En el distante planeta TR-3, un planeta similar a la Tierra pero un poco más grande, Daiki Talloran se levantaba malherido después de su enfrentamiento con Victor. Con el cuerpo cubierto de heridas y el dolor resonando en cada paso, Daiki comenzó a caminar cojeando hacia un reino que se veía a lo lejos.
El paisaje alrededor era vasto y salvaje, con montañas que se alzaban majestuosas y bosques que parecían interminables. Cada paso que daba era una batalla contra el dolor, pero su determinación lo mantenía en movimiento. El reino, con sus altas torres y murallas imponentes, se erigía como un faro de esperanza en la distancia.
Mientras se acercaba, los habitantes del reino notaron su estado y corrieron a ayudarlo. Los guardias lo llevaron al interior de los muros del reino, donde fue recibido por los curanderos del lugar. Daiki fue llevado a una sala de curación, donde comenzaron a tratar sus heridas con remedios avanzados y magia curativa.
A pesar de su dolor y agotamiento, la mente de Daiki estaba enfocada en su objetivo. Sabía que necesitaría tiempo para recuperarse, pero su determinación no flaqueaba. Mientras los curanderos trabajaban para sanar su cuerpo, Daiki planeaba su próximo movimiento, decidido a superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
Una vez que los curanderos terminaron de sanar sus heridas, Daiki Talloran se levantó de la cama con una mirada fría y calculadora. La ira y la frustración se reflejaban en sus ojos. Sin previo aviso, desenfundó su katana y la apuntó directamente hacia los curanderos que lo habían atendido.
Los curanderos retrocedieron, sorprendidos y asustados por su repentino cambio de actitud. Uno de ellos, con voz temblorosa, preguntó:
- ¿Qué... qué estás haciendo?
Daiki, con la katana firme en sus manos, respondió con tono gélido:
- Necesito información. Y ustedes van a dármela.
El líder de los curanderos dio un paso adelante, tratando de calmar la situación.
- Tranquilo, no queremos problemas. Dinos qué necesitas saber.
Daiki mantuvo su postura, la katana aún apuntando hacia ellos.
- Necesito saber sobre los reinos cercanos y cualquier información sobre guerreros poderosos. También quiero saber quiénes son los aliados de Victor en este planeta y si hay alguna forma de fortalecer mis habilidades para derrotarlo.
El líder asintió lentamente.
- Entiendo. Te daremos toda la información que necesites. Pero baja tu arma, por favor. Estamos aquí para ayudarte.
Después de unos segundos de tensa deliberación, Daiki bajó su katana ligeramente, aunque no la guardó. Los curanderos comenzaron a proporcionarle la información que buscaba, sabiendo que no tenían otra opción si querían salir de esa situación ilesos.
Daiki Talloran, tras salir del edificio en ruinas, observó con más detenimiento a los habitantes del reino. Su apariencia y movimientos le recordaban más a los no-muertos que a simples almas atrapadas. Con su aguda inteligencia, rápidamente dedujo que este lugar estaba plagado de seres no-muertos.
Se dirigió a uno de los habitantes con paso firme y lo detuvo bruscamente.
- ¿Qué es este lugar? -preguntó con voz autoritaria, su mirada penetrante.
El no-muerto, con una voz arrastrada y hueca, respondió:
- Este es el reino de los No-Muertos. Somos condenados a vagar eternamente entre la vida y la muerte.
Daiki frunció el ceño, tratando de asimilar lo que había escuchado.
- ¿Por qué están atrapados aquí? ¿Y cómo puedo salir de este lugar?
El no-muerto explicó:
- Una maldición lanzada por un antiguo hechicero nos condenó a este destino. No podemos abandonar este reino a menos que la maldición sea rota. Sin embargo, hay una salida: un portal oculto en las montañas al norte. Solo aquellos con gran poder pueden acceder a él.
Daiki, procesando la información con rapidez, asintió. Sin perder más tiempo, se dirigió hacia el norte, decidido a encontrar el portal y continuar su búsqueda de poder y venganza. Los no-muertos que se cruzaban en su camino lo observaban con ojos vacíos, ajenos a su propósito y destino.
Con cada paso que daba, Daiki sentía cómo su determinación se fortalecía. Encontraría ese portal, abandonaría este reino y enfrentaría a sus enemigos con una furia renovada. Nada lo detendría.
Daiki caminaba con determinación hacia el imponente palacio que se alzaba en el centro del reino de los no-muertos. A medida que avanzaba, notaba las estatuas de antiguos reyes que flanqueaban su camino. Cada una de ellas parecía vigilarlo con ojos vacíos, reflejando la gloria perdida y la decadencia que ahora gobernaba ese lugar.
El silencio del reino era casi sepulcral, roto solo por el crujido ocasional de los huesos y el susurro del viento entre las ruinas. Daiki sabía que su anonimato era su mayor ventaja. Nadie en este reino conocía su nombre ni sus habilidades, lo que le daba una posición privilegiada para actuar sin ser anticipado.
