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—¿A dónde crees que vas? —Mauve giró para mirar a Jael y el tiempo se congeló. Estaba apoyado en el marco de la puerta con el cabello despeinado y sin camisa. Pasó su mano por él para acomodarlo, pero solo consiguió desordenarlo aún más. Sus ojos parecían somnolientos, pero no era su rostro el que capturaba su atención. Sus ojos se desviaban por su propia cuenta, desde su cuello hacia su pecho y su estómago. Mauve no podía dejar de mirar, sus músculos la llamaban. Instintivamente, extendió su mano como si quisiera tocarlo, preguntándose qué sentiría él bajo sus dedos. Él dio un paso adelante. —Dije, ¿a dónde crees que vas?
Mauve dio un respingo y salió de su ensimismamiento. Su rostro se enrojeció al darse cuenta de que había estado mirándolo descaradamente. —Eh, yo quería... —bajó la cabeza y se retorció las manos. Suspiró. —Quería dar un paseo por el lugar. Estaba aburrida y no podía dormir.
—¿Cómo harás eso si ni siquiera sabes a dónde vas?
Ella lo miró fijamente. —No me voy a perder.
—¿Qué te hace estar tan segura? El castillo es enorme y es tan antiguo como el tiempo, incluso yo no conozco todos sus rincones y recovecos.
—No soy estúpida, tomaré nota de los lugares en los que he estado y volveré sobre mis pasos si me pierdo.
—Suena complicado, será más fácil si simplemente te lo muestro yo.
—¿No estabas durmiendo? —preguntó ella y apartó la mirada. —No tienes que levantarte de la cama por mí.
—Aunque no lo quieras, ahora estoy a cargo de ti. Permitirte deambular sola en un castillo antiguo está completamente fuera de discusión.
—Ya veo —dijo Mauve con los hombros caídos.
—Vamos —dijo él y caminó por delante de ella.
—¿S-sin camisa? —exclamó ella sin poderlo evitar.
Jael dejó de caminar y se volteó lentamente. —¡Sí! —dijo con tono contundente sin dar más explicaciones.
—Eso es indecente. Ponte algo de ropa.
—¿Indecente? Haces que parezca que ando desnudo por ahí.
Los ojos de Mauve se agrandaron y sus mejillas se enrojecieron. Acababa de admitir que le molestaba que él estuviera sin camiseta. Ella resopló y empezó a caminar. Oyó un sonido parecido a una risita y se giró para encontrar a Jael mirándola con una expresión imperturbable.
Caminó hacia las escaleras y en su apuro, pisó su vestido y comenzó a caer hacia adelante, por las escaleras. Cerró los ojos al pensar en el dolor que sentiría cuando su cuerpo golpeara los escalones.
De repente, fue tirada hacia atrás, aterrizó contra su pecho y perdió el equilibrio, pero su mano la sostuvo. Mauve se sintió cálida a pesar de que su palma estaba fría contra su muñeca.
—¿Estás bien?
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Ella asintió y se enderezó, había recuperado el equilibrio pero él no soltó su agarre en ella. Mauve bajó la cabeza avergonzada. Esto había sido una mala idea, ahora solo quería entrar y dormir.
—Bien, te suelto ahora. Intenta no caerte de bruces.
Los ojos de Mauve se encendieron y retiró sus manos de su gasp. —Fue un accidente —exclamó y empezó a bajar las escaleras pero incluso en su enojo, se aseguró de no pisar descuidadamente.
Jael no dijo nada, solo caminó tranquilamente detrás de ella. Ella podía sentir su mirada en su espalda y la hacía sentir autoconsciente. Llegó al final de las escaleras y soltó el aliento que había contenido.
—Ya has visto el salón de baile y el comedor —dijo él y comenzó a caminar en dirección opuesta.
Fueron a la cocina y él le mostró los cuartos del personal. Jael apenas habló, excepto para decirle la habitación en la que estaban a punto de entrar. Ella no necesitaba que nadie le dijera que se habría divertido más yendo por sí misma que siendo acompañada por el vampiro inexpresivo.
Terminaron la planta baja en poco tiempo, Mauve tomó nota mental de revisar todos esos lugares por sí misma cuando se presentara la oportunidad. Aunque la planta baja no estaba llena de tantas habitaciones ya que el salón de baile ocupaba la mayor parte del espacio, todavía terminaron el recorrido un poco demasiado rápido.
Mauve fue cuidadosa mientras subía las escaleras, lo último que quería era darle un motivo para burlarse de ella. Llegó a la parte superior de las escaleras sin incidentes y no pudo evitar la sonrisa que apareció en su rostro.
—Las otras habitaciones de este piso son bastante viejas y polvorientas —explicó Jael.
—No me importa.
—No se han abierto en años. Te mostraré la biblioteca.
—¡Tienes una biblioteca! —exclamó Mauve sin poder contenerse.
Jael se giró para mirarla con una expresión nublada, no podía saber qué pensaba pero estaba segura de que no era bueno. —¿Qué? —puso pucheros.
—Te guiaré hasta allí —se volvió y comenzó a caminar y ella no pudo hacer otra cosa que seguirlo.
Caminó hasta el final del pasillo antes de que un conjunto de escaleras se revelara. Se detuvo frente a ellas y extendió su mano. Ella lo miró con dureza y levantó su vestido mientras subía las escaleras.
El hecho de que él estuviera medio esperando que ella cayera, le molestaba sobremanera. Llegó a la parte superior de las escaleras sin incidentes, afortunadamente.
—¡Aquí es! —anunció.
Levantó la cabeza para ver un conjunto de puertas enormes. Sus ojos se abrieron de par en par, ¿qué tan grande era la biblioteca? Miró a su alrededor y notó de inmediato que había una habitación justo al lado de la biblioteca y, por alguna razón, podía decir que alguien residía en ella.
—¿De quién es esa habitación? —preguntó sin pensar.
—¿Qué? —preguntó él a pesar de que claramente la había oído.
—Esa habitación, puedo decir que está ocupada. ¿Hay alguien ahí actualmente? —era extrañamente curiosa al respecto.
—No —dijo él y abrió la biblioteca.
No elevó la voz, pero su actitud le decía que era mejor que lo dejara así. Cerró los ojos y los abrió antes de seguirlo dentro de la biblioteca.