Hiruzen alzó las cejas, interesado. Escuchar que un niño sin antecedentes ninja destacaba de esta forma era inusual, y la descripción de Kōsuke solo aumentaba su curiosidad.
"Dime más sobre él, —pidió Hiruzen: "¿Qué lo hace tan especial?"
"Para empezar, su tenacidad es admirable. Practica los jutsus básicos repetidamente hasta perfeccionarse y su taijutsu solo está detrás de Asuma. Además, hay algo… intrigante sobre su personalidad, Hokage-sama. Mencionó en un encuentro que tuve con el en la biblioteca al Segundo Hokage, Tobirama Senju, y expresó su deseo de especializarse en el elemento agua, lo cual me sorprendió. Para un niño de su edad, que además no proviene de un linaje ninja, tener esa ambición es, sin duda, inusual."
Hiruzen no pudo evitar una leve sonrisa de asombro. Era raro que un niño mostrara interés por Tobirama Senju, su antiguo sensei y un hombre cuya maestría en el agua era legendaria. Que un niño civil quisiera especializarse en el elemento agua no era algo común; los clanes ninja usualmente se enfocaban en mantener sus técnicas exclusivas, y Tobirama siempre había sido una figura casi mítica, incluso para los ninjas.
"Un niño civil que aspira a aprender técnicas de agua y que tiene interés en Tobirama…" —murmuró Hiruzen para sí mismo—" Cuéntame, Kōsuke, ¿qué más sabes sobre él? ¿Has visto en él alguna afinidad especial para el elemento?"
Kōsuke hizo una pausa, considerando la pregunta.
"Hasta ahora no hemos practicado Ninjutsu elemental en su clase, Hokage-sama, ya que es demasiado joven para desarrollar técnicas avanzadas. Pero cuando hablaba con el, mencionó sobre su elemento principal en su emoción, dijo que era el papel se había mojado, además hay una determinación en su mirada que me hace pensar que no es solo una fantasía. Estoy seguro de que, cuando llegue el momento, este niño dará todo de sí para dominarlo."
Hiruzen observó la expresión seria de Kōsuke. Parecía genuina admiración, consideró que era suficiente y despidió al profesor Chunin mientras el se dispuso a repasar la información de los niños.
...
Hiruzen dejó que las palabras de Kōsuke resonaran en su mente mientras el Chunin se retiraba, con una última inclinación respetuosa. Con la oficina en silencio nuevamente, el Hokage se inclinó hacia el escritorio, recogiendo el informe detallado que había dejado Kōsuke. La información era minuciosa y precisa, reflejo de la meticulosa observación del veterano instructor. Con un leve asentimiento, Hiruzen comenzó a revisar los nombres de los estudiantes destacados, sus características y sus progresos.
A medida que sus ojos pasaban por los nombres conocidos —"Hyuga Yuro, Uchiha Kora, su propio hijo Asuma, y la joven Kurenai"— una cálida satisfacción crecía en su interior. Estos jóvenes eran el futuro de Konoha, y sus talentos prometían una generación fuerte y comprometida. Sin embargo, al pasar a la siguiente página, su expresión relajada se tornó tensa.
Allí, en las líneas de información básica sobre los estudiantes civiles, apareció un nombre que hizo que su atención se detuviera: Yuki Ichiro. Al leer su nombre, Hiruzen recorrió la información de sus antecedentes: madre civil, nada fuera de lo común, pero cuando sus ojos descendieron hasta el nombre del padre, un nudo comenzó a formarse en su estómago.
El padre de Yuki Ichiro era un ninja renegado, un traidor de Kirigakure. Había llegado a Konoha hacía ya varios años, buscando asilo tras desertar de su aldea de origen, aunque falleció unos meses después por sus heridas dejando a su hijo y una esposa, esa traición había dejado una profunda marca en su historial. Aquel ninja de la Niebla había sido alguien hábil y letal, conocido por sus técnicas de Agua y su capacidad de combate. Recordar ese pasado volvió a encender una alarma en la mente de Hiruzen.
La traición a una aldea no era algo que pudiera olvidarse o ignorarse fácilmente, y mucho menos cuando el ninja en cuestión provenía de Kirigakure, una de las aldeas más estrictas en lo que respecta a la lealtad. Y ahora, su hijo, un niño llamado Ichiro, estaba destacando en la academia y mostrando interés en el elemento Agua, el mismo elemento que su padre había dominado.
Hiruzen apoyó la pipa en el cenicero, sin siquiera encenderla. Sus pensamientos estaban demasiado concentrados en lo que este descubrimiento implicaba.
Hiruzen pensó— 'Un niño con un potencial desconocido… y un linaje complejo. Si bien el pequeño Ichiro parece ser solo eso, un niño, es imposible ignorar lo que podría representar.'
El Hokage permaneció en silencio durante unos momentos, reflexionando sobre la situación. No podía permitir que se sembrara una semilla de desconfianza sin razones suficientes, pero tampoco podía ignorar los riesgos de aquella conexión. La sangre del niño era, en parte, de un ninja traidor, y si en algún momento despertaba un poder que lo inclinara hacia su herencia paterna, podía ser peligroso para la aldea.
Tomando una decisión, Hiruzen alzó la mirada hacia una esquina oscura de la habitación, donde una sombra se movió apenas perceptiblemente. Era un ANBU, siempre vigilante en su presencia.
"Llama a uno de tus compañeros, quiero que un ANBU mantenga una observación discreta sobre un niño llamado Yuki Ichiro,"—ordenó Hiruzen, manteniendo el tono tranquilo y firme.
El ANBU asintió sin decir una palabra, desapareciendo en un parpadeo.
Hiruzen suspiró, encendiendo su pipa de nuevo, y dejando que el humo llenara sus pulmones mientras contemplaba el informe una vez más. Le preocupaba tomar decisiones apresuradas y más cuando involucraban a un niño, pero su experiencia le había enseñado que la precaución era necesaria para proteger a la aldea y a los suyos.
"Danzó...espero que no intentes hurgar en mis asuntos, me odiaria muchísimo si un niño inocente se ve involucrado por mis sospechas infundados" —Penso Hiruzen preocupado por las implicaciones de su acciónar, pero también se recordó a si mismo que lo hacía por el bien de la aldea y que era su responsabilidad.
Con varias coladas de su pipa, la pequeña oficina se llenó de humo con el tercer hogake-sarutobi Hiruzen perdido en usa pensamientos y reflexiones, mientras en un lugar de konoha el Anbu seleccionado para vigilar al niño llamado Yuki Ichiro permaneció tranquilamente sobre un árbol con su vista enfocada en un campo de entrenamiento número 17. Dónde una pequeña figura corría alrededor de él mientras el sol del medio día quemada su piel y gotas de sudor corría por su frente.
Yuki Ichiro, sin tener idea de la vigilancia que lo han puesto gracias a su 'querido' sensei Kōsuke, seguía entrenando arduamente su pequeño cuerpo, llevándose al límite.