Al acercarse a las puertas del palacio, un par de guardianes no-muertos se interpusieron en su camino. Sus armaduras estaban oxidadas y sus movimientos eran lentos, pero aún así representaban un obstáculo. Sin mostrar ningún signo de vacilación, Daiki desenfundó su katana y, con un par de cortes precisos y letales, los derribó.
Con las puertas del palacio abiertas ante él, Daiki avanzó con cautela. El interior estaba iluminado por antorchas que proyectaban sombras inquietantes en las paredes. Caminó por los pasillos desiertos, atento a cualquier señal de peligro. Finalmente, llegó a una sala del trono donde un ser espectral, envuelto en ropajes reales, lo observaba desde lo alto de un trono de huesos.
- ¿Quién se atreve a entrar en mi dominio sin permiso? -preguntó la figura con una voz que resonaba como un eco.
- Mi nombre es Daiki Talloran -respondió con firmeza-. Busco el portal que me llevará fuera de este reino.
El espectro se levantó lentamente, sus ojos vacíos centelleando con un brillo siniestro.
- Muchos han intentado y fracasado. Pero veo en ti una fuerza y determinación que otros no poseían. Si deseas encontrar el portal, primero debes demostrar tu valía.
Con esas palabras, el espectro alzó una mano y una horda de no-muertos surgió de las sombras, rodeando a Daiki. Este sonrió para sí mismo, sabiendo que cada batalla lo acercaba más a su objetivo.
- Muy bien -dijo, adoptando una postura de combate-. Que comience la prueba.
La reina Darkness se levantó de su trono con una gracia inquietante. A pesar de ser una no-muerta, su apariencia era casi humana, con una piel pálida pero no demacrada, y ojos que brillaban con una intensidad inusitada. Se movía con la elegancia de una reina, pero su aura desprendía una energía oscura y poderosa.
- Mi nombre es Darkness, y si deseas salir de este reino, tendrás que derrotar no solo a mi ejército, sino también a mí -declaró, su voz resonando con una mezcla de autoridad y desafío.
Daiki observó a Darkness con cautela. Aunque no subestimaba a los no-muertos que la rodeaban, sabía que ella era el verdadero desafío. La reina no era como los otros; poseía una vitalidad y un poder que la distinguían.
- Muy bien -respondió Daiki, aferrando con firmeza la empuñadura de su katana-. No tengo intención de perder tiempo. Vamos a resolver esto ahora.
Darkness levantó una mano y su ejército de no-muertos se abalanzó sobre Daiki. Con movimientos rápidos y precisos, Daiki se lanzó al ataque. Sus cortes eran letales, derribando a los no-muertos uno tras otro. Sin embargo, cada vez que uno caía, otro surgía de las sombras para tomar su lugar.
La batalla fue feroz, con Daiki luchando incansablemente. A pesar de su fuerza y habilidad, el ejército de Darkness parecía interminable. Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Daiki se encontró cara a cara con la reina.
- Eres fuerte, Daiki Talloran -dijo Darkness, evaluándolo con una mirada penetrante-. Pero veremos si eres digno de enfrentarte a mí.
Con un gesto, Darkness invocó una espada oscura que parecía absorber la luz a su alrededor. Se lanzó al ataque con una velocidad y una fuerza que igualaban a las de Daiki. Los dos se enzarzaron en un combate intenso, sus espadas chocando y creando destellos de energía oscura y luminosa.
Daiki podía sentir el poder de Darkness en cada uno de sus movimientos. A pesar de su apariencia joven, su habilidad y fuerza eran formidables. Sin embargo, Daiki no se dejó intimidar. Con cada golpe y cada esquiva, buscaba una apertura, una oportunidad para vencerla.
Finalmente, tras un intercambio de golpes frenético, Daiki logró desarmar a Darkness y la sostuvo con su katana apuntando a su garganta.
- Parece que he ganado -dijo, sin aliento pero triunfante.
Darkness lo observó con una mezcla de sorpresa y respeto.
- Has demostrado tu valía, Daiki Talloran -dijo ella, su voz más suave-. Te concederé el paso, pero recuerda, la verdadera batalla siempre está por venir.
Daiki Talloran, en un último acto de desafío, lanzó un corte con su katana directamente hacia Darkness. La reina, con reflejos sobrenaturales, levantó su mano y golpeó la katana. El impacto entre sus poderes fue tan intenso que el tiempo mismo pareció colapsar.
Un portal temporal se abrió, succionando a Daiki y lanzándolo hacia un tiempo desconocido. Daiki no tuvo tiempo de reaccionar antes de ser arrastrado por la fuerza del portal, desapareciendo en el torbellino de energía.
Darkness observó el fenómeno con una mezcla de sorpresa y satisfacción. Aunque no había planeado exactamente este desenlace, sabía que había debilitado significativamente al enemigo.
- Adiós, intruso -murmuró, mientras el portal se cerraba, dejando solo el eco de su poder.
Con Daiki fuera de escena, Darkness se erigió más poderosa, con su reino intacto y su ejército listo para cualquier amenaza futura. Sabía que el extraño joven había sido mandado a un tiempo y lugar donde no podría causar más problemas.
