Cualquier descanso que Islinda hubiera tenido apenas podía calificarse de sueño porque abrió los ojos de golpe cuando sintió la mano de Valerie en la parte baja de su espalda enviando una sensación de hormigueo a través de ella.
—Lo siento —musitó—, estaba tratando de mantenerte caliente.
Islinda se dio cuenta de que estaba caliente por dentro y no sentía el frío nunca más. Él había realizado su habilidad sobre ella nuevamente, aunque eso no le impidió acercarse más a él. Sus cuerpos desnudos presionándose uno contra el otro se sentían mejor que cualquier cosa.
Se miraron a los ojos, ninguno de los dos dispuesto a romper el silencio. No fue hasta que Islinda dejó escapar un profundo suspiro que él extendió su mano y le acarició la mejilla, preguntando:
—¿Qué sucede?
—¿A dónde vamos desde aquí, Valerie? —Finalmente hizo la pregunta que tenía en mente.
Por la falta de reacción de Valerie, se podía decir que tal vez él había visto venir eso.
Ella continuó: