Las semanas pasaron como el viento que acariciaba los rostros de Liu Fang y Yan Ling en su interminable travesía por tierras desconocidas. Cada día estaba lleno de entrenamientos exhaustivos, avances y pequeños momentos de tranquilidad. Liu Fang no permitía que sus emociones interfirieran con su disciplina. Pero, aunque mantenía su apariencia de serenidad durante el día, por las noches, cuando Yan Ling dormía profundamente, la calma de Liu Fang se desvanecía, siendo reemplazada por las sombras de su pasado.En las noches, el aire era más pesado para él. Los recuerdos, como una tormenta distante, volvían a retumbar en su mente con una claridad inquietante. Se sentaba junto al fuego, observando las llamas danzantes mientras su mente vagaba hacia los días en los que no era el hombre que ahora intentaba ser.Revive las batallas, los gritos de sus enemigos cayendo a sus pies, el sonido de las espadas chocando y el eco de sus órdenes siendo acatadas sin cuestionamientos. Recordaba su nombre resonar con miedo entre los pueblos, y cómo el mundo se inclinaba ante su tiranía. Todo ese poder, esa implacable sed de conquista y destrucción... pero ¿por qué?.Esa pregunta había empezado a surgir en su mente, y no podía ignorarla. Era un vacío, una pieza faltante que lo torturaba. Sabía qué había hecho, conocía cada atrocidad que había cometido como el antiguo tirano. Sin embargo, lo que no lograba recordar con claridad era el porqué. ¿Qué lo había impulsado a volverse esa figura de oscuridad y destrucción? ¿Qué lo había llevado a convertirse en el tirano despiadado que ahora intentaba olvidar?Liu Fang: (susurrando en la soledad de la noche) ¿Por qué hice todo eso? ¿Por qué me convertí en lo que fui?Se levantaba con cuidado para no despertar a Yan Ling y se alejaba del campamento. Caminaba en silencio bajo el cielo estrellado, en busca de respuestas que, hasta ahora, se le escapaban. Revivía escenas específicas en su mente: él en el trono, rodeado de sus generales, ordenando la caída de reinos enteros. Veía la mirada de Bai Wei y Yue Lan, sus fieles seguidoras, que lo observaban con una mezcla de admiración y lealtad ciega. Ellas habían sido las únicas en su círculo íntimo, las únicas que lo habían conocido tan de cerca, pero incluso ellas no podían ofrecerle la respuesta que buscaba.Liu Fang cerró los ojos y respiró profundamente. El aire fresco de la noche no lograba apaciguar el torbellino que se formaba en su mente. Las imágenes se mezclaban, pero el origen de todo aquello permanecía nublado. Recordaba el día en que sus recuerdos de su vida pasada comenzaron a resurgir, cuando tenía apenas cinco años en su nueva vida. Desde ese momento, el peso de ese pasado lo había marcado, y aunque había intentado apartarse de él, no había conseguido borrarlo. Pero ahora, en este preciso momento, había algo que lo atormentaba más que nunca: no lograba recordar por qué había comenzado esa senda de destrucción.Liu Fang: (pensando en voz alta, con frustración) No tiene sentido... ¿Por qué? ¿Qué me hizo convertirme en un tirano?Esa pregunta lo carcomía. Sabía que no había sido siempre así. Antes de convertirse en un conquistador despiadado, debió haber habido otra vida, otra razón. Pero ese fragmento de su historia estaba completamente bloqueado en su memoria. Era como si su mente hubiera decidido borrar el motivo detrás de todas sus acciones, dejándolo solo con las imágenes de los resultados: muerte, conquista, desolación.Una noche, mientras estaba sentado junto a un río en uno de sus campamentos temporales, miraba su reflejo en el agua. Su propio rostro le devolvía la mirada, pero no veía al hombre que era ahora; en su lugar, veía al tirano que había sido, con una corona en la cabeza y un ejército a sus pies. Pero el porqué seguía fuera de su alcance.Liu Fang: (hablándose a sí mismo) Si tan solo pudiera recordar... ¿Qué fue lo que me llevó a hacer todo eso? No puede ser solo sed de poder... hay algo más.En ese momento, recordó las palabras de Yue Lan, la más astuta de sus antiguas generales, en uno de sus últimos encuentros antes de su caída.Yue Lan (en su memoria): "Mi señor, el mundo caerá a tus pies porque así debe ser. Este es tu destino, tu legado. Nadie puede escapar de lo que está destinado a ser".Destinado. Esa palabra resonó en su mente. ¿Destino? ¿Había sido todo aquello parte de un plan mayor, algo más allá de su control? O tal vez, ¿había algo, o alguien, que lo había empujado hacia esa senda oscura?Mientras meditaba sobre esto, sintió una presencia. Durante unos instantes, pensó que Yan Ling lo había seguido, preocupada por él. Pero cuando se giró, no vio a nadie. Sin embargo, el aire se sentía distinto, como si alguien o algo lo estuviera observando.Liu Fang (alerta): ¿Quién está ahí?El silencio le devolvió la pregunta, pero el malestar en su pecho no se desvanecía. Alguien o algo estaba cerca, vigilándolo, pero en las sombras, no visible para él. No obstante, la sensación de estar siendo observado no era nueva. Desde hacía días, sentía que una presencia lo seguía, como si las mismas sombras del pasado lo acecharan.Liu Fang: (pensando para sí) ¿Podría ser...? No... No pueden ser ellas...Sus antiguos generales, Bai Wei y Yue Lan, volvían a su mente. Sabía que estaban vivas, que lo buscaban. Temía el día en que lo encontrarían, pero también sabía que ese encuentro sería inevitable. Tal vez ellas tenían las respuestas que él buscaba, tal vez ellas recordaban lo que él no podía. Pero Liu Fang no quería que eso sucediera. Temía lo que sería de él si las enfrentaba, si volvían a su vida. Temía que su antigua naturaleza volviera con ellas, que lo empujaran nuevamente hacia el abismo de poder y destrucción.Con la cabeza llena de preguntas sin respuesta, Liu Fang decidió regresar al campamento. Yan Ling seguía durmiendo plácidamente, ajena al conflicto interno que su compañero enfrentaba. Al verla descansar tan tranquilamente, Liu Fang sintió un ligero alivio. Sabía que, mientras ella estuviera a su lado, podría mantener el control de sí mismo. Pero también sabía que el día en que tendría que enfrentarse a su pasado estaba cada vez más cerca.Antes de recostarse junto a Yan Ling, miró una vez más hacia las sombras del bosque, donde sintió aquella presencia momentos antes. Nada se movía. Nada era visible. Pero algo, o alguien, estaba allí, acechando.Liu Fang: (en un susurro) Algún día... encontraré la respuesta.
Y así, con la mente aún enredada en los misterios de su vida pasada, Liu Fang cerró los ojos, sabiendo que, aunque el viaje continuaba, el mayor desafío que enfrentaría no vendría de enemigos externos, sino de los recuerdos olvidados y de las preguntas sin resolver que seguían acechando en lo más profundo de su ser.