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Chapter 6 - 6) Primer Saqueo

He pasado estos dos días explorando y estudiando en la Red-Mundial, absorbiendo toda la información disponible sobre los saqueos. Sabía que había varias personas que ya se habían adentrado en estas incursiones, pero no imaginé cuántas.

Descubrí algunas cosas importantes: los saqueos ocurren cada dos días. En cada uno de ellos, solo se pueden seleccionar hasta 15 personas para participar como atacantes, además de ti si decides unirte. Puedes participar en hasta 3 saqueos durante estos días, sin cambiar el grupo de personas seleccionadas, ya sea que tengas éxito o falles. Solo son 3 intentos.

Con estos datos, comencé a elegir quiénes me acompañarían en los saqueos. Tenía que ser cauteloso, ya que al igual que puedo atacar, también puedo ser atacado. Necesitaba dejar personas cuidando el campamento. A diferencia de mí, todos los campamentos estándar que participan en los saqueos cuentan con 25 nativos como súbditos, por lo que enviar a 15 sería comprometer más de la mitad del personal disponible. Claro, esto aplica para campamentos sin competidores extranjeros asociados o que tienen un número mayor de súbditos por alguna razón.

Finalmente, el contador llegó a cero, y una pantalla apareció frente a mí, aunque no era la que esperaba.

[Comienzan los saqueos]

[24:00→23:59...]

[A partir de este momento puedes participar en saqueos, y tu campamento podrá ser atacado]

[No se han encontrado campamentos de otros competidores en "las tierras desconocidas" disponibles para incluirse en los saqueos]

[Se generarán campamentos aleatorios para compensar esta deficiencia, pero estos no podrán superar al mejor campamento de los competidores de "Tierras Desconocidas"]

Sabía que algo ocurriría al no tener competidores reales, pero esperaba que aparecieran campamentos de otros países, como a veces sucede en los saqueos, no esto. Aun así, estaba satisfecho: ocupaba el primer puesto entre los competidores de esta tierra… porque soy el único. Mi campamento es lo máximo que puedo enfrentar en los saqueos, al menos aquí.

Ahora me sentía más seguro de poder lograrlo, y mi miedo se redujo bastante. Miré al grupo que había reunido y empecé a considerar a quién llevaría conmigo.

Al final, el grupo de ataque quedó así: dos milicianos, un matón, dos cazadores y yo. Los demás se quedarían en el campamento para protegerlo. En cuanto a las armas, contábamos con los arcos y flechas rústicos de los cazadores, que eran más herramientas de caza que armas de guerra. Los milicianos llevaban palos y garrotes, mientras que el matón tenía un pequeño cuchillo, aunque llamarlo cuchillo era exagerado; apenas era un trozo de metal afilado. El cuchillo del cazador era mucho más decente. Personalmente, tomé el cuchillo que venía entre las herramientas del campamento.

En este momento tambien trajimos con nostros a el carro con el burro, que habia servido como transporte de recursos ahora sera llevado con nostros para cargar en el todo lo saqueado. tambien, leugo de aprender un poco mas sobre las civilicaciones que poseen escalvos, no me olvide de cargar varias cuerdas en el carro, no era la mejor opción pero no estaba en condiciones de permitirme mejores cosas en este momento.

Además, llevamos con nosotros el carro y el burro, que antes usábamos para transportar recursos, pero que ahora cargaría todo lo saqueado. Tras investigar un poco sobre civilizaciones que capturan esclavos, también añadí varias cuerdas al carro. No era la mejor opción, pero era lo que tenía a mano.

Con todo listo, di unas últimas instrucciones para que cuidaran del campamento antes de iniciar el saqueo.

[Saqueos disponibles: 3/3]

[Súbditos seleccionados: 5/15]

[Participación personal: 1/1]

[Buscando campamento para saqueo...]

...

Mis hombres y yo aparecimos en un lugar no muy distinto al que habíamos estado. El cielo era gris, y el pasto oscilaba entre tonos de verde claro y oscuro. Los árboles nos rodeaban, pero aún no estábamos en lo que se podría llamar un bosque, por suerte.

Durante los saqueos locales, los saqueadores son transportados a una distancia de entre dos y cinco kilómetros del campamento objetivo. Al mirar a lo lejos, pude ver que habíamos tenido suerte: nuestro objetivo era fácilmente reconocible. Estábamos cerca; el humo de una hoguera y una carpa alta eran visibles a la distancia, junto con siluetas de personas moviéndose alrededor.