En algún lugar del pasado, Daiki se encontró en un mundo completamente diferente, lejos del reino y de la tecnología que conocía. Con el tiempo colapsado, tendría que encontrar una manera de regresar y restaurar su venganza.
Daiki Talloran, ahora atrapado en el pasado, se encontró en un denso bosque. El lugar parecía mucho más primitivo que el mundo del que provenía, con senderos de tierra y vegetación espesa. A su alrededor, la vida se desarrollaba de manera más tranquila y simple.
Frustrado por su situación, Daiki lanzó un grito de enojo, su voz resonando entre los árboles. Varias personas que caminaban por un sendero cercano se detuvieron y miraron en dirección al ruido, sus rostros mostrando una mezcla de curiosidad y temor.
- ¿Qué ha sido eso? -murmuró uno de los transeúntes.
- No lo sé, pero deberíamos alejarnos -respondió otro.
Daiki, sin prestar atención a las miradas desconfiadas, se levantó y comenzó a caminar por el sendero. Cada paso que daba lo llenaba de rabia y determinación. Necesitaba encontrar una manera de regresar a su tiempo y completar su venganza.
A medida que avanzaba, observó las costumbres y las ropas de las personas que encontraba. Parecían estar en una era preindustrial, con herramientas rudimentarias y vestimentas sencillas. A pesar de la calma aparente, Daiki sabía que debía ser cauteloso.
En su camino, encontró un claro en el bosque donde un pequeño grupo de personas estaba reunido. Parecían estar discutiendo algo importante. Daiki se acercó con sigilo, escondiéndose entre los árboles para escuchar.
- ...la reina Darkness ha enviado una señal. Dice que debemos prepararnos para la llegada del elegido -dijo uno de los aldeanos, con tono solemne.
- ¿El elegido? -preguntó otro, visiblemente preocupado-. ¿Qué significa eso para nosotros?
- No lo sé, pero debemos estar listos para cualquier cosa -respondió el primero.
Daiki, al escuchar esto, comprendió que su presencia en este tiempo no era un simple error. La reina Darkness había planeado esto, y él debía descubrir por qué. Con una nueva resolución, se dirigió hacia el grupo.
- ¿Quiénes son ustedes? -preguntó Daiki, emergiendo de las sombras.
Los aldeanos se giraron, sorprendidos por la aparición repentina del joven guerrero.
- Somos habitantes de esta tierra -respondió el líder del grupo-. ¿Y tú, quién eres?
Daiki observó a los aldeanos con intensidad antes de responder.
- Soy Daiki Talloran. Y he venido a buscar respuestas.
Los aldeanos intercambiaron miradas, reconociendo que este forastero no era alguien común. Decidieron llevarlo a su pueblo, donde podría encontrar más información sobre la reina Darkness y su destino en este tiempo.
Así, Daiki comenzó una nueva travesía en un mundo desconocido, decidido a desentrañar los secretos del pasado y encontrar una manera de regresar a su tiempo. Sabía que el camino no sería fácil, pero su determinación era inquebrantable.
Daiki siguió a los aldeanos hasta su pueblo, una pequeña comunidad que parecía vivir en armonía con la naturaleza. A medida que avanzaban, los aldeanos le contaban más sobre la tierra y su gente.
- En esta época, la princesa Darkness vive con sus padres en el castillo. Son unos gobernantes justos y amados por su pueblo -dijo uno de los aldeanos.
- ¿Princesa Darkness? -Daiki frunció el ceño-. Entonces, aún no es la reina que conocí.
- Así es -respondió otro aldeano-. Es conocida por su bondad y sabiduría, a pesar de su juventud.
Llegaron a una plaza central donde un mercado vibrante estaba en pleno apogeo. Los aldeanos le ofrecieron a Daiki algo de comida y bebida, mientras discutían entre ellos cómo proceder. Finalmente, el líder del grupo tomó la palabra.
- Llevaremos a Daiki al castillo. La princesa y sus padres deben ser informados de su llegada.
El camino al castillo era serpenteante y rodeado de frondosos árboles. Cuando llegaron, Daiki quedó impresionado por la majestuosidad del edificio, una estructura imponente que se alzaba sobre la tierra como un faro de poder y estabilidad.
Los guardias del castillo, al ver la determinación en los ojos de los aldeanos, permitieron que Daiki entrara. Lo llevaron a una sala de espera mientras enviaban un mensaje a los monarcas. No pasó mucho tiempo antes de que fuera llevado a la sala del trono.
El rey y la reina, padres de Darkness, estaban sentados en sus tronos, irradiando autoridad y benevolencia. A su lado, la joven princesa Darkness, que no parecía más que una adolescente, observaba a Daiki con curiosidad.
- ¿Quién eres y qué te trae a nuestro reino? -preguntó el rey, con voz firme pero amable.
- Soy Daiki Talloran -respondió él, inclinándose respetuosamente-. He venido de un tiempo futuro, enviado aquí por un error que involucra a su hija, la princesa Darkness.
La sala quedó en silencio por un momento. La reina intercambió una mirada con su esposo antes de hablar.
- ¿Futuro? ¿Hablas en serio?
