Mauve resucitó de entre los muertos con un tirón. Se arrastró para levantarse pero permaneció en la cama. Su espalda descansaba sobre las almohadas en lugar de solo su cabeza. La sábana aún estaba alrededor de sus hombros. Lo primero que notó fue que tenía dificultades para abrir los ojos.
Se frotó los ojos y sintió escamas crujientes frotar contra su palma. Intentó abrir los ojos pero no se movieron. Se frotó un poco más y logró abrirlos ligeramente.
—Princesa —escuchó a Vae chillar—. Por fin despertaste. —Se apresuró a su lado y se paró justo frente a ella—. Temía que algo terrible hubiera pasado.
Mauve frunció el ceño mientras dejaba de frotarse los ojos.
—¿Por qué? —abrió los ojos para ver a Vae mirándola con el ceño fruncido.
Miró alrededor, la habitación aún estaba oscura pero un par de velas estaban encendidas aquí y allá. Mauve se preguntó si las habían dejado encendidas todo este tiempo.
—¿A qué te refieres con por qué? ¿A qué hora te dormiste anoche? —preguntó Vae.