Mauve parpadeó, la biblioteca estaba tenue iluminada. Los rayos del sol se filtraban a través de las gruesas cortinas, pero no era suficiente para iluminar el espacio, ni mucho menos iluminar algo. Entrecerró los ojos y sintió una ligera brisa.
Miró hacia arriba y vio la biblioteca brillantemente iluminada. Se habían encendido una cantidad razonable de velas, aunque ella podía decir que no eran todas las velas. Su boca se abrió:
—¿Qué hiciste...? ¿Cómo?
Jael pasó su mano por su cabello otra vez:
—No actúes tan sorprendida. Deberías saber lo rápido que podemos ser.
—Lo sé, solo... no lo había visto en acción hasta ahora. —Ella echó un vistazo hacia él, pero rápidamente bajó la vista.
Jael levantó una ceja pero no dijo nada más.
En el silencio, levantó la cabeza para mirar la biblioteca y no pudo evitar que su mandíbula cayera. El espacio era grande, había estado dentro de la biblioteca en el castillo solo un puñado de veces y había pensado que era enorme. Sin embargo, esta biblioteca era al menos el doble de su tamaño.
Había tantos estantes sosteniendo tantos libros. Estiró el cuello mientras trataba de ver hasta la parte superior:
—¿Qué haría para llegar a la parte superior? —preguntó distraídamente.
—Hay una escalera pero no es para que la uses. —Su voz sonó firme.
—¿Por qué? —Mauve exclamó con una mirada perpleja.
—Simplemente no la uses.
—¿Eso significa que no puedo leer los libros aquí? —Mauve preguntó mientras torcía los dedos, la orden la hizo sentir incómoda.
Jael frunció el ceño:
—¿Cómo sacaste eso de lo que dije?
—Acabas de decir que no use la escalera. No puedo alcanzar más allá del tercer espacio en los estantes y solo puedo alcanzar el tercer estante si me pongo de puntillas.
—Preocúpate del cuarto estante cuando hayas terminado de leer todos los libros en el primero, segundo y tercer estantes. No importa cuán rápido leas, necesitarías al menos un mes.
Mauve abrió su boca para discutir pero rápidamente la cerró. Los libros eran caros, y el hecho de que él la dejara entrar en una biblioteca tan grande y le diera acceso a algunos libros era más de lo que había obtenido en el castillo.
Todos los años que pasó en el castillo nunca le permitieron estar en la biblioteca hasta que comenzó a interpretar a la princesa y aun entonces no le permitían estar en la biblioteca más de una hora.
—¿Qué? —Jael le preguntó cuando el silencio se prolongó.
—Eh, bueno. ¿Y si termino en menos de un mes? —inquirió ella.
—Él levantó una ceja y se acercó. Los ojos de Mauve se agrandaron y rápidamente bajó la mirada al suelo. Estaba usando toda su fuerza de voluntad para no retroceder y sabía que no era por miedo.
—¿Estás dispuesta a apostar por ello?
—¿Eh? ¿Qué? —Mauve parpadeó pero no levantó la cabeza. No había manera de que pudiera y con la cabeza inclinada todavía podía ver parte de su torso con demasiada claridad en su opinión. Los abs pronunciados la hicieron pensar en un camino lleno de baches. Se preguntó si sería incómodo recostarse sobre él.
—Mauve sacudió vigorosamente la cabeza ante el pensamiento increíble que cruzó su mente. Debe estar falta de sueño. Su cara se calentó y llevó sus manos a la cara en un intento por enfriarla.
—¿Por qué en nombre de los dioses él no llevaba puesta una camisa?
—Jael dio un paso adelante y cerró el espacio ya ajustado entre ellos. Mauve no pensó, su cuerpo se movió hacia atrás instintivamente. Jael no se detuvo, dio otro paso adelante, y ella dio un paso atrás.
—Él dio un paso y ella trató de dar un paso atrás, pero entonces se dio cuenta de que tenía la espalda contra el estante y no había espacio para moverse. Jadeó ligeramente pero aún así mantuvo la cabeza baja.
—Dije —Jael comenzó a decir. Movió un dedo debajo de su barbilla y lentamente levantó su cabeza—. ¿Estás dispuesta a apostar por ello?
—Mauve parpadeó, estaba ruborizada de pies a cabeza. Su dedo estaba frío contra su barbilla, pero de alguna manera el calor que irradiaba era suficiente para quemar.
—Sus ojos azules la miraban intensamente como si pudiera ver dentro de su alma. No ayudaba que fuera guapo. Pestañas tan largas que ella no creía que fuera legal para un hombre, incluso si era un vampiro, tener esa cantidad de pestañas.
—Su nariz era afilada y perfectamente moldeada. Su mandíbula tenía la misma nitidez. Mauve podría mirarlo eternamente, pero eran sus labios los que la llamaban. Era la única piel con color, rosa. No ayudaba que en ese momento él eligiera lamerlos.
—Mauve cerró los ojos pero aún podía ver sus labios claramente. Eran un poco llenos, pero no tanto como los suyos. Recordó la textura y se sonrojó furiosamente ante el recuerdo.
—Asintió lentamente con la cabeza, el silencio y el espacio cerrado la estaban volviendo loca. En lugar de responder, lo estaba mirando fijamente. Apenas podía recordar de qué trataba la pregunta mientras él la mantenía cautiva con solo un toque.
—¿Tienes miedo de mí? —Él preguntó y los ojos de Mauve se abrieron de golpe.
—Él todavía la estaba mirando y como siempre su expresión era ilegible. —Sí —ella respondió y apartó la mirada de sus ojos—. ¿Por qué? ¿He hecho algo para hacerte sentir asustada?
—Mauve rápidamente se movió hacia un lado, su corazón latía más rápido de lo que podía manejar. Él no la siguió y por eso estaba agradecida, necesitaba un momento para respirar y calmar sus nervios.
—Llevó sus manos a su pecho y esperaba que eso lo desacelerara más rápido. No podía explicar lo que sentía, pero ahora estaba segura de que cada vez que él la tocaba, ella quería tocarlo a él también, aunque le tuviera miedo.
—¿Soy tan aterrador?