El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de un color anaranjado suave, mientras Liu Fang y Yan Ling se detenían en un claro rodeado de altos árboles. Después de una jornada agotadora de viaje, decidieron aprovechar el último rayo de luz para entrenar. El ambiente tranquilo del bosque les proporcionaba un respiro, y la brisa fresca acariciaba sus rostros mientras ambos se preparaban para la rutina.Yan Ling: (sonriendo, mientras desenfundaba su espada) Parece que el viento está de nuestro lado hoy. Sería un buen momento para trabajar en la concentración durante el combate.Liu Fang: (asintiendo) Sí, la mente debe estar tan afilada como la espada. Controlar el fuego interno no es solo cuestión de fuerza, sino de mantener la calma en medio de la tormenta.A pesar de sus palabras, algo en la mirada de Liu Fang parecía distante, casi inquieto. Yan Ling no lo comentó, pero lo notó. Sabía que, aunque él no lo admitiera, el peso de sus recuerdos estaba comenzando a afectarlo más de lo que quisiera aceptar.Comenzaron con movimientos fluidos, esquivando y contraatacando, perfeccionando la coordinación entre cuerpo y energía. Liu Fang guiaba a Yan Ling con paciencia, pero con una concentración que parecía llevarlo más allá del presente. Sus golpes eran precisos, cargados de una intensidad que no había mostrado en días.De repente, durante un intercambio rápido de ataques, Liu Fang se detuvo en seco. Su cuerpo se tensó y sus ojos, que momentos antes estaban llenos de serenidad, se oscurecieron. Algo había cambiado en su semblante, y Yan Ling lo notó al instante.Yan Ling: (preocupada) Liu Fang, ¿estás bien?Pero Liu Fang no respondió. Su respiración se aceleraba y una especie de opresión comenzó a invadir su pecho. Entonces, lo sintió: como si el tiempo retrocediera, como si el suelo bajo sus pies desapareciera y, en su lugar, estuviera de pie en un campo de batalla.Los sonidos del bosque se desvanecieron, y en su lugar, el eco de gritos, espadas chocando y fuego rugiendo llenaron su mente. Los rostros de sus enemigos, los soldados caídos y los reinos que había sometido en su vida pasada aparecieron ante él con una claridad aterradora. La sangre manchaba sus manos, y el rugido del caos envolvía sus sentidos. El tirano dentro de él despertaba.Liu Fang: (en susurros, perdido en sus recuerdos) No... otra vez no...Yan Ling, viéndolo tan perdido, se acercó lentamente, preocupada por su bienestar. Sabía que los recuerdos de su vida pasada lo atormentaban de vez en cuando, pero nunca lo había visto tan afectado.Yan Ling: (suave, intentando calmarlo) Liu Fang, respira. Estás aquí, conmigo. No estás en ese lugar.Pero las palabras de Yan Ling apenas lo alcanzaban. Las escenas de destrucción continuaban invadiendo su mente: las ciudades reducidas a cenizas bajo su mando, los reinos que había conquistado sin piedad, y los rostros de aquellos que le habían suplicado misericordia. Y entre esos rostros, vio a dos figuras que lo llenaron de terror y culpa: Bai Wei y Yue Lan, sus dos antiguas generales. Las mujeres que habían sido sus más fieles seguidoras, las mismas que ahora temía encontrar.Liu Fang: (jadeando, con una mirada perdida) ¡Ellas...! Bai Wei... Yue Lan... siguen ahí fuera. No puedo... No puedo permitir que me encuentren...La visión de sus antiguas generales era clara en su mente: Bai Wei, la guerrera fría y calculadora, cuya lealtad era inquebrantable; y Yue Lan, la estratega brillante y despiadada, que siempre había encontrado formas de conseguir lo que él quería, sin importar el costo. Ambas le habían sido devotas, pero también habían sido testigos de su peor faceta. Ellas conocían al Liu Fang que había sido un tirano, y él temía