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—¡No te disculpes conmigo! —gritó Jael y Mauve se sobresaltó.
Jael cerró los ojos y maldijo. No se estaba calmando, cuanto más hablaba con ella más enojado se ponía, pero eso no era lo único que le molestaba. Ella no solo tenía miedo de él en este momento, estaba aterrorizada.
—¡Vete! —murmuró. Podía decir que si esta conversación continuaba, estaba destinado a decir algo de lo que se arrepentiría, eso si es que no lo había hecho ya.
Mauve no esperó, se levantó el vestido y huyó de la cocina. Él había visto el agua en sus ojos. Jael estiró la mano para golpear la pared, pero fue capaz de detenerse a tiempo. Estaba seguro de que con la manera en que se sentía la pared se desmoronaría.
Sí, los vampiros eran indefensos contra el sol, pero no tenía que restregarlo en su cara de esa manera. Era débil, suave y pequeña, pero de alguna manera pensaba que podría tener una oportunidad afuera porque era de día.