Jael retiró su mano, la expresión en su rostro era impagable. Había estado sorprendida y luego un poco avergonzada, pero él podía decir que no lo odiaba completamente.
—Duerme —dijo y cerró los ojos—. Ni siquiera recordarás que estuve aquí al atardecer.
—¿Está seguro de que tengo mala memoria? —preguntó Mauve.
Jael abrió los ojos, ella aún no se había movido del lugar en que estaba cuando se dio cuenta de que él quería unirse a ella. Todavía tenía las sábanas hasta el pecho y un ligero olor a miedo se escapaba de ella.
—Duerme, Mauve.
Ella se sobresaltó cuando él dijo su nombre. —No puedo dormir exactamente con un extraño en mi cama.
—¿Extraño?! —Jael frunció el ceño, por alguna razón, esto lo enfureció.
Jael cerró la distancia entre ellos en un milisegundo. Le plantó un beso sonoro en los labios y se retiró. Ella parpadeó, su mirada sorprendida le resultaba más atractiva de lo que podría haber imaginado. No ayudaba que llevara el cabello en coletas.