Daictor se lanzó hacia los universos en colisión, decidido a evitar una catástrofe. Al llegar a uno de ellos, se encontró en un planeta de color rojo, con una atmósfera extraña, una mezcla entre calor sofocante y un frío intenso que coexistían de manera inexplicable. A primera vista, no había vida visible en la superficie desolada, pero al instante notó una perturbación bajo sus pies.
De repente, el suelo se abrió debajo de él, un agujero que lo absorbió sin previo aviso. Cayó rápidamente, descendiendo a través de túneles inmensos y oscuros, mientras el viento frío lo envolvía. Sin perder el control, Daictor se dejó caer, esperando encontrar lo que ocultaba aquel planeta hueco. Tras una caída que pareció interminable, finalmente aterrizó en una vasta caverna iluminada por extraños cristales que irradiaban una luz suave.
Al levantarse, observó que el lugar no estaba vacío. Frente a él se extendía una ciudad colosal, llena de vida. Los seres que habitaban este extraño submundo eran humanoides, con un intelecto tan elevado que rivalizaba con el de los dioses. A pesar de su sabiduría, algunos irradiaban maldad pura. Este no era un lugar común; era un mundo dentro de un mundo, habitado por seres capaces de grandes maravillas y terribles atrocidades.
Sonriendo mientras sacudía el polvo de su cuerpo, Daictor se dio cuenta de que había llegado a un sitio que no solo contenía vida, sino una civilización extremadamente poderosa, tal vez lo suficientemente fuerte como para interferir en su misión.
Daictor se acercó a uno de los seres que lo observaba desde la distancia, un hombre alto y de aspecto sabio con ojos brillantes, que parecía liderar a los demás. Con firmeza, pero sin hostilidad, Daictor le preguntó:
"¿Existen villanos en este lugar? Necesito saber quiénes son."
El hombre lo miró de arriba a abajo, evaluando a la poderosa entidad que tenía enfrente. Sus ojos se estrecharon antes de responder con una voz grave y cargada de experiencia.
"En este mundo, el concepto de villanos es... complicado. Hay aquellos que buscan poder a cualquier costo, manipulando y destruyendo en su camino. Su influencia ha corrompido partes de nuestra sociedad y, si no se detienen, podrían desatar el caos no solo aquí, sino en otros universos. Los llamamos los Oscuros Sabios."
Hizo una pausa, como si reflexionara sobre lo que iba a decir después.
"Se esconden en las profundidades más sombrías de nuestra ciudad, planificando sus movimientos. No son fáciles de encontrar, y mucho menos de derrotar. Son maestros de las artes antiguas, controlando energías y conocimientos que desafían incluso a los dioses."
Los ojos de Daictor se endurecieron al escuchar esto. Sabía que esos Oscuros Sabios serían una amenaza no solo para este mundo subterráneo, sino para la estabilidad de los universos que estaba protegiendo.
"¿Dónde puedo encontrarlos?", preguntó, su voz firme, sin titubear.
El hombre señaló un punto en el horizonte de la vasta caverna, donde una enorme fortaleza se alzaba, envuelta en sombras.
"Allí. Pero ten cuidado, forastero. No subestimes lo que enfrentan tus ojos."
Daictor, al volar a gran velocidad hacia la fortaleza de los Oscuros Sabios, divisó a lo lejos una escena perturbadora: un individuo estaba robando a un grupo de niños pequeños. Con su velocidad descomunal, se teletransportó justo frente al ladrón en un abrir y cerrar de ojos. Sin darle tiempo de reaccionar, Daictor lanzó dos golpes precisos y poderosos a las costillas del hombre, uno a la derecha y otro a la izquierda. El ladrón fue derribado instantáneamente al suelo, retorciéndose de dolor.
Sin perder tiempo, Daictor recogió el dinero robado que había sacado de los niños y se lo devolvió, agachándose para hablarles con una voz tranquila pero firme:
"Cuídense más, pequeños. El mal puede aparecer en cualquier momento."
Los niños, con asombro y agradecimiento en sus ojos, asintieron rápidamente antes de correr hacia un lugar seguro. Daictor, sin detenerse mucho más, volvió su mirada hacia la fortaleza oscura en el horizonte y, con determinación, retomó su vuelo. Sabía que los verdaderos enemigos estaban más adelante.