"¡Reúnanse!" dije en un tono firme, suficiente para que mis hombres se acercaran "Ahí está el objetivo. Tal como acordamos: sin piedad. Matamos a cualquiera que se cruce en nuestro camino; cuando su número sea menor al nuestro, acabamos con los que se resistan y sometemos a los que se rindan" ordené, aunque mi voz temblaba un poco.

Aún no podía aceptar lo que implicaban mis palabras. Este sería un bautismo para mí, mi primer saqueo, y posiblemente la primera vez que derramaría sangre. La verdad es que hubiera preferido que este saqueo estuviera dirigido a otro extranjero, a alguien de otro mundo; así, el peso de su muerte no caería sobre mí. Los nativos no pueden resucitar como nosotros; su muerte sería definitiva. He convivido con ellos y son personas, como yo. La idea de matar a alguien me estaba carcomiendo, pero sabía que era necesario. Este mundo nos pone a prueba, y aunque hay formas pacíficas de superar estas pruebas, no me siento capaz de superarlas de ese modo,no soy tan capaz. Solo me queda el camino cruel… Solo espero que, si existe un juicio tras la muerte, se tome en cuenta mi resistencia a esto.

Con cuchillos y garrotes en mano, y los arcos listos para disparar, avanzamos lentamente hacia el pequeño campamento, mientras el burro, atado a una cuerda, nos seguía arrastrando nuestro carro de carga.

A medida que nos acercábamos, podíamos ver mejor el campamento. Por el momento, solo distinguíamos a dos personas junto a una olla en el fuego. La carpa era más pequeña que la nuestra, y alrededor había pilas de leña cortada y otras cosas. Nos ocultamos entre los árboles y la hierba alta, aunque no estábamos seguros de poder acercarnos mucho más sin ser vistos. Permanecíamos ocultos principalmente gracias a la posición de esas dos personas y a que estaban concentrados conversando entre ellos.

Observamos que se trataba de un hombre sentado en un tronco y una mujer que removía la olla. Poco después, apareció otro hombre, cargando leña en los brazos y con un hacha colgada de la cintura.

Tres personas; nosotros éramos seis. Teníamos la ventaja. Susurré algunas palabras y decidimos actuar. Había decidido que la sangre tendría que correr, y sería mejor empezar con estos pocos, en caso de no poder soportarlo, para que no sucediera en una situación más peligrosa.

Los cazadores tensaron levemente sus arcos, y cuando todos parecían listos, corrimos hacia el campamento.

¡AAAHHHHHHH! nuestro grito de guerra resonó, o tal vez era el mío, buscando una manera de vencer el miedo que me consumía.

Las personas reaccionaron al escucharnos y vernos. El leñador soltó la madera que aún llevaba en sus brazos y tomó su hacha, mientras que el otro hombre, aunque se levantó de golpe, no hizo mucho más. La mujer parecía paralizada de miedo; retrocedió unos pasos, casi tropezando con la olla caliente.

Nos lanzamos contra ellos, aunque no literalmente, y comenzó lo que, a mis ojos, parecía una masacre. El único hombre armado y el otro, a pesar de su corpulencia y su aspecto intimidante, fueron abatidos por mis soldados, primero con las flechas de los cazadores y luego con los garrotes y cuchillos.

Yo corrí junto a ellos, pero al final no hice nada. Ambos hombres fueron atacados y derrotados sin que yo tuviera que intervenir. Incluso la mujer fue sometida rápidamente por el matón, que la inmovilizó en el suelo. Pensé que no tendría nada que hacer aquí y solté un suspiro de alivio, hasta que, de repente, un hombre salió de la tienda a mi lado. Parecía alarmado, como si acabara de despertar.

El miedo se apoderó de mí; sentí que todo a mi alrededor cambiaba de tamaño y experimenté un breve mareo. Apenas escuché lo que el hombre gritaba frente a mí. Mis reacciones fueron casi automáticas, impulsadas por la adrenalina de la redada y el susto repentino. Me lancé sobre él con el cuchillo temblando en mi mano, apuñalándolo en el estómago.

Sentí cómo aun en el suelo intentaba defenderse mientras yo seguía apuñalando una y otra vez, como si fuera lo único que existiera. Apenas notaba el dolor de sus golpes; estaba completamente fuera de mí. Seguramente habría seguido así incluso después de que el hombre ya estuviera muerto, pero algo golpeó mi cabeza, tirándome al suelo.