- Sí, Majestad -afirmó Daiki-. En mi tiempo, la princesa Darkness es una reina poderosa. Sin embargo, he sido enviado aquí por circunstancias desconocidas, y creo que su hija tiene algo que ver con esto.
La princesa Darkness se adelantó, mirando a Daiki con una mezcla de fascinación y precaución.
- No sé de qué hablas, pero estoy dispuesta a ayudarte a descubrir la verdad -dijo con determinación.
El rey y la reina asintieron, confiando en el juicio de su hija.
- Bien, Daiki -dijo el rey-. Mientras estés aquí, serás nuestro huésped. Te ayudaremos a encontrar las respuestas que buscas.
Daiki agradeció a los monarcas y la princesa por su hospitalidad. Sabía que el camino por delante estaría lleno de desafíos, pero con la ayuda de la joven princesa Darkness y sus padres, confiaba en que podría desentrañar el misterio de su viaje en el tiempo y encontrar una manera de regresar a su propio mundo.
Así, Daiki comenzó una nueva etapa de su travesía, ahora con aliados en este tiempo desconocido. La joven princesa Darkness se mostró más fuerte y sabia de lo que había esperado, y juntos, estaban dispuestos a enfrentar cualquier obstáculo para descubrir la verdad.
Daiki se encontraba sentado en una silla en su habitación asignada, una modesta pero cómoda estancia en el castillo. Estaba sumido en sus pensamientos, tratando de comprender cómo había llegado a este tiempo y qué debía hacer a continuación. La puerta se abrió silenciosamente, y la joven princesa Darkness entró con pasos ligeros, observándolo con curiosidad.
- ¿Puedo entrar? -preguntó ella con suavidad.
Daiki levantó la vista y asintió. Darkness avanzó, sus ojos fijos en la katana que descansaba sobre la cama.
- No quería asustarte -dijo Daiki, notando su mirada-. Es solo que... hay muchas cosas en mi mente.
Darkness se acercó con cautela y se sentó en una silla frente a él, manteniendo una distancia respetuosa.
- Entiendo que esto debe ser confuso para ti -dijo ella-. Venir de otro tiempo... debe ser difícil.
Daiki suspiró y apoyó los codos en las rodillas, sosteniendo su barbilla con una mano mientras miraba fijamente al suelo.
- Más de lo que puedes imaginar. En mi tiempo, eres una reina poderosa. Aquí, eres una princesa joven, y sin embargo, veo la misma fuerza en tus ojos.
Darkness sonrió con timidez.
- Gracias. Mis padres me han enseñado a ser fuerte y justa. Quiero ser una buena gobernante algún día.
Daiki asintió lentamente, sus pensamientos regresando a su propia misión.
- En mi tiempo, me enfrenté a muchas adversidades. Perdí a personas importantes y cometí errores que todavía me persiguen. -Hizo una pausa, mirando a Darkness-. No quiero que esos errores se repitan aquí.
Darkness lo observó con atención.
- Podemos trabajar juntos, Daiki. Tal vez no podamos cambiar el pasado, pero podemos influir en el futuro, incluso si es un futuro distinto al que conoces.
Daiki sonrió ligeramente, apreciando su determinación.
- Eres más sabia de lo que parece, Darkness. Acepto tu ayuda.
La joven princesa asintió, aliviada.
- Empezaremos por intentar descubrir cómo llegaste aquí. Tal vez los sabios de nuestro reino puedan ayudarnos.
Daiki se puso de pie, tomando su katana y colocándola de nuevo en su funda.
- Gracias, Darkness. Juntos, encontraremos las respuestas que buscamos.
La joven princesa se levantó también y juntos salieron de la habitación, decididos a enfrentar los misterios de su tiempo y a forjar un nuevo camino hacia un futuro desconocido.
Mientras caminaban por el castillo, Darkness se detuvo repentinamente y giró hacia Daiki con una mirada traviesa. Antes de que él pudiera reaccionar, ella levantó ambas manos, poniéndolas a la altura de su mejilla y abrió la boca como si fuera a asustarlo.
- ¡Boo! -exclamó, sonriendo ampliamente y esperando su reacción.

Daiki se quedó congelado por un momento, sorprendido por la inesperada broma. Una mezcla de sonrojo y enojo apareció en su rostro mientras suspiraba profundamente, tratando de mantener la compostura.
- ¿En serio? -murmuró, frunciendo el ceño ligeramente-. No es el momento para esas bromas, Darkness.
Ella rió suavemente, bajando las manos y mirándolo con una chispa de diversión en los ojos.
- Lo siento, Daiki. Solo quería aliviar un poco la tensión. Estás tan serio todo el tiempo.
Daiki cruzó los brazos, tratando de mantener su seriedad, aunque una leve sonrisa empezaba a asomarse en sus labios.
- Supongo que necesitaba eso -admitió-. Gracias... supongo.
Darkness dio un paso más cerca, mirándolo con simpatía.
- Está bien sentirse abrumado. Pero recuerda, no estás solo en esto.
Daiki asintió, relajando un poco su postura.
- Lo sé. Y lo agradezco, Darkness. De verdad.
