La joven vampiro la miró furiosa. —La ventana.
—¿Qué? —preguntó Vae, fingiendo ignorancia.
—Cierra las cortinas.
—Ay, la luz del sol. ¿Cómo pude haberlo olvidado? —dijo ella con una sonrisa tímida, pero por la expresión en el rostro del vampiro, él no se creyó su pésimo acto.
Ella entró en la habitación con la bandeja en la mano y la colocó cuidadosamente en la mesa junto a la cama. Tomó su tiempo mientras caminaba hacia la ventana. Tan pronto como cerró las cortinas, el joven vampiro irrumpió en la habitación, tomó la bañera y salió corriendo.
—¡Pf! —dijo Vae y caminó hacia la puerta abierta. La cerró con un ligero golpe.
—¿Pasó algo entre tú y el vampiro? —preguntó Mauve.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Bueno, había mucha hostilidad entre ustedes dos.
—Nada de eso. ¿Qué te gustaría ponerte?
El estómago de Mauve eligió ese momento para rugir como una tormenta.
—Princesa, —Vae la llamó alarmada.
—Estoy muriendo de hambre. Podría comerme una montaña. —dijo ella con lágrimas en los ojos.