El retumbar de cascos de caballos interrumpió el silencio que se había formado tras terminar con el relato de Sidon. Un sonido firme y acelerado provenía de la entrada sur de Fuerte Vigía. Todos giraron la cabeza en esa dirección. Sus rostros reflejaban desconcierto y tensión al ver la patrulla que se acercaba. No era la patrulla completa que esperaban, y Sidon y Riju, en particular, fruncieron el ceño al notar algo que no cuadraba, primero la escasez de hombres de la patrulla y sobre todo, que la persona que la dirigía no era la esperada.
Con una señal urgente de Prunia, Link y Pay se pusieron en pie, alertas. Sidon intentó detenerle.
—¿Adónde vas, Link? —preguntó, sorprendido.
—Lo siento, Sidon —respondió Link, disculpándose mientras Pay y él corrían en dirección a la patrulla recién llegada—. Necesito tratar unos asuntos con la patrulla.
Mientras Link y Pay se alejaban, Riju y Sidon observaban con creciente preocupación. La patrulla estaba llegando a la entrada, pero venía incompleta, con varios soldados heridos, algunos apenas con rasguños, y otros claramente en estado grave. El capitán de la patrulla, una mujer con expresión sombría, intentaba mantener la formación, pero el cansancio y el peso de la situación se reflejaban en cada paso.
Riju miró a Sidon. Su rostro era una mezcla de desconcierto y preocupación.
—¿Te has dado cuenta? —murmuró Riju, sin apartar la vista de la entrada—. Esto no tiene buena pinta.
Sidon asintió, su mirada grave.
—Sí… algo ha debido salir mal. No era así como esperábamos a la patrulla.
—Yo pensaba que Hozlar lideraba este grupo —comentó Riju con extrañeza.
—Eso creía yo —agregó Sidon—. Quizá ha habido un cambio de planes.
Preocupados, Sidon y Riju decidieron acercarse para escuchar lo que ocurría.
—Prunia, ¿qué está pasando? —preguntó Riju, notando la tensión.
—Estamos resolviendo un pequeño imprevisto —respondió Prunia, mientras Link intentaba calmar la situación.
—No os preocupéis —intervino Link, con su habitual serenidad—. Dejadnos terminar de hablar con Olim y enseguida os explicaremos todo.
Mientras tanto, Pay corrió hacia Yona, quien, después de una breve conversación con ella, se dirigió rápidamente hacia la enfermería. Sidon, incapaz de contenerse, fue tras ella.
—Yona, ¿qué ocurre? —preguntó Sidon, visiblemente preocupado.
—No te preocupes, amor —respondió Yona, tratando de calmarlo—. Me necesitan en la enfermería. Tú sigue con la misión, todo estará bien. Nos veremos después de la batalla.
Sidon le miró con inquietud.
—¿Después de la batalla? ¿De qué estás hablando, no vuelves con nosotros? —preguntó, confundido.
—Han surgido complicaciones inesperadas —dijo Pay, interviniendo—. Estamos tomando algunas decisiones difíciles, pero todo bajo control. —A continuación le hizo un resumen de la situación y cómo habían tenido que pedirle a las tropas que volvieran a defender Fuerte vigía y pedido a los líderes o delegados de cada núcleo importante que gestionaran un plan de evacuación.
Yona tomó las manos de Sidon y le miró con dulzura.
—Sidon, recuerda que somos líderes —dijo ella, con una calma reconfortante—. Debemos mantener la serenidad y guiar a nuestro pueblo. Mira a Link, siempre tan tranquilo y decidido, aunque debe de estar lleno de nervios. Está haciendo todo lo que puede para asegurar la defensa de Fuerte Vigía, y nosotros debemos hacer lo mismo.
Sidon asintió, sintiéndose un poco avergonzado por su ansiedad. Sabía que su deber era mantener la calma, y sobre todo, apoyar a Link. Le dio un beso a Yona antes de volver con Riju. Ambos suspiraron aliviados al saber que sus responsabilidades estaban en manos competentes.
Al regresar, se encontraron con Link que venía hacia ellos.
—¡Eh! —dijo Link con una sonrisa—. Ya terminé de hablar con Olim. ¿Por qué os habéis ido? Iba a informaros.
—Pay ya nos puso al tanto de la situación —dijo Sidon, golpeándole suavemente la espalda—. No te preocupes.
Link, visiblemente nervioso, se disculpó.
—Debería haberos consultado primero como líderes, pero la situación se volvió crítica y tuvimos que actuar rápido —dijo nervioso, mirando al suelo.
Sidon, con su habitual amabilidad, rió y puso una mano en su hombro.
—No pasa nada, amigo mío. Mi padre y Muzu están al mando en el Dominio. Ellos saben lo que hacen.