- Vamos, tenemos mucho que hacer -dijo ella, dándole un ligero empujón en el brazo antes de seguir caminando.
Daiki la siguió, su expresión más relajada y una nueva determinación en su corazón. Juntos, estaban listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara, sin importar lo difícil que fuera.
Después de unos días, se anunció que la madre de Darkness estaba a punto de dar a luz a las hermanas de Darkness. En el día del evento, Darkness, su padre y su madre salieron del castillo en un carruaje tirado por caballos. Daiki, quien había estado entrenando en un bosque cercano, observó la llegada del carruaje y se preparó para regresar al castillo cuando notó una amenaza inminente.
Un grupo de sicarios apareció de entre los árboles, acercándose al carruaje con intenciones claramente hostiles. Daiki, al ver el peligro, actuó con rapidez. Con su katana en mano, se lanzó hacia los atacantes, moviéndose con una agilidad impresionante. Cada uno de sus movimientos era preciso y letal, desarmando y derribando a los sicarios con una habilidad que dejaba poco margen para la resistencia.
En cuestión de minutos, los atacantes fueron neutralizados. Daiki se dirigió al carruaje, que estaba detenido a unos metros de la escena de la pelea. El conductor del carruaje estaba visiblemente alterado.
- ¡Regresa al castillo de inmediato! -ordenó Daiki con una voz autoritaria-. ¡No te detengas hasta que llegues allí!
El conductor, visiblemente aliviado por la intervención de Daiki, asintió y tomó las riendas, dirigiendo el carruaje de vuelta al castillo con una velocidad renovada.
La batalla fue feroz y rápida. Los sicarios, expertos en su arte, atacaron a Daiki con un veneno raro y letal, diseñado específicamente para dañar demonios. Las heridas comenzaron a aparecer por todo el cuerpo de Daiki, cada corte más profundo y doloroso que el anterior.
Uno de los sicarios, con una precisión mortal, logró clavar una daga en la pierna de Daiki, dañando gravemente su tendón. El dolor era insoportable, pero Daiki, con una fuerza sobrehumana y una determinación inquebrantable, se levantó y acabó con todos sus atacantes en cuestión de segundos.
Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Al intentar dar un paso, Daiki sintió cómo su pierna cedía bajo su peso. Cayó de rodillas, jadeando y con la vista nublada por el dolor. La batalla había terminado, pero el precio que había pagado era alto.
Mientras Daiki seguía de rodillas, la agonía del veneno y el dolor eran casi insoportables. Sin embargo, un cambio en la línea de tiempo empezó a hacerse evidente. Gracias a su intervención en el pasado, los padres de Darkness estaban vivos y a salvo, un acto que Daiki había logrado pese a su estado crítico. De repente, sintió un tirón fuerte, y un portal temporal se abrió ante él. Era Darkness, pero ya no era la joven princesa que había conocido; ahora, era una reina con una presencia imponente.
Darkness, con lágrimas en los ojos, observó a Daiki con una mezcla de gratitud y tristeza. Era una de las pocas veces en las que mostraba su vulnerabilidad, su dolor y agradecimiento manifestándose en lágrimas. A pesar de su nuevo estatus, el tiempo no había borrado el impacto de la acción de Daiki.
Daiki, a duras penas y con la katana aún en la mano, fue sacado del caos del presente y llevado a un lugar seguro. El agotamiento y el dolor eran evidentes en su rostro y su postura, pero su determinación seguía firme. Darkness, con un esfuerzo evidente, lo recibió con cuidado.
- No te vayas -murmuró Darkness, la voz rota por la emoción-. Has cambiado el curso de la historia y has salvado vidas. No sé cómo agradecerte.
Daiki, con dificultad, levantó la mirada hacia Darkness. A pesar de la debilidad y el dolor, una pequeña sonrisa se formó en su rostro.
- Lo hice porque era lo correcto -respondió, su voz quebrada pero decidida-. A veces, hacer lo correcto requiere sacrificios.
Darkness lo abrazó con ternura, un gesto de profunda gratitud y afecto. El abrazo fue un consuelo para Daiki, que había soportado tanto dolor y sufrimiento en su camino. Aunque estaba agotado y herido, sabía que su misión había valido la pena. El tiempo, a pesar de su cruel naturaleza, había sido alterado para mejor, y la reina Darkness estaba allí para demostrarlo.
La reina Darkness, mientras observaba a Daiki recuperarse lentamente, comprendía el sacrificio y la valentía que había demostrado. Sabía que la historia había cambiado para mejor, y aunque el futuro seguía siendo incierto, Daiki había dejado una marca indeleble en ella y en el mundo que protegería.
A medida que Daiki comenzaba a recuperarse en el nuevo presente, Darkness se comprometió a garantizar que la paz y la justicia que él había defendido perduraran. Su sacrificio y valentía serían recordados y honrados en el reino y más allá.
Mientras Daiki trataba de levantarse, el dolor en su pierna, especialmente en el tendón dañado, era tan intenso que se vio forzado a caer de nuevo. Los padres de Darkness y sus hermanos estaban al otro lado, observando la escena con una mezcla de sorpresa y preocupación. La gratitud hacia Daiki era evidente en sus miradas, pero también había una preocupación palpable por el estado del héroe.
