Una vez que Link estuvo satisfecho con la cantidad de fruta, salió de la despensa para reunirse de nuevo con sus amigos. Afortunadamente, Pay había tomado las riendas de la conversación de forma que los había mantenido entretenidos mientras él discutía con Prunia.
—¡Hola, Link! —dijo Pay, señalando el cuenco rebosante de fruta—. ¡Veo que sigues con tu insaciable apetito!
Las risas no tardaron en brotar; todos conocían la famosa inclinación de Link por la comida, además de su pasión por la cocina, que había perfeccionado durante sus viajes tras despertar de su letargo de cien años.
—En realidad, lo traje para compartir —dijo Link, sonriendo y dejando el cuenco en el centro—. Coged lo que queráis.
—¡Qué amable, Link! —dijeron al unísono mientras se acercaban a servirse, excepto Yunobo, que sacó un rocodillo de su mochila.
—Gracias, Link, eres muy generoso —añadió Pay, enrojeciendo ligeramente.
—Bueno, ya que estás aquí, Link —anunció Sidon—, creo que podemos seguir con nuestro relato sobre el Templo del Agua. Te pido disculpas por empezar sin ti, pero no te preocupes, solo les estaba explicando los problemas que causó la criatura del Rey Demonio en la región.
—Sí, los problemas que asolaban el Dominio eran horribles —asintió Link—. Según me contó Sidon, de una isla del cielo empezó a brotar una cascada de agua contaminada, la cual iba arrastrando una especie de sustancia negra y pegajosa similar al barro. Nunca había visto algo así; era aceitoso y tenía un olor extraño. Estoy seguro de que no era barro común.
—Comparto tu impresión —dijo Sidon—. Afectaba terriblemente a la fauna acuática. Todavía seguimos limpiando los restos en varias áreas.
—Volviendo a la historia —continuó Link—, nada más llegar a la región, fui directo a la atalaya para activar el teletransporte. Lo que vi me dejó impactado: el suelo alrededor de la torre estaba cubierto por esa sustancia y un guardia Zora había sido alcanzado. Improvisé con lo que tenía a mano: arrojé un fruto acuoso y, para mi sorpresa, la sustancia se disolvió en parte. Activé la atalaya y me dirigí al Dominio, no solo por la curiosidad de lo que estaba ocurriendo, sino porque recordé que mi armadura de escamas aún estaba allí para ser reparada. Pensé aprovechar la ocasión para recuperarla, ya que la necesitaría para nadar por las cascadas de las islas del cielo.
—Fue en ese momento cuando nos conocimos —dijo Yona con su característica voz suave y una delicada sonrisa—. Yo no sabía quién era en ese momento. Me encontraba conversando con mis damas de compañía cuando vi que él observaba la estatua del centro de la ciudad, completamente cubierta de barro. Sin decir una palabra, lanzó algo contra la estatua. Al principio, pensé que estaba dañándola, pero, en cuanto el objeto se impactó, el barro se desvaneció. Fue en ese momento cuando supe quién era la persona que tenía ante mí.
—Me quedé de piedra —añadió Link—. Esperaba encontrarme con la estatua de Mipha, pero me sorprendió ver una de Sidon y mía, en pleno combate contra Ruta.
—¡Una estatua de Link! —exclamó Pay, maravillada—. ¡Qué honor!
Los demás asintieron, compartiendo elogios y alguna que otra mirada de envidia. Link, un tanto incómodo, se rascó la nuca, un gesto que todos conocían bien.
—Sí, recuerdo que estabas completamente abrumado, querido Link —dijo Yona con una sonrisa tierna—. Apenas podías articular palabra. Cuando al fin me presenté, insistías en que no te merecías tal honor, agradeciendo una y otra vez. Esa humildad solo reforzó lo que ya había percibido: además de ser un héroe valiente, tienes un corazón noble y generoso. Lo comprobé de nuevo cuando nos ayudaste de tantas formas antes de reunirte con Sidon en el parque de Mipha. Y, por supuesto, no podía dejar que te marcharas sin entregarte tu armadura de escamas, reluciente como el primer día.
—Gracias por tus palabras, Yona —dijo Link, aunque sus mejillas, que ya estaban enrojecidas por la humildad de los elogios de la reina Zora, solo se encendieron aún más.
Sidon, observando el momento, rió con su habitual jovialidad y decidió intervenir para darle un respiro a su amigo.
—Parece que nuestro querido héroe está temporalmente incapacitado —bromeó—, así que continuaré la historia.
—¡Por favor! —pidieron los demás, ansiosos por saber más.
Sidon inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y retomó el relato.
—Según ha mencionado mi esposa —dijo, dirigiéndose a Yona—, cuando Link llegó al Dominio, me encontraba junto al parque de Mipha, un lugar donde los Zora mantenemos nuestro depósito de agua. Estaba desesperado, porque, a pesar de mis esfuerzos intentando limpiar el barro que había cubierto el estanque, al momento volvía a acumularse. Y encima tenía otra preocupación más, estaba bastante angustiado debido a que mi padre, el rey Dorephan, afectado por la contaminación, se había tenido que refugiar en su palacete.
