El sol comenzaba a levantarse en el horizonte, pintando el cielo de un naranja suave. El rocío aún descansaba sobre el campo de entrenamiento número 17, uno de los más apartados y tranquilos, rodeado de árboles altos y silenciosos. Este era el lugar que Ichiro había elegido para sus entrenamientos.
—Punto de vista Ichiro (1ra Persona)
"El aire está fresco esta mañana." — Comenté en voz vaja
Mis manos sienten la humedad de la hierba al rozarla, pero no me molesta. Me gusta la sensación de frío en mis dedos, me recuerda que estoy vivo, y que debo ser fuerte. Tengo cinco años, dicen, pero dentro de mí hay algo que no encaja con eso. Soy diferente,mi mente pertene a alguien mayor, alguien que no se conmueve fácilmente. Pero hoy no es el momento para pensar en eso; hoy es el momento de entrenar.
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Ichiro se para en el centro del campo, dejando que el sol le dé de lleno en el rostro. Cierra los ojos y respira hondo. Había aprendido los conceptos básicos de Taijutsu en días anteriores y de su constante entrenamiento. Sabía que su cuerpo aún era pequeño, pero también sabía que la práctica constante, cada día, le daría la fuerza que necesitaba para mejorar.
Colocó los pies firmemente en el suelo, adoptando la posición básica de Taijutsu que había memorizado. Al principio, sus movimientos eran lentos, calculados. No había prisa en sus golpes; cada uno era metódico, preciso, como si cada puño lanzado tuviera un propósito más allá del simple entrenamiento.
—Ichiro (Punto de vista)
Mis golpes son pequeños, pero se volverán más fuertes. Mis movimientos aún son torpes, pero con el tiempo, se volverán fluidos. Es cuestión de repetición, una y otra vez, hasta que mi cuerpo recuerde sin que yo tenga que pensarlo.
Un golpe.
Otro.
Y otro.
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Cada golpe resuena en el campo vacío. Ichiro repite una y otra vez las combinaciones, analizando cada uno de sus movimientos. Se toma su tiempo, sin dejar que la frustración o la impaciencia nublen su concentración. En su mente, visualiza a un oponente, alguien fuerte, alguien a quien debe vencer. Cada golpe que lanza es como un desafío, una promesa de que algún día su pequeño cuerpo se convertirá en una máquina bien entrenada.
Las horas pasan lentamente, pero Ichiro no detiene su entrenamiento. A pesar de su corta edad, su resistencia es admirable. Siente el cansancio comenzar a asentarse en sus músculos, pero decide ignorarlo. Él sabe que el cansancio es solo una sensación, algo que puede superar si se lo propone. Después de un rato, decide dar por terminado su entrenamiento de Taijutsu.
...
"Ahora… es momento de los jutsus" —Se dijo Ichiro a si mismo.
Los jutsus básicos de la academia son simples, o al menos deberían serlo, para alguien que tiene mi determinación. He visto a otros niños de mi edad intentar hacerlos, y aunque al principio parecía imposible, sé que puedo dominarlos. Lo único que necesito es paciencia y repetición.
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Ichiro se coloca en una posición más relajada, concentrándose en su chakra. El "Bunshin no Jutsu", la técnica de clonación, es la primera que ha decidido practicar. Cierra los ojos y visualiza el flujo de chakra en su cuerpo, esa energía que todos los shinobi deben aprender a dominar. Con cuidado, trata de canalizarlo, de dividirlo en partes iguales para crear un clon.
El primer intento es torpe. El clon que aparece a su lado es apenas una sombra deforme, inestable y sin detalle. Sin embargo, no se frustra. Observa la figura imperfecta con una mirada fría y analítica.
—Dijo: "Está bien. Solo es el primer intento. Si quiero que funcione, debo intentarlo más veces."
Inhala profundamente y repite el proceso. Lentamente, siente cómo su chakra responde a su control, como si estuviera amoldando una pieza de arcilla. El siguiente clon que aparece es un poco más definido, aunque aún tiene defectos visibles. A pesar de eso, Ichiro no se rinde. Cada intento se convierte en una lección, cada error en una oportunidad para mejorar.
Pronto, la mañana ha avanzado y el sol está alto en el cielo. Su respiración se vuelve pesada, y siente el sudor que le baja por la frente. Sin embargo, continúa, una y otra vez, hasta que al fin, logra crear un clon que se parece a él lo suficiente como para ser aceptable. No es perfecto, pero para él, es un logro.