Darkness, con lágrimas aún en sus ojos, se acercó rápidamente a Daiki, con el corazón dividido entre el alivio de tener a su familia a salvo y la angustia por el sacrificio que él había hecho. Sus padres y hermanos se acercaron también, con la esperanza de ayudar a Daiki.
- No te muevas -ordenó Darkness, con una voz que denotaba tanto autoridad como preocupación. - Vamos a curarte.
Uno de los padres de Darkness, un hombre con una presencia regia, se acercó con una expresión de agradecimiento en el rostro. Aunque no sabía mucho sobre la curación mágica, su conocimiento en artes antiguas le permitió preparar un hechizo sanador. Mientras el hombre recitaba palabras en una lengua ancestral, una luz suave envolvió a Daiki, aliviando un poco el dolor y comenzando el proceso de curación.
Los hermanos de Darkness también se acercaron para ofrecer su ayuda, trayendo suministros médicos y vendajes. Aunque sus habilidades eran más limitadas en comparación con las de su madre, hicieron todo lo posible para asistir.
Darkness, observando el esfuerzo colectivo, no podía dejar de sentir una profunda admiración por Daiki. A pesar de la dureza de su actitud y las heridas que había sufrido, él había arriesgado su vida para proteger a su familia y cambiar el curso de la historia.
- No puedo agradecerte lo suficiente -dijo Darkness mientras ayudaba a aplicar los vendajes-. Has hecho más por nosotros de lo que podrías imaginar.
Daiki, a pesar del dolor, sonrió débilmente. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo, pero el alivio de ver a la familia de Darkness a salvo y el reconocimiento de su sacrificio valían cada momento de sufrimiento.
Con el tiempo, y con la ayuda de los hechizos curativos y el cuidado de Darkness y su familia, Daiki comenzó a recuperarse. Aunque el daño a su pierna era considerable, la dedicación y el esfuerzo de aquellos que ahora consideraba amigos le dieron la esperanza y la fuerza para sanar. El presente había cambiado para mejor, y Daiki, a pesar de las dificultades, estaba dispuesto a seguir adelante, sabiendo que su sacrificio había hecho una diferencia significativa.
Daiki, enojado y frustrado, intentó levantarse a pesar del dolor intenso que sentía. Sus esfuerzos fueron en vano, y cada vez que intentaba dar un paso, el tendón dañado en su pierna le fallaba. Finalmente, con un gruñido de impotencia, cayó al suelo, golpeando el piso con su mano en un arranque de frustración.
Darkness, observando la lucha interna de Daiki, se acercó con determinación en su rostro. Aunque era reina y tenía el poder, sabía que la obstinación de Daiki podía ser un obstáculo significativo.
- ¡Deja de luchar contra esto! -ordenó Darkness, su voz firme pero llena de preocupación. - Necesitas descansar y permitirte sanar. No puedes hacer esto solo.
Daiki, aún en el suelo, miró a Darkness con rabia. Sus ojos mostraban un conflicto interno entre su orgullo y su necesidad de ayuda. A pesar de su dolor, no podía aceptar fácilmente la idea de depender de otros.
Uno de los hermanos de Darkness, notando la situación, se acercó rápidamente. Con cuidado, lo ayudó a recostarse en el suelo mientras Darkness comenzaba a canalizar su magia curativa. La joven reina, aunque frustrada por la terquedad de Daiki, sabía que era esencial para la recuperación de él.
- No estoy aquí para ordenar, sino para ayudarte -dijo Darkness con calma, mientras el hechizo comenzaba a surtir efecto. - Lo que hiciste por nosotros no lo olvidaremos. Pero ahora necesitas permitirte recuperarte para poder continuar.
A medida que la magia curativa trabajaba, Daiki sintió una leve mejoría, pero su actitud testaruda no se desvaneció por completo. Aceptó la ayuda con renuencia, pero el proceso de curación había comenzado.
Aunque todavía irritado y dolorido, Daiki comenzó a reconocer la necesidad de aceptar la ayuda ofrecida. La tensión en el ambiente se alivió lentamente mientras Darkness y su familia continuaban con el cuidado necesario, ayudando a Daiki en su recuperación y preparándolo para lo que vendría.
Después de semanas de cuidados intensivos, Daiki comenzó a mostrar signos de recuperación. Los cuidados de Darkness y su familia habían sido exhaustivos y diligentes. Su pierna, que había sido gravemente herida, ahora estaba en condiciones mucho mejores, aunque todavía necesitaba apoyo para moverse.
Daiki, con una expresión de determinación en su rostro, se levantó lentamente de la cama donde había estado reposando. Usando unas muletas que Darkness le había proporcionado, comenzó a dar sus primeros pasos vacilantes por la habitación. Cada movimiento era un esfuerzo, y el dolor residual aún era palpable, pero su tenacidad no le permitía rendirse.
Darkness, observando desde una esquina de la habitación, se acercó con un gesto de alivio y preocupación.