Daictor descendió desde el cielo como un meteoro, impactando directamente en el techo del edificio que albergaba a los Oscuros Sabios, una élite de diez personas con inmenso poder y riqueza, quienes habían controlado las vidas y destinos de muchos. El edificio comenzó a colapsar desde arriba, las paredes y columnas de mármol cediendo bajo el peso de su poder. Cayó hacia el interior del edificio, atravesando varios pisos como si fueran papel, hasta llegar a la gran sala central donde los diez miembros de la élite estaban reunidos.
El estruendo de su llegada fue ensordecedor. Al caer al suelo, su aura explosiva hizo que los fragmentos de los escombros volaran por todas partes. Los diez sabios lo miraron con sorpresa y rabia. Sus ojos brillaban con la soberbia de aquellos que siempre han tenido el control, pero por primera vez, notaban que el poder que emanaba de Daictor superaba cualquier cosa que hubieran enfrentado antes.
Sin darles oportunidad de reaccionar, Daictor los observó con una sonrisa decidida. Sabía que estos individuos eran fuertes, pero estaba listo para enfrentarse a ellos.
"Su era de poder ha terminado," dijo con una voz firme que resonó por la sala.
Los sabios se prepararon, sabiendo que la batalla que se avecinaba decidiría su destino.
Antes de que los Oscuros Sabios pudieran siquiera lanzar su primer ataque, Daictor desapareció ante sus ojos, moviéndose a una velocidad imposible de seguir. En menos de un parpadeo, reapareció frente a uno de ellos y con una sonrisa peligrosa en el rostro, lanzó un golpe fulminante que impactó en el estómago del sabio, haciéndolo caer de rodillas.
Antes de que los otros nueve pudieran reaccionar, Daictor ya estaba sobre ellos, lanzando una serie de golpes rápidos y precisos. Cada puño se sentía como una explosión, rompiendo costillas, mandíbulas y extremidades con una velocidad y fuerza que dejaba atónitos a sus oponentes. No había espacio para que contraatacaran.
Daictor sonreía mientras sus puños se movían a una velocidad cegadora, disfrutando la superioridad abrumadora que tenía sobre estos seres que alguna vez se creían invencibles. Los diez sabios, quienes hasta hace unos instantes se consideraban los dueños de ese mundo, estaban ahora en el suelo, derrotados y gravemente heridos, incapaces de siquiera entender lo que había sucedido.
"Les dije que su era había terminado," dijo Daictor mientras observaba con calma cómo sus enemigos caían, uno tras otro, sin posibilidad de levantarse.
Daictor saltó con una velocidad abrumadora, rompiendo el aire a su paso. En un abrir y cerrar de ojos, destruyó por completo el edificio, reduciéndolo a escombros. Con un destello de poder y una explosión que resonó en toda la ciudad, los restos de sus enemigos desaparecieron sin dejar rastro.
Caminando con calma por las calles de la ciudad, su presencia desató una reacción mixta entre los habitantes. Algunos lo miraban con gratitud y felicidad, celebrando su victoria y la caída de aquellos que los oprimían. Sin embargo, otros, quienes se habían beneficiado de la corrupción y el poder de los sabios, mostraban expresiones de molestia y frustración, incapaces de aceptar la derrota de sus protectores.
"Les gané," dijo Daictor con una voz firme, resonando por las calles. "Y su reinado de terror ha terminado."
Mientras avanzaba, la tensión en el ambiente era palpable. Sabía que su intervención había dividido a la ciudad, pero no le importaba. Su misión era clara, y su poder indiscutible.
De repente, el sonido agudo de un disparo de energía resonó a lo lejos. Antes de que Daictor pudiera reaccionar, una ráfaga de poder atravesó el aire en su dirección. Con un movimiento ágil, esquivó el ataque justo a tiempo, y sin perder el ritmo, lanzó una mirada hacia la fuente del disparo. Con una sonrisa confiada, saltó y siguió la trayectoria del atacante, ambos perforando el suelo y saliendo a la superficie del planeta.
En el aire, Daictor se detuvo brevemente, observando a su enemigo. Era claro para él que aquel ser, aunque poderoso a su manera, no representaba un verdadero desafío. Su sonrisa se amplió mientras sentía la adrenalina correr por su cuerpo. Sabía que aún no había desplegado ni una fracción de su verdadero poder. Para él, su adversario no era más que una presa fácil, alguien que sería derrotado sin esfuerzo si decidiera tomarlo en serio.
"¿Eso es todo lo que tienes?" gritó con un tono burlón, mientras su cuerpo comenzaba a brillar con una energía aún más intensa. "Espero que puedas entretenerme al menos un poco más."