—Ichiro: "Es un comienzo,¡puedo mejorar!.Cada jutsu básico de la academia será mío. Aunque me tome días, semanas o incluso meses, lo lograré."
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Satisfecho con su progreso en el "Bunshin no Jutsu", Ichiro pasa al "Kawarimi no Jutsu", la técnica de sustitución. Esta técnica le resulta más interesante, pues requiere rapidez y astucia. Ichiro siente una atracción particular por esta técnica; le recuerda la naturaleza cambiante y engañosa de su propia mente, esa dualidad entre el niño que aparenta ser y la persona calculadora que lleva dentro.
Encuentra un pequeño tronco en el borde del campo y se concentra. Visualiza el intercambio, su cuerpo reemplazando el tronco en el instante preciso. El primer intento falla: en lugar de cambiar de lugar, solo da un paso atrás. Sus labios se curvan en una sonrisa casi imperceptibles.
'Esto es más difícil de lo que pensé. Pero la dificultad solo hace que sea más satisfactorio al lograrlo.'
Sin rendirse, vuelve a intentarlo, esta vez con mayor concentración. Siente cómo el chakra se desplaza, cómo su cuerpo se prepara para el cambio. En el segundo intento, logra mover el tronco unos pocos centímetros, pero él permanece en su lugar. A pesar del fallo, sabe que está avanzando. La energía que siente cada vez que se acerca a completar una técnica es algo que lo motiva, un pequeño impulso que le dice que está en el camino correcto.
En su tercer intento, finalmente logra sustituirse con el tronco. En un parpadeo, el tronco está en el lugar donde él estaba, y él se encuentra unos metros más allá. Ichiro siente una pequeña satisfacción en su pecho, un orgullo silencioso por haberlo logrado. Pero no deja que esa satisfacción lo distraiga; su mente fría y calculadora sabe que aún queda mucho por mejorar.
—Ichiro se recordó a si mismo: "He logrado el primer paso. Ahora, debo perfeccionarlo. No hay tiempo para celebrar pequeños logros. La perfección es la meta."
La última técnica que decide practicar es el "Henge no Jutsu", la técnica de transformación. Esta le resulta particularmente desafiante, pues requiere visualizarse a sí mismo como alguien completamente diferente. Para un niño de su edad, sería una tarea complicada, pero para Ichiro, no es solo una habilidad ninja; es un reflejo de lo que él mismo hace a diario: presentarse como alguien que no es, ocultando lo que verdaderamente hay dentro de él.
Elige transformarse en un adulto cualquiera, alguien de complexión más fuerte y alta. Cierra los ojos y visualiza cada detalle, desde el cabello hasta la expresión en el rostro. Concentra su chakra, y poco a poco, su cuerpo comienza a cambiar.
El primer intento resulta en una transformación imperfecta, una figura inestable que apenas mantiene la apariencia de un adulto. Ichiro observa su reflejo en el agua de un charco cercano y toma nota de cada error. Sabe que para lograr una transformación convincente, deberá concentrarse más. Cierra los ojos de nuevo y vuelve a intentarlo, esta vez canalizando su chakra con más precisión.
Tras varios intentos, logra una transformación aceptable. La figura que lo observa desde el charco ya no es la de un niño, sino la de un hombre serio, aunque aún falta pulir detalles. A pesar de ello, Ichiro siente que ha dado otro paso importante.
"Si puedo lograr estos jutsus ahora, podré dominar otros en el futuro. Esta es la base, la estructura que necesito para ser fuerte."— Analizó tranquilamente su progreso.
El sol está en su punto más alto cuando Ichiro da por terminado su entrenamiento. Se permite un momento de descanso, dejando que su respiración se calme y sus músculos se relajen. Se sienta en el suelo, mirando el campo de entrenamiento vacío, y siente una extraña paz. Aquí, rodeado de silencio, puede ser él mismo, sin las máscaras, sin la fachada de niño inocente.
"Tal vez algún día me descubran. Tal vez verán lo que realmente soy. Pero hasta entonces, seguiré entrenando. Seré fuerte, más fuerte que cualquiera."
Se levanta, sacudiendo el polvo de sus pantalones y da por terminado el día, observando el sol caer en el horizonte, sabiendo que pronto se haría de noche.