- Estás progresando bien -le dijo, su voz llena de apoyo-. Pero aún debes tener cuidado y no forzar demasiado tu cuerpo.
Daiki asintió con la cabeza, aunque no pudo evitar mostrar una ligera mueca de dolor cada vez que hacía un movimiento más brusco. Su recuperación había sido un proceso largo y arduo, y aunque estaba agradecido por la ayuda, el proceso no había sido fácil para él.
- Lo aprecio -dijo Daiki, con voz grave-. Pero necesito estar en forma lo antes posible. No puedo quedarme aquí para siempre.
Darkness comprendió la urgencia en su tono y asintió, dándole una sonrisa de aliento.
- Lo entiendo. Tu recuperación es importante, pero también es crucial que no te apresures demasiado. Vamos a seguir trabajando en tu rehabilitación y, cuando estés listo, podremos enfrentar lo que venga.
Con el tiempo, y con el continuo apoyo de Darkness y su familia, Daiki comenzó a adaptarse a sus nuevas circunstancias. Su movilidad mejoró gradualmente y, aunque el camino hacia la recuperación completa aún estaba en proceso, Daiki estaba decidido a volver a su mejor forma.
Daiki, frustrado por la dificultad de moverse con las muletas y por su propia falta de progreso, perdió el equilibrio y cayó al suelo. La caída le hizo sentir un profundo enojo, y sus emociones estallaron en un ataque de furia.
Desesperado, Daiki chasqueó los dedos con fuerza, invocando su katana, que apareció de inmediato a su lado. Sin pensarlo, desató su frustración en el suelo, realizando un corte preciso y potente que rasgó la superficie con una velocidad y precisión inhumana. El suelo quedó marcado por la furia contenida en cada movimiento de la katana, dejando una serie de surcos y cortes profundos que parecían reflejar el caos interno de Daiki.
Nadie pudo observar el corte con claridad, ya que la velocidad con la que actuó hizo que el corte pareciera casi invisible. Sin embargo, la fuerza y la energía que emanaba de su ataque eran evidentes. Su katana se movía con una precisión que parecía desafiar el tiempo mismo, cortando el suelo como si tratara de desahogar una culpa que solo él sentía.
Mientras Daiki se calmaba, respirando con dificultad y observando el daño que había causado, Darkness y su familia entraron en la habitación al escuchar el ruido. Vieron las marcas en el suelo y el estado de furia en el rostro de Daiki, entendiendo que su recuperación estaba siendo un desafío mucho mayor de lo que él mismo estaba dispuesto a admitir.
Darkness se acercó con cuidado, su expresión mezcla de preocupación y comprensión.
- Daiki, sé que esto es difícil para ti -dijo con voz suave-. Pero dejar que la ira controle tus acciones solo te hará más daño. Tienes que encontrar una forma de manejar tus emociones sin destruir lo que te rodea.
Daiki, respirando pesadamente, miró a Darkness con una mezcla de arrepentimiento y frustación. La realidad de su situación, junto con el dolor de su impotencia, se hacía cada vez más evidente.
Daiki, todavía agitado, se apartó a un lado de la habitación, sosteniendo su katana con firmeza como si fuera una extensión de su propia ira. La frustración y la negación se reflejaban en su rostro; no podía aceptar que su condición actual le impidiera moverse libremente y que dependiera de muletas para caminar. La idea de ser vulnerable, algo que siempre había evitado, le resultaba insoportable.
Dejó caer la katana al suelo con un estrépito sordo, su frustración evidenciada en el temblor de su mano. Se dejó caer contra una pared cercana, mirando al suelo con una expresión de derrota. La furia contenida se transformó en una profunda tristeza, y Daiki se preguntaba cómo había llegado a ese punto.
Darkness, al verlo en ese estado, se acercó con cautela. Aunque no era ajena a las dificultades que enfrentaba Daiki, ver su dolor tangible era algo diferente. Ella entendía que no solo estaba lidiando con heridas físicas, sino también con una batalla interna de aceptación y humildad.
- No es fácil -dijo Darkness, tratando de ofrecer consuelo-. No todos los días salen como esperamos, y a veces, los desafíos más grandes están en nuestra mente y corazón.
Daiki levantó la vista hacia ella, sus ojos mostrando un rastro de vulnerabilidad que rara vez permitía ver. El reconocimiento de su propia debilidad le costaba, y aunque la ayuda que le ofrecía Darkness era sincera, la lucha interna continuaba.
- No puedo... -murmuró Daiki, su voz quebrándose-. No puedo aceptar que esto me esté pasando.
Darkness se sentó a su lado, intentando ofrecer una presencia calmante. Sabía que Daiki tenía que encontrar su propio camino hacia la aceptación, pero al menos en ese momento, podía ser un apoyo mientras él navegaba por el dolor y la frustración que lo atormentaban.
Daiki miró a Darkness con una intensidad desafiante mientras sus palabras resonaban en la habitación.
- Soy un guerrero, un maldito guerrero, el más fuerte de mi especie -dijo Daiki con voz firme, aunque su tono estaba cargado de una mezcla de ira y desesperación.