El adversario, con una mirada decidida, se lanzó directamente hacia Daictor, sabiendo que esta sería su única oportunidad de vencer. Sus golpes eran rápidos y llenos de desesperación, tratando de conectarlos con todas sus fuerzas. Pero para Daictor, cada ataque parecía predecible. Con movimientos fluidos y una precisión casi perfecta, esquivaba cada embate utilizando el estilo de combate Contra Z, característico de la fusión.
Finalmente, tras haber eludido varios ataques, Daictor vio la apertura perfecta. Con una velocidad abrumadora, giró sobre sí mismo y lanzó una patada devastadora que impactó directamente en la quijada de su oponente. El golpe fue tan poderoso que envió al adversario volando hacia el cielo, como una muñeca de trapo, completamente fuera de control.
Mientras lo observaba elevarse, Daictor mantuvo su sonrisa confiada. "Demasiado predecible", murmuró para sí mismo, sabiendo que, aunque el enemigo lo había dado todo, no era rival para su poder.
El joven, furioso por la humillación, salió disparado hacia Daictor con toda la velocidad que podía reunir, decidido a no rendirse. Pero justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, Daictor levantó una barrera invisible con una sonrisa de superioridad que desafiaba cualquier intento del enemigo. El impacto fue brutal, como si el joven hubiera chocado contra una pared sólida e invisible.
Con calma, Daictor señaló la nariz del joven, ahora sangrando por la colisión, y sin perder su sonrisa, cerró su mano lentamente. Al hacerlo, un poderoso golpe de aire resonó en el ambiente, creando una onda expansiva que envió al joven volando hacia atrás. Sin poder controlar su trayectoria, el chico salió disparado hasta caer violentamente al agua cercana, su cuerpo hundiéndose en el mar con un gran estruendo.
"Deberías haberlo pensado mejor", dijo Daictor en voz baja, su mirada fija en las ondulaciones del agua, sabiendo que el combate estaba prácticamente decidido.
Daictor, satisfecho con la humillación de su enemigo, decidió que era hora de continuar su misión. Con un movimiento ágil, se teletransportó al espacio, donde la oscuridad se extendía como un vasto lienzo. La energía que emanaba de su ser brillaba intensamente, iluminando su entorno.
Con una determinación feroz, alzó la mano y chasqueó los dedos. Al instante, una explosión de energía devastadora se desató, recorriendo el espacio y alcanzando cada rincón del universo que había amenazado la paz. El poder que contenía era comparable al que había desatado en el omniverso, y al chasquear los dedos, una ola de luz se propagó como un tsunami, destruyendo cada ser maligno en esos lugares.
Los gritos y desesperación se apagaron instantáneamente. Daictor observó con una mezcla de satisfacción y desdén cómo aquellos que habían causado sufrimiento se desvanecían en la nada. Su poder era tan grande que ni siquiera necesitaba poner un solo músculo en tensión para hacer justicia; todo lo que necesitaba era un simple gesto.
"Así es como se protege el universo", murmuró para sí mismo, sintiendo el eco de su poder resonar en el espacio vacío. Con su misión de erradicar el mal cumplida por ahora, se dio la vuelta y se preparó para buscar nuevos desafíos, sabiendo que siempre habría más batallas por pelear.
Daictor, al observar las esferas blancas rodeadas de rayos negros y rojos, sintió que eran la manifestación final del mal en este universo. Se acercó a ellas con curiosidad y determinación, decidido a erradicar todo rastro de corrupción que quedara.
Sin dudarlo, se tragó una de las esferas de un solo bocado. La sensación fue intensa: el sabor amargo y nauseabundo invadió su boca, como si estuviera ingiriendo un trapo impregnado de orina y excremento. Su cuerpo reaccionó ante la repulsión, pero Daictor, con su nueva fortaleza y voluntad inquebrantable, no se dejó vencer por el asco.
A medida que la esfera se deshacía en su interior, sintió cómo el poder de los villanos y malvados que había consumido comenzaba a fusionarse con su esencia. La amargura se transformó en un torrente de energía oscura que intentaba resistirse, pero él la dominó con fuerza de voluntad. Era como si el mismo mal estuviera luchando por escapar de su cuerpo.
"¡No más!", gritó con rabia y determinación. Con un estallido de energía, Daictor liberó la energía oscura que había absorbido, purificándola y transformándola en una luz brillante que iluminó el espacio a su alrededor. El resplandor era tan intenso que disipó cualquier rastro de sombra que había en su camino.