Link, escuchando atentamente, añadió:
—Sí, cuando llegué, Sidon y yo apenas nos dedicamos unas palabras. Le comenté que estaba en la región investigando los extraños sucesos que estaban ocurriendo por todo Hyrule, en concreto por si él tenía idea de lo que estaba pasando y de donde venía tanto barro. Como toda respuesta, me pidió que fuera a visitar a Jaht, el arqueólogo Zora, que en ese momento estaba revisando unas tablillas antiguas. Mientras, Sidon siguió con su labor de intentar limpiar el barro del depósito.
—Así es —asintió Sidon—. Pensé que su ayuda sería valiosa, así que te pedí que fueras a ver a Jaht. Y no me equivocaba; enseguida vino con respuestas.
Link sonrió, recordando el momento.
—Cuando llegué, Jaht estaba estudiando una inscripción rota. Él me explicó que el alfabeto de la inscripción encontrada era de origen Zonan, similar al que había visto antes en las ruinas anulares. Al traducirla, me dijo que, para encontrar el templo del agua, debía "lanzar el escudo del rey a través de la lágrima del pez celeste". No tenía ni idea de lo que significaba, así que decidí preguntarle directamente a Sidon.
—Le expliqué —continuó Sidon— que el "escudo del rey" probablemente se refería a una de las escamas de mi padre, y que el "pez celeste" podía ser alguna estructura o isla. Le pedí que me mostrara su mapa y, efectivamente, sobre nosotros había una isla en el cielo que tenía forma de pez. Con eso, ya teníamos un punto de partida. Le marqué en su mapa la ubicación del palacete de mi padre, para que pudiera pedir una escama en mi nombre. Yo, por mi parte, debía seguir con la tarea de limpiar el barro del Dominio.
—Así fue —continuó Link—. Mientras Sidon seguía limpiando, yo me dirigí al palacete de Aguas Claras, donde el rey Dorephan se estaba recuperando. Al llegar, vi que estaba visiblemente afectado, y también me encontré con Muzu, su consejero, tan seco como siempre. Después de una breve charla, el rey me entregó cinco de sus escamas, asegurándome que podía pedirle más si era necesario. Afortunadamente, no hizo falta.
—Supongo que en ese momento ya era inevitable subir al pez celeste para encontrar la entrada al Templo del Agua —comentó Sidon, con una sonrisa de complicidad.
Link asintió en silencio y comenzó a relatar cómo, gracias a la armadura Zora, había podido ascender por la poderosa cascada que llevaba hacia la isla del pez celeste, conocida realmente como la Isla de las Escamas Danzantes. Una vez en la isla, se pasó un buen rato buscando la "gota" mencionada en la tablilla, por cuyo centro debía disparar una flecha con la escama del rey. Miró una y otra vez el paisaje, hasta que finalmente, cambiando el ángulo de su mirada, se dio cuenta de que las rocas flotantes que se alzaban sobre el Dominio formaban, desde cierto punto de vista, la forma de una lágrima perfecta.
—¡Fue un momento de esos en los que todo encaja! —dijo Link, riendo suavemente—. Me coloqué en la posición perfecta para ver la gota y preparé la flecha. Me aseguré de combinarla con una de las escamas del rey Dorephan, y cuando disparé, la flecha cruzó el aire y se hundió en el fondo del embalse oriental.
Link hizo una pausa, recordando el instante crucial.
—Entonces, vi cómo un resplandor surgía del agua. Y lo siguiente que apareció fue un pilar de luz, elevándose desde las profundidades. Fue entonces cuando corrí a hablar con Sidon —prosiguió Link—. Sabía que había descubierto algo importante y necesitaba contarle lo que había visto.
—Lo recuerdo bien —intervino Sidon, sonriendo de oreja a oreja—. Fue en ese momento cuando corriste como una exhalación para contarme lo que habías descubierto.
—¡Por supuesto! —respondió Link, con una carcajada—. Sabía que no podías perdértelo. Pero justo cuando se lo estaba contando…
—¡Un gusano monstruoso salió de la nada! —exclamó Sidon, animado—. Un Like-Like, pero cubierto de una capa espesa de lodo.
—Sí, y no pude hacerle ni un rasguño —admitió Link, sonriendo con cierta humildad—. Esa capa de fango era tan gruesa que mis armas rebotaban en ella. Pero entonces, ahí estabas para ayudarme.
Sidon, riendo, añadió:
—No iba a dejar que mi mejor amigo se quedara atascado. Usé mi poder para lanzar un buen chorro de agua, y el lodo comenzó a desprenderse como si fuera papel mojado.
Link asintió con gratitud, dándole una palmada en el hombro.
—Gracias a ti, pude acabar con él en cuestión de segundos. Tú siempre llegas justo a tiempo, Sidon.
—¡Para eso están los amigos! —replicó Sidon, devolviéndole el gesto con una sonrisa sincera—. Ya sabes que siempre te cubriré la espalda, Link.
Ambos se quedaron en silencio, estaban sin resuello. Desde luego la aventura que habían tenido era la más larga con diferencia, y aún faltaba bastante para terminarla.