que, si lo encontraban, podría volver a ser esa persona.Yan Ling: (acercándose más, firme pero cálida) Liu Fang, escúchame. Ese no eres tú. Ya no eres ese hombre. No importa lo que fuiste, lo que importa es lo que eres ahora. Tienes el control.Pero Liu Fang no podía escapar del torbellino de recuerdos. Sus manos temblaban mientras intentaba contener el miedo que lo envolvía. Sentía como si el aire se volviera pesado, como si estuviera atrapado en su propio cuerpo, reviviendo cada batalla, cada golpe, cada grito de dolor que había causado.Liu Fang: (gritando, en desesperación) ¡No quiero volver a ser él! ¡No quiero...!Fue entonces cuando Yan Ling, en un acto de desesperación, se acercó y tomó sus manos con fuerza. La calidez de su toque lo sacudió, y por un momento, los gritos y los ecos del pasado se silenciaron. Su respiración, aunque aún agitada, comenzó a ralentizarse poco a poco. Sentía la energía de Yan Ling fluir hacia él, calmándolo, anclándolo al presente.Yan Ling: (con voz suave, pero firme) Liu Fang, mira a tu alrededor. Ya no estás en ese campo de batalla. Estás aquí, conmigo. Eres libre de tu pasado, pero solo si tú lo decides. No tienes que cargar con esa culpa para siempre.Lentamente, Liu Fang comenzó a recuperar el control. Los recuerdos se desvanecieron como humo disipándose al viento, y la realidad del bosque, la noche que se cernía sobre ellos y la presencia cálida de Yan Ling a su lado, lo devolvieron al presente.Cayó de rodillas, agotado, con el rostro cubierto de sudor. Yan Ling se arrodilló a su lado, apoyando suavemente una mano en su hombro.Liu Fang: (jadeando, con la voz quebrada) No puedo... no puedo escapar de lo que fui. No importa cuánto lo intente. Siempre vuelven... esos recuerdos, esos fantasmas. Y ellas... Bai Wei y Yue Lan, aún están ahí, buscándome. Si me encuentran, temo lo que podría pasar. Temo lo que podría volver a ser.Yan Ling lo miró fijamente, comprendiendo el peso de lo que estaba diciendo. Sabía que Liu Fang no solo temía su encuentro con sus antiguas generales, sino que temía perderse a sí mismo en el proceso.Yan Ling: (con voz tranquila, pero llena de convicción) Escúchame, Liu Fang. No importa lo que ellas quieran o quiénes sean. Eres tú quien decide qué hacer con tu poder y tu vida ahora. No eres prisionero de tu pasado. No lo serás mientras sigas siendo consciente de quién eres ahora y de lo que deseas ser.Liu Fang cerró los ojos, respirando profundamente. Sabía que Yan Ling tenía razón. Pero también sabía que, aunque intentara seguir adelante, su pasado siempre lo perseguiría. Sin embargo, en ese momento, con Yan Ling a su lado, sentía que quizás, solo quizás, podría encontrar una manera de seguir adelante sin dejar que la sombra de su vida pasada lo devorara por completo.Con el corazón más tranquilo, Liu Fang se levantó lentamente, todavía tembloroso pero más sereno. Miró a Yan Ling, quien permanecía a su lado, ofreciéndole un leve y cálido apoyo con solo su presencia.Liu Fang: (con voz baja) Gracias, Yan Ling... no sé qué haría sin ti.Yan Ling: (sonriendo suavemente) No tienes que enfrentarlo solo, Liu Fang. Estoy aquí, y siempre estaré.Y así, en ese claro, bajo el cielo estrellado, Liu Fang entendió que, aunque su pasado fuera oscuro y su futuro incierto, no estaba solo. Mientras tuviera a Yan Ling a su lado, tendría una razón para seguir adelante, una razón para luchar no solo contra sus enemigos, sino también contra los fantasmas de su propia mente.Los días de entrenamiento continuarían, y el viaje no tendría rumbo fijo, pero con cada paso, Liu Fang sentía que estaba un poco más cerca de encontrar la paz que tanto anhelaba, y con Yan Ling, esa paz se volvía un poco más tangible.