sala secreta. ¡Y esconde su cargamento!
– Mi señor… ellos no tienen ningún cargamento.
– ¿Ninguno? Entonces cómo transportan las piedras. ¡¿Poseen una bolsa mágica?!
– Eam... no señor.
– ¿Entonces? ¿Es una broma?
– ¡No me atrevería! Al parecer son los Moox, ellos encontraron una mena llena de estas piedras y están dispuestos a negociar con usted.
La felicidad se hizo evidente en el rostro de Valthon. Una mena, una llena de piedras de maná, su sueño, su meta, su destino que le fué arrebatado finalmente le era devuelto. Antes de correr ante el representante de los Moox su cerebro le recordó las últimas palabras del su idiota favorito: "Sólo informarnos si escuchas algo extraño en el área".
¡Ellos lo sabían! ¡Sólo se estaba haciendo pasar por un idiota para jugar con él! Por ese motivo nunca mencionaron las piedras de maná, ellos lo sabían desde un inicio y cada palabra que salió de la boca de su líder solo fue para deleitarlos con su tortura. Cómo se atrevió a pensar que un inmortal puede ser tan estúpido, era tan obvio, solo querían ver como ascendía la cielo mientras ellos nuevamente le colocaban grilletes y lo veían hundirse lentamente en el abismo. Que cruel es el destino, al parecer su futuro lleno de grandeza terminaba aquí.
Recomponiendo su peinado y traje, pronunció las palabras más agridulces de su vida.
– Llévame con él.