Riju añadió con una sonrisa:
—Yo dejé la Ciudadela en manos de mis mejores guerreras. Y no te preocupes, ya sabes que en Gerudo eres famoso por tus… acciones impulsivas —dijo, soltando una carcajada.
Los tres rieron, aliviando un poco la tensión del momento. A pesar de las dificultades, se sentían fortalecidos por su camaradería.
—Bueno, Link, ¿y qué información ha traído la patrulla? —preguntó Riju con un tono cauteloso—. Solo para hacernos una idea del peligro al que nos enfrentamos.
Link se rascó la cabeza, pensativo.
—La verdad es que lo que han contado… no tiene mucho sentido —respondió, buscando las palabras adecuadas—. Dicen que estaban en su ronda habitual cuando, de repente, una horda de monstruos se les echó encima con una fuerza y una rabia… casi inhumanas. No era como otros ataques; fue algo brutal. Han sufrido varias bajas, y muchos regresaron con heridas graves. Por eso necesitábamos la ayuda de Yona.
Sidon asintió y, colocándole una mano en el hombro, intentó reconfortarlo.
—Claro, necesitaban los poderes curativos de Yona para salvar a esos pobres soldados. Pero, ¿contaron algo más? ¿Cómo consiguieron escapar?
Link inspiró hondo y miró a Riju y Sidon antes de hablar.
—Lo que la patrulla nos contó es… inquietante —dijo, bajando la voz casi inconscientemente—. Uno de los soldados, todavía temblando, me dijo que nunca había visto nada así. Durante su ronda, todo estaba en calma, hasta que una horda de monstruos apareció como si surgieran de la nada, con una ferocidad que lo sobrepasaba todo. "No eran solo monstruos", decía, "eran algo más… como si les poseyera una rabia que no era de este mundo".
Sidon lo miraba atentamente, con el ceño fruncido, mientras Link continuaba.
—Ese mismo soldado me contó que apenas les dio tiempo a reaccionar. "No hubo forma de organizarnos", decía, "se lanzaban contra nosotros como sombras enloquecidas, como si nos estuvieran devorando vivos". —Link hizo una pausa y bajó la mirada—. Muchos cayeron, y otros volvieron con heridas tan graves que no sé si podrán volver a luchar. Pero lo más extraño es cómo lograron escapar.
Riju frunció el ceño, atrapada por la intriga y la aprensión que se reflejaban en la voz de Link.
—¿Cómo lo hicieron? ¿Qué pasó?
—Aquí es donde todo se vuelve extraño —prosiguió Link, con un tono aún más bajo, como si temiera ser escuchado—. Ninguno de los soldados recuerda cómo escaparon. Todos coinciden en que estaban en plena batalla, rodeados, cuando de repente… todo cambió. De un segundo a otro, se encontraron solos en el campo de batalla, rodeados de silencio y cenizas, como si los monstruos nunca hubieran estado allí.
Sidon y Riju se miraron, y una inquietud palpable se dibujó en sus rostros.
—Uno de los heridos, justo antes de desmayarse, susurró algo sobre una "luz cegadora". Dijo que la vio justo antes de que los monstruos desaparecieran. El soldado apenas podía hablar, sus palabras eran susurros entrecortados: "Una luz… como un relámpago… más allá de este mundo". —Link hizo una pausa—. Prunia cree que fue una alucinación causada por el trauma, un último esfuerzo de la mente para dar sentido al horror. Pero, después de escucharle, no sé… Me resulta inquietantemente similar a algo que vi en una de las lágrimas del pasado.
Riju y Sidon guardaron silencio, con miradas expectantes. Link miró su tableta, y su voz se tornó apenas audible.
Hubo un momento de silencio. Los tres se miraron, como si en esos segundos todo cobrara un peso diferente.
—¿Podría ser…? —empezó Riju, dudando. Link hizo una pausa y miró la hora en su tableta.
—La hora y el lugar… —murmuró, su voz, apenas un susurro—… coinciden.
Una comprensión silenciosa comenzó a formarse entre los tres, aunque ninguno se atrevía a poner en palabras lo que estaban pensando. Sus miradas se alzaron al cielo, pero sin entender todavía. Según Mineru, cuando les contó qué había sido de Zelda, les dijo que aquellos seres perdían su esencia, el recuerdo de quienes fueron. Pero… ¿Y si una parte de ellos aún supiera, en algún rincón olvidado de su ser, cómo podían ayudar? Revisó el recuerdo entre Zelda y Sonia, escuchando cada palabra con atención, con una comprensión nueva.
