—¿Cuánto por una noche? —preguntó Isaac al posadero, sosteniendo las riendas de Máximo.
Aunque Isaac estaba enfadado con el cambiaformas de caballo por burlarse de él, era bastante protector con ella. No solo porque Aldric colgaría su cabeza en un poste si algo le pasara a su mujer. Era un macho y estaba en su naturaleza proteger a su contraparte femenina.
—Diez monedas de plata por una noche —dijo el posadero.
Por el brillo codicioso en sus ojos, Isaac pudo decir que no era el precio habitual y que la mujer estaba aprovechándose de él porque no era de por aquí. Pero a él no le importaba, lo que menos quería era llamar la atención sobre sí mismo.
Isaac metió la mano en su bolso y a través de la ranura en la puerta le pasó una pesada bolsa de monedas a ella. Observó cómo los ojos de la mujer se abrían de par en par y casi parecía salivar.