Aturdido por el golpe, los sonidos a mi alrededor se tornaron lejanos y confusos. Permanecí en el suelo por un tiempo, hasta que mis hombres me ayudaron a incorporarme, sujetándome mientras me mojaban la cara para hacerme reaccionar. Me tomó varios minutos, pero finalmente logré recobrarme un poco. Miré a mi alrededor: había sangre en el suelo y tres cuerpos de hombres tendidos, además de la sangre en mis manos. Temblé, sentí cómo todo giraba a mi alrededor, y vomité en ese mismo lugar. Si no hubiera sido por mis hombres que me sostenían, probablemente habría caído sobre mi propio vómito.

Me dieron más agua para beber, para lavarme y refrescarme un poco. Mi primera batalla no había sido gloriosa, sino repugnante y humillante. Había tres cadáveres y dos mujeres sometidas contra el suelo. Una de ellas, la que estaba en la tienda junto a ese hombre que apuñalé, había sido quien me golpeó. Ni siquiera fui yo quien terminó con la vida de aquel hombre; fueron mis soldados, aunque mis heridas habrían acabado matándolo de todos modos.

"Átenlas…" dije con dificultad, todavía jadeando.

Permanecimos quizá una hora más en este campamento, cuando en realidad debíamos haber terminado antes, debido a mi incapacidad para encarar esta situación con frialdad. Era la primera vez que veía la muerte tan de cerca; estos cuerpos inmóviles, que habían estado tan vivos como mis propios hombres y yo, me hicieron cuestionar si esto realmente era para mí. Pero también sentía que, de algún modo, podría acostumbrarme a ello. No por una gran capacidad de adaptación, sino porque este extraño lugar parecía estar cambiándome poco a poco, moldeándome a su imagen de muerte y violencia.

Luego de que mis hombres ataran firmemente a las mujeres, que no dejaban de llorar, y apartaran los cuerpos para que su visión no me hiciera vomitar otra vez, procedimos a registrar el campamento.

En el exterior, lo más llamativo era la cantidad de madera acumulada. Uno de los hombres era leñador y otro carpintero, lo cual lo explicaba. Además de algunos objetos dispersos, lo único realmente destacable era la olla con comida que estaban preparando, de la cual mis hombres comieron mientras yo tomaba un momento para recuperarme. Incluso me ofrecieron un poco, pero no queria tenr nada en el estomago. La tienda era pequeña y cónica, distinta de la nuestra, y su calidad era notablemente inferior. Dentro de ella, había varias pertenencias amontonadas. No me imaginaba cómo esas cinco personas podían vivir todas juntas en un espacio tan reducido.

Hicimos un recuento de las pertenencias:

>2 monedas de plata,

>117 de cobre.

>Varias pieles y ropas.

>Herramientas rusticas.

>Un poco de comida.

Eso era prácticamente todo lo de valor que pudimos reunir, junto con algunas artesanías de madera a medio terminar. No sabía exactamente qué esperar de este campamento, pero ciertamente no se parecía en nada a los de otros extranjeros como yo.

Sabía, por lo que había leído, que el dinero encontrado en estos saqueos solo podía ser aquel que los habitantes del lugar habían ganado por sus propios esfuerzos. Las monedas que se nos entregaron al inicio, en el cofre con el segundo grupo de súbditos, no podían ser tomadas; era una especie de regulación para que nadie pudiera enriquecerse desmesuradamente.

Ya era momento de regresar. Cargamos todas las cosas útiles en el carro, incluida la tienda misma. En cuanto a las mujeres, las atamos de manos y amarramos sus cuerdas al carro para que nos siguieran. Detrás de ellas iban dos de mis milicianos, preparados para golpearlas si intentaban resistirse.

Para regresar a nuestro campamento, debíamos volver al punto exacto donde aparecimos inicialmente. Afortunadamente, el lugar está marcado por una especie de indicador virtual; de lo contrario, no me imagino cuántos se habrían perdido, especialmente en este terreno confuso, rodeado de tanto bosque y la neblina que emana de ellos en ciertos puntos.

Al llegar al marcador, tras unos instantes, volvimos a aparecer en nuestro campamento. Tal vez debería sentirme cubierto de gloria por el éxito de esta incursión, organizar las ganancias, decidir qué hacer con las mujeres capturadas o planificar los próximos saqueos del día. Sin embargo, no tenía ni ánimo ni la voluntad para ello.

Di una orden rápida para que mi gente llenara los cupos faltantes de los 15 necesarios para el saqueo y les encargué realizar dos incursiones adicionales si las cosas no se complicaban más de lo que habíamos visto. Todavía nos quedaban 30 personas para defender el campamento, así que estaríamos cubiertos. Luego, me retiré a intentar dormir… si es que podía lograrlo.