El eco de esas palabras hizo que una idea comenzara a tomar forma en su mente, casi como un susurro que le hablaba desde el pasado. ¿Y si Sonia tenía razón? ¿Y si ella estaba realmente allí, en algún lugar, atrapada en la oscuridad y solo necesitaba recordar quién era para poder salir? Link sintió cómo esa posibilidad lo estremecía. Sabía quién era, qué ocurrió, pero… ¿Dónde estaba cuando ocurrió?… Revisó el almacén de recuerdos. Allí permanecía, vacía, la ranura del recuerdo que le faltaba por revelar.
Justo en ese momento, Riju rompió el silencio, como si hubiera percibido la gravedad del pensamiento que Link empezaba a hilar.
—Volvamos con los demás, Link —dijo en un tono urgente, con una mirada cargada de significado.
Link asintió, aunque su mente seguía atrapada en esa idea. La certeza de que la respuesta podría estar enterrada en ese recuerdo que aún tenía que despertar, le dejó con el peso de una verdad sin nombre, aguardando a ser revelada.
Mientras regresaba con los demás Link no pudo evitar que un nudo de ansiedad se apretara en su estómago. Sabía que estaba arrastrando a sus amigos a una batalla peligrosa, pero también sabía que no podría enfrentarse solo al Rey Demonio. Los necesitaba, y ellos confiaban plenamente en él.
Cuando llegó junto a ellos, Link compartió todos los detalles de los recientes acontecimientos, tal como lo había hecho antes con Riju y Sidon. El ambiente se volvió tenso, pero sus compañeros, con rostros decididos y ojos llenos de determinación, respondieron de la misma manera. Hubo una aceptación serena, carente de dudas. Con palabras firmes y miradas que destilaban confianza, reafirmaron su lealtad incondicional. Estaban listos para enfrentarlo todo, incluso el más oscuro de los destinos, por Hyrule y por él.
—Gracias… De verdad, sois unos verdaderos amigos —dijo Link, sonrojándose de orgullo al escuchar sus palabras—. Ojalá todo esto termine pronto y, si algún día logro que Zelda vuelva a estar con nosotros… prometo… La voz de Link se apagó, ahogada en sollozos. El sacrificio de Zelda para salvaguardar el poder de la Espada Maestra le pesaba en el pecho. Recordar su heroico acto le llenaba de tristeza y orgullo a la vez. La imagen de ella, tan vívida y tan lejana, hizo que sus ojos se humedecieran. Se llevó una mano a la boca, intentando contener más sollozos. Era casi insoportable imaginar un mundo donde no pudiera volver a verla.
Sidon fue el primero en acercarse, apoyando una mano firme y amistosa en su hombro.
—Hermano, jamás renuncies a la esperanza. Zelda es una luchadora, y nosotros, como tus amigos y aliados, no dejaremos de buscarla. Lucharemos por ella y creeremos en su regreso. Todo el dominio Zora reza por su bienestar, y contigo a nuestro lado, la traeremos de vuelta.
Riju, con una expresión de determinación en el rostro, se unió a ellos.
—Link, eres nuestra familia, y Zelda… ella es parte de ti. Si ella confió en ti para protegernos, haremos lo imposible por honrar su sacrificio. Nadie en el desierto Gerudo dejaría a un amigo solo, y menos a alguien que ha hecho tanto por nosotros.
Josha dio un paso adelante, sonriendo cálidamente.
—Mientras estemos juntos, no hay barrera que no podamos superar. Zelda siempre creyó en ti, Link, y eso nos inspira a creer también. Nunca estaremos solos en esto.
Yunobo asintió con fuerza, su voz temblorosa pero firme.
—Link, siempre has sido el héroe que admiramos… ahora también eres nuestra esperanza. No vamos a rendirnos, ni en encontrar a Zelda ni en devolverte a la persona que amas.
Por último, Tureli dio un paso al frente, mirándolo con lealtad inquebrantable.
—Si hay alguna manera de traerla de vuelta, Link, la encontraremos. Zelda no es solo nuestra princesa, sino nuestra amiga, y no descansaremos hasta verla de nuevo.
Las palabras de sus amigos fueron como un bálsamo. Miró a cada uno de ellos y vio la misma mezcla de esperanza y determinación en sus rostros. Inspirado, alzó los brazos en un gesto de gratitud, y, sin necesidad de palabras, se fundieron todos en un abrazo sincero. En ese instante, sintieron la unidad que los mantenía de pie, el lazo irrompible que los impulsaba a enfrentar cualquier adversidad y la esperanza de que, al final, lograrían traer de vuelta a Zelda.
Link miró al cielo, sabiendo que en pocas horas el Dragón Blanco cruzaría el horizonte de Fuerte Vigía en su eterno ciclo de vuelo. Con un suspiro, pensó que ojalá pudiera verlo antes de que la batalla comenzara.