Después de aquel inquietante encuentro en la plaza principal del Imperio de la Espada Oscura, Liu Fang y Yan Ling tomaron una decisión: no podían quedarse en ese lugar por más tiempo. La sombra de su pasado, manifestada a través de aquellos hombres, era una advertencia demasiado clara. El Imperio de la Espada Oscura, con sus misteriosos vigilantes y el aura de peligro constante, no era seguro para ellos.Esa misma noche, sin despedirse de nadie ni dejar rastro, se marcharon de la ciudad bajo el manto de la oscuridad. Liu Fang había insistido en que lo mejor era moverse sin rumbo fijo. El destino que lo perseguía no podría atraparlo tan fácilmente si seguían avanzando, sin apegarse a ningún lugar en particular. Sabía que sus antiguos generales, Bai Wei y Yue Lan, estaban buscándolo, y la sensación de que lo alcanzarían en algún momento lo atormentaba.Con Yan Ling a su lado, ambos sabían que la única opción era continuar viajando y, al mismo tiempo, entrenarse para lo que pudiera venir.Los primeros días después de abandonar la ciudad fueron tranquilos. Vagaban por caminos poco transitados, internándose cada vez más en los bosques y montañas que rodeaban los territorios del imperio. Liu Fang, aunque preocupado, aprovechaba cada momento para enseñar a Yan Ling nuevas técnicas de combate. Ambos sabían que no podían bajar la guardia. El entrenamiento era una forma de estar preparados para cualquier eventualidad, pero también una manera de desconectar de las preocupaciones que los seguían.Liu Fang: (concentrado, mientras desenvainaba su espada) La clave no es solo la fuerza, Yan Ling. Es la precisión. Cada golpe, cada movimiento, debe tener un propósito. La fuerza sin control es solo caos.Yan Ling: (intentando imitar sus movimientos) Lo sé, pero a veces siento que mis emociones se interponen. Cuando estoy luchando, es difícil no dejarme llevar por la rabia o el miedo.Liu Fang: (deteniéndose un momento, con una leve sonrisa) Las emociones son poderosas, pero no deben gobernarte. Si las controlas, se convertirán en tu mayor arma. Pero si las dejas dominarte, te llevarán a la derrota.Sus entrenamientos eran duros, pero necesarios. Yan Ling había mejorado notablemente desde que comenzó a viajar con Liu Fang, tanto en sus habilidades con la espada como en su dominio del control de energía. Sin embargo, aún sentía que había mucho por aprender, y Liu Fang, a pesar de su propia inquietud, se esforzaba por ser un buen maestro.Un día, mientras descansaban cerca de un arroyo cristalino en lo profundo del bosque, Yan Ling no pudo evitar notar la mirada perdida de Liu Fang. Sabía que, aunque no lo expresara abiertamente, el peso de su pasado lo estaba consumiendo.Yan Ling: (con cautela) Liu Fang... ¿estás pensando en ellas?Liu Fang: (suspirando, sin apartar la vista del horizonte) Siempre. No importa cuán lejos vayamos, sé que Bai Wei y Yue Lan siguen ahí afuera, buscándome. Y lo peor es que no sé si quiero que me encuentren.Yan Ling: (frunciendo el ceño) Pero dijiste que ellas te eran leales, que fueron tus generales más confiables en tu vida pasada. ¿Por qué temes tanto su reencuentro?Liu Fang: (apretando los puños) Porque, Yan Ling... esa lealtad fue forjada en sangre y poder. No fui el hombre que soy ahora. Fui un tirano. Un déspota cruel que usaba la fuerza para controlar. Y ellas... aunque me fueron leales, también participaron en las atrocidades que cometí. No quiero volver a ser esa persona. No quiero que me recuerden lo que fui.Yan Ling: (suavemente) Pero ya no eres esa persona, Liu Fang. Has cambiado. Lo que fuiste no define lo que eres ahora.Liu Fang asintió, aunque en su interior las dudas seguían carcomiéndolo. Sabía que Yan Ling tenía razón, pero el temor a ser arrastrado de nuevo hacia esa oscuridad era demasiado grande. Había pasado años intentando olvidar su vida pasada, intentando enterrar los recuerdos de las batallas, los reinos conquistados y los rostros de aquellos a los que había hecho sufrir. Y ahora, todo ese pasado parecía cernirse sobre él como una tormenta inminente.Durante las siguientes semanas, continuaron su viaje sin rumbo fijo. Cruzaron vastas llanuras, escalaron montañas y atravesaron aldeas remotas, siempre manteniéndose alejados de las grandes ciudades y los centros de poder. Pero en cada parada, en cada aldea que visitaban, Liu Fang no podía evitar sentir que estaban siendo observados. Había algo en el aire, una constante sensación de ser vigilados desde las sombras.Yan Ling: (una noche, alrededor de una fogata) ¿Crees que algún día podremos detenernos? Encontrar un lugar donde podamos estar en paz.Liu Fang: (mirando las llamas) Lo dudo. No mientras mi pasado siga persiguiéndonos.El silencio los envolvió por un momento, roto solo por el crepitar de la leña en la fogata.Yan Ling: (mirándolo a los ojos) No importa cuánto huya el viento, siempre encuentra su dirección. Quizás tú también lo hagas algún día, Liu Fang.Así continuaron, con el viento y las estrellas como su única compañía constante. Cada día, entrenaban. Cada noche, hablaban en voz baja sobre sus miedos y esperanzas. Sin embargo, a pesar de los momentos de calma, la incertidumbre siempre estaba presente. Liu Fang sabía que su destino estaba entrelazado con el pasado que tanto temía. Las sombras de su antigua vida no se desvanecerían fácilmente, y las figuras de Bai Wei y Yue Lan eran solo un recordatorio de que, por mucho que huyera, tarde o temprano tendría que enfrentar lo que había sido.
Pero por ahora, mientras el mundo a su alrededor continuaba girando, seguiría adelante, sin rumbo, entrenando y viajando, siempre un paso más lejos de la oscuridad que amenazaba con alcanzarlo.