Mientras la luz se expandía, Daictor sonrió, sintiendo que cada bocado había contribuido a su creciente poder. "Así se hace, no solo destruyendo, sino también absorbiendo y purificando", pensó, preparado para enfrentar cualquier desafío que pudiera surgir en el vasto y complejo multiverso. Con su fuerza renovada, voló hacia el horizonte, listo para continuar su lucha contra el mal en todas sus formas.
Daictor, tras erradicar el mal en el universo y absorber su esencia, sintió que el poder circulaba intensamente por su cuerpo. Sin embargo, a medida que volaba de regreso al planeta Tierra, la energía de la fusión comenzó a desvanecerse. La transformación era intensa y había consumido una gran cantidad de su energía vital.
Al llegar al suelo, se destransformó gradualmente, su apariencia cambiando mientras la esencia de Daictor se dispersaba. La sonrisa que había llevado durante su misión ahora se tornaba más suave, pero no menos satisfecha. Había cumplido su objetivo, aunque el costo había sido alto.
Al aterrizar, se dio cuenta de que había pasado alrededor de ocho horas desde que se había ido. La noche comenzaba a caer sobre el paisaje familiar, y las luces de la ciudad comenzaron a parpadear, creando un ambiente acogedor que le recordaba a su hogar. Sin embargo, su energía se sentía mermada y su cuerpo cansado, como si hubiera luchado contra un gigante.
Cuando se reunió con sus amigos, su rostro reflejaba una mezcla de orgullo y agotamiento. "Lo hice", les dijo, su voz aún llena de determinación. "He erradicado el mal en ese universo, aunque... fue más difícil de lo que esperaba." Sus amigos lo miraron con admiración, sorprendidos por su regreso y por lo que había logrado.
Sin embargo, Daictor sabía que su misión no había terminado. Aunque había eliminado a muchos villanos y erradicado el mal, siempre habría nuevos desafíos y enemigos que enfrentar. Sentía que su deber como defensor del multiverso recién comenzaba.
"Es hora de prepararnos", les dijo a sus amigos, mientras la noche caía y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo. "Esto es solo el comienzo. Necesitamos estar listos para lo que venga." Con una determinación renovada, Daictor y sus amigos se unieron, dispuestos a enfrentar cualquier cosa que pudiera amenazar su hogar.
La luz blanca brilló intensamente alrededor de Daictor, y en un instante, su forma se desvaneció, dejando a Victor y a Daiki en el suelo, separados y desorientados. Ambos sintieron una poderosa sacudida al romperse la conexión entre ellos. Los anillos que habían simbolizado su fusión se destruyeron, estallando en pequeñas chispas de luz que se disiparon en el aire.
Victor se levantó primero, frotándose los ojos para acostumbrarse a la oscuridad. Su cuerpo aún resonaba con la energía de la fusión, pero la sensación de poder había desaparecido, dejándolo con una extraña mezcla de vacío y nostalgia. Miró a su alrededor, buscando a Daiki, y al verlo en el suelo, también levantándose, sintió un alivio.
"¿Estás bien?" preguntó Victor, extendiendo una mano para ayudar a Daiki a levantarse.
Daiki asintió, aunque su expresión era de confusión y sorpresa. "Sí... pero, ¿qué pasó? Esa fusión fue... increíble, pero también demasiado intensa."
Ambos se dieron cuenta de que el nivel de poder que habían alcanzado juntos había sido abrumador, incluso para ellos. La fuerza de la fusión había desbordado sus límites, y la conexión que habían compartido era tan profunda que resultó insostenible.
"Lo sé," respondió Victor, aún tratando de procesar lo que había ocurrido. "Fue como si estuviéramos en un nivel completamente diferente. Pero ahora... ¿qué hacemos?"
Mientras tanto, la noche se llenaba de sonidos familiares de su hogar, pero la sensación de que algo había cambiado permanecía en el aire. Habían enfrentado a enemigos poderosos y habían superado desafíos antes, pero esta experiencia había sido única.
"Quizás deberíamos practicar más esa fusión", sugirió Daiki, con una chispa de entusiasmo en sus ojos. "Si logramos controlarla, podríamos ser invencibles juntos."
Victor sonrió. "Sí, pero primero, necesitamos recargar energías y prepararnos. Tal vez podamos explorar los límites de nuestras habilidades individualmente antes de intentarlo nuevamente."
Ambos hombres se miraron, entendiendo que la aventura apenas comenzaba. Con renovada determinación, se dirigieron hacia el horizonte, listos para enfrentar nuevos desafíos, fortalecidos por la experiencia compartida de su fusión y la comprensión de su propio potencial.
Fin.