Darkness lo observó en silencio, entendiendo la magnitud de su orgullo y la profundidad de su angustia. Sabía que para alguien como Daiki, enfrentarse a la vulnerabilidad y a una pérdida de autonomía era más doloroso que cualquier herida física. Su identidad estaba tan entrelazada con su fuerza y habilidad que cualquier debilidad sentía como una traición a su propio ser.
- Eres un guerrero, sí -respondió Darkness con calma-. Pero incluso los más fuertes tienen momentos en los que necesitan descansar, adaptarse y encontrar nuevas formas de seguir adelante. La verdadera fuerza también está en la capacidad de enfrentarse a los propios miedos y debilidades.
Daiki se quedó en silencio, sus ojos fijos en el suelo mientras las palabras de Darkness empezaban a calar en su mente. La idea de aceptar la ayuda y adaptarse a su nueva realidad era difícil, pero en el fondo, sabía que podía ser una parte crucial de su camino hacia la recuperación.
El camino por delante era incierto, pero en ese momento, Daiki tuvo la oportunidad de empezar a reconciliarse con su nueva situación, con el apoyo de Darkness y con la esperanza de que, eventualmente, encontraría un equilibrio entre su identidad como guerrero y la realidad de su condición actual.
Daiki apretó los dientes con fuerza, sus mandíbulas tensas mientras una mezcla de enojo y frustración se apoderaba de él. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, no por debilidad, sino por la presión de sus propias expectativas y la realidad cruel que enfrentaba. Había sido educado y moldeado para ser un símbolo de fuerza inquebrantable, un ser sin debilidades. La idea de no poder cumplir con esa imagen era devastadora.
- No puedo... -murmuró Daiki, su voz quebrada por la tensión emocional-. No puedo ser débil. No puedo aceptar esto.
Darkness observó en silencio, el dolor de Daiki resonando con claridad. Su corazón se llenó de compasión mientras veía cómo el guerrero, acostumbrado a ser el pilar de fortaleza, se desmoronaba ante la cruda realidad de su propia humanidad. Sin embargo, no era momento para palabras vacías; entendía que Daiki necesitaba tiempo para aceptar su nueva situación.
Con delicadeza, Darkness se acercó y colocó una mano en su hombro, un gesto de apoyo en medio de la tormenta emocional que estaba atravesando.
- Eres fuerte, Daiki -dijo con voz suave-. Pero la verdadera fortaleza también reside en aceptar tus vulnerabilidades y encontrar la manera de superarlas. No estás solo en esto. Te ayudaremos a adaptarte y a encontrar un nuevo camino.
Daiki miró a Darkness, su mirada aún cargada de lágrimas, pero en medio de su frustración, comenzó a reconocer la verdad en las palabras de la reina. Aceptar que podía necesitar ayuda y que su fortaleza no se definía únicamente por la ausencia de debilidades era el primer paso hacia su recuperación.
Aunque el camino sería difícil, Daiki entendió que este momento de debilidad no definía su valor como guerrero, sino que, al enfrentarlo, tenía la oportunidad de crecer de maneras que nunca había imaginado.
Daiki continuó llorando con la cabeza agachada, sus hombros temblando mientras las lágrimas caían sin cesar. La mezcla de rabia y tristeza que lo invadía era palpable, cada sollozo una manifestación de la profunda frustración y desilusión que sentía. La dura realidad de su situación actual contrastaba enormemente con la imagen de invulnerabilidad que había sido forjado a lo largo de su vida.
Darkness, con su compasión visible, mantuvo su mano en el hombro de Daiki, brindándole un apoyo silencioso. Sabía que no había palabras que pudieran aliviar por completo su dolor, pero su presencia era una forma de mostrar que no estaba solo en su sufrimiento.
Mientras Daiki lloraba, la joven reina observaba el proceso de su aceptación. Este momento de vulnerabilidad, aunque doloroso, era también una oportunidad para que Daiki reconstruyera su concepto de fortaleza y encontrara un nuevo propósito.
Daiki se levantó con esfuerzo, usando su katana como bastón para mantenerse erguido. Aunque intentaba con todas sus fuerzas no caerse, el suelo resbaladizo lo traicionó, y perdió el equilibrio. Antes de tocar el suelo, Darkness lo atrapó con un brazo fuerte y lo abrazó por la espalda, apoyándolo y evitando que se derrumbara completamente.
Ambos se sentaron en el suelo, y Daiki, sin más reservas, dejó que las lágrimas fluyeran libremente. El peso de su frustración, dolor y la presión que había estado soportando se desmoronó en ese momento de vulnerabilidad. Darkness le sobó suavemente el cabello, ofreciendo un consuelo silencioso mientras Daiki lloraba sin cesar.
El abrazo de Darkness era cálido y reconfortante, un contraste con la frialdad que Daiki había sentido en su vida. El gesto, aunque sencillo, le recordaba que había alguien dispuesto a estar a su lado, a pesar de su aparente fortaleza. En ese momento, el desahogo emocional de Daiki encontró un espacio seguro en el apoyo de Darkness, dándole un respiro en medio de su tormenta interna.
Fin.